El problema de la educación en un caso de justicia local en una comunidad rural en México

Diana Alcalá Mendizábal

Las siguientes líneas constituyen un esfuerzo por plasmar, en un caso real, el impacto que ha tenido la modernidad ante el problema de la distribución de la educación como un bien escaso que Jon Elster plantea sólo de manera teórica. Así, la modernización de las sociedades ha establecido que el bien para los pueblos es la educación, pero ¿cuál ha sido el impacto de esta imposición benéfica y modernizante en las comunidades rurales de nuestro país?, ¿la educación realmente es un bien?

La comunidad que se analizará se llama La Concordia, y se encuentra en el municipio de San Pedro Pochutla, Oaxaca, Sin embargo, antes de abordar la situación concreta de esta comunidad rural, es necesario plantear algunos supuestos teóricos a los que Jon Elster hace referencia. Así, lo primero que es necesario aclarar es en qué sentido “la educación” es un problema de justicia local, producto de la modernidad y, si es así, ¿qué criterios hay que tomar para su solución?

Según Elster: la justicia local abarca la asignación de bienes (y responsabilidades), no de dinero. La educación está relacionada con instituciones que otorgan beneficios a los ciudadanos del país. Pero, ¿qué beneficios les trae a los que la reciben?, ¿la educación es un bien?, ¿qué es otorgar un bien?, ¿qué es el bien?

Todos creemos tener claro qué es el bien para el hombre, pero ¿qué sucede cuando no todos coinciden en la manera de ver el asunto? El bien para una europea liberal no es, obviamente, el mismo que el bien para una mujer china. ¿Cómo explicar la existencia del bien humano y la multiplicidad de formas de adoptar ese bien? Quizá para muchos el hecho de tener acceso a la educación superior les traerá innumerables beneficios a su vida; pero bien puede ser que la educación no sea un bien para todos: puede traer rebeldía, desilusión, sufrimiento, miedo y frustración. ¿Por qué la educación tendría que ser un bien?

Para considerar en definitiva que la educación es un bien, es necesario apoyarse básicamente en lo que las instituciones nacionales proclaman; en otras palabras, en la modernidad.

Existe una política educativa que se caracteriza por cubrir la demanda de escolarización de los grupos marginados con el objeto de impulsar el desarrollo y la modernización del país.  Este logro es prioritario, tratará de realizarse y su acción abordará la problemática concreta y real de algunas comunidades. De acuerdo con lo anterior, se afirma que gracias a la educación básica, media y superior, la ciencia se ha desarrollado en la mayoría de los países y gracias a ella se salvan cada día más vidas. Por tanto, la educación como formación de conciencia, estudio y aplicación de las ciencias naturales y sociales es y ha sido un bien para los hombres.

En este sentido, la educación como asignadora de bienes es un problema de justicia local, pues los bienes que otorga son escasos. Se trata, en efecto, de una asignación de bienes escasos. Con este término Elster se refiere a casos de bienes que no son los que se pueden vender —como el azúcar—, que están expuestos a la oferta y a la demanda. El autor expone diversos problemas de escasez como el de la sangre, la donación de órganos, la adopción de infantes, entre otros.

¿Qué sucede con la educación?

Efectivamente, el saber que trae la educación no se compra como se adquiere un cuaderno, por eso es problema de justicia local. Si bien el servicio educativo se vende, está en cada estudiante la opción de recibir esa educación productivamente, aprender y después aplicar ese cúmulo de conocimientos que adquirió en el aula, en algún trabajo, en algún arte, en alguna investigación que le traerá beneficios a él mismo y a los demás.

Las instituciones educativas intentan que todos los ciudadanos se beneficien aprendiendo algo. ¿Hay educación para todos?, ¿se cubre actualmente la demanda educativa? Se pretende dar educación a todos para que el país progrese; pero en México la demanda educativa no es cubierta. En este sentido, aunque la pretensión de educar a todos presupone que todos se pueden educar, existe gran escasez de maestros y de alumnos. Tal vez el caso real que expondré muestre de manera clara que, en cierto sentido, la educación es escasa en esas comunidades marginadas.

