Clío y algunas consideraciones sobre el oficio de historiador

Elvia Pacheco Mora
Asesora de la Unidad UPN 094


A la Dra. Andrea Cecilia Sánchez Quintanar quien me ha impulsado a la reflexión crítica, comprometida y apasionada de mi labor como historiadora y docente

El estudio de la historia ha sido, a través del tiempo, objeto de reflexión por parte de estudiosos e historiadores cuyo énfasis se centra en definir ¿qué es la historia? y ¿para qué estudiamos historia? .Han así surgido diferentes definiciones de la misma. No pretendo en este trabajo reproducir todas estas respuestas, sino más bien reflexionar acerca de la importancia y función de la ciencia histórica. Pero además deseo resaltar que la reflexión sobre el sentido y utilidad de la ciencia histórica no debe ceñirse exclusivamente a la entrega de un trabajo escolar para acreditar un curso sino más bien debe ser permanente.

La historia se define en una primera instancia como la «ciencia de los hombres en el tiempo»1, que constituye el pasado, el devenir, el transcurrir del hombre durante su estancia en la Tierra. Generalmente pensamos en el pasado como la sucesión de hechos en el tiempo, en el que los hombres realizan hazañas políticas y casi nunca pensamos que entre esos hombres y nosotros hay similitud porque vivieron su vida, con la misma fuerza con que nosotros lo hacemos en el presente. Estos hombres desarrollaron el arte y la cultura y también sufrieron y gozaron en su acontecer cotidiano. En otras palabras, vivieron intensamente.

En este sentido, concuerdo con la Dra. Andrea Sánchez Quintanar que señala:

«Concibo a la historia como un conocimiento vital, sin el cual no se puede vivir. Esta afirmación que a primera vista puede parecer exagerada, se entenderá si se entiende la vida como verdaderamente humana, no exclusiva como animal, material o instintiva»2.

A partir de este concepto, el pasado cobra un nuevo sentido porque la explicación del presente lleva invariablemente al estudio de ese pasado, del cual formamos parte, independientemente de que lo aceptemos o lo neguemos.

También estoy de acuerdo con Jean Chesnaux quien afirma que : «Si el pasado cuenta es por lo que significa para nosotros. Pero ese pasado próximo o lejano igualmente tiene sentido para nosotros. Nos ayuda a comprender la sociedad en la que vivimos hoy, a saber qué defender y preservar, a saber también qué derribar y destruir»3.

Sin embargo, la historia no ha sido bien tratada en los programas escolares, pues predomina esencialmente la cronología sobre el análisis histórico, y la memorización sobre la reflexión. Por lo tanto, resulta necesario señalar que no se puede entender nuestro presente inmediato si no reflexionamos sobre el pasado, pero debemos hacerlo de una manera más crítica. La función de la historia va más allá de la comprensión del presente pues también nos permite intervenir activamente en nuestra realidad. Finalmente: «Aprender historia es aprendernos a nosotros mismos, es descubrirnos históricos, es descubrirnos conscientes y por ello, de alguna manera libres, sociales, responsables y comprometidos»4

La historia, además, propicia la formación de la conciencia social, la cual no es posible sin una conciencia histórica y fomenta la identificación social pues se constituye en la memoria social de un pueblo que comparte un pasado común. La identificación social se da a partir de que los individuos se sienten parte de una sociedad con la cual comparten una historia común, patrones culturales similares, intereses y valores propios de un momento histórico determinado lo cual les permite tener un mejor desarrollo individual y socializarse. «La historia ofrece a cada individuo la posibilidad de trascender de su vida personal a su vida de grupo. Al hacerlo le otorga un sentido y a la vez, le ofrece una forma de perdurar en la comunidad que lo trasciende, la historia es una lucha contra el miedo, forma extrema de la muerte».5

