UNA ESPERANZA PARA LO INNOVADOR
Julieta Gómez Vallejo
Asesora de la Unidad UPN 094 D.F., Centro
"Sólo la esperanza... toma
en serio las
posibilidades que atraviesan todo lo real".
J. Moltmann
La enseñanza de la lengua y la literatura en la actualidad refleja aún los viejos esquemas en varios aspectos del quehacer docente, por esta razón, la práctica de la enseñanza exige la reflexión de la labor en el aula desde el análisis profundo de su esencia misma; esto consiste en tratar de ya no seguir produciendo "Añejo vino en odres nuevos".1 Guiar los pasos hacia la confianza de lograr concretizar experiencias innovadoras que modifiquen positivamente la realidad del ejercicio profesional. Recrear la práctica, reelaborar la teoría, plantear paradojas y trabajar fundamentando aquella posición que afirme la búsqueda en la praxis y en las hipótesis que se formulen de una educación que concuerde con el finisecular momento que transita la humanidad, son elementos significativos en el desarrollo de la práctica docente. Esto obliga a pensar en la pertinencia de los contenidos educativos, en cómo usa y aprovecha el estudiante lo que le ofrece la enseñanza de la lengua y la literatura, en la postura didáctica de los profesores de la materia y, en particular, en lo que se refiere al aspecto literario. Desde este último enfoque puede resultar interesante el planteamiento del desarrollo de un hábito "Hacia una sistematización para la lectura de los instrumentos de la enseñanza literaria: manuales de historia de la literatura y antologías escolares"2.
Estudiar el fenómeno del libro de texto con la posibilidad de plantear varios enfoques, desde el macrocosmos de su producción como un fenómeno editorial de grandes dimensiones que involucra las demandas del mercado, la empresa editorial, entre otras; hasta el microcosmos que representa la existencia misma del libro como objeto, como instrumento, en sus características externas y especialmente en las internas. Es innegable que los manuales exponen un criterio donde "se considera a la lectura asociada irremisiblemente a la escuela y no en pocas ocasiones a un mal necesario y torturante para alcanzar algún grado académico. Este hecho significativo convierte a la lectura en un obstáculo y en una especie de castigo, particularmente relevante en esta era de imágenes. El hábito de la lectura deberá atender, no sólo a mejorar nuestra capacidad de comprensión, sino también a convertirla en una actividad imprescindible que nos otorga un auténtico placer que puede llegar a transformarse en una verdadera pasión"3. Partir de estos enfoques para sondear en la historiografía literaria; registrar concepciones en el arte de escribir su historia; "pensar que la literatura es enseñable"4; intentar "trazar algunos lineamientos posibles tendientes a la sistematización de una didáctica de la literatura que demandaría la doble tarea de realizar una relectura de la tradición de la práctica en cuestión, a la vez que una propuesta al día teórica que ofrezca bases consistentes para la elaboración de proyectos posibles"5, es también abordar el estudio del manual o libro de texto desde diferentes niveles de aproximación como el de la hegemonía de la historia en la enseñanza de la literatura; de lo que implica asumir una postura didáctica acerca de la decisión de cómo es posible enseñar la literatura; cuestionar "¿qué incidencia ha de tener la práctica teórica sobre la práctica de la enseñanza? ¿qué efectos innovadores podría provocar? ¿qué nuevos desafíos problemáticos le propondrá la práctica de la enseñanza a la reflexión sobre la literatura?".6
Lore Terraccini7, define al manual como una fuente a la que no se le discute credibilidad. Propone una crítica al modelo realizando parangones con otros sistemas como el periódico, aduciendo que ambos se rigen por criterios de selección y ordenamiento, jerarquizaciones en el aspecto lingüístico, esclerosada adjetivación y diversos tipos de clichés que forzosamente establecen relaciones competitivas; también establece analogías con el discurso político en relación con el uso de criptolenguajes, que provoca una frustrada utilización del código por parte del usuario, por el empleo de términos metaliterarios e historiográficos y ambiguos. Otro aspecto que considera es la publicidad, que comparte funciones comunes con los manuales, como es la de despertar confianza con base en un saber apriorístico valorizado y con guías de selección específica que transmiten juicios de valor. Los manuales a través de su estudio explicitan diversas estrategias que caracterizan el discurso didáctico y las marcas de una determinada posición historiográfica, por eso es conveniente considerar las historias de la literatura escolar en relación con las historias literarias no escolares, "además, tratándose de una disciplina cuya función principal en la escuela es la transmisión y conservación de ciertos valores hegemónicos, la historia literaria escolar tenderá a la conformación de un proyecto didáctico que explicite formas histórico literarias consolidadas",8 donde también, "el concepto que la sociedad tiene de su literatura es inseparable de la función que a ésta se le asigna"9.
