LOS PUEBLOS INDIOS Y SU RAZON DE SER

Juan Bello Domínguez

Asesor de la Unidad UPN 094

El Estado mexicano ha creado y definido las condiciones que permitan la sobrevivencia de las comunidades indias; sin embargo y al propio tiempo son esas condiciones creadas las que se constituyen como los mayores problemas para la sobrevivencia de estos pueblos: las condiciones socioeconómicas en las que viven los pueblos indígenas de México, son la prueba palpable y cuantificable de cómo un modelo de sociedad excluyente como la nuestra, los ha colocado en esa situación. Si no se da crédito a esto, entonces¿Por qué el 46% de sus integrantes es analfabeta, y el 76% no tiene la primaria completa? ¿por qué sus viviendas no tienen agua, drenaje, ni electricidad? y ¿por qué el 63% tiene un ingreso menor a los dos salarios mínimos? (cuadro 1)

Esta situación es un fenómeno estructural e histórico, que no ha sido producido por la falta de integración, sino derivado de un modelo asimétrico y desventajoso en todos niveles que se refleja en la injusticia y la pobreza en que están los pueblos indígenas.

Pero entonces, ¿cuál es el futuro de la nación mexicana y de los pueblos indígenas y no indígenas?

El Censo del 2000 registró en la República Mexicana una población total de 97’361,711, en donde los pueblos indios en México están integrados, cuando menos, por 10 millones de personas, es decir, son más del 10% de la población mexicana; pero también son los más pobres de los mexicanos de acuerdo a las cifras del Censo de 1990, sin dudar que en el último Censo se agrave tal situación. (tabla 2)

Para hacer un análisis de las condiciones en las que se encuentran las comunidades indígenas del país, consideraremos los indicadores económicos y los índices de marginación que proporciona el Consejo Nacional de Población 1993, orientándolo hacia las ocho entidades registradas en el XI censo nacional de población con mayor población indígena.

Una respuesta parcial que nos puede ayudar a comprender las implicaciones que tiene una formación nacional multietnica y plurilingüistica, hay que buscarla en la peculiar estructura social y económica de los países y regiones de alta densidad indígena y en las formas de articulación que toman los diferentes niveles productivos. Las relaciones de producción varían grandemente, trátese de regiones rurales en las que se concentran las poblaciones étnicas indígenas y en las cuales, por lo tanto, las relaciones tienden a ser predominante de "reciprocidad" y redistribución al interior de la comunidad, de carácter simple en las relaciones intercomunales (vía de los mercados indígenas) y de carácter capitalista en las relaciones entre el campesino indígena y el sector comercial y capitalista externo.

Los grupos étnicos -no importa la cuatía de sus miembros- se insertan en sociedades nacionales (temporal y espacialmente) en posiciones de subordinación y marginalidad absolutas. Ello determina que las formas y relaciones entre las culturas de los grupos étnicos y la sociedad global no sea un hecho puramente cultural y no pueda, por tanto, examinarse en términos estrictamente culturistas. Nos es puramente cultural y no pueda, por tanto, examinarse en términos estrictamente culturistas. No es posible manejar una visión dicotómico cultural de las relaciones inter-étnicas; la consideración de la relación interétnica como un problema fundamentalmente cultural de discriminación racial o adaptación cultural, da cuenta sólo de esferas de la realidad relacional, en particular de la forma o canal en que se expresa la estrategia y forma de dominación de una sociedad nacional; en tanto, lo que define la relación y formas de los procesos culturales es, en términos generales, la situación de subordinación socioeconómica y política del grupo y cultura indígenas.

Ante esta situación en la que se encuentran los Pueblos indios en México Siempre nos hemos preguntado qué significan las palabras DESARROLLO y CULTURA, porque a veces nos han hecho creer que saber mucho es tener cultura; pero ésto no es cierto.

Cultura y desarrollo en la sociedad contemporanea se han convertido en dos conceptos que cubren toda una variedad de significados ambiguos y a veces confusos. Sin embargo, bastará limitarnos a dos concepciones distintas del desarrollo. Según la primera, el desarrollo es un proceso de crecimiento económico, una expansión rápida y sostenida de la producción, la productividad y el ingreso por habitante; algunos matizan esta definición insistiendo en una amplia distribución de los beneficios de este crecimiento. De acuerdo con la segunda, el desarrollo se concibe como un proceso que aumenta la libertad efectiva de quienes se benefician de él para llevar adelante cualquier actividad a la que atribuyen valor. En esta concepción del desarrollo humano por oposición al desarrollo puramente económico, el progreso económico y social está culturalmente condicionado. En esta perspectiva, la pobreza no sólo implica carecer de los bienes y servicios esenciales, sino también de oportunidades para escoger una existencia más plena, más satisfactoria, más valiosa y más preciada.

