En defensa de una ética universal

Propuesta para enfrentar el desorden político actual

Flor Alejandrina Hernández Carballido
Profesora de la ENP

Muchas cosas han cambiado, y no para bien, a partir de los atentados terroristas realizados en los Estados Unidos de Norteamérica el 11 de septiembre del 2001. Y aún más inestable se presenta el panorama mundial con los bombardeos a Afganistán desde el 7 de octubre.

Los artículos de reflexión, las noticias, los comentarios en torno a estos hechos, e incluso los chistes que en México se difunden, no permiten, e incluso impiden, “levantar la moral” de los que, en gran parte, somos observadores preocupados de lo que de estos sucesos pueda resultar.

Y en tanto educadores, resulta un compromiso ineludible intentar explicar, sobre todo a los estudiantes, qué está pasando, hacia dónde marcha el mundo, si es que hay una orientación al respecto.

Puede ser tan recurrente el “acusar” a la globalización de los hechos terroristas, como  también resulta reiterativo el dudar que la respuesta de los norteamericanos y sus aliados sea un acto de justicia. Sin embargo, la comprensión de aspectos económicos, sociales, culturales, jurídicos que permitan explicar el desorden político en el que vivimos no es suficiente, ni del todo consistente.

No se puede tener una perspectiva completa de lo que está pasando, si ignoramos o subestimamos los hechos y valores morales que han contribuido a esa caótica situación.

Mi intención en este artículo es presentar las ideas más sobresalientes de la Declaración del Parlamento de las Religiones del Mundo respecto a una Ética Universal para reflexionar, desde esta perspectiva, sobre la guerra de este inicio de siglo, responder así a la viabilidad de una Ética mundial, sobre todo en estos momentos, como una exigencia que debe vestir nuestro ánimo, convicciones y acciones para enfrentar, desde el lugar que cada uno ocupa, el desorden político de la actualidad.

Aclaraciones respecto al significado de una Ética mundial

En el siglo XX se inicia y consolida el poder y la conveniencia de universalizar estrategias, políticas, tecnologías, economías. Lo comprendamos o no, y estemos de acuerdo o en absoluto rechazo con estos hechos, la realidad se presenta cada vez más desde una perspectiva universal.

La Asamblea del Parlamento de las Religiones del Mundo (reunida en Chicago en septiembre de 1993) expresa los lineamientos y argumentos de una ética mundial, porque considera que en la búsqueda de un mejor orden mundial, o podríamos decir de un menor desorden mundial, éste no es posible si carecemos de una ética que incluya valores coincidentes entre los seres humanos.

Quien se “espante” de que una propuesta de universalizar la ética proceda de religiosos y su ateísmo le impida considerarla, estará mostrando poca capacidad de respetar a otros, desechando de antemano sus propuestas, así como falta de rigor lógico, en tanto que un argumento es consistente o no, por las razones en que se sostiene y no por la persona que lo emite.

Una ética mundial no significa ideología o religión unificada más allá de las ya existentes, ni una mezcla de diferentes posturas. La Humanidad ha mostrado, a lo largo de la historia, lo erróneo y peligroso de ideologías unívocas.

La propuesta de una ética mundial considera viable potenciar todo aquello que es común a las religiones por encima de sus diferencias. Todo lo que es concordante en la conducta humana, en cuanto a valores éticos y convicciones morales básicas.

Las dudas sobre la viabilidad de esta propuesta no se pueden ocultar: ¿Cabe esperar que las distintas religiones la acepten? ¿Son realistas estas expectativas? ¿Puede considerarse válida esta ética para la Humanidad? La respuesta corresponde a las religiones, a las personas de todos los lugares del mundo, a la manera de enfrentar la realidad con o sin estos principios, a la actitud y convicción que cada uno muestre ante la vida.

Acercamiento a la Realidad

Así como se vislumbró desde el siglo XX la fuerza de la universalización, desde ese tiempo, y actualmente, el mundo atraviesa, también, una crisis de alcance radical: en la economía, ecología, política, etc.

