Educación de la sexualidad en todas las edades

Raúl Calixto Flores
Investigador de la UPN-Ajusco

PRESENTACIÓN

En este artículo se analizan diversos aspectos del desarrollo humano, la sexualidad y la educación de la sexualidad, con el propósito de resaltar su importancia en todas las edades. La educación de la sexualidad es importante en la niñez y en la adolescencia, pero también en los demás estadios de la vida, como la adultez y la vejez.

Esta educación ha de propiciar en todos los seres humanos la capacidad fundamentada y crítica para tomar decisiones libres y responsables sobre su sexualidad. Tiene entre sus propósitos contribuir a que los seres humanos vivan su sexualidad de manera libre, informada y responsable, sin culpa ni vergüenza, disfrutando en plenitud el erotismo, el placer y la vinculación afectiva, en un marco de respeto y equidad de género y con las condiciones necesarias para decidir y planear sobre su reproducción.

La educación de la sexualidad no se reduce a la transmisión de información, implica comprender aspectos de autoestima, capacidad de decidir y respeto.

DESARROLLO HUMANO

El ser humano se encuentra en continua transformación, no es algo estático; biológica, psíquica y socialmente presenta cambios, desde la formación del cigoto hasta la muerte.

A veces los cambios son cuantitativos y otras, son cualitativos, determinados por la naturaleza (material hereditario), la educación (el medio natural y social) y el individuo (forma propia de reaccionar). De tal manera que es imposible encontrar en el mundo dos seres humanos iguales; el desarrollo humano es un proceso continuo, irreversible, completo e individual, el cual se encuentra dividido en diferentes estadios. Según sean los sujetos, varía el momento en que se inician y acaban los estadios; no es posible precisar cronológicamente cuándo ocurren porque los cambios son graduales, individuales e influyen en ellos numerosas variables como la salud y los factores sociales y económicos.

Diferentes autores han elaborado teorías sobre los estadios de vida del ser humano, entre éstos se encuentran los investigadores de la Universidad de Viena, quienes en 1930 establecieron cinco estadios:

1. Periodo de la niñez. Durante el cual el infante vive en su casa y depende de su familia.

2. Autodeterminación, de los 17 a los 28 años aproximadamente. Durante este periodo, la persona emprende una serie de actividades exploratorias y preparatorias, por medio de las cuales va descubriendo lo que requiere hacer con su vida y establece su independencia.

3. Estabilización, aproximadamente desde los 28 a los 50 años. Durante este ciclo la persona hace su más importante trabajo y soporta sus responsabilidades más importantes.

4. Declive, desde aproximadamente los 50 a los 65 años. A este período se le considera de transición hacia el retiro. Y es en el que la persona evalúa lo que ha realizado hasta el momento y toma conciencia de que la vida es limitada.

5. Retiro, ocurre aproximadamente a partir de los 65 años. En este lapso, la persona gradualmente va restringiendo sus actividades, pierde sus lazos y va desarrollando una aceptación de su vida pasada, y la aceptación del hecho de la muerte.

Esta teoría se basa, fundamentalmente, en la actividad social del ser humano, en la cual la niñez es absoluta dependencia y la vejez retiro.
Por su parte, Eric H. Erikson, en 1963, describe ocho etapas de desarrollo psicosocial, en cada una de las cuales se establecen puntos decisivos de crisis que el individuo tiene que resolver.

Para el recién nacido, la crisis se da en la oposición entre confianza básica frente a desconfianza básica; en la primera infancia, autonomía frente a vergüenza y duda; en la segunda infancia, iniciativa en oposición a culpa; en la tercera infancia, industriosidad frente a inferioridad; durante la adolescencia, identidad en oposición a confusión de papel o posición; para el joven adulto, intimidad frente al aislamiento; en la madurez, capacidad de generación contra estancamiento, y en la vejez, integridad de ego frente a desesperación. Erikson da una gran importancia a los factores sociales para el desarrollo humano.
Charlotte Bühler, por su parte, elaboró una teoría del desarrollo humano en 1933, ampliada por sus discípulos en 1968. Esta teoría comprende cinco estadios que se basan en el establecimiento y logro de metas personales:

1. Niñez (hasta los 15 años): El individuo aún no ha determinado metas en la vida; piensa en forma vaga acerca del futuro.

2. Adolescencia y edad adulta temprana (de 15 a 25 años): Inicialmente las personas conciben la idea de que su vida es algo propio, analizan las experiencias vividas y piensan en sus necesidades y potencialidades.