El hombre busca afanosamente trascender a lo largo de su vida en la sociedad de la cual forma parte y la historia es una vía para lograr este propósito. El hombre no quiere ser olvidado y en este sentido todos de alguna manera recurrimos al pasado para explicarnos nuestra existencia. Sin la historia, los pueblos tendrían un desenlace de consecuencias funestas tales como su aniquilación y la pérdida de su esencia, de ellos mismos. El olvido es una forma de morir lentamente, por lo que cada cultura trata de imponer su propia concepción histórica a los demás, cuyo fin primordial es no ser olvidados.»En su modo de relatar e interpretar su propio pasado, cada núcleo social refleja sus concepciones, sus aspiraciones y sus formas de vivir, expresa la ligazón que siente tener con fuerzas superiores (dioses, destino) o bien presenta un enfoque racional del universo.»6

La historia le permite al hombre estrechar los lazos que lo unen con su comunidad. Por tal motivo, también tiene una función social. Lo integra y hace que se identifique con otros hombres. La comunicación fomentada por la historia es la condición básica para el desarrollo humano en todos sus aspectos. Finalmente, esta surge en un contexto social pues no hay historia que no haga referencia a la sociedad.

La historia puede servir como instrumento de dominación de los grupos en el poder, o ser la vía más eficaz que libere al hombre de la opresión y lo haga más libre. En este sentido puede adquirir ambas cualidades. Asimismo, cubre la necesidad de autoconocimiento que posee el hombre a lo largo de su vida. Por las razones anteriormente expuestas, el conocimiento histórico es útil en nuestras vidas.

Igualmente concuerdo con José Joaquín Blanco quien señala que es placentero estudiar historia y nos indica porqué vale la pena recurrir a ella en todo momento: «La historia para interpretar mejor el mundo, para cambiar la vida, para reconocer raíces y procesos, para defender algunas verdades, para denunciar mecanismos de opresión, para fortalecer luchas libertarias y sobretodo para vivir días que valgan la pena alegres y despiertos».7

Como historiadora-docente debo señalar que el conocimiento histórico me permite vincularme con la vida, con lo humano, pues precisamente las sociedades del pasado eran sociedades vivas, no filas de hombres muertos sin relación conmigo. Estos hombres no eran héroes o villanos, sino seres humanos con debilidades, virtudes, defectos, pasiones, intereses y preocupaciones, cuyas vidas fueron complejas y, por lo tanto interesantes para historiadores y alumnos.

A los que nos dedicamos al estudio de la historia se nos denomina historiadores. Sin embargo, a pesar de su relevancia, la sociedad no valora la importancia del conocimiento histórico, ni la de nuestra profesión. Ante una economía neoliberal nuestra labor no nos reditúa ganancias considerables como sí lo hacen otras profesiones como la abogacía, la medicina o la informática; a quienes se dedican a ellas, aunque tales criterios son cada día más relativos, pues no todos los profesionistas obtienen un trabajo al terminar sus estudios logran mejorar su nivel de vida y su status económico. Pero aún sigue vigente la idea de que la educación es la base del progreso, sobre todo en algunos sectores sociales. Por lo tanto, ser historiador es una tarea poco común. La imagen del historiador cae en el estereotipo en el cual se nos ve como hombres y mujeres dedicados a leer grandes cantidades de documentos y libros, encerrados en bibliotecas y en archivos. De hecho, algunas personas consideran que la principal cualidad del historiador es precisamente tener buena memoria, que les permita almacenar un cúmulo impresionante de fechas, datos y nombres.

Pero como lo señala Marc Bloch: «La historia es vieja como relato, pero joven como empresa razonada de análisis».8. Si realizo tal observación es porque aunque la historia recurre a la narración(relato) para recrear el pasado, no puede conformarse sólo a partir de tal criterio; debe ir al análisis de las causas y los efectos que ese pasado tiene sobre nuestro presente inmediato. Los historiadores debemos romper con esta idea de una historia anquilosada y sin vida, que está vigente en aquellos sectores sociales que muestran apatía por la ciencia histórica. Tampoco debemos caer en el otro extremo en el cual, para hacer atractivo el conocimiento histórico, convertimos a la historia en mercancía, en algo que se vende porque atrae o bien, por volverla amena le quitemos seriedad, por lo que debe haber un equilibrio entre la narración y la interpretación de la realidad. La labor del historiador se centra en seleccionar, investigar e interpretar los hechos pretéritos y explicarlos en función de la realidad cotidiana.

