DIVERSIDAD CULTURAL E IDENTIDAD DE LA MUJER EN LA FRONTERA NORTE DE MEXICO
Juan Bello Domínguez*
Asesor de la Unidad UPN 094 D.F., Centro
Mariana del Rocío Aguilar Bobadilla*
Asesor de la Unidad UPN 096 D.F., Norte
Las mujeres son menos racionales que los hombres,
por eso más inteligentes.
El sexo débil, ni tan débil; el sexo fuerte, ni tan sexo.
La leí como poema, pero !ay! estaba escrita en prosa.
Edmundo O´Gorman
Introducción.
La modernización económica, la internacionalización de capitales así como la globalización de los procesos productivos y culturales, promueven hoy día una diversidad de concepciones, espacios e identidades sociales en donde se involucran las principales instituciones y actores de la sociedad contemporánea. Sin embargo, cuando se trata de definir a la sociedad contemporánea –dice Alberto Melucci—son muchos los adjetivos que se le asignan como el de : sociedad "posindustrial", "posmoderna", "tardocapitalista", "compleja", etc. Esta situación es una muestra – enfatiza Melucci—de un estancamiento teórico, en el que se carece de una conceptualización sobre la sociedad moderna.2
La problemática presente en las fronteras territoriales de los países en todo el mundo, en donde la naturaleza de sus transformaciones, intercambios, transiciones y flujos migratorios incesantes, promueve la polémica en torno a la caracterización y conceptualización de estos espacios. La dificultad por distinguir las tendencias a largo plazo o los momentos coyunturales de los actores sociales en general y de las mujeres en particular inmersos en esta dinámica, exige realizar un esfuerzo conceptual por comprender y explicar su problemática social.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) hace énfasis en sus últimos informes que ni el crecimiento económico, tanto en el Norte como en el Sur, ni la notable expansión de las nuevas zonas industriales de elaboración para la exportación hubieran podido tener lugar si la mujer trabajadora no se hubiese adaptado a las rápidas transformaciones de la economía mundial. Durante los últimos 20 años, el nivel de participación de la mujer en la fuerza de trabajo ha ido en aumento en la mayor parte del mundo. En 1994, — indica la OIT — alrededor del 45% de las mujeres entre 15 y 64 de años de edad eran económicamente activas.3
Así, la arquitectura de la globalización para el caso de las fronteras políticas y territoriales de los países en el mundo nos enfrentan a esta realidad compleja en la que sus propias dinámicas generan el desplazamiento y proyección hacia la industria moderna y de alta productividad (como lo son las maquiladoras).
La franja fronteriza del norte de México y el sur de los Estados Unidos no es ajena a esta dinámica ya que en ella se confrontan procesos de ruptura radical como lo son el intercambio comercial, económico, cultural e ideológico entre uno de los países más ricos del mundo y otro que no alcanza a despegar de la miseria y de la extrema pobreza. Esta frontera es un espacio conformado por procesos de intercambio, distribución, consumo y apropiación de satisfactores, en el que la mujer se involucra en un conjunto de contradicciones que influyen en la conformación y dinámica de su identidad. Los cambios tecnológicos permanentes e intempestivos promueven en la mujer una necesidad de confrontarlos para no ser avasalladas por éstos; así, los procesos de comunicación son tan cambiantes y fugaces que atentan contra las identidades construidas por las mujeres y propician la construcción de sus nuevas identidades.
El análisis sobre la participación de la mujer en este contexto y la construcción de su identidad en torno a las categorías de la diversidad, la otredad y la resistencia conlleva a preguntarnos: ¿Cómo resiste la mujer con la construcción de identidades frente a los cambios fugaces e incesantes en la dinámica y movilidad de la frontera norte de México? ¿Por qué reconocer la identidad de las mujeres en este contexto de la diversidad cultural de la frontera de México por lo que son y no por lo que queremos que sean?
Reflexionar la identidad de la mujer a la luz de los cambios intempestivos de los procesos socioeconómicos y culturales exige recuperar sus prácticas cotidianas en la construcción de su otredad como mujer.
