La educación intercultural de los pueblos indios en México y América Latina en el contexto de las políticas culturales y educativas de la globalización*
Juan Bello
Domínguez
Unidad 094 D. F. Centro
Mariana del Rocío Aguilar
Bobadilla
Unidad 096 D. F. Norte
El
texto de éste artículo fue tomado del proyecto de investigación
inscrito en la Dirección de Investigación de la Universidad Pedagógica
Nacional en febrero del 2002. La finalidad de esta investigación es recuperar
y analizar las políticas culturales y educativas para los pueblos indios
durante la última década en México y América Latina,
con el propósito de proyectarlas en el contexto de la globalización.
Pondremos atención
especial en la última década sobre algunos indicadores sociales
básicos de la población mundial para explicar y entender en
lo general, los problemas a los que se enfrentan los países emergentes
a partir de las políticas neoliberales implementadas y la crisis estructural
de la década anterior.(1) Con esta contextualización,
pretendemos fundamentar nuestro marco de referencia que apoye el análisis
sobre las políticas culturales y educativas implementadas en México
y América Latina en los últimos diez años y proyectar el
futuro de la Educación Intercultural.
La
expansión económica por parte de los países industrializados
después de la Segunda Guerra Mundial, trajo consigo una diversificación
y polarización social y económica en el mundo. Mientras los países
ricos se hacían más ricos, los países pobres caían
al abismo de la extrema pobreza, como lo muestra el registro de la Organización
de las Naciones Unidas que ...clasificó en 1981 a 31 países
como «menos adelantados». Ahora en los noventa, merced a la orientación
del sistema económico internacional, el número de estos países
asciende a 42. Con el peso de la deuda, la caída de precios de las exportaciones
y la falta de capacidad productiva, las condiciones económicas y sociales
se han deteriorado aún más. (Chackravarth, Raghavan, 1992:50)
Los efectos
del profundo estropicio económico en los países del tercer mundo
se traduce en el constante deterioro de las condiciones sociales de la población
mayoritaria caracterizada a partir de los elevados niveles de analfabetismo, desempleo,
desnutrición, etc. ...por lo que se calcula que para el año
2050, la mitad de la población mundial podría estar sumida en la
pobreza. (Ibid:52). Como se puede ilustrar:
...se
registra que en América Latina existen 61 millones de personas en situación
de pobreza extrema, condición que define a aquellos que carecen de la posibilidad
de una dieta mínima diaria. La imagen sombría se agiganta cuando
observamos que, de doce millones de niños que nacen anualmente, 700,000
mueren antes de cumplir un año. (Valenzuela, 1993:116).
Bajo
este panorama mundial y regional orientamos nuestro análisis hacia el ámbito
nacional. En México, existen mexicanos que viven en la extrema pobreza
de un total de 41 millones de mexicanos que no satisfacen sus necesidades mínimas
o esenciales. Esto significa que el 50.4% de la población total de México
se encuentra en la pobreza; y de éstos el 41.4% viven en la extrema pobreza.
De los ocho estados que concentran el 79.2 % de la población indígena
en México seis se encuentran con un grado de marginación muy alto,
uno, con un grado de marginación alto y otro, con un grado de marginación
bajo. (Cfr. Bello, Aguilar:2001)
No faltan aquellos que dan otra imagen de
la problemática y parecen negar la crudeza de la realidad que viven miles
de personas en el mundo como lo muestra la siguiente cita tomada de un informe
del Banco Mundial.
Las
proyecciones indican una disminución pronunciada de la pobreza, de 33 %
en 1985 a 18% en 2000. Según ellas, el número de personas en condiciones
de pobreza absoluta bajará de 1100 millones a 825 millones. (Banco
Mundial, 1992:57).
En
este contexto, la incursión de México y América Latina en
el proceso de globalización económica mundial durante la última
década, ha llevado a que sus gobiernos impulsen reformas político-administrativas
que los lleven a modificar la naturaleza del Estado y con ello los Proyectos Nacionales
caracterizados por el adelgazamiento del Estado; el abandono del corporativismo
como forma prioritaria de negociación de los sectores gubernamentales con
los distintos sectores sociales y políticos; y la renuncia a múltiples
compromisos políticos y sociales gestados en los últimos años.