Las características de nuestro tiempo, y más aún de estos últimos meses, son lamentables: desempleo, pobreza, hambre, asesinatos, inseguridad, drogadicción, crimen organizado, tensiones entre los sexos y las generaciones, corrupción política y económica de gobernantes, conflictos étnicos, raciales, sociales.

En la situación de guerra que vivimos, las convicciones religiosas y la pertenencia a comunidades religiosas, como el Islam, expresan uno de los elementos que contribuyen al desorden mundial, económico, político, cultural, que vivimos.

Dirigentes y seguidores de religiones incitan una y otra vez a la agresión, al fanatismo, al odio y a la xenofobia, e incluso inspiran y justifican enfrentamientos violentos y sangrientos. Muchas veces la religión se convierte abusivamente en puro instrumento para la conquista del poder político y se utiliza hasta para encender la guerra. (Küng y Kuschel, 1994, p. 20)

Otro de los elementos, que participan activamente en el caos actual, está representado en las convicciones políticas, por las acciones de los Estados (poderosos) en defensa de intereses, principalmente, económicos afectados.

La invasión a Afganistán, por parte de la fuerza militar de Estados Unidos e Inglaterra, responde a los actos terroristas realizados contra las Torres del Word Trade Center de Nueva York y las oficinas del Pentágono.  El país más poderoso del mundo recurre a sus aliados, se forma una alianza política y militar entre los gobiernos, para ir a la caza de los responsables.

La Ética Universal sabe que en cualquier etapa de la historia ha sido poco eficaz el precepto ¡No matarás, Respeta la vida! Pero ahora es más cuestionado el desacato; matar ya no es sólo asunto y decisión de particulares, los Estados, los gobiernos, se asignan el derecho a matar. Una ética universal considera deplorable esta acción, porque:

...ningún pueblo, ningún Estado, ninguna raza, ninguna religión tiene el derecho de discriminar, “depurar”, exiliar ni, por supuesto, exterminar a una minoría de otra condición u otro credo. (Küng y Kuschel, 1994, p. 27)

 Factores religiosos y políticos tienen mucho peso en la comprensión de la problemática actual. Aunque algunos subestiman estos elementos y pretenden explicar la compleja situación actual, aludiendo exclusivamente al factor económico, a la “malvada” globalización. Es necesario ser cautos.

Los intereses económicos de las grandes potencias, principal y directamente, están en juego hoy día. Pretender explicar el conflicto actual sin aludir a éstos sería, también, un grave error.  La guerra de Afganistán no es ajena a la guerra económica que se viene librando desde el siglo XX. Entendiendo que la “guerra económica global” es por la repartición de la riqueza planetaria entre los poderosos.

Antes se hacían “guerras por territorios, hoy se hacen por mercados” (Chomsky y Dieterich, 1997, p.52)

Y ahora, estamos inmersos en una guerra más destructiva, porque los muertos son resultado de actos terroristas, de bombardeos, porque el desempleo se extiende tanto como la inseguridad, lo mismo se observa de las acciones políticas tanto como del fervor religioso; los odios incontrolables justifican las matanzas y la destrucción de todo lo humanamente digno.

La propuesta y existencia de una Ética Universal tiene como objetivo afrontar y reconducir tan funestas manifestaciones de la realidad. No ofrece soluciones directas a todos los problemas mundiales, pero constituye la base de un mejor orden individual y global.

Posibilidad y exigencia de una ética universal para enfrentar el desorden político actual.

Sin minimizar los intereses económicos, políticos y sociales que están inmersos en el conflicto bélico que hoy vive nuestro planeta, es necesario dar a la ética un lugar importante en la comprensión de nuestra realidad.

La propuesta de una ética universal se basa en un principio:

Todos somos responsables en la búsqueda de
un mejor orden mundial.

Asumir este principio expresa el imprescindible compromiso que tenemos con la vigilancia y el respeto al cumplimiento de los derechos humanos, la libertad, la justicia, la paz y la conservación de la tierra.