El significado de estos manuales de enseñanza en tanto instrumentos que demuestran la ingerencia de la escuela como detentadora absoluta de los contenidos culturales que deben prevalecer en la educación, permite especular sobre, "la existencia de un mito de la literatura cuyo origen no descansa necesariamente en una experiencia y una práctica personales de la lectura sino que, en cierta manera, se propone como un modelo desde lo exterior".10 Mecanismos de imposición y persuasión con implicaciones ideológicas que obligan a tomar conciencia de las transformaciones en la realidad y la ligazón de éstas con la actividad de docencia, para encontrar nuevas propuestas que puedan ponerse en práctica. Dentro del aula la búsqueda de innovaciones debiera reflejar el enriquecimiento no sólo de las prácticas didácticas, sino también incluir el análisis teórico del modelo que hasta ahora ha venido prevaleciendo para la enseñanza de la literatura, en el cual una serie de datos referidos a fechas, nombres de autores y la exposición fragmentada o adaptada de la literatura, obliga volver a preguntar qué es la literatura como objeto de estudio y qué es como objeto de enseñanza, qué de ésta debe enseñarse al estudiante de secundaria o de preparatoria, y si en realidad es posible enseñarla. Estas especulaciones se inscriben dentro del marco de una crisis de la historiografía literaria, que plantea la necesidad de concretizar experiencias que promuevan renovar la investigación en la enseñanza, la desmitificación del enfoque historicista y una postura didáctica ante el carácter de obligatoriedad o semiobligatoriedad de los libros de texto, que al abordar la enseñanza ponga de manifiesto que "interesan textos que sean verdaderamente el resultado de la experiencia, de una indagación, un trabajo creativo".11
Acciones como las mencionadas provocan el resquebrajamiento de los esquemas tradicionales y obvian lo caduco de ciertos valores culturales, que enmarcan los saberes en la proliferación de la escuela como gestadora y reproductora de instrumentos, como el manual, que garantizan la permanencia ideológica en la sociedad de esos valores, que persiguen afianzar las estructuras económico-políticas imperantes y continuar con un modelo elitista de educación, en el que la palabra literatura siga siendo "un campo de difícil acceso que tiene el prestigio de un mundo mítico"12 y, que en esa contextualización implementa acciones que regulan la existencia de los manuales como instrumentos que perviven una normatividad que implica la censura de todo tipo –política, religiosa, estética, científica, del cuerpo, de la sensualidad– y así se sirve de "el mecanismo de censura por el cual se realiza un proceso de distribución entre lo que se debe retener y lo que no merece formar parte de la página".13 Este mecanismo funciona con leyes que conservan y consagran los saberes, que regulan la respuesta a interrogantes como para qué sirve y qué usos se proponen a la enseñanza de la literatura. "Leer el prólogo de los manuales puede convertirse en una tarea productiva para el descubrimiento de estas leyes..."14 Todo esto plantea el reto de no permitir que la labor de enseñanza se vuelva mecanizada y árida, así como el de recuperar la práctica docente para renovarla y desde ese enfoque sistematizar la lectura del instrumento didáctico auxiliar denominado libro de texto, para revisar la tradición de la didáctica de la literatura y para generar propuestas racionales sistemáticas, que fundamenten proyectos al respecto. Formular hipótesis, buscar en la praxis otras respuestas a las preguntas de siempre sobre los educandos, sobre el currículo, sobre la función del profesional al servicio de la educación, sobre los materiales y los instrumentos de apoyo didáctico.
