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Año: 2018 Mes: ENERO-ABRIL Número: 80
Sección: PALABRAS PERIPATÉTICAS Apartado:
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DEL TEOCINTLE AL ETANOL: UN PERIPLO AMBIENTAL
Ma. Guadalupe Hernández Pérez / Jaime Raúl Castro Rico

I

Si bien es cierto que el teocintle es la planta sagrada y fundadora de la cultura mesoamericana, también es cierto que la relación dialéctica hombre-naturaleza,  desarrolló una filosofía y una cosmovisión a lo largo y ancho del continente entero, dando fundamento a la cultura del Maíz.

El teocintle como planta  fundacional, obsequio de los dioses y  símbolo ancestral de nuestra cultura, nos permite la construcción de la identidad en el vínculo hombre-tierra-pueblo-nación, que desde luego, representa e implica a nuestros ojos, un periplo ambiental que nos alcanza hasta nuestros días.

La historia del maíz se pierde en la noche de los tiempos (SCHERY 2005), dando significado e identidad al hombre mesoamericano, a su cultura, a la relación que  guarda con el entorno. El maíz es tan diferente de cualquier otra planta silvestre conocida, que es imposible considerar cualquier especie actual como antepasada suya.

En efecto, la planta se ha seleccionado para grano y otros productos, y hoy no sobreviviría, si el hombre no la plantase y cultivase. Y viceversa, puede decirse que el hombre del Nuevo Mundo tampoco hubiera podido permitirse          descuidar el maíz, ya que era la materia alimenticia básica en casi toda Mesoamérica antes su descubrimiento y, en la actualidad, buena parte de los indígenas en resistencia, todavía la siguen visualizando como alimento base, junto con el chile y el frijol.

Las autoridades en la materia no están de acuerdo en cuanto al lugar de        origen del maíz, aunque la mayoría coinciden en que se extendió desde el centro de los Andes, en el noroeste de América del Sur, y acaso  desde el otro centro, al norte de América Central y México.

Hay otra teoría sobre la posibilidad de que el maíz pueda haber cruzado el Pacífico tropical, desde el área de Burma (Birmania, oficialmente Unión de Myanmar), con los pueblos navegantes, para lanzarse a su carrera espectacular desde la costa peruana. Es posible que nunca sepamos cómo fueron los verdaderos comienzos de esta importante gramínea.

Excavaciones geológicas y arqueológicas y dataciones por el método del    Carbono 14, realizadas sobre espigas de maíz encontradas en cuevas indican   que uno de los tipos de maíz primitivo, era consumido en México hace 7,000 años (VALVANERA 2005).

Los procesos de mutación, selección natural y en masa de los indígenas americanos, transformaron progresivamente ciertas variedades salvajes de maíz en plantas cultivadas.

La composición química del grano de maíz es muy compleja. Reducida a un esquema, contiene alrededor de un 10% de sustancias nitrogenadas; entre el        60  y 70% de almidón y azúcares; y del 4 al 8% de materias grasas.  El resto, hasta las 100 partes, es agua, celulosa, sustancias minerales, etc.

Entre las materias nitrogenadas, se encuentra la zeína, la edestina (una globulina), la maisina (en tres formas: a, b, g), etc. En números redondos,     de las 60 partes de fécula, el maíz dulce sólo contiene 20; otras 20 se hallan convertidas en dextrina; y la porción restante, en glucosa y sacarosa casi a partes iguales. El grano de maíz reducido a harina o desengrasado, y convertido en maicena, es de fácil digestión y muy nutritivo.

Mientras que los cereales del viejo mundo, tienen variedades silvestres que se preservan en la naturaleza, el maíz es conocido solamente por la especie cultivada (Zea mays).  Desde el siglo pasado diversas teorías han sido     expuestas para explicar el origen y la evolución del maíz, la más popular              de ellas,  acepta al teocintle de Chalco (Zea mays ssp mexicana) como el antecesor directo del maíz (RODRÍGUEZ-ALCOCER 2001).