Edward Carr lo señala de manera magistral cuando nos menciona lo siguiente: «La historia consiste en un cuerpo de hechos verificados. Los hechos los encuentra el historiador en los documentos, en las inscripciones, etcétera, lo mismo que los pescados sobre el mostrador de una pescadería. El historiador los reúne, los lleva a casa donde los guisa y los sirve como a él más le apetece».9 Por lo tanto, el conocimiento histórico es acumulativo al igual que el desarrollo del hombre. Ambos elementos están estrechamente vinculados y constituyen un aspecto importante de la vida del hombre. En dicho sentido, lo histórico es inmenso, la fuente de donde saca el historiador sus textos es enorme, indeterminada, movediza, anchurosa e inagotable por lo que se debe realizar una selección pues no se puede abarcar todo el pasado. El historiador no puede abarcar todo el conocimiento histórico; tiene necesariamente que seleccionar determinados hechos y omitir otros. Pero ¿con base en qué criterios se realiza tal selección? Las respuestas a esta interrogante pueden ser múltiples. Tan sólo mencionaré algunas que a mi juicio resultan ser las más significativas aunque no las únicas.

En primer lugar, considero que si el historiador se dedica exclusivamente a la investigación, la selección estará determinada por las presiones de tiempo que le imponga la institución en donde labora y en el caso del historiador-docente, la selección estará vinculada con el programa educativo que señala la institución para cubrirse en un periodo de tiempo determinado (bimestre, trimestre, cuatrimestre, semestre o año escolar). Otro criterio de selección se relaciona con los objetivos del historiador tales como: ¿qué visión histórica pretendo mostrar?, ¿pretendo propiciar un diálogo con la sociedad de la cual formo parte?, o bien, ¿quiero mostrar la historia como un saber altamente especializado? En el caso del historiador docente las interrogantes serían: ¿qué conocimientos intento propiciar en mis alumnos?, ¿qué cambios de conducta deseo fomentar a través del estudio de la historia?, ¿quiero formar un alumno receptivo y crítico o un alumno pasivo y acrítico?, ¿quiero que el conocimiento histórico les sirva a mis alumnos sólo para acreditar un examen o bien que no lo olviden y lo relacionen con su realidad inmediata? Por último señalaré que la selección se determinará con base en las preferencias del historiador, quien nunca deja de ser subjetivo. No se puede dejar de mencionar que incluso en la historia oficial se evita mencionar algunos hechos históricos. Se trata de evitar el que se muestre parte del pasado porque si se hiciera resultaría altamente nocivo para la sociedad, pues provocaría el cuestionamiento de la misma, lo cual no le conviene a los grupos políticos superiores. Se le da un carácter secreto y a veces se muestra de manera velada y ocasional.

Si menciono tal situación es porque de estos elementos parte en gran medida la selección del conocimiento histórico. El historiador, a partir de una selección, investiga e interpreta el conocimiento histórico. Por lo tanto, al explicar la historia, conocemos al otro y nos adentramos en su pensamiento y principalmente si no se da la explicación e interpretación del pasado, el historiador pasa a ser cronista y deja de lado el análisis de los procesos sociales.

Su interpretación estará condicionada por su situación de clase, su nivel económico y cultural, su origen y sus intereses de grupo. Su función será recrear en la mente del otro, la imagen de un pasado vivo, que se vincula con el presente, que nos enseña algo y cuyo conocimiento lo aplicamos en nuestra vida diaria. Construye imágenes del pasado en la mente de quienes perciben nuestra labor y se muestran formas de vida que no están desligadas del presente inmediato, por lo que mostramos historias verídicas. Por todo lo anterior debemos reflexionar constantemente sobre nuestra labor, a partir de un principio elemental: el gusto y la pasión por lo que hacemos frente a la situación de que hay personas que realizan actividades que no les agradan o que no les dejan satisfacciones personales, por lo cual debemos sentirnos satisfechos y gratificados.