Al abordar otra línea de análisis, en la que se contemple la recuperación del sujeto de enseñanza, el educando, debiera permitir reformular sus necesidades, sus opiniones, su momento histórico, su creatividad, su productividad, sus cuestionamientos a las prácticas escolares, lo que obligaría a fomentar el interés por los contenidos de estudio que se le propongan para la formación y apropiación de la literatura. "El ideal del joven culto, que no es ya el ideal de esta escuela, sigue siendo el ideal a perseguir inclusive con la batalla contra el sistema de los libros de texto, para un sistema diferente que permita usar instrumentos más adaptados a la formación de personalidades que desborden los esquemas. El esfuerzo a cumplir no consiste en producir libros de texto buenos sino en plantear una actividad editorial... que en un periodo largo de tiempo no demasiado largo coloque el número suficiente de libros... para usar dentro y fuera de los institutos educativos, para negar la separación entre el aprender dentro y fuera de la escuela, para aprender con un criterio único, el de la búsqueda de conocimientos que valgan y sirvan".15 Al respecto, un enfoque de alternativa podría ser lo que se ha dado en llamar "Las contraliteraturas",16 que resultaría ser la oposición de la literatura calificada ante la literatura masiva no calificada. "La división carece de sentido a menos que se haga intervenir la noción de estatus... existe, pues, un estatus de texto literario y un estatus del que no lo es".17
Estas reflexiones ubicadas dentro del ámbito nacional se encaminan a la respuesta del sector magisterial ante la necesidad de innovaciones didácticas. Resulta evidente que el uso generalizado del manual en las escuelas, como instrumento, más que como un fin en sí mismo, ocasionaría inseguridad y descontrol que podrían manifestarse en un rechazo hacia este tipo de propuestas, puesto que exigen abandono de esquemas de formación anacrónicos y un cambio de actitud ante el ejercicio de la docencia. Lo anterior debiera conllevar, por parte del docente, una actualización teórica que le permitiera, con base en su experiencia, enriquecer su acervo teórico para modificar su praxis con la conciencia de que todo esto provocaría una respuesta social de extrema controversia. "El maestro tiene por tarea esencial desarrollar el respeto y el amor por la verdad, la reflexión personal, los hábitos del libre examen...el sentimiento del derecho de la persona... y de la dignidad, la conciencia de la responsabilidad individual al mismo tiempo que el sentido de la justicia y de la solidaridad social".18 La práctica de la docencia se enfrenta, en la actualidad, ante una serie de cuestionamientos que invitan a replantearse las formas de trabajo en la enseñanza de la lengua y la literatura, por lo mismo, a dar prioridad al estudio constante de las teorías de las ciencias del lenguaje y de la historiografía literaria, a concretizar, en la escritura, trabajos de análisis o memorias de experiencias en el llamado arte de enseñar y en el uso de los diversos apoyos didácticos. Estas reflexiones "son las que podemos hacernos cada vez que indagamos en torno a algún corte sincrónico en la historia de la disciplina escolar ‘literatura’. En este sentido, reconstruir la historia de una práctica puede convertirse en la posibilidad de indagar sobre los problemas actuales de esa práctica teniendo en cuenta un horizonte que podría resultar productivo para su análisis, crítica y mejoramiento".19
Notas
1. Gandara, Santiago. Añejo vino en odres nuevos. Libros de Lengua y Literatura. en Revista, 1988.
2. Bomboni, Gustavo. Hacia una sistematización para la lectura de los instrumentos de la enseñanza literaria, Manuales de historia de la literatura y antologías escolares, Informe CONICET. Mimeo, 1990.
3. Ladrón de Guevara, Moisés. La lectura. Biblioteca Pedagógica de la Secretaría de Educación Pública. México, 1985.
4. Bomboni, Gustavo. La trama de los libros de texto. Problemas de la enseñanza en la literatura. Buenos Aires. Libros de Quirquincho. 1989.
5. Bomboni, Gustavo. Producción literaria y enseñanza.
6. Idem.
7. Bomboni, Gustavo. Hacia una sistematización...
8. Idem.
9. B. Mouralis. "Las contraliteraturas", Buenos Aires. El Ateneo. 1978.
10. Idem.
11. Bini, Giorgio. "Contra el libro de texto" en: Nethol, A. y otros: Los libros de texto en América Latina. Ediciones Nueva Imagen. México, 1977.
12. B. Mouralis. Op. Cit.
13. Idem.
14. Bomboni, Gustavo. La trama...
15. Bini, Giorgio. Op. Cit.
16. B. Mouralis. Op. Cit.
17. Idem.
18. López
Quintero, Moisés. Citado por Ladrón de Guevara,
Moisés:
Op. Cit.
19. Bomboni, Gustavo. Producción...