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Algunos recuerdos de la vida en la Unidad 094

Antonia Yudelevich Pekalok

Asesora de la Unidad UPN 094 Centro

El lugar inicial en el que se encontraba ubicada la Unidad 094 era una casita muy agradable en las calles de Virginia, casi esquina con Don Juan, en la colonia Nativitas. Recuerdo que la Dirección y la Jefatura Administrativa estaban en dos recámaras adaptadas de la planta alta; la Academia de Redacción e Investigación Documental se encontraba en lo que había sido el baño al que se le habían quitado los muebles propios de ese lugar; la Academia de Ciencias Sociales, a la cual yo pertenezco, estaba en la cocina, en la que únicamente cabían cuatro escritorios estratégicamente acomodados, y la bodega se había adaptado como salón en el que los alumnos de la Licenciatura en Educación Básica Plan’79 asistían para formar Grupos de estudio.

La Academia de Ciencias Sociales contaba con cuatro asesores de tiempo completo: el maestro Cuauhtémoc Morales, coordinador de la academia; el maestro Polo, el maestro Enrique de la Torre y yo. Con respecto a los compañeros de tiempo parcial, una anécdota que se puede rescatar es que en la asignatura de Sociedad mexicana había tres asesores: los maestros Urbano Bahena y Delfino Sales, (que el primero era alto y delgado, mientras que el segundo era bajito y llenito) y la maestra Edith Castelán, que juntos nos recordaban al Quijote, Sancho Panza y la Dulcinea. También son memorables las reuniones que realizábamos en la casa de la maestra Rocío Bárcena, amenizadas por la guitarra y las canciones del maestro Antonio Meza, alias el Vikingo, y los comentarios sutiles del maestro Gilberto Cureño.

La Licenciatura en Educación Básica Plan’79 fue el primer proyecto de la Unidad. Este se conocía como SEAD (Sistema de Educación a Distancia) en el cual se pretendía y creo que se logró el autodidactismo, el que los maestros alumnos fueran los agentes de su propio conocimiento, lo que ahora, en términos constructivistas sería que ellos construyeran su propio conocimiento. Nosotros realmente teníamos el papel de asesores ya que el peso de la adquisición del conocimiento recaía en los alumnos, lo que nosotros hacíamos era formar Grupos de estudio orientado –que a veces era medio desorientado– y con regularidad nos reuníamos los sábados.

Cuando ingresé a la Unidad, me dieron a escoger entre dos materias una de ellas era Historia de las ideas sobre la que el maestro Cuauhtémoc Morales, me comentó que para impartirla no se necesitaba estar loco, pero ayudaba… y eso fue lo que me animó a trabajar esa materia durante nueve años.

Siguiendo con nuestra casita, en nuestros inicios se vivía un ambiente muy familiar éramos pocos compañeros al inicio del proyecto, estábamos todos muy entusiasmados (como hasta la fecha, pero en diferente forma). Éramos amigos, compañeros, construíamos, descubríamos juntos, nos ayudábamos y los alumnos nos buscaban, en ese espíritu que hasta la fecha se ha conservado, de pensar que juntos se construye un proyecto mejor. Sobre todo el proyecto de la LEB’79 era un proyecto a nivel nacional que se evaluaba tres veces al año mediante un examen externo, cuyos resultados eran causa de algarabía o tristeza según la calificación obtenida pero este examen constituía un factor de ánimo para continuar estudiando y obtener buenos resultados porque el proyecto de las Unidades ha sido un compromiso asumido cabalmente por los asesores y los alumnos desde sus inicios.

Aproximadamente un año después, nos mudamos de la calle de Virginia –aunque un compañero decía que, ni tan virginia porque se cruzaba con Don Juan– y nos fuimos a un local ubicado en Calzada de Tlalpan número 1064, junto al metro Nativitas, en el que afortunadamente nos quedaba enfrente Aurrerá y un lugarcito donde íbamos a comer una delicia de comida con los muchachos (como coloquialmente llamábamos a los dueños de la fonda).

Las nuevas instalaciones de la Unidad representaban la expansión que habíamos tenido, ya era un edificio de tres pisos, desafortunadamente rentado. La matrícula fue aumentando mientras pasábamos por varias escuelas para las asesorías sabatinas. Primero trabajamos en una secundaria en las calles de Bretaña; luego en la Escuela Madame Curie; después en una escuela en Municipio Libre y todo esto transcurría en medio de cambios como el pasar de la LEB’79 que se puede decir que era una licenciatura abierta, a una semiescolarizada mediante dos modalidades: la Licenciatura en Educación Primaria y la Licenciatura en Educación Preescolar Plan 1985 (LEPyLEP’85). Con estas licenciaturas continuamos teniendo como propósito –al igual que en el anterior proyecto– la construcción del conocimiento de manera grupal y colectiva, que me parece que es una de las grandes aportaciones que las Unidades dieron y dan a los maestros en servicio: se trata de que el maestro al vivir y construir su propio conocimiento lo pueda llevar al aula, con sus alumnos.

Un propósito que ha perseguido el trabajo de las Unidades es que el maestro sea capaz de desarrollar una propuesta de innovación en su trabajo docente. En las LEPyLEP’85 se había planteado que durante los tres últimos semestres, en el Área terminal, el profesor diseñara y llevara a cabo una propuesta pedagógica, ya fuera en el campo de lo social, en matemáticas, en español o en ciencias naturales, lo cual se formalizó con su incorporación como opción de titulación, sumada a las opciones tradicionales. La Licenciatura en Educación Plan 1994 (LE’94) recuperó la experiencia de las LEPyLEP’85 al estructurar el desarrollo de un proyecto de investigación desde el inicio de los estudios a través del Eje metodológico en el que se pretende que el maestro investigue su propia práctica docente para que a partir de esto proponga alternativas innovadoras.

Regresando a lo anecdótico, del edificio del Tlalpan pasamos a un lugar que era una vecindad y que nos dio un mote: los hijos de la maldita vecindad. Eran tres departamentos en los que se recupera la unión entre los compañeros porque nos sentíamos como en esas casas de provincia donde hay un patio central donde la gente convive muy a gusto; por lo menos yo sentía que en medio de la vorágine citadina, ese espacio era como un oasis de vida de comunidad. De esas instalaciones pasamos, un día primero de noviembre de 1994, al Centro Histórico, las que hasta la fecha ocupamos. Por cierto, ese día era de Informe Presidencial, por lo que nuestro cambio lo iniciamos con la gran aventura de llegar a la Unidad vía Metro y bajándonos en una estación que no estuviera cerrada para caminar hasta nuestra nueva sede. Con esto comenzó una época que, parece mentira, dura ya nueve años.

A mí me parece que esta experiencia de veintidós años en la Unidad ha sido mi vida, por lo menos ha ocupado una dimensión muy grande de mi vida, porque no se puede separar la vida personal de la profesional: el crecimiento se da a través de lo que realizamos de lo que trabajamos. En el transcurso de este tiempo he aprendido muchas cosas de las personas que he conocido en la Unidad, personas que nos han dejado experiencias imborrables y espero que también se pueda decir lo mismo de nuestra labor personal y como comunidad universitaria.


Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, México. Se permite su uso citando la fuente. Dirección u094.upnvirtual.edu.mx