Como vemos, son estos algunos puntos que distinguen el proyecto modernizador,
donde el discurso nacionalista durante los últimos diez años,
ha quedado atrás y ahora, lo suple el de la globalización con un
culto a la eficiencia, a la calidad y a la integración.
Los
organismos de crédito internacional propusieron la imperiosa condición
de pagar la deuda externa a toda costa, sacrificando la condición social
de los pueblos latinoamericanos y con ello, la disminución gradual pero
significativa de la acción gubernamental en el plano de bienestar social.
La racionalidad económica se antepone ante cualquier negociación
política. El viejo corporativismo que sustentó los gobiernos ahora
sería relegado: las gestorías, los compromisos políticos
y el gasto social no tendrán cabida en el modelo neoliberal implementado
en la década de los ochenta. El discurso de la política económica
permitiría a las administraciones avanzar en cambios estructurales de la
economía sin una abierta oposición a la sociedad civil en transición,
pese al enorme costo social que el cambio conllevaría. El discurso legitimador
que pretendía resolver la problemática económica
y social de las sociedades abrumadas por la crisis estructural de los ochenta,
sirvió para modificar las relaciones del Estado con los principales agentes
sociales.
El
proyecto contempló a un Estado apegado a los principios constitucionales,
con la consideración de que éste debería ser modificado para
permitir los cambios estructurales que exigía la instrumentación
neoliberal y tecnocrática de la administración pública.
El Estado
no debería ya intervenir en la vida económica del país pues
ello llevaba a desestabilizar el buen funcionamiento de ésta.2 Es
así como podríamos señalar uno de los virajes mas importantes
de los gobiernos latinoamericanos para el proyecto modernizador. Sería
el abandono de la concepción intervencionista del Estado que conlleva a
la política de reestructuración del sector estatal, paraestatal
y el gasto público y a la descentralización administrativa en materia
de Bienestar Social.
Los problemas sociales se empezaron a caracterizar como
parte de los problemas administrativos y por falta de eficiencia, a lo que tendría
como respuesta acciones con el mismo tinte: asignación de recursos productivos
en las diferentes actividades económicas y sociales, en la búsqueda
de lo eficiente y lo productivo. Desde la perspectiva de una reflexión
neoliberal, el gobierno actual ha decidido emprender una reforma que identifica
los efectos de la crisis estructural con sus causas para convertir el problema,
una vez más, en un asunto de administración eficaz. (Guadarrama,
1987:82-83).
Las
políticas de recorte presupuestal para el Bienestar Social instrumentadas,
serían el efecto obligado de la reducción sistemática del
peso relativo del Estado en la economía. Pero también el desmantelamiento
de las instituciones de bienestar es tan improbable en un sistema como el nuestro
que necesariamente se tienen que crear otras instancias como lo muestran las políticas
y el financiamiento por parte del Banco Mundial hacia la educación que
validen y legitimen la acción social del Estado.
Para fundamentar y
legitimar las acciones implementadas del proyecto modernizador con respecto a
las políticas de Bienestar Social, desde nuestro muy particular punto de
vista cumplirá con un doble objetivo: por una parte ubicarse y redefinirse
ideológicamente frente a la nueva concepción gubernamental sobre
el Estado y por otra, la resignificación de los referentes centrales de
la cultura política: lo Social y lo Nacional.
Tenemos
pues con el proyecto modernizador, el ahondamiento entre dos Méxicos como
lo enfatiza Bonfil Batalla en su obra México profundo
por un lado el México exportador, moderno y elitista, y por otro, el México
tradicional, que deberá seguir viviendo marginado de la modernización,
con niveles de vida erosionados e indicadores ínfimos de bienestar social.
Concentración y exclusión, pobreza y riqueza que ya eran rasgos
permanentes de la sociedad mexicana, se han polarizado enormemente. (Fernández,
Nuria, 1990:365).