Para finalizar quiero destacar una reflexión de la maestra María Teresa Poncelis Gasca sobre el trabajo del historiador que imparte sus conocimientos en una institución educativa:

«En las condiciones históricas actuales concebir al maestro de historia como un individuo sin posición ante el devenir, como un mero dispositivo de información, nos llevaría a considerar a estos profesionales, si llegáramos a darles ese título, como hombres sin futuro a quienes podríamos reclamar el fraude que cometen con la comunidad estudiantil a la que se suponen deben formar».10

Nuestra labor no resulta fácil ante un mundo que cambia vertiginosamente: Por lo tanto, la explicación histórica debe transformarse al igual que lo hacen las sociedades que son objeto de estudio de la historia. La realidad no permanece estática, es cambiante y compleja. La historia considero que nos puede salvar respecto a la lucha del hombre contra el hombre y liberarnos en un mundo hostil, respecto a la convivencia humana, al permitirnos interactuar y transformar nuestra realidad inmediata.

Su conocimiento permite al hombre intervenir con creciente libertad y conciencia en su propio desarrollo, incrementar la solidaridad entre los seres humanos, proponerse y alcanzar metas que superen la milenaria organización del hombre contra el hombre para sustituirla por un sistema del hombre con el hombre, y a favor de él. Vale la pena luchar por alcanzar esta meta para lograr un mundo mejor donde vivamos más alegres y seamos plenamente humanos11.

La historia desde mi particular punto de vista es el estudio del desarrollo de la humanidad que se da a través del tiempo y del espacio pero que adquiere un nuevo sentido cuando como historiadores docentes lo vinculamos con nuestro presente y actuamos e interactuamos con ella, pero por encima de cualquier circunstancia el conocimiento histórico se determina como significativo, importante y permanente para nuestros alumnos cuando dejan de ver el pasado como el conjunto de datos, fechas y nombres y empiezan a explicarse los procesos sociales en función de: causas, efectos, transformaciones y resistencias.

La historia me permite dejar un testimonio sobre mi paso en este mundo del cual formo parte y ante el cual no puede permanecer pasiva. Además mi presente se transforma en un elemento actuante a partir del estudio y análisis del pasado. No podemos olvidar que la existencia del hombre es histórica y que adquiere su justo sentido cuando el hombre reflexiona y actúa en ella y esto sólo lo puede lograr cuando se acerca al estudio de la historia.


Notas

1. Juan Brom, Para comprender la Historia, 59ª edición, México, Nuestro Tiempo, 1991, (La cultura al pueblo), p-16.

2 Andrea Cecilia Sánchez Quintanar, Reflexiones en torno a una teoría sobre la enseñanza de la Historia, tesis para optar por el grado de Maestría, México, UNAM, 1993, p-47.

3. Jean Chesnaux, ¿Hacemos tabla rasa del pasado?. A propósito de la historia y los historiadores, traducción de Aurelio Garzón Del Camino, 12ª edición, México, Siglo XXI Editores, 1991, p-22.

4. Martín Arredondo Galván et.al, Manual de Didáctica de las Ciencias Histórico- Sociales, México, Centro de Didáctico- UNAM, 1989, p-14.

5. Luis Villoro, El sentido de la historia en Pereyra, Carlos, et.al, Historia ¿para qué?, 8ª edición, México, Siglo XXI Editores, 1986, p-86.

6. Juan Brom, op.cit, p-32.

7. José Joaquín Blanco, El placer de la historia, en Pereyra, Carlos
et.al, op.cit, 8ª edición, México, Siglo XXI Editores, 1986, , p-86.

8. Marc Bloch, Introducción a la historia, 3ª edición, México, Fondo de Cultura Económica, 1963, (Breviarios, 64), p-16.

9. Edward Carr, Barral, ¿Qué es la historia?, Traducción: Joaquín Romero Mauro, Barcelona, Seix Barral,1978 , p-12.

10. María Teresa de Jesús Poncelis, La docencia: una alternativa en la formación profesional del historiador, en Lerner Sigal Victoria(compiladora) et.al, La enseñanza de Clío: prácticas y propuestas para una didáctica de la historia, México, UNAM- CISE- Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1990, p-157.

11. Juan Brom, Op.Cit, p-179.