Es posible desacreditar esta idea, ya que aceptar la responsabilidad de que todos ( entiéndase también cada uno de los que vivimos en este planeta) debemos buscar, y en concordancia actuar, lo que permita hacer de este mundo un lugar digno de ser vivido, independientemente si los otros practican esta responsabilidad, podría ser considerado un buen deseo de fin de año, extracto de teorías religiosas,  palabras de demagogos o políticos con buenas intenciones, pero poco viable, demasiado utópico. Acrecentar o terminar con el terrorismo y la guerra, rebasa a la mayoría de los mortales.

La Ética Universal insiste en ocupar un lugar en la actualidad, porque considera que no es suficiente la existencia de programas y acciones políticas para remediar estos y otros males. Una convivencia pacífica de los distintos pueblos, grupos étnicos y de las religiones, requiere de aceptar una común responsabilidad para con nuestro planeta.

Y es que, desafortunadamente, proponer argumentos morales para intentar comprender y remediar, los desórdenes sociales es, casi, similar a  la  imagen de Mafalda, parada en su sillita hablando de justicia, aceptando que sus palabras tienen el mismo eco (nulo) que los argumentos de la ONU. Pareciera tan inapropiado el tema moral en cuestiones de actualidad, como interrumpir un concierto de música para explicar los beneficios de ir al trabajo habiendo tomado un desayuno balanceado.

Olvidamos, con mucha facilidad, que los Estados modernos garantizan la libertad de conciencia y de religión, pero con ello no suplen valores, convicciones y normas válidos para todos los humanos, con independencia del origen social, sexo, color de piel, lengua o religión.

De gran relevancia resulta educarnos en temáticas de filosofía política, para subrayar la importancia de ser sujetos (incluyendo el ser sujetos morales), considerando a los seres humanos en cuanto fines, no sólo medios, y en ese sentido proponer la urgencia de comportarnos como individuos responsables de nuestras acciones. En una educación filosófica se afirma la importancia de actuar moralmente, aunque los argumentos no sean explícitos. Touraine lo deja entrever en Igualdad y diversidad. Las nuevas tareas  de la democracia, de la siguiente manera:           

...el pensamiento democrático debe transformarse profundamente. Antes que oponer a una organización injusta de la sociedad y del orden político el antídoto de una visión optimista de la evolución histórica, debe reconocer que el actor social... busca acrecentar su autonomía... Sólo cuando los dioses de la Ciudad o de la Historia envejecen y mueren, la libertad pasa a ser interior, defensiva; sólo entonces se define en términos sociales y la idea democrática apela a la resistencia del Sujeto personal, a su deseo de ser actor, autor de su propia existencia... (Touraine, 1998, p.32 y 33.)

La Ética Universal parte de la convicción que las leyes, el Estado de derecho, no son suficientes para crear o imponer un mejor orden mundial. Es imprescindible contar con la actitud y disposición de los seres humanos en la búsqueda de la paz y la justicia, es necesario sustentarse en argumentos y sentimientos en común, en ideales donde lo moral no se excluya.

En la búsqueda de la  paz y la justicia es necesario dar prioridad y fundamento al siguiente principio, expuesto en la Declaración de una Ética Universal, expresado también por Thomas Hobbes en su Leviatán, que no parece conformar la lógica o la moral de terroristas, ni de los políticos norteamericanos:

No hagas a los demás lo que no quieres para ti... Haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti. (Küng y Kuschel, 1994, p. 26)

Esta guerra que hoy se vive en nuestro planeta, los actos terroristas que le antecedieron, las intervenciones militares, años anteriores, de norteamericanas en países árabes, musulmanes, y todo lo que la historia pueda mostrar en retroceso, al respecto, son muestra de que los humanos, principalmente en las acciones políticas, no sabemos vivir según este precepto, ni respetarlo, y lo que es peor, su incumplimiento deteriora la convivencia y la seguridad de perpetuarnos como seres humanos dignos de aprecio.