Es
notable como en los últimos años se ha mostrado un creciente interés
en la educación por parte de los gobiernos y grupos sociales relacionados
con la vida productiva de los países en desarrollo. Sin embargo, este interés
no es nuevo, ya que después de la Segunda Guerra Mundial se desbordó
la esperanza en los sistemas educativos para dar un nuevo impulso al desarrollo
económico.
En
el momento actual, la competencia económica a escala mundial y la necesidad
de los países en desarrollo de incorporarse a la nueva división
internacional del trabajo modificada por la revolución tecnológica
y vivida en los últimos años ha motivado nuevamente poner atención
en los sistemas educativos nacionales con el propósito de vincularlos a
los sistemas productivos.
Las
presiones por limitar el gasto público del beneficio social, con la implementación
de los modelos económicos de corte neoliberal en las principales regiones
del mundo, han promovido la búsqueda de mecanismos financieros que no impliquen
sobrecargos al gasto en educación y sobre todo que satisfagan la distribución
equitativa de los costos para el logro de mejores resultados en la productividad.
La labor proyectada
tendría sus bemoles, ya que México como América Latina, se
lanzan más por necesidad que por voluntad a la integración económica,
pues después de promover la autarquía industrial con la defensa
y el proteccionismo como la única estrategia de desarrollo, ahora en sólo
una década los cambios de la economía y por ende del sistema educativo
han dado un viraje total. La magna obra de los gobiernos lo fue la escuela pública,
a la que se le asignó la difícil tarea de formar, homogeneizar y
legitimar el fortalecimiento del grupo hegemónico emanado y cuyo resultado
fue notablemente eficaz; sin embargo, la tarea de formar los nuevos cuadros técnicos
se inclinó casi exclusivamente para satisfacer las necesidades del Estado,
como único promotor del desarrollo económico, lo que ha llevado
a ésta a la pérdida progresiva y gradual del espacio privilegiado
que tuvo y por tanto, a la necesidad de una transformación inminente que
se adecue a las exigencias planteadas en los últimos dos lustros.
La
tradición y su historia se han perdido en el proyecto de la modernización;
ahora, la lógica consiste en penetrar sin obstáculos las barreras
del pasado, con el propósito de resistir los tiempos históricos
e imponer la universalidad estandarizada. Las razones del conocimiento y de la
técnica buscan la expresión prioritaria: elevar la productividad
e incrementar el consumo reclamando el derecho a un espacio privilegiado en el
presente y el futuro sin contemplar el pasado.
Para
1990, con la Declaración Mundial de Educación para Todos signada
en Jomtien, Tailandia por 150 países se inicia el revire de esta situación
en México y América Latina ya que como lo señala Elsie
Rockwell: ...uno de los argumentos más fuertes en Jomtien,
fue estrictamente económico: los estudios del Banco Mundial mostraban que
la inversión en educación básica es altamente redituable
a mediano plazo, ya que aparentemente es el mecanismo más efectivo para
controlar la explosión demográfica y reducir los elevados costos
de otros programas sociales como salud pública y seguridad. En este sentido,
la prioridad dada a la educación básica fue coherente con la política
económica del sexenio. (Rockwell, 1994:17)
Y,
a su vez, la política económica del sexenio estuvo en consonancia
con los criterios que a nivel mundial marcaron los países desarrollados
y los organismos multilaterales desde la lógica globalizadora.
Por
ello, es necesario construir una cultura que vaya más allá de la
economía; esto representa y comprende las relaciones que se gestan en los
ámbitos tanto público, como privado, que conlleven a poner en común
las ideologías, los imaginarios que aparte de los conflictos y contradicciones
que puedan generar es necesario conocer y reconocer para la construcción
de identidades. Porque se trata de la misma forma a las transacciones económicas
que a las relaciones entre individuos, lo cual oculta el acceso desigual y excluyente
de los sujetos frente a la economía o la cultura global.
