Cuando distribuimos nuestro tiempo llegamos a un equilibrio

Luis Felipe Ortiz Gómez
Asesor de la Unidad UPN 094 D.F., Centro

Un día estando en la rutina laboral, me tomé un pequeño descanso, abrí el periódico y me encontré con un artículo que me pareció interesante y me gustaría compartirlo con todos ustedes, decía más o menos así:
“la distribución que hacemos de nuestras horas, minutos y segundos revela mucho de nosotros mismos –sostiene el psicólogo Mauro Rodríguez Estrada, experto en capacitación de personal y autor de varios libros acerca de la creatividad”–.

Este comentario me hizo reflexionar al respecto; pocas personas planeamos el día, la semana y mucho menos el mes. La mayoría de las personas por lo común, corremos de una actividad a otra sin un plan a largo plazo, sin reflexionar sobre lo que hacemos. Semejante actitud de “apaga fuegos” es típica de aquellos a quienes “nunca nos alcanza el tiempo” y terminamos la jornada exhaustos y con sensación de vacío: -¿qué hice todo el día”, solemos preguntarnos.

¿Acaso las dificultades para planear el tiempo se deben a nuestra educación ancestral?; en la sociedad del virreinato, el mestizo siempre fue manejado y manipulado. De esta forma, el mexicano tradicionalmente ha sido educado para ser empleado y no empresario, porque, como decían los virreyes, “...nacidos sois para obedecer y callar y no para opinar en los altos asuntos del gobierno”; por tanto, ha permanecido a la expectativa de lo que se espera de él, esta actitud se magnifíca aplicada a la mujer, educada a la sombra del varón.

“De ahí que cuando nos vemos con nuestro precioso tiempo, nuestra preciosa vida entre las manos, no sabemos qué hacer”, en la planeación de nuestro tiempo, no existe peor enemigo que la falta de propósitos y metas, es decir, la ausencia de un proyecto de vida acorde a las capacidades y valores propios traducido en acciones concretas.

Irónicamente pregunto por “la persona creativa”, ¿dónde está?, no nos detenemos a pensar en torno de esto porque “no tenemos tiempo”. Así como resulta incómoda la desorientación espacial, lo es igualmente en el uso del tiempo por causa de la desorganización, que se da por no ocuparnos en encontrar soluciones creativas.

Para evitar este desorden en la esfera del estudio y del trabajo es preciso crear una estructura en relación con el tiempo: hay que visualizar y sentir nuestros compromisos programados (en calendarios, horarios y rutas de estudio y/o laborales) y no apiñados en desorden.

“Por eso es importante la calendarización en el trabajo y en el tiempo que dedicamos al estudio, tenemos que revisar y replantear constantemente los fines y sobre todo, la intención clara de ¿qué es lo que deseamos? debemos fijar nuestra atención hacia un propósito fijo”.

Además, opino que las metas personales deben tener más peso que las laborales: “las primeras pueden ser impuestas por los jefes, los engranajes de una institución o las demandas de los clientes/alumnos; las personales en cambio, representan la más viva expresión de nuestro ser y la más halagüeña promesa de materializar nuestras aspiraciones”.

Y he llegado a la conclusión: “ser dueños de nuestro tiempo significa ser dueños de nuestra vida”. Por lo tanto, debemos vigilar el no caer en los siguientes enemigos del aprovechamiento del tiempo y trabajar en ellos:

• Inflexibilidad para modificar planes.
• No seguir rutina estricta, e ignorar sus ventajas.
• Falta de creatividad y flexibilidad para iniciar proyectos.
• Carecer de opiniones propias.
• Estar sujeto a la voluntad de otros
• Insatisfacción con la vida personal y/o laboral.
• Matar el tiempo por medio de actividades superfluas.
• Rechazar las tareas que impliquen reto y esfuerzo.
¿Cómo podemos vencer a estos enemigos?, pues es fácil, siguiendo los consejos para la administración del tiempo, que a continuación se mencionan:
• El uso de nuestro tiempo constituye el resultado de miles de elecciones (triviales y trascendentales) cada día, cada hora y cada minuto. Para quien se propone mejorar la administración de su tiempo, el primer paso será averiguar cómo lo utiliza.
• En muchas ocasiones se crea tensión entre lo urgente y lo importante. La tiranía de lo urgente hace postergar los objetivos más valiosos a largo plazo y olvidar las prioridades.
• El hábito de posponer decisiones y acciones es un modo común de perder no sólo el tiempo, sino muchas buenas oportunidades de todo género.
• Los plazos definidos fuerzan de manera sana la acción. El imponerse fechas límite para las actividades facilita la disciplina.
• Conviene diseñar controles para las interrupciones, principalmente en nuestros momentos más productivos. Por ejemplo, involucrar a los demás .
• Aprovechar los últimos minutos de la jornada para planear el día siguiente, esto ahorra varias horas de indecisión y de fallas en la comunicación.
• Detenerse de cuando en cuando (por lo menos una vez al mes) a analizar la marcha del trabajo y de la vida en general, motiva a ratificar o readaptar los objetivos personales.
Para finalizar, los invito a que se tomen un tiempo para reflexionar sobre el tema.