Luis Felipe Ortiz Gómez
Asesor de la UPN 094
El entorno actual y los medios de comunicación masiva fomentan la agresividad en los niños, aunque no son las únicas causas de ella, este artículo presenta sugerencias prácticas para contrarrestar los factores que promueven la agresividad y la violencia infantiles.
Es normal que, para reafirmar su personalidad, el niño tenga tendencias agresivas. Esto no es malo, ya que la agresividad bien encausada resulta una cualidad. El niño necesita cierto grado de agresividad que le puede ser vital para subsistir.
Iniciativa, coraje, deseo de superación, empuje y tenacidad, entre otras, son cualidades que pueden considerarse como aspectos de una agresividad positiva. Los triunfadores y líderes poseen estas cualidades.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando esta agresividad lleva al niño hacia un deseo de dominio, de imposición y a manejar en forma destructiva los derechos de los demás para obtener lo que él desea, usando un comportamiento caprichoso, violento y sin autocontrol?
Es preocupante el que, un niño sea capaz de afrontar situaciones difíciles como el que un niño, sólo golpee y destruya.
Existe el niño que tiene mucha energía, que muestra una conducta agresiva y provoca problemas porque molesta, pega y empuja a sus compañeros. Estos niños, al llegar a la edad adulta, pueden llegar a ser verdaderos líderes si han aprendido a manejar y encauzar bien toda su energía.
El doctor Víctor Cline, psicólogo y autor de varios libros sobre educación infantil, nos dice que si se tiene un hijo o alumno así, no se le debe quitar su arrojo y coraje. Es mejor guiarlo para que busque opciones positivas y proporcionarle espacios, donde pueda desfogar o invertir esa energía.
Existe el niño agresivo realmente conflictivo. Su conducta es problemática y deja ver una ansiosa necesidad de autoafirmación y esto lo exterioriza a través de la violencia. Este tipo de niño es inseguro, lucha internamente sin resolver sus conflictos y es por eso que su temperamento explosivo lo hace pegar, romper, gritar y hasta insultar a quién se le ponga enfrente.
Reta a la autoridad, su actitud es pendenciera y hostil. El niño con este comportamiento sólo quiere que se enteren de que él existe.
Una de las causas más frecuentes de este comportamiento es que el niño se sienta menospreciado, poco querido, se encuentra receloso de sus hermanos o compañeros de clase.
También puede provocar estas actitudes el ambiente que se vive en la familia e incluso en el salón de clases. Si en el hogar el ambiente es de pleitos, discusiones y tensiones, el niño reaccionará con violencia. Sucede algo similar en el aula escolar; si el maestro provoca un ambiente tenso de imposición, tiene sus preferidos, hace comparaciones, no escucha a sus alumnos y castiga, los alumnos pueden presentar agresividad por estar a disgusto con el maestro y el ambiente represivo.
Si el niño observa a papá o mamá que al conducir el auto van repartiendo majaderías por el camino y se pegan al claxon porque el imbécil de adelante se tardo en arrancar cuando se puso la luz verde, ese niño estará saturado de hostilidad.
Otra causa que influye notablemente en la actualidad, son los medios de comunicación: el cine, la televisión, las revistas, los vídeo juegos en los que se muestra a los niños una gran cantidad de violencia. Todo esto incrementa, estimula o resulta una magnífica escuela para el aprendizaje de actitudes agresivas, especialmente si el niño tiene ya estas tendencias.
En sitios públicos, televisión y vídeo juegos, los niños están viendo la violencia como una forma natural de comportamiento. Siempre será el más fuerte o el héroe el que pega más y mejor, o el que mata a más enemigos.
Es realmente necesario terminar a tiempo con esta agresividad nociva que sólo manipula las emociones de nuestros niños.
No hay que confundir la agresión negativa con la tendencia que tiene el niño a desarmar sus juguetes y hasta destruirlos por sus incesante curiosidad y la necesidad de ejercitar su coordinación motriz fina. Lógicamente con esto no se quiere decir que por el afán que tienen los niños de ser «investigadores» se debe permitir que se expongan al hacer «experimentos» con fuego, electricidad, agua y otros elementos peligrosos o dañinos, o que destruyan sus juguetes sin valorarlos.
Existen dos tipos de niños que son sobre agresivos y que necesitan de una ayuda especial:
El primero es el niño sádico que disfruta haciendo daño, ya sea a personas o animales. Hay niños de cinco o más años que torturan y hasta llegan a matar a los animales. Parece que al atormentar a otros niños o animales sienten un infinito placer.
Realmente es rarísimo encontrar a un niño de este tipo; pero si lo hay, es necesario recurrir a la ayuda profesional de un psicólogo especializado en este tipo de casos, para proporcionarle una terapia adecuada.