Las grandes civilizaciones mesoamericanas no habrían surgido sin la       agricultura, y sin un sistema de medición del tiempo, que organizaba sus actividades cotidianas y rituales de los pueblos mesoamericanos. El calendario determinaba los momentos en que se cultivaba, se comerciaba o se hacía la guerra y auguraba el destino de los seres humanos.

Para los antiguos mexicanos, en el calendario no sólo figuraban la cuenta de los días o el paso de las estaciones; también se representaba el camino trazado en el cielo por los astros, caminos que los dioses debían recorrer para poder manifestarse en la tierra.

Los nahuas llamaban al mes ilhuitl, palabra que también podía significar        “fiesta” o “llegada” y que designaba la aparición de la deidad que había ser adorada en ese tiempo. Así, cada dios tenía su tiempo y, la vida en este mundo, dependía de que los dioses cumplieran su transcurso exactamente como lo establecía el calendario.

Había un tiempo para que Tláloc, el dios de la lluvia, repartiera sus bendiciones sobre la superficie de la tierra. Había otro tiempo para que Xipe Totec hiciera reventar los campos, o  Xilonen floreciera en la planta (RIVA-PALACIO 2001).

Las variedades de maíz cultivadas fundamentalmente para alimentación comprenden el maíz dulce y el reventador, aunque también, se usan en buena medida el maíz dentado, el amilácea o harinoso y el cristalino; este último también se utiliza para pienso.

El maíz normal inmaturo en la panoja es objeto de gran consumo, hervido o tostado. El maíz harinoso es un grano con endospermo blando que se emplea mucho como alimento en México, Guatemala y los países andinos. El maíz de tipo dentado tiene un endospermo calloso y vítreo a los lados y en la parte posterior del grano, en tanto que el núcleo central es blando. El maíz de tipo cristalino posee un endospermo grueso, duro y vítreo, que encierra un centro pequeño, granuloso y amiláceo. El cultivo del maíz tuvo su origen, con toda probabilidad, en América Central, especialmente en México, de donde se difundió hacia el norte hasta el Canadá y hacia el sur hasta la Argentina  (GARDUÑO-FANDIÑO 2007).

Como ya hemos mencionado, la evidencia más antigua de la existencia del maíz, data unos 7,000 años de antigüedad,  ha sido encontrada por arqueólogos en el Valle de Tehuacán (México), pero es posible que hubiese otros centros secundarios de origen en América.

Este cereal era un artículo esencial en las civilizaciones maya y azteca, tuvo un importante papel en sus creencias religiosas, festividades y nutrición; ambos pueblos incluso afirmaban que la carne y la sangre estaban formadas por maíz.

La supervivencia del maíz más antiguo y su difusión se debió al tratamiento y cultivo de los seres humanos, quienes recogieron las semillas para posteriormente plantarlas. El desarrollo de la agricultura en Mesoamérica tardó miles de años y fue un cambio gradual y casi imperceptible, la elección por parte del recolector de determinados rasgos deseables en cada especie, favoreció cambios genéticos en las plantas.

Con el tiempo muchas de ellas, requirieron de cuidados para poder prosperar, al grado de no poderse reproducir eficazmente sin el concurso del hombre. Haber logrado dar el enorme salto, de ser una planta silvestre hasta convertirse en base de la alimentación de los pueblos de Mesoamérica  de ayer y de hoy, requirió con toda seguridad, un gran número de años y siglos.

Pero las incógnitas de ¿cuál es el origen de esta planta? ¿Cómo llegó hasta esta tierra? perduran en el imaginario colectivo, Las únicas respuestas se remontan a los mitos cosmogónicos o de la creación.