De esta regla: haz a los demás lo que quieras que te hagan a ti, la Ética Universal deriva cuatro principios, tres de los cuales nos ayudarán a interpretar la situación bélica que hoy vivimos y afrontar una postura al respecto.

Compromiso a favor de una cultura de la no violencia y respeto a toda vida humana.

Las grandes y antiguas tradiciones religiosas y éticas de la Humanidad nos han heredado un precepto: ¡No matarás!, o dicho positivamente ¡respeta la vida!

Es entendible que donde hay humanos hay conflictos, pero éstos deberían solventarse sin recurrir a la violencia, en un marco jurídico. La guerra es una camino equivocado. No es posible la supervivencia sin la paz mundial.

No debemos aceptar que el marco jurídico se siga violentando, tampoco esperar a que exclusivamente ese ámbito resuelva el conflicto actual.

¿Hasta cuándo seguirán muriendo civiles inocentes, norteamericanos o afganos, del primer o tercer mundo, musulmanes, cristianos o ateos?

¿Qué están esperando los representantes de la ONU, los presidentes o primeros ministros de los países poderosos, principalmente, para evitar que el conflicto se recrudezca?

¿De qué justicia hablan los norteamericanos o los terroristas? ¿es una justicia que tiene relación, exclusivamente, con intereses económicos?

En esta guerra, como en todas, darle a la política una autonomía completa, desligada de preceptos éticos, conduce a considerar que los gobiernos y sus políticos tienen licencia para matar.

Habrá que afirmar, con Gianfranco Pasquino en La democracia exigente, que  en cualquier régimen político deben valer todas las normas, para cualquier persona, así como las convenciones de derechos internacionales.

Reconocer la autonomía de la política no significa en absoluto afirmar que la política, cualquiera, es o deba ser totalmente indiferente o contrastante con algunas reglas morales... La política puede tener una moralidad. Tiene sus reglas, se inspira en sus propios principios éticos... La autonomía de la política está expresada en la posibilidad de elección que evidencia una mayor o menor eticidad de comportamiento político. La posibilidad de elección prueba la existencia de alternativas de comportamiento éticamente válidas. (Pasquino, 1997, p.43 y 47)

Si vivimos en un régimen democrático, el conflicto bélico no puede entenderse sin contar con la respuesta de los políticos a estos cuestionamientos:

¿Qué principios morales, éticos, ostentan los políticos inmersos en esta guerra, antes y durante este conflicto?

¿Qué valores éticos son los que llevan a los gobernantes de otras naciones a apoyar a unos o a defender a los otros?

¿Son capaces, los responsables de este conflicto, de argumentar políticamente, con convicciones morales, sus acciones?

De acuerdo a sus respuestas, ¿Dónde acomodan la idea de una Ética Universal respecto a una cultura de la no violencia y respeto por toda vida humana?

Los valores que respaldan las acciones de estos políticos, ¿están en concordancia con los de sus gobernados?

 

El segundo Principio de la Ética Universal es:

Compromiso a favor de una cultura de la solidaridad y
de un orden económico justo.

Este principio moral considera que las estructuras sociales requieren de una modificación profunda pues, entre ciertos hechos deplorables como el afán de lucro desmedido, una ideología materialista del progreso, la corrupción; una Ética Universal no considera a los individuos en una situación aislada, no supone que son los únicos responsables de tales acciones, afirma la necesidad de exigir que las sociedades permitan una organización justa. Por ende, se requiere retomar un precepto:

¡No robarás, obra con justicia y sin doblez!

Para una Ética Universal ningún ser humano puede atribuirse el derecho de robar a nadie, tampoco hacer uso arbitrario de sus propios bienes sin tener en cuenta las necesidades de la colectividad y del Planeta.

La Ética Universal afirma que, donde se acumulan de forma incontrolada poder y riqueza, surge entre los desfavorecidos sentimientos de envidia, resentimiento, odio. Todo ello conduce a un círculo de violencia. Por ello, no es posible la paz mundial sin una justicia mundial.