La función de la cultura es diferente en las dos interpretaciones. En la concepción que hace hincapié en el crecimiento económico, la cultura no desempeña un papel fundamental, es puramente instrumental: puede favorecer un crecimiento rápido o ser un obstáculo para él. Cuando las actitudes y las instituciones culturales impiden el crecimiento, deben ser erradicadas. En este análisis, la cultura aparece no como algo valioso en sí mismo, sino como un medio al servicio de un fin: promover y sustentar el progreso económico.

Por consiguiente, no podemos reducir la cultura a una posición subalterna de simple catalizador del crecimiento económico.

Por consiguiente, es indispensable reconocer el papel instrumental que se le ha otorgado a la cultura en el desarrollo y admitir al mismo tiempo que este papel no agota todo lo que hay de cultural en la apreciación del desarrollo. La cultura desempeña igualmente un papel porque es un fin deseable en sí mismo, porque da un sentido a nuestra existencia. Desempeña estos dos papeles no sólo en el contexto de la promoción del crecimiento económico, sino también en relación con otros objetivos, tales como la conservación del ambiente, la preservación de los valores familiares, la protección de las instituciones civiles de la sociedad, etcétera. En la consecución de todos estos, algunos factores culturales tendrán incidencias positivas, otros negativas y en la medida en que se les valora esos objetivos, se tiende a valorar -directa o indirectamente- las actitudes y los rasgos culturales que favorecen la realización de dichos fines. Sin embargo, cuando se trata de la cuestión esencial de saber por qué concentrarse en estas metas particulares entre los cuales se encuentra el crecimiento económico, la reducción de las desigualdades, la conservación del ambiente, etcétera, la cultura se debe entender de una manera más integral y profunda, no como un instrumento al servicio de tales o cuales fines, sino como la base social de los fines mismos. No podemos comenzar a comprender la denominada "dimensión cultural del desarrollo" sin tomar conciencia de cada uno de estas dos interpretaciones que se tienen acerca del papel de la cultura.

La cosmovisión de los pueblos indios debe entenderse como la manera en que la gente se organiza socialmente en términos de su ascendencia y de la relación con los antepasados, y que ratifica las formas culturales que simbolizan la continuidad biológica y cultural con el presente.

Cultura -al decir de los pueblos Indios de México- es nuestro modo de ser. Nuestra lengua, nuestras costumbres, nuestro modo de vivir en comunidad, nuestras autoridades, nuestras siembras, nuestras fiestas, nuestras creencias. Cultura es la manera como entendemos nuestra historia, como queremos vivir en nuestro territorio, como tratamos con la madre tierra, con el sol, los vientos y el agua. Es la manera como nos organizamos en comunidad, como hacemos justicia entre nosotros, como nombramos a nuestras autoridades y las respetamos para que manden obedeciendo .

Nuestra cultura no es la única que hay en el mundo; existen otras culturas: las culturas de los pueblos indígenas y no indígenas que están por todo el mundo,

El Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes, adoptado el 27 de junio de 1989 por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo, sienta las bases para que converjan las legislaciones nacionales, en los aspectos que afecten a los pueblos indígenas y tribales, en base a los principios fundamentales de respeto y participación.

Se alude en primer término al respeto debido hacia la cultura, la religión, la organización social y económica, así como a la identidad propia de estos pueblos. Respecto a la participación, se establece que los gobiernos deberán asumir, con los pueblos indígenas, la responsabilidad de desarrollar acciones para proteger los derechos de estos pueblos y garantizar el respeto a su integridad, consultándolos a los pueblos interesados cada vez que prevean medidas susceptibles de afectarles directamente y establecer los medios a través de los cuales puedan participar libremente en la toma de decisiones. Se señala asimismo que las legislaciónes nacionales y los tribunales, deberán tomar debidamente en consideración las costumbres o el derecho consuetudinario de los pueblos indígenas.

