El trabajo de la educadora.. ¿es simplemente cuidar niños?
G.
Lourdes Mondragón Pedrero
Asesora
de la Unidad UPN 094 D.F., Centro
El presente artículo presenta una serie de reflexiones acerca del sentido y significado de la función de la educadora, dentro del Sistema Educativo Nacional.
Para cumplir con tal cometido, se han retomado algunas expresiones y preguntas surgidas durante el programa televisivo Diálogos en Confianza, Serie Mujer, Oficios y Beneficios, que con el tema: Educadoras, fue transmitido en el Canal 11 el día 31 de agosto de 2001. Al propio tiempo se irán complementando las ideas, intercalando conceptos producto del análisis de Aurora Elizondo, autora del libro titulado, Las Trampas de la identidad en un mundo de mujeres, también se incorporan ideas personales, de tal manera que se formen una especie de tramas urdimbres, permitiendo entretejer planteamientos que esperamos sean interesantes para nuestros lectores.
Programa Diálogos en Confianza, Introducción (TEASER)
Fernanda, conductora del programa.- ¿Sabe Usted qué grande es la responsabilidad de acompañar a un niño pequeño en su desarrollo y ayudarle a ser sociable, formarse con buenos hábitos y consolidar su identidad de manera equilibrada? Ahora imagínese hacer esto mismo pero con un grupo de varios niños y niñas que vienen de diferentes hogares y además, compartiendo esta responsabilidad con otras personas.
Esto es lo que tienen que hacer las educadoras, y créame que el trabajo no es tan sencillo como podríamos imaginar.
Algunos cuestionamientos hechos por la conductora del programa a las panelistas fueron:
- ¿Educar preescolares será juego de niños? Mucha gente supone que es una tarea tal vez cansada, pero fácil de realizar.
- ¿En qué consiste realmente el trabajo de la educadora?
- ¿Será simplemente ocuparse de que los niños y niñas “no den lata” mientras sus papás trabajan?
- ¿O habrá algo más?
- ¿El trabajo de la educadora es sólo cuidar niños?
Panelistas.- La labor de la educadora no sólo es complicada, sino que además puede ser muy estresante y agotadora. Además, con frecuencia, continúa su jornada en casa, pues hay que prever algunos materiales para trabajar con los niños al día siguiente.
Panelistas.- Para trabajar con niños preescolares, se requiere de una planeación sistemática y fundamentada de las acciones que se desarrollarán con ellos, lo que sí es importante decir es que resulta una actividad muy gratificante.
Son muchas las cosas que los niños aprenden con la guía de la educadora, quien se da a la tarea de preparar y prever ambientes de aprendizaje para que el niño(a) tenga experiencias significativas que le permitan construir conocimientos útiles a su vida.
La educación preescolar define en sus propósitos educativos, las competencias que los niños y las niñas han de adquirir para ser sujetos que tengan confianza y seguridad en sí mismos, establezcan relaciones con el mundo social y natural en un ámbito cada vez más amplio, basadas en el respeto, la colaboración, la búsqueda de explicaciones y el uso del lenguaje como el medio para expresar sus ideas, sentimientos, experiencias y deseos,
Conductora.- ¿Cree usted que cualquier persona puede ponerse al frente de un grupo de niñas y niños pequeños y favorecer su desarrollo y madurez personales?
Panelistas.- Las educadoras son profesionales,
-no improvisadas-
que cursan una carrera de cuatro años a nivel licenciatura, mediante la cual adquieren
conocimientos en disciplinas psicológicas y pedagógicas que les permitirán comprender
y aprender sobre el desarrollo y la madurez del niño preescolar, y así poder implementar
actividades para acompañarle en su desarrollo intelectual, afectivo, físico y
emocional.
Su formación no concluye allí, ya que constantemente son objeto de actualización, capacitación profesional y de posgrado por parte de la Universidad Pedagógica Nacional, del Area Técnica de la Coordinación Sectorial de Educación Preescolar, de la Escuela Nacional de Educadoras, del Centro de Actualización del Magisterio y de los Centros de Maestros.
Conductora.- ¿La tarea de la educadora es ser otra mamá?
Panelistas.- Resulta importante que el niño reconozca que se trata de roles diferentes.
Durante muchos años, en la vida de la educación preescolar “madre” ha sido el significado central, con base en el cual se han estructurado las funciones y el rol del docente en preescolar.
Es por ello que el jardín de niños se caracteriza por contar con un ambiente maternal que sólo puede ser proporcionado por la mujer. Más que una maestra se ha buscado una imagen de madre.
