Luis Felipe Ortiz Gómez
Durante la experiencia que he tenido como asesor de la Universidad Pedagógica Nacional UPN, me he percatado que muchos de los profesores alumnos, no tienen el hábito de leer y hay que tomar en cuenta que la lectura incrementa la memoria, aumenta la motivación, reduce el estrés y mejora nuestro acervo y entendimiento respecto de lo leído.
Leer estimula de forma particular la imaginación, ya que la interpretación de lo que se lee se basa en los conocimientos previos, de tal forma que la lectura provoca nuevos y variados sentimientos y nos hace viajar por lugares que a veces, es imposible visitar físicamente.
Es importante recordar que la lecto-escritura es una parte del lenguaje, que distingue a los humanos de otros animales por su complejidad y repertorio.
Esto porque los centros neurológicos que decodifican la lectura son una multitud y están ampliamente especializados, de tal forma que la lectura, ejercita la percepción de los símbolos, fortalece las comunicaciones con los centros de placer, de emociones, de la memoria y de las habilidades de abstracción.
En la realidad con la lectura se consiguen viajes y mucho más, pues se enriquece la capacidad de atención, y concreción de lo abstracto a lo real.
Las primeras lecturas deben darse desde muy temprana edad, es por eso que, como asesor de la UPN se recomienda que los padres familia y maestros enseñen a los niños a consultar libros, la forma ideal de hacerlo es con el ejemplo. Leyéndoles a los niños pequeños cuentos, historias o anécdotas.
Muchos maestros y padres de familia se quejan de que sus alumnos o hijos tienen malos hábitos de lectura y por lo tanto, fallas en la escuela, cuando ellos no leen, y no existe un diccionario en el centro escolar o en el hogar, además de que nunca se han sentado con sus alumnos o hijos a consultar libros, revistas, bases de datos electrónicos o internet.
Los maestros como los padres de familia deben leerles cuentos, historias, anécdotas o sucesos de la vida cotidiana, desde que los niños están en la edad de comprenderlas, es decir entre los 12 y 24 meses de edad. Siempre hay que iniciar reforzando las historias o relatos con imágenes.
Los mejores libros para iniciar el hábito de la lectura en los niños más pequeños, son aquellos que ellos elijan, posteriormente se les presentara una gran variedad de temas que el maestro o padres de familia crean pertinente para su formación.
Los maestros deben tener en mente que, la lectura va de la mano con la investigación, así que es benéfico presentar retos a los niños para que busquen la información necesaria para aclarar dudas y así cubrir sus necesidades.
«La lectura fortalece el aprendizaje de los niños; se puede resumir como una oportunidad de transitar en el terreno del conocimiento unido a nuestros alumnos».
El maestro que enseña a leer, tiene la obligación de saber leer y comprender lo que lee, tal parece que el acercamiento niño-libro fuera una de las tareas más azarosas y difíciles de conseguir. Lograr una sociedad lectora continúa siendo un reto para las autoridades escolares.
Lograr que nuestros alumnos disfruten y se interesen por la lectura es deseo de la mayoría de los docentes responsables del proceso enseñanza - aprendizaje. Lograr que nuestros alumnos no se quejen porque «tienen que leer» este o aquel libro y que lean con gusto es una ilusión tanto de los padres de familia como de los maestros.
Encontrar una forma eficaz de acercamiento al libro ha sido la meta de quienes se dedican al estudio y fomento de la lectura. Estas metas podrían alcanzarse de una manera sencilla: incorporando la lectura a la vida cotidiana del hogar y leyendo en aulas por placer, lejos de didactismos y evaluaciones rígidas.
Es difícil, sin embargo, adoptar dichas fórmulas, ya que el hábito lector de la mayoría de los adultos no está consolidado, por haber carecido ellos mismos de estas orientaciones cuando fueron niños, y por el afán académico de los sistemas educativos de no aceptar, generalmente, salir de los parámetros establecidos para medir el conocimiento de la lectura: dicción, reconocimiento, velocidad, puntuación, entonación, comprensión rígida, cuestionarios directos… y con un frecuente descuido de la libertad interpretativa, los sentimientos, las emociones y el gusto de leer por leer.
Es por eso que en la última década han aparecido nuevas y variadas formas de estimular el placer de la lectura tanto literaria como informativa. La mayoría de estas metodologías se basan en el juego y han probado su eficacia ya que se acercan al mundo infantil y despiertan el interés por las palabras y la creatividad.
Como educador, debe reconocerse firmemente en el juego como una alternativa para abrir el camino al conocimiento, interés y disfrute de la palabra escrita, pero también es riesgoso abusar de sus bondades.
Si bien es verdad que los lecto-juegos y todas sus variantes ayudan a proporcionar al niño una visión positiva de la lectura, también es cierto que sólo los necesitamos para guiarlos hacia la lectura individual por placer e interés.
Cuando lleguemos a sentarnos los adultos y los niños a leer cada uno el libro preferido, habremos arribado al final del camino que comenzó con el juego.
Es importante proporcionar a los niños las herramientas necesarias para que ellos, por convencimiento propio, gusto e interés, se conviertan en lectores reflexivos.
El maestro que enseña a leer, tiene la obligación de saber leer y comprender lo que lee, este artículo es una invitación a rescatar y a redescubrir la lectura a través de la estrategia del juego y así ofrecer una forma más accesible para acercar a los niños a la lectura, para estimular su expresión por escrito y para incentivar su creatividad.
Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, México. Se permite su uso citando la fuente. Dirección u094.upnvirtual.edu.mx