Diversidad Sociocultural
Los cambios celebrados en América Latina en los últimos cincuenta años debidos a la sustitución de importaciones, el acelerado desarrollo de la industria, el crecimiento del sector servicios, el incremento de los principales indicadores sociales, el registro de una permanente movilidad social así como el alto crecimiento poblacional y la disminución del empleo en zonas agrícolas; promovieron una constante movilidad migratoria de las zonas rurales a las zonas urbanas con la exigente necesidad también de la satisfacción a una demanda incesante de los servicios de salud, educación, seguridad y vivienda
Una de las características más sobresalientes en las regiones fronterizas de América Latina y del mundo, es que la identidad de los diferentes actores sociales —incluidas las mujeres—ha dejado de ser solo un dato o indicador para convertirse en un verdadero problema sociocultural. La participación de las mujeres en las diversas ramas productivas y sociales es una variable digna de ser destacada en el análisis del contexto latinoamericano como lo registra la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) donde destaca que entre 1950 y 1980 la tasa de participación de las mujeres en América Latina pasó del 18 % al 26%4 , haciendo indudable que durante la década de los 80´s —crisis y problemas económicos—, aceleró la participación de las mujeres en el mercado de trabajo dentro de la Población Económicamente Activa del 32 % en 1980 al 38 % en 1988.5 Sin embargo la contribución de la mujer a la economía sigue quedando en la oscuridad porque las estadísticas sobre el empleo y las cuentas nacionales subestiman el papel de la mujer en la población activa. "Según los datos reunidos por la CEPAL, las mujeres de esta región ganan solamente del 44 al 77% de lo que ganan los hombres".6
La globalización económica y cultural en las fronteras territoriales de América y el mundo en lo general y la frontera norte de México en lo particular —extiende una línea de más de 3 100 km. con Estados Unidos, y comprende los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas; los cuales de acuerdo con la información de INEGI son los estados más importantes de México donde se desarrolla desde hace 33 años la industria maquiladora, por encima del D.F., Edo. de Mex. y Baja California Sur y que desde la firma del Tratado de Libre Comercio, surgieron en México unas 2 700 maquiladoras arrojando una ganancia por exportación de 29 mil millones de dólares7— nos permite señalar la inmensa gama de transformaciones y tendencias que ocasionan verdaderos cambios de paradigma y que evidencian la necesidad de desarrollar nuevos conceptos para comprender y explicar los acontecimientos nuevos—como lo mencionamos antes con base en Melucci— . La identidad de los actores sociales en general y de las mujeres en particular ya no la podemos entender en el contexto de las comunidades y ciudades de manera heterónoma y determinada por la cosmovisión regional o local. Supone la existencia de las identidades como un collage fuertemente entramado por tensiones y conflictos en donde éstas dejaron de ser una representación de institución social, para dejar paso a la representación y responsabilidad individual como lo enfatiza García Canclini en el caso de la ciudad de Tijuana:
"…hoy — Tijuana—supera el millón de habitantes con los migrantes de casi todas las regiones de México (…) Algunos pasan diariamente a los Estados Unidos para trabajar, otros cruzan la frontera en los meses de la siembra y la cosecha. Aún los que se quedan en Tijuana están vinculados a intercambios comerciales entre los dos países a maquiladoras norteamericanas ubicadas en la frontera de México o a servicios turísticos para los 3 ó 4 millones de estadounidenses que llegan por año a esta ciudad (…) lo que la hace una ciudad moderna y contradictoria, cosmopolita y con una fuerte definición propia"8
La frontera norte de México se caracteriza ya por el incremento de las manifestaciones de los procesos de la modernización como la organización de la producción, el uso de la tecnología, la oleada de migración interna y externa, la densidad poblacional, la intensidad de las comunicaciones, etc., promoviendo relaciones complejas en donde la diferenciación funcional de la participación de la mujer en el sistema, se subdivide en espacios especializados convirtiéndose en subsistemas cada vez más específicos del trabajo, la escuela, la familia, etc., como lo menciona Arturo Alvarado en su análisis en una de las ciudades más importantes de la franja fronteriza del norte de México —Matamoros, Tamaulipas— la que se convirtió en un importante polo de atracción económica, comercial, industrial y social para las mujeres con el desarrollo de las maquiladoras:
"La transición en el mercado laboral, el crecimiento del empleo femenino — en Matamoros—, se explican por la acción simultánea de factores demográficos y familiares que permitieron una doble transformación hacia la participación decisiva de las mujeres (…) el crecimiento del empleo femenino se explica por su expulsión de los núcleos familiares a un mercado novedoso y organizado y que empleó abundante mano de obra al aceptar individuos de primer ingreso dentro de la nueva manufactura"9
Más de la mitad de la mano de obra de las maquiladoras, especialmente en las plantas de ensamblado, está compuesta por mujeres. La industria contrata jovencitas porque tienen la reputación de trabajar más y de ser, anatómica y afectivamente, más aptas para ejecutar ese tipo de trabajo.