Esta visión del quehacer de la educadora tiene raíces históricas. M. E. Rocha y J, Tuñón. (1991, 165-166) menciona que José Vasconcelos, siendo Secretario de Educación Pública, estaba convencido de que la incorporación de las mujeres al magisterio resultaba beneficiosa, en el sentido de que su tarea educativa sería entendida como una tarea moral, sensible e incluso espiritual, que podría asegurar la calidad deseada.
Dentro de la actividad asistencial de la “caridad” social se constituyó en una tarea educativa “cuasi- profesional”. Comenio en su Gran Didáctica, en el siglo XVII, (La educación Preescolar en México, SEP, México y Von Glümer, 1857) habla de la educación de los niños menores de seis años en “la Escuela Maternal” expresando que se trata de una educación que la mujer realiza de forma intuitiva, fácil y natural.
En 1769, Juan Federico Oberein establece escuelas en las cinco aldeas de su parroquia, en la región de los Vosgos llamada Ban de la Roche, poniendo en acción un plan para reunir y atender a los niños pequeños que permanecen solos por no tener hogar o porque los padres trabajan, apoyándose en jovencitas a quienes llamaba “conductoras de la infancia.”
Resulta cierto, que en términos nacionales, la función magisterial también se constituye en espacio de la mujer, el magisterio mexicano es “mater admirabilis”. Esto se evidencia en la portada de los libros de texto gratuitos, imagen que Jorge González Camarena dejara para la posteridad (mujer mestiza con atuendo blanco, unida a la Enseña Patria), y que con la modernización de la educación, se retomara para representar a la acción de educar.
Como éstas, existen un sinnúmero de referencias históricas acerca de la mujer y su relación con la atención y educación de los infantes. Tal vez, ello se ha debido a una especie de moral social que ha decidido que la profesión ideal de la mujer es la de cuidar niños, ya que ella con sólo estar presente, puede brindar a los menores un mundo de afecto que ayudará a que crezca feliz y con buena moral.
Resulta oportuno decir que en la educación preescolar, se procura que el niño o la niña se encuentren en ambiente armonioso y estético. Es en éste lugar, donde la noción de lo bello es un bien, valor que debe constituirse en un aspecto indispensable en los materiales didácticos y en los espacios físicos por donde el menor se desplaza en la escuela.
Lo bello debe formar parte de la cultura escolar, porque el niño debe de educarse para admirar y amar lo bello y el bien.
En la actualidad, aún en algunos sectores educativos y sociales, existe una lucha que pretende reducir la función de la educadora a la sustitución de los cuidados de una madre, como si se tratara de una continuidad umbilical, pero sin el componente biológico.
La educadora se ha visto determinada por un concepto de cultura y de identidad de género, en función de un ideal. De esta manera la institución educativa, a través de la cualificación y la fijación de atributos, ha legitimado y reconocido socialmente la función de ésta.
La necesidad de plantear una nueva imagen al perfil de la educadora, hace cada vez más evidente que los atributos designados como femeninos a las educadoras dejan de ser marginales, para convertirse en parte sustantiva del problema.
Para que la tarea de la profesora de jardín de niños sea vista como una actividad profesional, no sólo es importante que se forme académicamente y que sistematice su práctica docente, sino que logre erradicar de su actuación personal y profesional, toda inclinación a infantilizar sus actitudes hasta llegar a la cursilería, pero también evitar tratar a los niños como si se tratara de “adultos chiquitos”.
No está de más decir, que tanto la concepción de la función de la educadora, como la del perfil del niño preescolar han sido determinados histórica y socialmente.
En la medida que las teorías psicológicas y pedagógicas se han desarrollado y evolucionado hacia otras perspectivas que responden a la realidad actual del niño, le han reconocido y considerado como “una persona” en proceso de formación, con todos los atributos que les son propios al ser humano. En consecuencia, la intervención educativa de la docente preescolar, deberá transformarse y ajustarse también, para responder a sus características y necesidades.
Se ha llegado a comprender que nada es superficial en la vida del niño. El paso de éste por el jardín de niños, sus experiencias de aprendizaje, el contacto e interacción con personas de su edad y con adultos que le acompañan en ese momento de su desarrollo, dejarán huella imperecedera para toda su vida.
Las vivencias que se obtienen en esa etapa del desarrollo infantil son las mismas para todos los niños, sin importar la clase o condición social, pero además es el único momento en la existencia del hombre en donde esta oportunidad se da.