Un aspecto fundamental del respeto de los pueblos indígenas es el reconocimiento y protección de su cultura, lo que asegura su supervivencia, impide que sean marginados por causa de sus patrones culturales y que su identidad cultural pueda ser destruida. Otro riesgo -opuesto- es que en nombre del respeto a la identidad cultural se constituya en un «aislamiento» cultural, marginándolos del resto de la población.

El problema reside en la legitimidad que se le reconozca a quienes deciden en cada circunstancia. Tal legitimidad es, a su vez, una decisión colectiva que está determinada por la propia cultura, que forma parte de ella misma. No es problema de unanimidad, sino de consenso respecto a la legitimidad de las decisiones. Las contradicciones, las oposiciones, el enfrentamiento y la lucha en torno al control directo de los recursos culturales, la disputa por el poder de decisión, existen siempre dentro de cualquier grupo; sin embargo, debe distinguirse como un proceso interno (una lucha entre nosotros) que forma parte de la dinámica social y cultural y que no invalida la legitimidad de las decisiones, aunque cuestione y finalmente transforme los mecanismos y las instancias para tomarlas. Otorgar legitimidad a las formas de ejercer el control cultural es parte de la cultura autónoma. (Cfr.Diaz-Polanco, 1992)

Para tener una aproximación más acertada y objetiva en torno a la realidad de los pueblos indios, debemos reconocer que:

1. México no es un país de una sola cultura sino de muchas culturas y muchas lenguas.

2. Todas las culturas y todas las lenguas tienen el mismo valor.

3. Cada pueblo tiene derecho a tener todo el apoyo para desarrollarse con su propia cultura, su propia lengua, con una educación de calidad y con medios de comunicación en su propio idioma.

4. Las comunidades y los pueblos tienen derecho a escoger a sus maestros y a una administración de justicia, conforme al modo de ser indígena y en su propia lengua.

5. Los pueblos tienen derecho a su propia religión, fiestas y ceremonias, así como que se respete su patrimonio propio, sus lugares sagrados y de culto.

La diversidad étnica y algunas formas de diferenciación regional son resultado de procesos históricos de larga duración que han generado sistemas sociales portadores y creadores de culturas propias y distintivas. Aquí, resulta indispensable establecer una clara distinción conceptual entre desigualdad y diferencia, a fin de avanzar en la comprensión del problema sin dejar de lado ninguna de sus dimensiones sustanciales. Hay desigualdad, cuando las relaciones entre los grupos sociales culturalmente diferenciados son asimétricas, de dominación/subordinación. Hay diferencia, cuando tales grupos se organizan como universos sociales delimitados, que se asumen depositarios exclusivos de un patrimonio cultural -en el sentido mas amplio del termino- que les ha sido heredado por las generaciones precedentes y en torno al cual forjan una identidad colectiva diferenciada y excluyente -un "nosotros" frente a "los otros"-. En México existe la desigualdad, pero también la diferencia. Esta última se expresa con mayor claridad en la pluralidad étnica, porque los grupos étnicos -y en particular los pueblos indios- se definen precisamente por poseer una cultura propia, diferente de la dominante y de la de otros grupos étnicos. El hecho de que en estos casos exista la diferencia en condiciones de desigualdad, esto es que los pueblos indios posean una cultura propia y estén en situación de subordinación. La ignorancia respecto a de categorías filosófico-dialécticas como de la relación entre unidad y diversidad, asi como un concepto amplio e incluyente de cultura ha confundido y dificultado el análisis teórico y político sobre el pluralismo cultural en Latinoamérica. El termino (grupo étnico) sin duda tiene un sabor académico que por desgracia tiende a remitir la discusión precisamente al terreno académico y no al ámbito político que es donde se debe ubicar. La sustitución del término ayudaría a desenmarañar un poco el problema. Nación no es un término equivalente, porque de común implica una forma de organización política estatal, de la que precisamente carecen los grupos étnicos indígenas. De hecho, para algunos autores la etnia (o grupo étnico) es una nación sin Estado, una especie de nación en potencia. Pero hay un término que puede servir para este remplazo: Pueblo. (Cfr.Bonfil Batalla. 1991).

Un grupo culturalmente diferenciado mantiene y genera proyectos propios, a largo y a corto plazo, explícitos o implícitos; específicos, en función de metas inmediatas, y generales, civilizatorios, dentro de los cuales alcanzan coherencia los proyectos particulares.