Como lo menciona la Confederación Internacional de Organizaciones Libres (CIOSL): "Las mujeres que se presentan a pedir trabajo en las maquiladoras con frecuencia son madres solteras o, cuando menos, representan la primera fuente de ingresos de sus familias"10 . La OIT muestra estadísticas recientes que confirman la existencia de un creciente número de hogares encabezados por mujeres y establece como factores más importantes las migraciones, los divorcios, el abandono, los disturbios políticos, la viudez, los nacimientos fuera del matrimonio y, en general, la idea de que los niños son responsabilidad de la mujer, debiendo asumir ellas solas las responsabilidades familiares además de atender a las necesidades diarias.11
Como lo ha señalado la OIT, gracias al ingreso de la mujer en el mercado de trabajo, la mayoría de los hogares han podido hacer frente a la reducción de los ingresos reales provocada por la crisis económica. Esto significa que en épocas difíciles, es más probable que la mujer y no el hombre aproveche todas las posibilidades existentes de trabajos o ingresos, incluidas las actividades precarias y el trabajo mal remunerado en el hogar o en el sector informal, trabajos que exigen un cambio de domicilio, la emigración a las ciudades o hacia otros países.
Aunque la mujer se ha beneficiado más que el hombre con los empleos recientemente creados, algunos trabajos que tradicionalmente eran realizados por mujeres se están convirtiendo en obsoletos, incluido el trabajo de oficina, el trabajo de montaje en la industria y las labores agrícolas manuales. Esto favorece el desarrollo de otras formas de trabajos menos típicos, tales como el trabajo a jornada parcial, ocasional, subcontratado o doméstico.
Esta frontera en particular, es ahora un marco de subsistemas en donde la participación individual de la mujer es cada vez más importante en la industria, como se registra en Matamoros con una actividad del 66% de las mujeres dentro de la mano de obra empleada, con una edad que oscila entre los 16 y 30 años de edad12 , en contraste total a su participación como eje articulador de las familias en otras regiones. Si bien, la sociedad contemporánea está en constante transformación, no podemos negar que aquellas regiones —centro y sur de la República Mexicana— alejadas de un intercambio más acelerado, incesante y permanente de bienes de consumo material, ideológico, social y cultural, siguen regidas por mundos de vida más o menos unificados con fuertes indicadores de integración de significados y significantes en los que las representaciones son más por grupo que individuales. Esto significa que los mismos símbolos integradores permean los subsistemas de la vida cotidiana como la familia, el trabajo, la escuela, la calle, etc.; permitiendo con ello altos grados de coherencia y correspondencia de identidades.
Identidad y conflicto
La participación intermitente y cada vez más recurrente de las mujeres en estos espacios o subsistemas las hacen incurrir en varios niveles formativos experienciales en donde se entreteje una transición tensa, conflictiva y acelerada con una multiplicidad de códigos de comunicación variada y discontinua en donde se fomenta una cosmovisión diferente con nuevos lenguajes, símbolos y axiomas, como lo enfatiza Alvarado:
"El hecho de que las mujeres en la maquiladora fueran sindicalizadas desde su ingreso al trabajo, hizo más compleja la formación de este mercado (…) El sindicato hubo de cambiar hacia adentro sus jerarquías, sus líderes y sus delegados. La feminización organizativa transformó la participación y forjó nueva importancia en el liderazgo femenino"13 .