La
unificación mundial lejos de haber conducido a superar las diferencias
ha generado una nueva estratificación que amén de las fronteras
territoriales ha creado otras referidas a la desigual producción, circulación
y distribución de bienes. Es decir, los movimientos que genera la globalización
son de dos tipos uno integrador y homogeneizador; y, otro de dispersión
y diferenciador; este último llega hasta el exceso de la exclusión.
Y pone en la palestra problemas que parecían ya superados, dando la impresión
de su resurgimiento, problemas permanentemente irresueltos pero que no ocupaban
el centro de la atención de los teóricos y políticos como
es el caso de los conflictos interétnicos. El caso de América Latina,
en particular México, es un claro ejemplo de ello, pues en las dos últimas
décadas entre los conflictos que ha vivido están los relacionados
con los pueblos indios, los cuales por mucho tiempo fueron ignorados.
Entre
los actores que con su práctica y demandas han contribuido de manera determinante
a transformar nuestras sociedades están los indígenas, quienes sin
duda en toda Latinoamérica han llevado a cabo formas de resistencia en
aras de defender su identidad, territorio, formas de organización, desarrollo
y administración. En suma, la cultura y la educación de los pueblos
indígenas frente a la globalización, se han convertido en un movimiento
permanente, tendiente al reconocimiento y enriquecimiento de la lucha por su dignidad.
Por ello, se
hace indispensable un escenario que pueda generar el intercambio cultural, crear
vínculos entre sujetos, manifestar diferencias, solidaridades, resistencias,
discrepancias; pero sobre todo, que sea un marco en donde la interculturalidad
sea el principio organizador que propicie el contacto entre culturas para la reelaboración
constante de las mismas y la negociación de las diferencias en el marco
de la construcción de las identidades.
La
organización comunal se enfrenta hoy en día a serios peligros y
amenazas, en una Era en que se tiende a identificar la modernidad con una globalización
que pretende excluir las particularidades, la pluralidad étnica y las maneras
distintas de vivir. Se trata de una época en que se preconiza nuevamente
la homogeneidad, los sistemas políticos unificados y centralizados, los
bloques económicos multinacionales, los grandes marcos de estandarización.
Esta oleada «avanzadora» no concede ninguna oportunidad a las pequeñas
comunidades cohesionadas por una identidad étnica distinta; no obstante,
éstas permanecen, resisten.
La
formulación política de los pueblos indios se articula de diferentes
maneras en los discursos ideológicos y en las acciones prácticas
desarrolladas por los diferentes sectores de la comunidad identificada con un
estilo étnico particular y en los discursos y prácticas del Estado.
En este contexto surge la pregunta en relación a ¿cuál es
el papel de las etnias frente al proyecto de modernización en el marco
del desarrollo de las políticas culturales y educativas en el contexto
de la globalización?
Las
relaciones entre distintas etnias, así como su definición y caracterización
en la época contemporánea, no puede hacerse más que en referencia
directa o indirecta a las estructuras estatales. En la medida en que la superficie
del planeta está dividida en unidades territoriales llamadas estados, no
existe ya pueblo alguno que no esté formalmente incorporado (aunque sea
solamente por su localización geográfica) en algún territorio
que un Estado reclama como propios. Las estructuras y políticas del Estado
determinan con frecuencia la naturaleza y la dinámica del fenómeno
étnico, aún entre aquellas etnias que no logran consolidarse en
torno de un estado territorial propio, y a las que por lo tanto no se les conoce
como «naciones». (Cfr. Stavenhagen, 1992)
Lo
anterior coloca en el análisis la relación jerarquizada y desigual
que conduce al enfrentamiento de los ámbitos local, regional y nacional;
en torno a una visión que pretende erigirse como «única»,
en donde el ámbito nacional supone ser la síntesis del local y el
regional, como unidades subordinadas situación, que automáticamente
se hace extensiva a los grupos e individuos que los conforman.