Para ubicar la cuestión étnica en un marco analítico, es necesario aclarar la confusión conceptual y terminológica que acompaña el uso de conceptos tales como etnia o grupo étnico y términos adyacentes, a veces sustitutivos, como pueblo, nación, nacionalidad, comunidad y tribu; porque las formulaciones emanadas de los distintos sectores de la comunidad étnica se guían por diferentes intereses, basados en lazos de clase existentes en la sociedad en que esta comunidad se desarrolla.

Con base en estos argumentos, el reto es ¿cómo los pueblos indios pueden vincularse al contexto nacional y al proceso modernizador sin perder su identidad y dejar de ser indios? De acuerdo con Gilberto Giménez, existen cuatro direcciones posibles de la relación entre la dinámica étnica y la dinámica de la modernización:

• la primera posibilidad es la extinción pura y simple de las etnias más débiles demográficamente.

• la segunda es la resistencia pasiva al cambio modernizador, mediante estrategias de repliegue o en defensa de usos y costumbres, o también su exclusión del cambio debido al carácter selectivo y polarizante del desarrollo capitalista.

• Una tercera posibilidad es la asimilación total por la incorporación a la sociedad y a la economía «modernas» (…)

• la cuarta y última posibilidad es la absorción selectiva de la modernidad económica y cultural desde la lógica de la propia identidad y, por lo tanto desde el núcleo o matriz que define las «zonas de persistencia» de su cultura. (Pozas, 1994, Introducción, Apud.)

La categoría de ‘indios’ no ha desaparecido con el paso de los siglos. En algunos países todavía es una importante categoría social, aunque padece serios obstáculos para expresarse como categoría política. Las diferencias de las lenguas indígenas son a menudo un obstáculo insalvable para la mutua comprensión y asociación; a veces aún quienes hablan una misma lengua no pueden entenderse ni asociarse por las variantes de vocabulario y pronunciación. Las diferencias de intereses estrechos dividen constantemente a los miembros de la misma cultura y de la misma condición colonial. La mayor parte de los indios muestra como autoafirmación un sentido ‘particularista’ de pertenencia; que se refuerza a través de luchas constantes por la tierra, el agua, etc. (Cfr. González Casanova, 1996)

En este sentido, el mestizaje pareciera ser la situación en la que se dirimen y superan las diferencias entre grupos y clases, siendo legitimadas con el reconocimiento por parte del Estado. Sin embargo, en la política nacional, a los grupos étnicos no se les ha dado cabida y participación en la estructura del Estado incorporando en ésta, la diversidad de realidades como parte de la configuración de la Nación, en donde la unidad se sustente en la diversidad y la concertación. De este modo, la etnicidad puede operar como elemento de apoyo para reforzar la hegemonía de las clases dominantes y del Estado, o bien actuar como una fuerza contrahegemónica, en particular cuando la adscripción étnica y la subordinación económica y política tienden a darse en correlación. Mientras que en el primer caso la etnicidad ha contribuido a validar y reproducir estructuras de desigualdad, en el segundo puede apoyar el desarrollo de un primer nivel de conciencia social y fortalecer lazos de solidaridad con potencialidades en el terreno político. En su papel contestatario, la etnicidad se convierte en elemento «subversivo» a los ojos del Estado y del grupo hegemónico , especialmente cuando se articula en una práctica social que favorece proyectos sociales radicalmente distintos de los existentes.

En el problema que nos interesa, el de los criterios definitorios del concepto de etnia, la cultura como sistema de valores y significados tiene importancia indudable, pero no puede desvincularse de los fenómenos de estructura que subyacen a ella. La cultura define los «modos de vida» que caracterizan y distinguen entre sí a los grupos étnicos. No puede concebirse un grupo étnico sin cultura propia. En la medida en que la cultura es factor dinámico y sujeto a cambios que por múltiples razones, condicionan también la identidad y viabilidad de los grupos étnicos.

De este modo, la cultura se conforma de manera articulada al contexto social y político en el que se desarrolla, en donde el aspecto simbólico permite el despliegue y realimentación de esta dimensión. Así, cultura e identidad son elaboraciones colectivas en transformación continua. Es decir, la cultura no se puede reducir a la identidad de un grupo, parte de ésta se constituye por mecanismos de identificación de los individuos con el grupo, entonces la cultura es la organización de las diferencias al interior del grupo, de otro modo caeríamos en la uniformidad —tan anhelada por nuestros modernizadores— esto es, la identidad no significa uniformidad.