3. Juventud y edad adulta media (de 25 a 45-50 años): Las personas adoptan metas más específicas y definidas.

4. Edad adulta (de 45 a 65 años): Las personas tienen en cuenta su pasado y revisan sus planes para el futuro.

5. Vejez (después de los 65-70 años): Las personas dejan de concentrarse en el logro de metas.

Esta teoría sostiene que la autorrealización formará individuos equilibrados. El logro de metas dirige las actividades humanas.
El enfoque dialéctico de Klaus Riegel (1971) rechaza el establecimiento de estadios, por considerar que el ser humano vive en perpetuo estado de evolución y que, frecuentemente, los cambios son resultado de las contradicciones inherentes a la situación vivida.
En este conjunto de teorías sobre el desarrollo humano, los estadios que se presentan en los extremos, niñez y vejez, hacen énfasis sólo en sus limitaciones y no explicitan sus potencialidades. Sin embargo, en el enfoque dialéctico se propone una perspectiva diferente que posibilita reconocer que el ser humano, a lo largo de su vida, y no sólo en ciertos estadios, puede presentar expectativas e inquietudes referentes a la expresión de su sexualidad.

Sexualidad

En la actualidad existe una literatura abundante sobre la sexualidad, iniciada en el presente siglo con la obra de Freud (1905) Tres ensayos sobre la Teoría de la Sexualidad. Pero, es hasta la década de los 20 cuando se difunden términos como sexología, sexológico y sexologismo. Entre los autores que han contribuido a entender mejor la sexualidad humana se encuentran Kinsey, quien junto con sus colaboradores publica Conducta Sexual del Hombre (1948) y Conducta Sexual de la Mujer (1953). Por su parte, Masters y Johnson publicaron sus investigaciones psicobiológicas y psicológicas Respuesta Sexual Humana (1966) e Incompatibilidad Sexual Humana (1970). Es por ello que hoy se conoce más sobre la sexualidad de los adultos, niños/as y adolescentes. Sin embargo, aún resulta difícil para nuestra sociedad reconocer la existencia de la sexualidad en la niñez y la vejez.

La sexualidad se vive de forma diferente de acuerdo con la edad, género y condición social, entre otros aspectos. La característica común que se observa es el reconocimiento de una determinada forma de expresión sexual en los hombres y mujeres jóvenes, y un escaso reconocimiento de ésta en los otros estadios de vida.
En nuestra sociedad se considera como “natural” que los hombres jóvenes gocen de su sexualidad y que las mujeres tengan la tarea de procrear y criar a los hijos. A los hombres jóvenes se les valora en relación directa con su agresividad, autoafirmación e independencia, en tanto que a las mujeres por su recato, sumisión y dependencia. Rasgos presentes en una sociedad en la que predomina una ideología patriarcal que se traduce en una división sexual del trabajo, la cual se caracteriza por el papel del hombre en el espacio público y el de la mujer en el privado. Estereotipos que afirman los propios adultos en los niños y jóvenes, con una educación sexista.

Son numerosos los sentimientos que emergen en todos los seres humanos en cuanto a su cuerpo y sus relaciones con otras personas, que se inician en la niñez y que continúan durante toda la vida.

Cada ser humano trata de integrar su pensamiento y su cuerpo con las exigencias de la sociedad en la que viven. Esta situación origina en muchos casos crisis, conflictos, angustias y ansiedades, si no se tiene una clara conciencia de la propia sexualidad.
La sexualidad es innata en los seres humanos, comprende una serie de señales y gestos universales etológicamente presentes desde el nacimiento en todas las sociedades; sin embargo, cada cultura le da un significado y un modo de integración en conductas asumidas, permitidas y obligadas, con lo cual la sexualidad pasa al mundo de la ideología.

Para Foucault (1984) es determinante incluir el deseo y al sujeto de deseo en el campo de la sexualidad, no limitarse a la explicación causal de una relación individuo-sociedad. De acuerdo con este autor, aparece como primer elemento la formación de saberes, de conocimientos de la sexualidad; después los sistemas de poder regulan la práctica y, finalmente, las formas según las cuales los individuos pueden y deben de reconocerse como sujetos de esa sexualidad. Desde esta perspectiva se ubica al ser humano como sujeto pensante y desafiante de un entramado y dispositivo social que le organiza su subjetividad, su propio deseo. El reconocimiento como sujeto deseante implica un conflicto de «conducta moral» y un «desdoblamiento psíquico» que el sujeto tendrá que definir a partir de su propia experiencia sexual.
En este sentido, la sexualidad puede definirse como una construcción mental originada por aquellos aspectos de la experiencia de cada individuo que adquieren un significado sexual. Cada ser humano posee una sexualidad que se define de acuerdo con su sexo biológico, identidad de género, período de vida y cultura. Así es posible identificar una sexualidad infantil, en la adolescencia, en la edad adulta y en la vejez. Cada una con sus propios propósitos; entre otros, la búsqueda de compañía, el placer orgánico o la reproducción humana.

