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Los hábitos de estudio y la tarea escolar

Luis Felipe Ortiz Gómez

Asesor de la Unidad UPN 094

De manera ideal, la tarea escolar debería ser un breve periodo de estudio para el niño, durante la mañana o tarde según el turno al que asiste al aula. Sin embargo, en muchas escuelas es motivo de diario conflicto escolar. Los buenos hábitos de estudio, que todos los maestros deben enseñar a sus alumnos, pueden poner un alto a esta vieja pesadilla.

La concentración varía con la edad

Algunos de los muchos problemas a los que se enfrentan nuestros alumnos al estudiar o al hacer la tarea, pueden reducirse si se toman en cuenta diversos factores que se conjugan para lograr buenos hábitos de estudio.

  1. Unos provienen de la edad y características del propio niño.
  2. Otros provienen de circunstancias externas tales como:

Idealmente, la madurez física e intelectual del niño aumentará gradualmente hasta hacer posible que el niño sea capaz de efectuar un trabajo con atención constante y sostenida de aproximadamente 30 minutos, a los 8 años de edad.

En este trabajo podrá usar su imaginación y razonamiento para resolver los problemas que se le presenten y para desarrollar su potencial creativo, si se trata de un trabajo artístico.

En los años preescolares, la tarea sólo debería de servir como puente de comunicación entre la escuela y la casa, como una extensión de lo que sucede en clase.

Es difícil pedirle a un niño de 4 años que mantenga la atención por más de 10 minutos o que tenga suficiente coordinación para escribir letras con exactitud y nitidez.

Es hasta los 7 u 8 años de edad que el niño puede asumir con responsabilidad un trabajo de tipo académico.

¿Para qué es la tarea escolar?

En la etapa de la escuela primaria, le da la oportunidad de practicar en casa, a su propio ritmo, y de invertir el tiempo en las materias que más le gusten, ya sea la lectura, el dibujo o las matemáticas.

«En este sentido, no estaría de más que los maestros se esforzaran en diseñar trabajos y tareas divertidas, breves y creativas, relacionadas con la vida cotidiana, que den respuesta a las dudas y necesidades de sus alumnos».

Los propósitos que deben perseguir los maestros con la tarea, es que el niño aplique en una situación que le sea familiar, los conceptos aprendidos en clase. Por ejemplo, si se le enseñaran las medidas de longitud, se le podría pedir de tarea que midiera el perímetro de su propio cuarto y de los muebles que se encuentran en éste.

Cuando los padres de familia observen que hay algún problema relacionado con la tarea del niño, cuando él no muestre entusiasmo ni interés, cuando se le dificulte mucho o sea excesiva, deben ponerse en contacto con el maestro para encontrar una solución.

«Los maestros deberían tener presente que el fin de la tarea es que el niño la elabore solo, sin ayuda, de manera que se pueda comprobar lo que es capaz de hacer y detectar dónde tiene problemas».

En el hogar, los hábitos de estudio pueden mejorarse notablemente si se aplican las sugerencias que se mencionan a continuación:

Pasos para mejorar los hábitos de estudio:

1. Poner énfasis en el término: hábito

Es conveniente fijar una hora para la tarea si no se quiere caer en la mala costumbre de dejarla «para el último momento». Pero esa hora también debe corresponder a las necesidades de la niña o el niño.

Después de llegar de la escuela necesita un momento de descanso y esparcimiento, tal vez algo de ejercicio físico como un juego o deporte y de convivencia (comunicación) en familia.

Otros niños, tal vez, ya estén demasiados cansados para iniciar el trabajo después de las 6 de la tarde. La meta es integrar la tarea al ritual de la vida diaria. Al mismo tiempo se busca hacer de ese momento la oportunidad para trabajar individualmente, cada quien en lo suyo, pero podemos acompañarlo haciendo las cuentas de los gastos de la casa o escribiendo los correos electrónicos o simplemente leyendo un libro.

El niño es muy sensible a los modelos que le presentamos; si observa un modelo de trabajo intelectual tenderá a imitarlo.

2. Rodear al niño del ambiente adecuado

Es inútil tratar de que la niña o el niño se concentren en el trabajo si están escuchando y menos aún viendo la televisión. En lo posible es aconsejable posponer las llamadas telefónicas y evitar el ruido excesivo, tanto de la calle como el de la casa misma.

Un ambiente de tranquilidad, en el que todos pueden hacer algo silenciosamente al mismo tiempo, es el mejor aliado del estudio. Si los niños menores no tienen tarea que hacer, pueden dibujar, armar rompecabezas o cualquier otra cosa que no llame la atención de los niños mayores.

Es importante el que se cuente con todo el material necesario, no sólo de papelería sino también de consulta: libros y enciclopedias de diferentes temas, revistas y folletos que puedan recortar, mapas y globo terráqueo, calendarios que muestren los meses y las estaciones del año.

El comprarles un material nuevo puede motivar a reiniciar el trabajo con más entusiasmo: unos plumones nuevos, estampas de animales o transportes, una colección de minerales, hasta una computadora cuando existan las posibilidades económicas. Esto puede despertar el interés por algo que nunca antes había llamado su atención.

Algo muy importante, es que los maestros y los padres de familia deben enseñar a los niños a usar cada uno de los materiales de consulta como: diccionarios, enciclopedias y sobre todo a navegar en internet.