La etnicidad debe verse como un proceso cuyos significados sólo pueden comprenderse en un contexto determinado, evolucionando en el curso de la historia en circunstancias sociales específicas a un pueblo dado. Aún más, el desarrollo de procesos étnicos y de clase en la misma formación social se añade a la complejidad de la naturaleza procesal de la etnicidad. La articulación de estos dos procesos -etnicidad y clase- y sus contradicciones sólo llegan a aprehenderse al observarse la dimensión histórica en la cual éstos tienen lugar. (Cfr. Devalle, 1989 y 1992) No puede entenderse a la etnicidad como simple producto de la activación de «sentimientos primordiales» vagamente definidos, sino como un fenómeno histórico subordinado a las contradicciones y como un elemento que opera en la dialéctica cultural.

Hasta la fecha la mayoría de la población mexicana piensa que su cultura es la más importante. Históricamente se ha pretendido que las culturas indígenas se vayan integrando en un solo modo de vivir, en una sola cultura. Sin embargo, la existencia de los pueblos indígenas implica la capacidad de tener un nivel de autonomía que les permita decidir sobre ciertos aspectos que les afectan directamente, como son la explotación de sus recursos naturales, su organización política y social, entre otros. Esta autonomía asegurará su existencia y desarrollo como pueblos, ante problemas como el del Medio Ambiente como se expresa en el Borrador aprobado por la CIDH del Proyecto de Declaración Americana de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de Estados Americanos, en su sesión 1278 celebrada el 18 de septiembre de 1995 en su articulo XIII. Derecho a la protección del medio ambiente

1. Los pueblos indígenas tienen derecho a un medio ambiente sano, condición esencial para el goce del derecho a la vida y el bienestar.

2. Los pueblos indígenas tienen derecho a recibir información sobre el medio ambiente, incluyendo información que permita asegurar su efectiva participación en acciones y decisiones de política que puedan afectar su medio ambiente.

3. Los pueblos indígenas tendrán el derecho a conservar, restaurar y proteger su medio ambiente, y la capacidad productiva de sus tierras, territorios y recursos.

4. Los pueblos indígenas deberán participar plenamente en la formulación y aplicación de programas gubernamentales para la conservación de sus tierras y recursos.

5. Los pueblos indígenas tendrán derecho a asistencia de los Estados con el propósito de proteger el medio ambiente, y podrán requerir asistencia de organismos internacionales.

Históricamente, aprendieron a adorar a su Dios y a hacer las fiestas de la siembra y de la cosecha. Aprendieron a querer y a respetar al sol, a la luna, a los vientos, a las lluvias. Aprendieron a cuidar y cultivar los campos con el maíz, el frijol, la yuca, el café. Aprendieron a compartir lo que da la madre tierra para que a nadie le falte lo necesario.

Aprendieron a educar a los niños para que no se perdiera su modo de vivir. Y les enseñaron que la tierra y todas las cosas de este mundo no son para acapararlas uno sólo, sino para que se repartan entre todos.

De acuerdo con el inventario de aves de México de la Comisión Nacional de Biodiversidad, en las regiones indígenas del país se han detectado 103 especies endémicas, en su mayoría en el trópico húmedo y seco. De las 925 especies animales registradas a nivel nacional, según categorías especiales, 620 están en territorios indígenas; de éstas, 155 están en peligro de extinción, 295 amenazadas, 25 con protección especial y 145 se consideran raras; es decir, casi dos terceras partes viven y se protegen en territorios indígenas. Una situación similar pasa con las especies endémicas. El 12% de las 51 áreas naturales protegidas se encuentran en municipios indígenas. Muchas de las áreas protegidas, además de ser territorios tradicionales son sagrados y ceremoniales, con fuerte presencia de zonas arqueológicas que los pueblos indígenas reclaman como suyas.

Las condiciones de salud en zonas indígenas son lamentables y para solucionar en parte esto, los indígenas tienen que atenderse con su propio patrimonio: la medicina indígena tradicional.

La aportación de los pueblos indígenas a la nación, como vemos, no es poca, ni radica solamente en sus costumbres y tradiciones, sino que es el fundamento de la diversidad cultural, política, social y biológica de los mexicanos; sus territorios son estratégicos y de referencia obligada para el desarrollo económico nacional y para un futuro digno, no como inquilinos sino como partícipes de la riqueza que genera la explotación de sus recursos.

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