Cada ser humano tiene el derecho de desarrollar plenamente su sexualidad, independientemente de su etnia, condición social, género y edad. Pero también tiene la obligación de reconocer los límites de sus derechos, con relación al respeto al derecho de los demás, a la «no- imposición» de conductas y al no causar algún tipo de daño.

Educación de la sexualidad

En este artículo la educación de la sexualidad se explica a partir del concepto amplio de educación, de acuerdo con la Recomendación de la UNESCO para la Cooperación, la Comprensión y la Paz Internacionales y la Educación relativa a los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, como: “un proceso global de la sociedad a través del cual las personas y los grupos aprenden a desarrollar concientemente... la totalidad de sus capacidades, actitudes, aptitudes y conocimientos”. En este sentido, a partir del reconocimiento de las potencialidades como seres sexuales, la educación de la sexualidad se orienta a la satisfacción de necesidades específicas y a la formación de una conciencia social, que posibilite al sujeto incorporarse a la sociedad en forma dinámica, reflexiva y crítica.

Las motivaciones que determinan el actual y enorme interés por proporcionar educación de la sexualidad, por parte de las instituciones gubernamentales, son entre otros la prevención del embarazo no deseado en la adolescencia y la proliferación mundial del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA).

En el informe anual Estado de la Población Mundial 1997, del Fondo de Población de las Naciones Unidas, se afirma que por causas relacionadas con la maternidad las adolescentes corren un riesgo de muerte superior al promedio por las causas relacionadas con la maternidad. Y que sus hijos tienen niveles más altos de morbilidad y mortalidad. Por otra parte, el embarazo en la adolescencia obstaculiza las oportunidades educacionales y de trabajo de las jóvenes madres. Este documento de Naciones Unidas informa también que los adolescentes y las adolescentes están muy mal informados acerca de cómo protegerse de los embarazos no deseados y de las enfermedades de transmisión sexual. Por lo que se refiere a México, el Consejo Nacional de Población (CONAPO) informa que cada año nacen aproximadamente 390 mil niños de madres adolescentes (190 mil corresponden a madres menores de 18 años y 194 mil a jóvenes entre 18 y 19 años). La edad de la madre al nacimiento del hijo, así como el tiempo que transcurre entre un embarazo y otro son factores de importancia para la sobrevivencia de los hijos. Se estima que los hijos de madres adolescentes tienen una mortalidad en el primer mes de vida prácticamente el doble que la de los niños cuyas madres tuvieron sus hijos entre los 19 y 32 años de edad.
Por ello CONAPO considera de gran importancia los servicios de información, educación y comunicación especializada en salud reproductiva a los adolescentes, a fin de que asuman el ejercicio de su sexualidad de manera consciente, responsable, informada y sin riesgo al valorar entre otros aspectos la importancia de los métodos anticonceptivos.

En cuanto al SIDA, se ha demostrado que no se puede detener la transmisión de esta enfermedad si no se imparte una seria y profunda educación de la sexualidad, ya que a través de ésta se fomenta un cambio real de actitudes en este aspecto.

La educación de la sexualidad es una de las cuestiones más debatidas y de mayor contenido emocional con que se enfrentan hoy en día las escuelas. La educación de la sexualidad representa un recurso valioso para moldear el comportamiento sexual, pero para que tenga influencia decisiva debe ser planteada tomando en cuenta el contexto de otras influencias (televisión, radio, presión de amigos, etc.). De hecho la educación de la sexualidad se debe planear tomando en consideración la existencia de estas fuerzas externas y el contexto social donde se desarrolla el individuo.

La educación de la sexualidad inicia desde la constitución de la pareja de padres y se continúa en las distintas relaciones que se presentan dentro de la familia. En las primeras etapas de vida, a través de la observación de comportamientos de los padres, los niños y las niñas van formando su sexualidad.
Los padres educan sobre todo con el ejemplo, con la forma como ven la sexualidad, con sus creencias y actitudes, con el trato que se dan entre ellos y con otros miembros de la familia.

En la familia se educa con las conversaciones, actitudes, formas de trato que se dan entre sus miembros; los padres de familia constituyen los primeros «profesores» de sus hijos y de sus hijas. Por ello les corresponde ser sus primeros educadores sexuales; sin embargo, no todos los padres cumplen concientemente con esta tarea y se convierten en transmisores de los mitos, tabúes y prejuicios sobre la sexualidad que predominan en la sociedad, por ejemplo, la creencia de la asexualidad en los niños, las niñas y adolescentes.