La guerra que hoy vivimos se desprende, por una parte, de países que han permitido, como una “virtud” de su organización social, que hombres de negocios se vean beneficiados con las políticas económicas de la globalización donde organizaciones y empresas acumulan de forma incontrolada poder y riqueza y, por otra parte, la existencia de países marginados que sufren reiteradamente un descenso de su rendimiento económico, al mismo tiempo que un incremento de violencia y descontento social. Los individuos no estamos aislados del entorno y organización social; mucha responsabilidad existe en las estructuras sociales de todos los países que han permitido que:

Trescientos cincuenta y ocho multimillonarios sean en conjunto tan ricos como dos mil quinientos millones de personas, casi la mitad de la población actual... En conjunto las deudas de los países en desarrollo siguen creciendo, a pesar de las promesas de los gobiernos del norte de conceder un descuento radical. En 1996 las obligaciones ascendieron a 1,94 billones de dólares, casi el doble por tanto que diez años antes. (Martín y Schuman. 1999. p. 35.)

La propuesta de una Ética Universal no ignora, ni minimiza la organización social y económica de hoy día, está consciente que se requiere una actitud política al respecto, avalada por convicciones morales, considerando que no basta la beneficencia individual y los proyectos de ayuda aislados. Para alcanzar un equilibrio justo se precisa de todos los Estados y la autoridad de organizaciones internacionales cumplan con los compromisos para los cuales fueron creados.

Por último, una Ética Universal establece un:

 Compromiso a favor de una cultura de la tolerancia y un estilo de vida honrada y veraz.

Si bien, son mayoritarios los ejemplos de mentiras, fraudes, hipocresías, demagogia; en políticos, hombres de negocios, medios de comunicación, científicos y religiosos que la existencia de actitudes que defiendan los valores opuestos, por ello mismo la Ética Universal considera valioso reiterar el siguiente precepto:

¡No mentirás!, ¡Habla y actúa desde la verdad! Ningún humano, institución, Estado, Iglesia tiene derecho a decir falsedad a los demás.

Este precepto es sobresaliente para los medios de comunicación, el arte, la literatura y la ciencia, los políticos y sus partidos y para los representantes de las religiones.

¡Qué importante resulta este principio, para poder informarnos y formarnos  en un punto de vista consistente respecto al conflicto bélico que hoy vivimos!  

Si bien existen dudas sobre la veracidad de la información que difunden los medios de comunicación, en particular la televisión, es necesario que los ciudadanos aprovechemos las potencialidades de la diversidad de información, el poder de estos medios, y no sólo considerar  sus riesgos cuestionando su veracidad, dando por falso lo que en ellos se expresa.

Si ser político es sinónimo de ser falaz, ¿hasta cuándo vamos a permitir que nos gobiernen hombres así? ¿Cómo dejar de ser cómplices de la mentira? ¿Cuál es el riesgo de enfrentar la búsqueda de la verdad?

La Declaración de esta Ética Universal responde lo que significa ser verdaderamente humanos:

Hacer valer la verdad, en lugar de confundir libertad con capricho y pluralismo con arbitrariedad. Fomentar el espíritu de veracidad en las relaciones interpersonales... Buscar incesantemente la verdad, animados por una incorruptible voluntad de sinceridad... Servir a la verdad, una vez conocida, con confianza y firmeza en lugar de rendir fruto al oportunismo. (Küng y Kuschel, 1994, p. 33)

Una propuesta

   Es necesario hacer valer la verdad, buscar las causas económicas, políticas, sociales y morales que permitan explicar los actos terroristas, la respuesta de Estados Unidos de Norteamérica al invadir Afganistán, el caos político que vivimos.

