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Editorial

Estimado lector, tiene Usted en sus manos el No. 59 de Xictli, órgano de comunicación de la Unidad 094 D. F. Centro de la Universidad Pedagógica Nacional, es el tercero de este año 2005, con él seguimos cumpliendo con nuestro fin y con una de las actividades sustantivas de un centro educativo de nivel universitario, el de la extensión y difusión de la cultura.

Seguimos invitando a los asesores de la UNIDAD, a nuestros alumnos, a los lectores externos y a la comunidad universitaria para que nos envíen sus trabajos, a través de los cuales puedan expresar sus puntos de vista, conocimientos, experiencias y propuestas en torno al fenómeno educativo, al Sistema Educativo Nacional y a nuestra práctica docente concreta, todo con el fin de coadyuvar a mejorarlos cuantitativa y cualitativamente. Hacerlo e iniciar la discusión en torno al origen, desarrollo, fines, valores y determinaciones de la educación nacional y universal es una práctica necesaria para trascender límites y atrasos en este tan vital aspecto de las sociedades; más aún en el siglo XXI, en las llamadas sociedades de la información y del conocimiento en la que los alumnos de todos los niveles deben contar, merced a recibir educación —no sólo con información— de alta calidad, con los elementos teórico-conceptuales, metodológicos y prácticos que les permitan vivir satisfactoria y exitosamente en la vida actual.

El principio del siglo XXI, y este quinquenio en particular, me parece que es la oportunidad para hacer un análisis profundo, serio, crítico, objetivo, racional y sistemático del discurso y de la práctica educativas nacionales y del orbe, a fin de que con franqueza y honestidad asumamos lo que hemos venido haciendo mal, como por ejemplo la contaminación que la política hace del quehacer educativo, la poca importancia que se otorga a la educación en México, más allá del discurso demagógico, de los intereses mezquinos de los políticos y los funcionarios públicos de la educación que anteponen su puesto, su status y sus deseos sobre los intereses nacionales y humanos de los niños y jóvenes a cuya formación integral deben entregar su "capacidad" y esfuerzo, y finalmente, la incongruencia entre el discurso y la práctica que hacen que los educadores tengamos el más grande obstáculo en nuestras aulas: a saber, formar en valores, cuando la realidad evidencia, a él y a sus alumnos, que los antivalores parecen ser el camino más eficaz hacia el éxito; ¿cómo formar integralmente cuando la sociedad nos fragmenta día a día, más y más?

¿Cómo sostener que la verdad y la honestidad deben primar como principios en nuestra conducta cuando la T.V., la radio y los diarios dan cuenta de las grandes mentiras y de los grandes mentirosos?

De esta forma los alumnos se decepcionan y forman generaciones de desesperanza e incredulidad, en este contexto ¿qué importan las matemáticas, la física, etc?, no nos quejemos entonces del desempeño educativo-escolar de las nuevas generaciones, no nos quejemos de que andan vestidos de negro, jóvenes que cual sombra deambulan por pasillos escolares, pegados a sus paredes, ¿será que andan de luto por la vida que les heredamos? No nos quejemos pues las generaciones adultas y los medios de información masiva, los padres y sociedad misma no hemos sabido educarlos para que, formados como seres humanos completos, con armonía, con comprensión y actuar desinteresado, se constituyan en los pilares sobre los cuales se edificaría nuestro futuro, ahora en el presente.

Nosotros y nadie más somos los culpables, el “político gandalla”, mentiroso y deshonesto que ignora el efecto educativo de su conducta entre los mismos jóvenes, porque el ignorante piensa que educan sólo los padres y los maestros en el aula; el maestro que simula educar, que se la pasa en el aula platicando y perdiendo el tiempo que le debe dar a sus alumnos, el que no enseña y hace como que enseña porque a él hacen como que le pagan; el profesor que no se actualiza y sigue con ideas caducas y limitadas.

El padre y la madre que no cumplen con ese papel enorme de la paternidad amorosa y responsable, que cumplen con echar hijos al mundo y que más nada les importa, padres que piensen en la escuela como la más grande guardería que se los cuida, dándoles en el mejor de los casos algunos conocimientos y el desarrollo de algunas habilidades, olvidándose que la educación empieza en casa, con el ejemplo de honestidad, trabajo, amor y entrega para que después, fuera de las paredes del hogar, los niños y jóvenes puedan amplificarlo.

La sociedad, el Estado y el gobierno porque no han sido capaces y generosos —más allá de sus mezquindandes—, para crear las condiciones concreto-materiales, organizativas, humanas, políticas y económicas que brinden a los mexicanos una formación cuantitativa y cualitativamente superior y distinta, para hacer de México un país del Primer Mundo, para no seguir pensando que invertir en la educación es un gasto infructuoso.

Por todo lo anterior, es necesario repensar la educación en México y este principio de siglo es ad hoc para hacerlo, es una necesidad imperiosa para que México sea un país, que teniendo como modelo el desarrollo integral, encuentre una fórmula educativa para superar el estancamiento económico para tener un nivel digno de vida, soportado por un desarrollo cultural y espiritual acorde a los tiempos, que genere la riqueza material necesaria pero no a cambio de la pobreza espiritual de los niños y jóvenes mexicanos.

 

Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, México. Se permite su uso citando la fuente. Dirección u094.upnvirtual.edu.mx