En
México y América Latina la diversidad geográfica, las formas
históricas de poblamiento y colonización, los recursos naturales,
la densidad y composición de la población, y el desigual grado de
desarrollo económico, son los factores que determinan la formación
de regiones particularizadas que con frecuencia se expresan en la consolidación
de culturas regionales, con rasgos distintivos en muchos órdenes de la
vida social. La diversificación regional ha sido empleada para explicar,
no sólo las condiciones actuales de la economía y la sociedad nacionales,
sino también y fundamentalmente muchos aspectos del desarrollo histórico
en América Latina en general y en México en lo particular. Los estudios
regionales han proliferado en las últimas décadas, aunque se ha
enfatizado más sobre la región geográfica y la región
económica. (Bello y Aguilar, 2001:72)
La
necesidad de estudiar las características y problemas específicos
de las comunidades indias, no debería ocultar que en la teoría y
en la práctica, para una acción efectiva y una explicación
confiable, los indios no sólo están potencial o actualmente vinculados
al resto de las minorías, sino también con las formas de dominación,
discriminación y explotación.
Con
base en estos argumentos, el reto es, desde la perspectiva de las políticas
culturales y educativas, conocer cómo pueden los pueblos indios vincularse
al contexto nacional y global sin perder su identidad y dejar de ser indios. De
acuerdo con Gilberto Giménez, existen cuatro direcciones posibles de la
relación entre la dinámica étnica y la dinámica de
la modernización:
la primera posibilidad es la extinción
pura y simple de las etnias más débiles demográficamente;
otra posibilidad es la resistencia (pasiva) al cambio modernizador, mediante estrategias
de repliegue o en defensa de usos y costumbres, o también su exclusión
del cambio debido al carácter selectivo y polarizante del desarrollo capitalista.
Una tercera posibilidad es la asimilación total por la incorporación
a la sociedad y a la economía «modernas» [
] la cuarta
y última posibilidad [
] la absorción selectiva de la modernidad
económica y cultural desde la lógica de la propia identidad y, por
lo tanto desde el núcleo o matriz que define las «zonas de persistencia»
de su cultura. (Pozas, 1994, Introducción, Apud.)
La
categoría de indios no ha desaparecido con el paso de los siglos.
En algunos países todavía es una importante categoría social,
aunque padece serios obstáculos para expresarse como categoría política.
Las diferencias de las lenguas indígenas son a menudo un obstáculo
insalvable para la mutua comprensión y asociación; a veces aún
quienes hablan una misma lengua no pueden entenderse ni asociarse por las variantes
de vocabulario y pronunciación. Las diferencias de intereses estrechos
dividen constantemente a los miembros de la misma cultura y de la misma condición
colonial. La mayor parte de los indios muestra, en la mayoría de los casos,
un sentido particularista de pertenencia; como autoafirmación,
se refuerza a través de luchas constantes por la tierra, el agua, etc.
(Cfr. González Casanova, 1996)
En el problema que nos interesa, el
de los criterios definitorios del concepto de etnia, la cultura como sistema de
valores y significados tiene importancia indudable pero no puede desvincularse
de los fenómenos de estructura que subyacen a ella. La cultura define los
«modos de vida» que caracterizan y distinguen entre sí a los
grupos étnicos. No puede concebirse un grupo étnico sin cultura
propia. En la medida en que la cultura es factor dinámico y sujeto a cambios
por múltiples razones, los cambios culturales condicionan también
la identidad y viabilidad de los grupos étnicos.
De
este modo, la cultura se conforma de manera articulada al contexto social y político
en el que se desarrolla, en donde el aspecto simbólico permite el despliegue
y realimentación de esta dimensión. Así, cultura e identidad
son elaboraciones colectivas en transformación continua. Es decir, la cultura
no se puede reducir a la identidad de un grupo, parte de ésta se constituye
por mecanismos de identificación de los individuos con el grupo, entonces
la cultura es la organización de las diferencias al interior del grupo,
sino caeríamos en la uniformidad tan anhelada por nuestros modernizadores
esto es, la identidad no significa uniformidad.
