UNA REFLEXION SOBRE EL LENGUAJE Y EL HOMBRE...

G. Lourdes Mondragón Pedrero

Asesora de la Unidad 094 D.F. Centro

Al detenerse a pensar cómo se origina en el hombre el lenguaje, conviene hacer un viaje de regreso a la etapa del pensamiento abstracto en los primeros balbuceos, de la contemplación infinita al conocimiento sensorial, de cuyas necesidades comunicativas pudo haber surgido la lengua. O tal vez, a cuando el hombre entiende que es capaz de tener funciones intelectuales y descubre la existencia de su propio mundo interior, ello bien pudo ser la razón para que éste decidiera hacer uso de la palabra... esa palabra que le permitiría tener un reflejo de su realidad.

Pudiera ser también que a partir de un principio de cooperación, se comenzara a regular el acto comunicativo con fines de intercambio y negociación y que surgieran algunos gestos acompañados de palabras.

Quizás el contacto lingüístico y sus diversos usos entre los diferentes miembros de las comunidades del habla, se hubo constituido en una diversidad lingüística, claro está, que tuvieron que existir "filtros" culturales y por lo tanto un "mercado" de intercambios, en el que se aceptaran por convención algunos términos o se relegaran aquellos considerados como ilegítimos, creándose entonces un sistema de identidad por medio del lenguaje.

Resultaría así, que a partir del habla se adquiere no sólo la gramática del lenguaje, sino su uso apropiado de acuerdo a la circunstancia y el contexto. La conversación espontánea se convierte en una actividad social que da sentido a una situación. Por tanto la realidad no se descubre, se interpreta y se construye en la interacción.

Esta interacción entre hablantes tiene que crear un principio de organización y lo encuentra en la idea de la alternancia o " turnos" del que habla y del que escucha, en "reglas" para manejar y gestionar la conversación, en "rituales" que identificaran a determinados núcleos sociales y por qué no... un "compromiso" que significara un fin común.

Parece ser que el mundo adquiere, entonces, un sentido en los labios del hombre, un sentido perecedero. Su transmisión por medio de la tradición oral, al llegar a las generaciones posteriores, ya está inevitablemente modificada por esa necesidad individual de participar en la creación de imágenes y símbolos propios del impulso del hombre por hacer perdurables a la naturaleza y a los hechos de la cultura.

En otro momento, el hombre en el intento por hacer imperecedero su pensamiento, convierte en signos gráficos cada sucesión de sonidos. Es entonces, que la cosmovisión puesta en la mano del hombre queda estampada, como vestigio del memorial humano más objetivo. Esta representación significará la primera huella de su pensamiento y sentimiento, indelebles.

Es así, que esta forma de escritura representaría el primer principio revelador de su filosofía, un arsenal de experiencias sensibles que habrían de convertirse en una fuerza intelectual para tiempos venideros, a su vez representaría y encerraría tantos valores espirituales, que el hombre de los primeros tiempos le habría de concebir como una fuerza sobrenatural, como una fórmula mágica que transformaría al mundo.

El aventurado tránsito de la palabra gráfica a través del tiempo y el espacio, fijaría no obstante los comienzos de su existencia; la primera letra de su alfabeto, el primer elemento plástico de su lenguaje, la primera relación de su historia, el primer indicio de su trayectoria por el mundo, la primera expresión objetiva de sus sentimientos, emociones y miedos, la primera tradición de su pensamiento en su afán de perdurar en los anales.

En las huellas de su paso, unido a su destino inestable y a la nostalgia ingenua de dominar a la naturaleza, se adivinaría su esencia simbólica.

La palabra escrita no sólo contribuiría a fijar la claridad de las ideas, sino serviría para la organización de una sociedad superior. El hombre aprovecharía la experiencia de las generaciones antecedentes, analizando el contenido del pensamiento escrito. Podría, también, superar la fuerza de las ideas, utilizándolas en el desenvolvimiento de su mundo espiritual como un reflejo del mundo material.

Cuando la idea penetrara y se generalizara en la actividad social, se convertiría en energía transmutadora de los ideales del hombre.

Pareciera ser que las lenguas han pasado por las mismas etapas de transformación en su proceso evolutivo y que difieren sólo en rasgos propios, pero no en sus características esenciales provenientes de su origen común. Sus estructuras específicas de sonidos e inflexiones, alcanzarían representaciones simbólicas que corresponderían a todas las épocas, pudiera decirse que la lengua se originaría como consecuencia de todo un complejo proceso de elaboración y construcción del pensamiento del hombre en su devenir histórico.

Hasta aquí, queda planteada una reflexión general sobre cómo pudo haberse dado en el hombre el lenguaje. Este tema seguirá siendo objeto de estudios científicos en los campos disciplinarios de la Filosofía del Lenguaje, de la Lingüística, la Sociolingüística, la Antropología, la Psicolingüística y la Sociología. Cada uno de ellos proporcionará su particular visión dependiendo del ámbito humano desde el que se estudie la actividad del hombre y su lenguaje.

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