El no abordar la sexualidad, representa para los hijos/as la imposibilidad de establecer una comunicación real con sus padres y buscar información en otros medios, los cuales en su mayoría los confunden al privilegiar en sus contenidos intereses de todo tipo, menos el educativo.
Por lo general esta situación sucede porque los padres no saben como abordar estos temas con sus hijos/as, por la propia educación recibida al respecto o la escasa información con que cuentan.

Estas situaciones hacen que para los padres de familia, «no exista una justificación» para abordar temas de sexualidad en la familia.
La toma de conciencia en torno a la necesidad e importancia de una educación sexual para la formación de los hijos/as sucede, generalmente, cuando éstos se encuentran en la pubertad e inician la adolescencia.

Si la sexualidad es observada como algo natural y se puede establecer un diálogo real al respecto en la familia, es posible formar hijos con confianza en sus padres, con confianza en sí mismos, lo que permite formar una actitud sana y responsable respecto a su sexualidad. En ocasiones el hermano o hermana mayor, pueden cumplir con la tarea de educadores sexuales en la familia, si llevan una relación de armonía con los hermanos más pequeños y están bien informados.

La participación del padre y de la madre es diferenciada en la educación de los hijos/as, a través de la cual además se van interiorizando los modelos de comportamiento deseables y permitidos para cada género. Lo recomendable es que tanto el padre como la madre participen en la educación de la sexualidad de sus hijos/as; sin embargo, en nuestra sociedad predominan todavía los papeles de género (machismo y maternaje), lo que provoca que las familias no se encuentran integradas, y la sexualidad en lugar de representar un medio para la realización personal, constituye un medio para la agresión y sumisión del género femenino. La forma como los padres viven su sexualidad y su papel de género, constituyen más que las palabras, la mejor educación de la sexualidad que les pueden proporcionar a sus hijos/as.

La educación de la sexualidad de los hijos/as es un derecho y una obligación de los padres; cuando ésta se da en armonía, en confianza y con la verdad; la escuela sólo la complementa, pero cuando esta educación es negada, distorsionada o incompleta, la escuela representa una opción real y adecuada para brindarla. La educación de la sexualidad en las escuelas ha de propiciar la capacidad fundamentada y crítica para tomar decisiones libres y responsables sobre la sexualidad, lo cual está contemplado como un derecho constitucional en nuestro país.

Conclusiones

Desde un interés por la educación valoral, y reconociéndola como uno de los principales fines del quehacer educativo, la educación de la sexualidad representa una oportunidad para el desarrollo de valores y la generación de un compromiso serio con su ejercicio.

Sin embargo, el compromiso con la educación de la sexualidad exige, además de reconocer la presencia de valores en la vida escolar, una labor de análisis de la forma en que se incluyen éstos, una toma de postura sobre aquellos que se desea promover y una intención explícita de promover la educación en estos valores.

La educación de la sexualidad se considera como un derecho humano que es necesario especificar y resaltar. A los derechos humanos se les ubica en su sentido más amplio e integral que incluye las dimensiones ética, política, histórica y jurídica, además del carácter dinámico y de integralidad que poseen. Esto es, que todos los derechos humanos están vinculados entre sí y que la violación a cualesquiera de ellos implica vulnerar todos los demás, porque va en contra de la dignidad humana.
Este tipo de educación se considera como un derecho que se ubica en los llamados derechos de la Tercera generación que se refieren a los derechos de los pueblos (tercera generación).

Este grupo de derechos incluye aquellos que tienen como destinatario no sólo a los individuos, sino a los pueblos, las naciones y al género humano en su conjunto. Buscan, por una parte, equilibrar las relaciones de poder entre los países, pero también atender los temas que las sociedades modernas han convertido en exigencias para salvaguardar la dignidad humana.

La educación de la sexualidad es considerada como un medio para contribuir a la difusión, comprensión y realización de uno de los derechos humanos fundamentales, por lo que no podría entenderse como una educación neutral, sino una acción intencionada y comprometida que involucra activamente a todos los agentes del proceso educativo: profesores, directivos, alumnos, padres y madres de familia, así como a todos los seres humanos sin importar edad, género o cultura.

En un modelo de sociedad erotizado, la sexualidad es un bien de consumo que se comercializa, se vende, se usa y se tira. La excesiva propaganda en los medios de comunicación, origina desinformación. Se ha de ejercer el derecho humano de contar con una educación de la sexualidad no sólo en las escuelas, sino también en otros momentos y espacios que incluyan a sectores de la sociedad que hasta el momento no han sido contemplados.

Los padres de familia pueden educar sexualmente a sus hijos si reconocen que tienen una especial importancia como el medio propicio para contrarrestar la desinformación, los mitos y tabúes predominantes en la sociedad, así como superar el marcado sexismo que aún persiste como una forma de discriminación entre los sexos.

Por todo lo anterior, la educación de la sexualidad es importante en todos los estadios del desarrollo humano.

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