3. Proporcionar apoyo suficiente, sin resolver su responsabilidad

En muchas ocasiones el adulto se pregunta hasta dónde debe ayudar a los niños con la tarea. Existen padres que asumen la responsabilidad con lo cual sus hijos toman la cómoda posición de dejarse guiar en cada línea. En otros hogares la tarea se convierte en una lucha de poder, que usan los padres para demostrar que pueden controlar a los hijos y los hijos para demostrar que no pueden ser controlados.

Si el niño ve las tareas como pequeños logros personales, estará más dispuesto a esforzarse en la escuela. Asimismo los padres no deben ser demasiado exigentes, sino más bien motivar al niño a exigirse a sí mismo; a llegar hasta donde él pueda llegar; si no se hace de esta manera, se corre el riesgo de que el niño sienta toda responsabilidad como una carga.

Ante todo, es necesario evitar confrontaciones emocionales; no se debe transmitir nunca la noción de que la tarea es un castigo.

Dar apoyo suficiente significa estar allí cuando el niño nos necesita, explicar algo que no ha entendido y proporcionarle todos los materiales necesarios. Cuando necesite algo, lo mejor es llegar al punto donde pueda resolver el problema por sí mismo, retrocediendo en el conocimiento hasta donde él se sienta capaz, irlo conduciendo a responder las preguntas que lo lleven a una solución.

El poner ejemplos también puede ser útil para la comprensión. «En gustos se rompen géneros», dice el refrán, y lo que puede ser muy interesante o divertido para un niño puede ser insoportable para otro. No estará demás buscar la manera más «agradable e interesante» de hacer la tarea y de restar importancia a lo superfluo cuando lo que se busca es un aprendizaje personal.

Si las dificultades fueran insuperables, la consulta y acuerdo con el maestro son indispensables.

4. Resaltar los aciertos, no los errores, a la hora de revisar el trabajo escolar.

Si se desea que un niño se sienta bien con lo que está haciendo lo primero es resaltar sus puntos positivos, es decir los aciertos. Lo mismo que al recibir su boleta de calificaciones, las calificaciones altas deben contar más que las bajas, en los pequeños trabajos de cada día se resaltará el esfuerzo y la dedicación, más que los resultados.

Una maestra compañera de trabajo me comentó una anécdota referente al tema:

Cierto día a mi hijo, le dejaron de tarea elaborar un dibujo de un animal.

«Voy a hacer un tigre» me dijo. Y cuando terminó, un tigre mal logrado, el mismo pastito de siempre en el inferior de la hoja, el fondo blanco y sin vida, lo ví y le dije: «¿No puedes hacer algo mejor?, le deberías de poner un escenario, algo de vida».

En ese momento volteó boquiabierto y me contesto: «Está bien; no sé dibujar; ya nunca voy a dibujar». Tomo la hoja y la arrugó; después subió a su cuarto y se encerró. Esa noche al acostarlo, me dijo:

«Ni siquiera te fijaste en lo bien que me quedó la cara del tigre».

No supe qué responder; sólo le pedí: «Discúlpame, por favor, no había visto la cara del tigre».

5. Ejercitar su atención, memoria y sobre todo razonamiento

Los hábitos de estudio tienen, indudablemente, una relación con la capacidad de aprender. Un niño hábil mentalmente tendrá facilidad para aprender, aunque sus hábitos de estudio no sean muy deseables. Otros niños son sobresalientes en algunas materias, pero en otras no.

En cualquier caso, sin embargo, el fomentar los hábitos de estudio conduce a ir adquiriendo organización, disciplina mental, constancia y tenacidad suficientes para completar o finalizar un trabajo.

A la hora de aprender, encontramos tres conceptos involucrados en este proceso mental:


La atención

Nos permite centrar nuestras actividades alrededor de un objetivo.

La memoria

Nos proporciona todo un caudal de imágenes, datos y experiencias grabadas en nuestra mente, y a las cuales podemos recurrir cuando necesitamos encontrar la solución a un problema.

Para ejercitarla hay que decir al niño varias palabras que representen objetos (una por cada año de edad) y hacer que las repita.

Ayudarle a recordar lo que hizo ayer, la semana pasada, hace un mes o un año.


El razonamiento

Sirve para relacionar las experiencias pasadas con las actuales, sacamos conclusiones, formamos conceptos y los podemos utilizar en una teoría.

Aunque a los 5 años de edad dista mucho de ser una facultad desarrollada, el razonamiento es utilizado por el ser humano desde etapas muy tempranas de su vida. El niño no podría aprender a leer y escribir sin el uso del razonamiento.

Contestar todas sus preguntas es una forma de estimular su razonamiento.

Las adivinanzas son también juegos para aprovechar su agilidad mental. A los 4 años ya pueden inventar sus propias adivinanzas, si bien bastantes chuscas o tal vez inexactas.

Menciona Guillermo Michel en su obra «Aprende a aprender» que llegamos al conocimiento mediante experiencias:

«contactos interpersonales, lecturas, reflexiones, relaciones de una cosa con otra...Pero esas experiencias no se dan en el vacío, sino en un ambiente concreto. En ese ser-con-otros que soy yo, que eres tu, que somos todos».

Bibliografía:

Michel, Guillermo, Aprende a Aprender, Ed. Trillas, México, 1998.

Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, México. Se permite su uso citando la fuente. Dirección u094.upnvirtual.edu.mx