La escasez tiene que ver con una sobredemanda o un consumo excesivo de algún producto que básicamente puede ser considerado como necesario. Así, por ejemplo, el agua es vital y necesaria para la sobrevivencia de cualquier ser vivo, todos la necesitamos y cuando se consume sin control alguno inmediatamente escasea. Este asunto de la educación como un problema de justicia local se torna aún más complejo porque ahora el concepto de necesidad se filtra en la discusión ¿es necesaria la educación?

Siguiendo el argumento anterior, se puede afirmar que la educación no es escasa como el agua porque se haya consumido de manera excesiva. ¿Por qué entonces es escasa?

La educación es escasa porque el índice de sobrepoblación es enorme, y con la infraestructura educacional que se tiene no alcanza a cubrir la demanda.

Elster afirma: la escasez se reduce al hecho de que hay más individuos que se podrían beneficiar con el bien, que unidades en circulación. Existe un número reducido de escuelas y maestros en comparación con la gran cantidad de individuos que se podrían beneficiar con la educación. También se podría hablar de cierta escasez (por decirlo de alguna manera) no nada más en los elementos que podrían otorgar el bien, sino en los receptores que podrían recibirlo. Existen muchísimas personas que podrían ser educadas no nada más a nivel básico, sino también a nivel superior, pero no a toda la gente le interesa.

Es necesario entonces implementar estrategias de difusión y convencimiento donde se haga ver lo “bueno” que resultaría para sus vidas si aceptasen educarse. Además de motivar a los educadores a dejar todas las comodidades citadinas y lanzarse a la ardua labor de enseñar a gente de comunidades apartadas y planear  la construcción de escuelas apropiadas para el aprendizaje. Se  dice que todos tenemos las mismas oportunidades de progreso y bienestar, por eso CONAFE (Comisión Nacional de Fomento Educativo) intenta, con una labor ardua y altruista, brindar la educación a las comunidades marginadas, acabar con la escasez de maestros y que los hombres del futuro tengan mayores oportunidades y beneficios que sus padres no recibieron.

Planteamiento del problema

El déficit en la atención educativa, al igual que en alimentación, salud y vivienda que existe en el medio rural y en las áreas urbanas  es un producto del desarrollo desigual, de la distribución inequitativa de bienes y servicios que prevalece en nuestra realidad nacional.

Este déficit es mayor en las comunidades pequeñas y apartadas de los centros de población más grandes, y las poblaciones de aquellas comunidades registran los más altos índices de rezago educativo, desnutrición, insalubridad y falta de servicios básicos. Además, para lograr sobrevivir, los habitantes de las comunidades apartadas emplean la mano de obra de sus propios hijos, restándoles así las escasas oportunidades de educación que de suyo tienen.

Las soluciones tradicionales resultan poco factibles para resolver la demanda, ya que la magnitud de la inversión que implica sigue siendo insuficiente. CONAFE lleva a cabo los cursos comunitarios que, mediante la acción participativa de todos los sectores de la sociedad, buscan satisfacer esta demanda. En nuestra sociedad moderna se considera a la educación como un mecanismo determinante para la movilidad social: A mayor nivel de escolaridad mayor posibilidad de escalar a mejores posiciones socioeconómicas.

Por educación entendemos el conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas que se transmiten a los miembros de la comunidad a través de modalidades formales, no formales e informales.  Elster explica que la educación formal es la escuela con la cultura básica, la no formal es la capacitación y adiestramiento de la fuerza de trabajo y la informal es la formación educativa dentro del núcleo familiar. A través de estas modalidades de la enseñanza se pretende dar una educación integral que impulse a la población de las comunidades rurales a tener mejores herramientas y oportunidades de incrementar su fuente de ingresos para elevar sus niveles de vida.