En cuanto al ámbito moral, en defensa de la verdad, avalando los principios expuestos de una Ética Universal: Respetar la Vida, actuar con Justicia, ser Veraces; los países inmersos en la guerra, los hombres de acción y los políticos que dirigen y se responsabilizan estas acciones, la conclusión que pongo a consideración es la siguiente:

- Evidentemente, la política actual ignora estos preceptos, justifica asesinatos, se asume víctima de fanatismos religiosos, o bien de intereses económicos perversos, defiende sus ideales políticos matando, robando, mintiendo, destruyendo a seres humanos como medios de sus fines políticos.

- El incumplimiento de los principios morales, no solamente ahora, muestra una política inhumana, a pesar de ciertos beneficios que trae consigo, incapaz de proteger a los ciudadanos a través de acciones éticamente aceptables.

- Lo que no significa pretender dejar de hacer política, para respetar estos preceptos, pues, como lo afirma Pasquino, se requiere de ésta porque los seres humanos no somos ángeles. Lo que propongo es defender una política acorde con las cualidades que deseamos mantener en nuestro ámbito individual y social, con principios éticos. Una ética Universal es un fundamento válido de una política actual, si pretendemos continuar en este planeta.

- Esta propuesta, en defensa de una Ética Universal, contempla exigir a los gobernantes, en sus decisiones políticas, cumplir con principios éticos, comprometerlos, como servidores públicos, a utilizar los mejores medios (no militares) para hacer valer el diálogo entre las partes en conflicto, defender el mutuo reconocimiento de derechos, que permita dignificar el principio “haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti” para hacer posible la seguridad y la paz mundial.

Y sin subestimar el papel decisivo de los Estados y los políticos en la responsabilidad y resolución del conflicto bélico, es momento de hacer referencia a las implicaciones personales de aceptar o rechazar esta Ética Universal, para enfrentar el desorden político que hoy vivimos.

- Si sólo nos lamentamos de estos sucesos, o esgrimimos que un factor, el económico, es el responsable de esta guerra no estamos buscando la verdad, queremos mostrarnos sensibles ante las muertes, o suspicaces e “inteligentes”, pero no estamos aceptando la parte de responsabilidad que nos corresponde, que es ser sujetos sociales, tener un compromiso político, en la medida de nuestras actividades y que debemos asumirlo. 

- En nuestras actividades debemos mostrar la importancia que tiene el compromiso con una cultura de la no violencia, una cultura solidaria con un orden económico justo y una cultura de la tolerancia, honradez y veracidad.

- Si estamos en contra de la guerra, ejemplifiquemos en nuestras acciones que las diferencias o desigualdades que vivimos se pueden resolver sin la violencia.

- No debemos tolerar más muertes, por más justificación política, ideológica o religiosa que pareciera tener la actividad bélica. Debemos defender la capacidad de tolerarnos en las diferencias, porque diversidad e igualdad no deben mantenerse excluidas.

- La igualdad no debe reducirse a la formalidad jurídica, como afirma Touraine, debemos aceptarnos iguales en tanto que todos somos capaces de construir nuestra individualidad y es por esa igualdad, en el resultado de esa construcción, lo que nos hace también ser diferentes, al apropiarnos de una manera de ser ante nuestro medio cultural.

- Defender la paz, un orden social justo, es también cuestión de principios morales, donde cada uno entiende  y realiza el esfuerzo, el riesgo y el compromiso de No matar, No Robar, No mentir y exige en consecuencia una política apoyada en principios éticos, acorde a lo que creemos y hacemos.

Bibliografía

Chomsky, Noam y Dieterich, Heinz, La sociedad Global, Educación, Mercado y Democracia, México, Joaquín Mortiz. 1997.

Küng, Hans y Kuschel, Karl-Josef, Hacia una Ética Mundial,  Declaración del Parlamento de las Religiones del Mundo, Madrid. Trotta. 1994.

Martín, Hans-Peter y Schuman, Harald, La trampa de la globalización, El ataque contra la democracia y el bienestar, México. Taurus. 1999.

Pasquino, Gianfranco, La democracia exigente, Buenos Aires. FCE. 1997.

Touraine, Alain, Igualdad y diversidad, Las nuevas tareas de la democracia, Buenos Aires. FCE. 1998.