El reconocimiento valorativo de las acciones en las que ha incursionado la mujer es cada vez más acelerado y cambiante porque los códigos donde ahora participa ya no son los mismos; sus prácticas cotidianas en los diversos subsistemas son examinadas y reformadas constantemente a la luz de su nueva información generada y construida en esas mismas prácticas. Por ello, la identidad de las mujeres ya no se visualiza como un simple dato o como una respuesta única que valga para todas ellas, porque para sí mismas ya no se reconocen como un solo significado, un solo credo o una sola idea que permita asignarles un solo lugar en las actividades sociales.
La identidad de la mujer en el contexto de la globalización y de las fronteras del mundo, ya no se puede visualizar a partir de los grandes conglomerados, sectores, figuras o imágenes sociales. Su vida social está orientada por una red de definiciones cognitivas y normativas de la cambiante realidad, diversamente localizadas e interrelacionadas, con los diferentes subsistemas del orden institucional, social e individual.
Una de las consecuencias de que este orden institucional brinde el marco para la construcción de nuevas identidades es la conformación del mundo privado, en el cual las mujeres puedan expresar y manifestar aquellos elementos de la identidad que no pueden expresarse en la esfera pública o viceversa.
Las mujeres que viven en el contexto de las fronteras territoriales —cambiante, intermitente, diverso y tenso— perciben la profunda dicotomización existente entre el mundo de su vida privada y el de las instituciones públicas con las que se relaciona en virtud de la diversidad de roles. Desempeñar roles sociales y al mismo tiempo afirmarse —y a los demás — que estos no abarcan su verdadera identidad, les brinda posibilidades de refugio frente a lo que puede percibirse como una imposición de la sociedad.14
La necesidad constante de las mujeres en la zona fronteriza del norte del país, es la de tomar decisiones en el marco laboral, familiar, escolar y social, ocasionando con ello la sensación de lograr expansión y libertad como lo señala Marcela Lagarde: "La complejidad de las mujeres, su diversidad, su acción política y su resignificación, caracterizan nuestro tiempo. Asombran las mujeres por su fuerza y por su atentar contra fundamentos de la condición femenina que han constituido formas sociales, un orden del mundo y su identidad"15 . Sin embargo, aumenta la necesidad de organizar las actividades en condiciones difíciles, dotando a este plan de organización con una perspectiva de incertidumbre.
Enfrentarse a un conjunto de decisiones, actividades o propuestas en el marco del mundo de lo privado sin un marco general de las instituciones que avalen normatividades y símbolos, se vuelve una fuente de ansiedad, debido a la dificultad de afirmarse de acuerdo con un criterio público. Por consiguiente, las decisiones ocupan más espacio en el tiempo, por lo que requieren mayores grados de reflexión, generando mayor angustia y desgaste emocional, sacrificando un mayor despliegue de sus potencialidades y autonomía, lo que nos lleva a suponer, conforme se amplía el horizonte de selección, elección y decisiones, el mundo de la mujer se carga de incertidumbre para la confirmación, rectificación o negación de su identidad, en donde sus prácticas culturales sean más que acciones, actuaciones, las cuales representan y simulan todas sus acciones sociales.
Generalmente se producen tensiones entre el deber ser que expresan las instituciones sociales y las acciones de las mujeres producidas en su cotidianidad, lo que nos debe alejar de las ideas simplistas y de barricada que sostienen una "verdadera transformación de las mujeres" porque las identidades transitan en una fuerte tensión entre lo real (vida cotidiana) y lo imaginario (identidad). Así, cuando una tradición o un saber le dan réditos a la mujer dentro del contexto cambiante de su accionar, no se puede transitar a otro escenario de manera fácil y sencilla sin dejar de asumir sus roles tradicionales. En la búsqueda del cambio y la transformación se asumen valores, principios y acciones alejadas de lo femenino corriéndose el riesgo de acercarse mucho al papel de lo masculino, lo que genera mayor confusión, pugna y tensión de la identidad adoptándose una actitud individualista que excluye a los otros.
Hay una carga afectiva intensa, un duelo que hacer para entender la persistencia y la obsolescencia simultáneas de esta herencia cultural de las mujeres, lo que les permite elaborar cambios que evitan generar vivencias de desarraigo, desorganización y confusión demasiado intensas. Transitar estas vicisitudes de la diversidad cultural y la identidad de la mujer, es propiciar salidas del aislamiento en que a veces quedan sumidas las mujeres sin poder legitimar sus búsquedas y darles continuidad en el tiempo. Pues al replantearse la identidad ponen en cuestión lo instituido en el imaginario social, lo permitido y lo prohibido, lo valorado y lo devaluado, lo legítimo y lo ilegítimo; es una matriz de organización-desorganización de experiencias tradicionales más compatibles con las desestructuraciones que suponen la relación fragmentada del actuar de la mujer en lo social.