La
modernización de México y América Latina dependerá,
no de priorizar el desarrollo como una meta universal, sino de establecer un vínculo
entre éste y las culturas definidas como una selección de valores
y principios que den cauce a estrategias más específicas de desarrollo
económico y cambio social. Esto es, definir la modernidad al interior del
cambio y organización social, sin confundirlo con la modernización,
que es una movilización tradicional de un tipo de sociedad a otra, definido
estructuralmente como el manejo de los recursos pero no exclusivamente desde el
punto de vista cuantitativo sino en términos de niveles que lleve a la
transformación social con la capacidad de responder no únicamente
en términos materiales sino también en bienes culturales. (Cfr.
Touraine, 1995)
Asimismo,
en el presente asistimos a un proceso de globalización que mantiene en
lista de espera en el mejor de los casos a la diversidad cultural
y dentro de ella, a la cultura y la educación de los pueblos indios, mediante
un poder que se ejerce de arriba hacia abajo en todos los ámbitos de la
vida, también es un proceso desigual, pero que nos permite concebir la
utopía de movilizar a la sociedad para construir una racionalidad social
y productiva, que considere opciones diversas a un proceso de participación
democrática.
Bajo
esta perspectiva se mantiene la idea de que el propósito del desarrollo
no es solamente el crecimiento económico, sino que el desarrollo debiera
estar estrechamente relacionado con los niveles de bienestar, por ello surge la
noción de desarrollo humano en la que por primera vez parece tener cabida
la cultura. Esta noción ha sido adoptada y enriquecida por intelectuales
de diferentes ámbitos que hoy más que nunca, reconocen a la nación
con una conformación plural y diferenciada que impone la dimensión
cultural en la conceptualización del desarrollo.
Con
base en lo expuesto, esta investigación será desarrollada a partir
del paradigma interpretativo en el marco de la hermenéutica crítica.
En este sentido, uno de los retos de esta investigación es caracterizar
a los pueblos indios como sujeto social para que se logre una mejor aprehensión
de la realidad histórica de tal manera que pueda existir un vínculo
entre los diferentes planos de la realidad social, lo cual implica que se considere
al sujeto como productor de la propia realidad, por tanto, un sujeto dinámico
que se mueve en diferentes espacios y temporalidades. Esta perspectiva, sin duda,
permite hacer recortes de la realidad que conllevan a la articulación de
diferentes dimensiones y niveles. Así, la realidad social se concibe desde
la vinculación que existe entre producto y producente que a su vez constituye
una relación de conocimiento que sirve para ubicar el problema del sujeto.
(Cfr. Zemelman, 1996)
La
realidad social e histórica tiene que reconstruirse en un marco interpretativo
bajo el cual la construcción del conocimiento implica reconocer lo ya existente
y lo que se está gestando en términos de potencialidad. De este
modo la teoría se somete a la reconstrucción del problema y que
en un primer momento ha sido el punto inicial para la aproximación al objeto
de estudio y permite el planteamiento de las premisas iniciales para la construcción
del conocimiento. Con ello no estamos hablando de un esquema reduccionista, sino
al contrario, de ubicar un marco histórico en el que se pueda delimitar
el objeto de estudio teniendo bajo control posibles sesgos teóricos.
Aunque existe
una variedad indeterminada de investigaciones y trabajos sobre los grupos étnicos
en México y América Latina de las principales instituciones académicas,
es importante señalar la falta de información sistematizada que
se tiene; por ello, la relevancia que reviste el destacar la prioridad de la educación
intercultural de los pueblos indios en México y América Latina en
el contexto de las políticas culturales y educativas de la globalización
que por sus características propias, es importante para atender a un número
considerable de población ubicada en zonas marginadas y de difícil
acceso, por lo que resulta elocuente destacar y sistematizar su proyección
como un proceso de recepción, apropiación y resistencia sociocultural
en el contexto de la Autonomía Étnica.