No es común que los niños en edad preescolar estén dentro de esta categoría, aunque parezca muy agresivo a veces. Es normal que no sepan todavía manejar su enojo y sus frustraciones; por eso en ocasiones golpean, empujan o hacen berrinches. Lógicamente no debemos permitirlo y una forma de canalizar su agresividad es proporcionarles pinturas, plastilina, una pera loca, arena, agua, arcilla y otros elementos de actividad física y diversión.
Cuando un niño entre tres y cinco años esté muy enojado y cargado de agresividad, tómelo de la mano y junto con él, emprenda una carrera rápida, hasta que el niño se haya liberado de ese enojo; entonces, aminora el paso hasta caminar. Verá que su agresividad baja considerablemente y que se olvida que deseaba golpear a alguien. Naturalmente no se le debe decir al niño que se hizo eso para que se le quitara el enojo, sino que tenía muchos deseos de correr y quiso que él le acompañara.
Otro tipo de niño que necesita de una ayuda especial es el que presenta síndrome de hiperquinesia y que tiene una agresividad incontrolable, que va aumentando a medida que él crece. El médico pediatra debe determinar si es necesario que lo atienda un especialista para que le administre un medicamento adecuado.
En sólo una o dos semanas se nota el cambio en la conducta del niño tanto en la casa como en la escuela. Estos medicamentos no drogan al niño ni lo convierten en un ser pasivo, sino que tienen la función de regular la química de su cerebro ya que la hiperquinesia es causada por un desequilibrio químico en el cerebro, esto debe ser siempre bajo prescripción médica.
Las conductas agresivas pueden ser corregidas desarrollando en los niños el sentido de responsabilidad, proporcionándoles confianza y estimulando su comportamiento espontáneo y positivo de acuerdo a las etapas de su desarrollo.
Existe el riesgo de que un niño, o adolescente, desarrolle una agresividad negativa y ésta aumente notablemente cuando se sienta desarraigado de su familia o de la escuela, o se le ha concedido una libertad y una autonomía mayores de las que puede manejar de acuerdo a su grado de madurez personal y su edad.
Con esto no se quiere decir que hay que sobreprotegerlo, ya que se entorpecería su autonomía correcta. Se debe proporcionar al niño:
Así se podrá evitar brotes innecesarios de violencia infantil.
El tratamiento más eficaz para evitar la agresividad es el preventivo. He aquí cinco puntos básicos para prevenirla:
1. Proporcionar al niño un lugar adecuado para vivir y aprender
Una casa o un salón de clases con poca ventilación, con altas temperaturas y en la que el niño no cuenta con un espacio donde pueda moverse, lo van a volver también enojón, irritable, gritón y rebelde. Trate de hacer del hogar y el salón de clases lugares lo más armónico posible, ya que con un poco de imaginación, a base de detalles creativos, puede darle una atmósfera agradable donde predomine el respetuoso silencio para el estudio, la distribución justa de tareas y obligaciones y en donde puedan realizarse con comodidad todas las actividades propias de la etapa de desarrollo del niño.
2. Aprenda a imponer la autoridad como padre de familia y/o como maestro
Cuando el adulto es débil de carácter y no sabe decir «NO», a los niños y hacer valer su autoridad, no será capaz de tomar decisiones con respecto al niño agresivo. Si no existe el liderazgo familiar o escolar, el niño frustrado va por la vida sin dirección. A veces aumenta su violencia y esto con frecuencia significa que el niño pide a gritos que le marquen límites. Aquí los adultos deben trabajar de común acuerdo y actuar con firmeza y cariño sin ceder a las primeras hostilidades del niño pequeñito. Hay que distraerlo y llamar su atención hacia otra cosa para que el niño olvide su capricho.
3. No hacer comparaciones
Es de primordial importancia no despertar celos en los niños comparándolos con sus hermanos o compañeros de aula. Hay que respetar y aceptar a cada niño por sí mismo y valorar su individualidad de lo contrario se verá afectada su autoestima.
4. Exigir esfuerzos y reconocerlos
La educación sin guía ni consistencia, en la que los padres dan a los hijos todo lo que piden, sin exigirles nada a cambio, hace que los niños se acostumbren a no realizar ningún esfuerzo. Hay que enseñarles a luchar por obtener lo que desean y brindarles reconocimiento a sus logros personales, grandes o pequeños.
5. No castigar demasiado al niño
Por último, el niño que constantemente es castigado con dureza en casa, aprende a frenar o disimular su agresividad ahí, pero fuera del hogar, en el salón de clases por ejemplo; le da rienda suelta y resulta ser mucho más violento que los demás niños.
Por último los dejo con una reflexión:
«No hay límite para aprender, siempre hay algo que podemos corregir, desarrollar o crear».
Bibliografía:
Dr. Víctor B. Cline.Guía oficial de los padres. Editorial Selector, México, 1999.
GORDON, T., M. E. T. Maestros eficaces y técnicamente preparados. Diana, México, 1997.
Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, México. Se permite su uso citando la fuente. Dirección u094.upnvirtual.edu.mx