En este contexto dinámico y cambiante de la frontera norte de México que ve emerger la conformación de una nueva identidad de las mujeres, no podemos violentar el análisis de la identidad genérica con un discurso que nos atrape en la fascinación de la utopía inalcanzable llevándonos a quedar atrapados en el umbral del fetiche deslumbrante del ideal y nos impida el juicio crítico que promueve el deseo de saber, imaginar, crear y recrear el ser de la MUJER.
Bibliografía
Alberto Melucci. Individualización y globalización. Perspectivas teóricas. en Estudios Sociológicos Num. 41, El Colegio de México. mayo-agosto, México, 1996.
OIT. La mujer y el mundo del trabajo:los costos sociales de un verdadero progreso. webinfo@ilo.org 22 de octubre 1996.Cfr. CEPAL. Latin American and Caribbean Women: Between Change and Crisis. Santiago de Chile 1988.
CEPAL. Economic Survey of Latin América and the Caribbean 1990. Santiago de Chile, 1990.
OIT. La remuneración por el trabajo de la mujer: una curiosa paradoja. webinfo@ilo.org 19 de octubre 1996.
Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres. México: el lado vergonzoso de las maquiladoras. www.ciosl.org febrero de 1998.
Nestor García Canclini. Culturas Hibridas. Estrategia para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo. Colección Los noventa, México 1990.
Arturo Alvarado. Trabajo y organización gremial en Matamoros, en Estudios Sociológicos Num. 33, El Colegio de México sept-dic. México 1993
Beatriz Schmukler. Las mujeres en la democracia social, en Estudios Sociológicos Num.37; El Colegio de México enero-abril México 1995.
Marcela Lagarde. El feminismo: alternativa al Estado patriarcal mexicano, en El nuevo Estado mexicano, tomo III. Estado, actores y movimientos sociales. Ed. Nueva Imagen México 1992.
Notas
1 Ponencia presentada en el II Congreso de Estudios sobre la Mujer en el Norte de México y Sur de los Estados Unidos organizado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Consejo para la Cultura de Nuevo León, La Universidad de Monterrey, El Colegio de la Frontera Norte.
2 Cfr. Alberto Melucci. Individualización y globalización. Perspectivas teóricas. en Estudios Sociológicos Num. 41, El Colegio de México. mayo-agosto, México, 1996.
3 OIT. La mujer y el mundo del trabajo:los costos sociales de un verdadero progreso. webinfo@ilo.org 22 de octubre 1996.
4 Cfr. CEPAL. Latin American and Caribbean Women: Between Change and Crisis. Santiago de Chile 1988.
5 CEPAL. Economic Survey of Latin América and the Caribbean 1990. Santiago de Chile, 1990.
6 OIT. La remuneración por el trabajo de la mujer: una curiosa paradoja. webinfo@ilo.org 19 de octubre 1996.
7 Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres. México: el lado vergonzoso de las maquiladoras. www.ciosl.org febrero de 1998.
8 Nestor Garcia Canclini. Culturas Hibridas.Estrategia para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo. Colección Los noventa, México 1990. Pág. 293-294.
9 Arturo Alvarado. Trabajo y organización gremial en Matamoros, en Estudios Sociologicos Num. 33, El Colegio de México sept-dic. México 1993 pag.663.
10 Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres. México; op cit.
11 OIT. La feminizacion… op cit.
12 Ibid pag. 666
13 Ibid pag. 670
14 Cfr. Beatriz Schmukler. Las mujeres en la democracia social, en Estudios Sociológicos Num.37; El Colegio de México enero-abril, México, 1995.
15 Marcela Lagarde. El feminismo: alternativa al Estado patriarcal mexicano, en El nuevo Estado mexicano, tomo III. Estado, actores y movimientos sociales, Ed. Nueva Imagen, México, 1992, p.260