En
el contexto de la educación intercultural de los pueblos indios en el contexto
de las políticas culturales y educativas de la globalización, no
pretendemos entenderla solo con la observación y la descripción,
sino a partir de la construcción de categorías y niveles conceptuales
que permitan explicar y comprender sus prácticas socioeconómicas
y culturales. Este fundamento teórico-metodológico nos permitirá
reconocer la interacción dialéctica entre el ayer contra el hoy;
el interés social contra el interés individual; las prácticas
de poder político-económico contra las prácticas comunitarias.
En este primer nivel corroboramos la mediación y la legitimación
cumplida por la educación indígena y su construcción y control
del discurso neutral que sustentó la asimilación, integración
y participación de los pueblos indios al interior de los proyectos nacionales.
En este sentido, la construcción de las categorías: autonomía,
modernización, etnia, nación, vida cotidiana, intercultural, pluralismo,
diferencia, desigualdad y resistencia; pretenden orientar el análisis para
comprender el reconocimiento y/o la indiferencia, la reducción y/o la equivalencia,
lo que permitirá evidenciar, no sólo el cuestionamiento a la cultura
india por parte de la sociedades nacionales, sino también a la identidad
nacional y a nuestro sentido de pertenencia sociocultural.
Comprender
cómo las condiciones socioculturales, políticas y económicas
crean directa y/o indirectamente características opresivas de la vida cotidiana
y social de los pueblos indios y no ignorar la forma en que las instituciones
influyen y orientan el conocimiento y la ideología de los grupos subalternos,
nos permite analizar cómo la reducción de hablantes de lengua indígena
se registró con la disminución del monolingüismo, el incremento
del bilingüismo y el decremento de la población india en el ámbito
nacional, lo que nos permite cuestionar los parámetros lineales para caracterizar
las comunidades indias de los países latinoamericanos y las políticas
dirigidas hacia ellas.
Finalmente
el rechazo de la representación oficial de la realidad, será
otro de los recursos teórico-metodológicos que nos permitirá
cuestionar las verdades de las prácticas sociales implementadas
para los indios, donde encontramos formas dominantes y represivas; construiremos
categorías que explicitan lo esencial y lo no esencial de la práctica
social de estos pueblos y con ello, la identificación de tiempos y momentos
específicos como la Dominación, la Tensión y la Resistencia
Histórica, lo legítimo y lo no legítimo de su vida cotidiana
donde conceptualizaremos las políticas culturales y educativas y el carácter
intercultural como un conjunto de prácticas sociales interrelacionadas
con la realidad socioeconómica y política de otras instituciones
que controlan la producción, distribución y legitimación
económica, social y cultural.
BIBLIOGRAFÍA
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* Proyecto de Investigación.
Para proyectar la situación mundial en el contexto del fin de la Guerra
Fría y explicar los futuros acontecimientos en el proceso de la globalización
económica y cultural. Cfr. Jacques Attali, Milenio, ed. Seix-Barral, Mexico,
1993 e Ikram Antaki, Segundo renacimiento, Cuadernos de Joaquín Mortiz,
México, 1992.
Nota:
1 El discurso ideológico político
sobre el intervencionismo estatal ha sido uno de los elementos prioritarios del
sector empresarial para exigir las trasformaciones económicas y con ello
la implementación del nuevo modelo de desarrollo que sacrifica las políticas
de bienestar social con la reducción sustancial de los recursos dirigidos
a este rubro. Para mayor información sobre este tema cfr.Mario Huacuja
y José Woldenberg, «Estado y lucha política en el México
actual», capítulo IX, Ed. El Caballito, México, 1981; Américo
Saldívar, «Ideología y Política del Estado Mexicano
(1970-1976)», capítulo IV, Siglo XXI, México, 1988; Matilde
Luna, «Los empresarios, el sistema político y la democracia»,
en Samuel León et al. (coord.), 17 Ángulos de un sexenio, UNAM y
PyV, Léxico, 1987; Matilde Luna, «Modernización y representación
empresarial»; Cristina Puga, «Nacionalismo y Pensamiento Empresarial»;
Francisco Valdés, «La acción política empresarial y
la transición empresarial en México», en Arturo Anguiano (coord.),
La modernización de México, UAM Xochimilco, México, 1990,
entre otros.