Estudio del caso de La Concordia, municipio de San Pedro Pochutla, Oaxaca

Características generales

La Concordia es una pequeña propiedad —finca cafetalera— que se ubica en la sierra camino a Pluma Hidalgo. Se encuentra a 20 ó 25 kms. de distancia de la cabecera municipal y distrital. El relieve es montañoso y está cubierto por una espesa vegetación que, junto con el clima templado y húmedo, propician el cultivo del cafeto, el cacao, la guanábana, el plátano y otros frutales.

La finca tiene una extensión aproximada de 700 hectáreas y no todas se encuentran cultivadas. Toda la región fue propiedad de alemanes quienes, presionados por la Reforma Agraria de la época de Cárdenas, se vieron obligados a vender sus propiedades. Los compradores fueron familias acomodadas de la ciudad de Pochutla y Oaxaca.

Los nuevos propietarios, al igual que sus antecesores, siguieron aprovechando la mano de obra abundante y barata existente en las comunidades vecinas. Estas poblaciones, carentes de recursos y de tierras aptas para el cultivo del maíz y el frijol, se ven obligados a emigrar o a contratarse como peones acasillados o libres en las fincas de la región. En el caso de La Concordia, el patrón se ha apalabrado con cinco familias a las que les da trabajo en forma permanente y conviene con otros en darles trabajo de forma eventual, especialmente en la época de corte de café.

Así, en La Concordia viven principalmente las familias de los peones acasillados originarios de distintas comunidades y temporalmente (de 3 a 4 meses) las familias de los peones eventuales. Las familias acasilladas son las que constituyen la base de  una pequeña comunidad que vive y trabaja para el finquero y su familia, pero carecen de una estructura organizativa igual o semejante a la de sus comunidades de origen.

Las familias que integran esta pequeña comunidad viven en condiciones muy semejantes entre sí, con pequeñas diferencias derivadas del parentesco que se tenga con el dueño de la finca y de la posición que guardan dentro de la estructura de producción. Obviamente, la familia del patrón posee las mejores condiciones de vida por ser la propietaria; en cambio, las demás, al recibir sólo el jornal por la venta de su trabajo, subsisten en condiciones de vida muy poco parecidas a las de su patrón. Las familias de los peones están integradas en promedio por cuatro miembros, de los cuales sólo uno contribuye regularmente en el gasto familiar.

El trabajo del padre constituye la principal fuente de ingresos de la familia, y sólo en épocas de pizca la madre y los hijos mayores se integran al trabajo de la finca, ya sea en el corte o en dar asistencia –moler maíz, alimentar y lavar ropa– a los peones libres que no viajan con sus familias. El trabajo de los jefes de familia dura todo el año y varía según las necesidades de la finca.

Las formas de pago pueden ser en especie o en efectivo. En el primer caso reciben por parte de la finca el “diario”, o sea una cantidad determinada de maíz, frijol o arroz, cuyo precio es descontado de su salario, mientras que en el segundo caso reciben su salario por doce horas de trabajo.

Las condiciones de trabajo son poco favorables, se trabaja de sol a sol, de 6 de mañana a 6 de la tarde; se descansa medio día del sábado y el domingo. No hay ninguna prestación y sólo se tiene derecho a hacer uso de  la casa que el patrón les presta, recoger leña del monte para combustible y agua para uso doméstico. Dada esta situación, las familias de los jornaleros sólo tienen dos medios para lograr sobrevivir: primero, endeudarse de por vida con el patrón a través de préstamos en efectivo o en especie a cuenta de su trabajo y, segundo, auxiliarse con el trabajo de la esposa y de los hijos. A los jefes de familia no les es posible realizar otra actividad porque carecen de tierras para cultivarlas y porque no pueden emigrar a otra parte mientras no terminen de pagar sus deudas.  Los bajos salarios, la larga jornada y los abusos a los que están sometidos los peones revelan el grado de explotación que padecen y las agudas condiciones de miseria en que viven.

Las casas que les presta el patrón son un cuarto construido por carrizos entrelazados por cordeles, techos de lámina de cartón acanaladas, piso de tierra, duermen en petates. No tienen luz eléctrica, la defecación es al aire libre, y a veces comparten el dormitorio con animales. Para comprar ropa o medicinas tienen que caminar dos horas mínimo hasta la población más cercana.

Expectativas educacionales

¿Cómo se puede fomentar la educación (mínimamente la básica) en estas comunidades en las que la gente está eternamente entregada al trabajo para pagar sus deudas?

Todos los miembros de la familia trabajan y si no lo hacen no comen. ¿Podrían dedicarle el tiempo suficiente al estudio? ¿Necesitan el estudio?

No es muy claro que ellos necesiten estudiar; lo que necesitan es más tiempo para trabajar, mejores ingresos y una distribución justa de bienes que les sean escasos realmente. El argumento de algunos políticos que tratan de aplicar sistemas de mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos se reduce a plantear la necesidad de la educación en zonas marginadas; pero para que ésta se pueda fomentar, son necesarias ciertas condiciones favorables y la miseria en que realmente se vive impide que prioritariamente la población marginada se dedique a estudiar.

Claro que en la comunidad de la que me ocupo se puede considerar como una posibilidad sembrar el fruto del saber en los niños, que por su corta edad no se dedican a alguna labor en la finca; se les podría incentivar a conocer lo que la escuela les ofrece. En La Concordia existe un “curso comunitario” que les ofrece CONAFE y, según sus propios datos al respecto, han logrado mediante una ardua labor de convencimiento y cambio de conciencia, que la mayoría de los niños de entre 6 y 14 años de edad estén inscritos en la escuela, incluyendo a algunos niños de las fincas vecinas. Sus estadísticas muestran que dos familias se conforman con que sus hijos aprendan a leer y escribir, mientras que 6 familias desean que la educación de sus hijos sea por lo menos la básica. Además, los maestros se han encargado de que conciban a la educación como un bien, y que la vinculen con otras expectativas relacionadas con el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo. También algunas familias esperan que mediante la educación sus hijos logren desempeñar trabajos distintos a los suyos, en los que no tengan que desgastarse tanto y estén mejor remunerados. Otras dos familias confiaban que mediante los conocimientos adquiridos sus hijos no fuesen engañados, como ellos, en sus trabajos y salarios.

Es necesario aprender a leer y escribir para saber lo que les están pagando y lo que van disminuyendo su deuda, y las actividades que también se enseñan como dibujo, bordado y carpintería las aprecian como necesarias por ser productivas y se pueden emplear con ellas.

También existe el problema de que no todos los dueños de las fincas aceptan la implantación de cursos comunitarios, pues alegan que la presencia de la escuela les traería más gastos y problemas, además de que de nada les sirve a los niños asistir a la escuela. El dueño de La Concordia juzgó que tener una escuela en su finca beneficiaría a sus peones, y con esto completaría el cuadro de servicios que les otorgaba: trabajo, vivienda y ahora escuela. ¿Qué más podían pedir?

Ahora nos volvemos a preguntar por un lado, si ¿todos los individuos necesitan ser educados (como lo marca la pretensión moderna)?, ¿será necesario estudiar?, ¿necesitan estudiar o necesitan tiempo y energía para trabajar? Por el otro también nos cuestionamos, ¿cómo va querer  un maestro producto de un mundo moderno y civilizado, vivir por tiempo indefinido en un lugar en terribles condiciones y además con un sueldo bajísimo o sin sueldo?

¿Qué hacer ante tal situación?

 1 Jon Elster, Justicia Local, Barcelona, Ed. Gedisa, 1995, p.16

 2 Ibid, p.34.

 3  Ibid, p. 21