En ellos, se recrean y explican lo que no tiene explicación, o aquello que no se sabe, cómo explicarlo; en los mitos indígenas y, por consiguiente, entre los mitos, se entremezclan diversos personajes. Dioses y animales, ya sea cuadrúpedos o aves, se unen para sacar adelante la empresa de la creación del cosmos y de todo cuanto existe sobre la faz de la tierra, por debajo de ella y lo que hay en ella. Tal es el caso del maíz, este cereal que logró, de alguna manera, la formación de grandes reinos de la antigüedad

En el área maya existen varias fuentes que nos informan sobre el origen del     maíz (THOMPSON 1970). Aunque cada región conserva sus mitos cosmogónicos en los que hay similitud; los mayas yucatecos, también conservan el suyo que está registrado en los libros del Chilam Balam de Chumayel (BARRERA-VAZQUEZ 1972).

Dice que “el espíritu o divinidad del maíz quedó solo dentro de la gracia —término ritual adoptado por los mayas para llamar al maíz— cuando no había ni cielo, ni tierra. Después fue pulverizado al final del katún porque no podía haber nacido en el primer katún. Tenía los largos bucles —es de suponer, como apunta R. Roys, que se tratara de los cabellos o barbas de elote, que suelen verse en las mejillas del dios maíz—. Su divinidad le llegó al irse. Estaba oculta dentro de la piedra. En un oscuro pasaje se menciona que el guacamayo hacía algo detrás del actún, la columna de piedra. La piedra bajo la cual estaba el maíz se llama chac ye tun, 'gran piedra de punta', ocontún 'pilar de piedra', zuhuy tun 'piedra virgen, no contaminada'.  En el juego de palabras, al maíz se le llama 'tun', que significa no sólo piedra en general, sino específicamente jade, a su vez símbolo de precioso” (THOMPSON 1970).

Desde la ruta científica, los indicios hacen suponer que la aparición del maíz ocurrió en una fecha tan temprana como el año 5200 a. C., mucho antes de lo que suponían los expertos (Revista Antropológica 2008).

En la cumbre de la Sociedad Estadounidense de Biólogos Vegetales,  realizada  en Mérida, un equipo encabezado por John G. Jones (1994), profesor asistente del Departamento de Antropología de la Universidad Estatal de Washington, presentó el panorama que él y sus colegas han construido laboriosamente en los últimos años.

Los análisis, realizados en suelo tabasqueño (JONES 1994), lograron neutralizar el impacto de la humedad gracias al uso de técnicas modernas reunidas en el llamado “método tripartita” que en vez de analizar las partes convencionales del maíz (granos, olotes, hojas) estudia con detenimiento partes más pequeñas y perdurables: el polen, los fitolitos y el almidón.

El Dr. Jones (1994), experto en el estudio de los granos de polen, y el maíz es una planta que despide abundantes granos que son dispersados por el viento. Como los diminutos granos tienen una durísima corteza exterior, son virtualmente inmunes al paso de los siglos, así ocurran en altiplanos secos o en sedimentos y regiones húmedas.

El científico puede distinguir entre el polen del maíz y el de sus parientes próximos, pero sólo en los granos más grandes puede discernir entre el polen de maíz (Zea mays) y el de su antepasado silvestre (Zea mays ssp. parviglumis) (POPE 1989).

En otras palabras, el polen de maíz solo no es suficiente para evidenciar la domesticación. A veces se usa como prueba la existencia de otras plantas indicadoras de actividad agrícola, como calabazas del género cucurbita, pero se requiere más solidez en los datos para llegar a una certeza mejor.

Para esto se aplicó el estudio de los fitolitos. Se llama así a microscópicos depósitos de silicio (silocobiolitos) o calcio (calciobiolitos) que se acumulan entre las células de tallos, hojas y raíces de las plantas. Los fitolitos, cuyo conocimiento profundizó la estadunidense Dolores Pipernos, tienen formas y tamaños que son específicos no sólo de una especie vegetal, sino a veces de una variedad.

En otras palabras, los científicos pueden distinguir entre los fitolitos del maíz y los de su antepasado el teocintle, y como el polen, estos microscópicos elementos son también casi indestructibles: se conservan aunque la planta sea quemada, aunque sus restos se hayan descompuesto por la humedad; incluso se encuentran en metates y otros recipientes cerámicos o de piedra usados para procesar alimentos.

El estudio de los fitolitos de San Andrés, en Tabasco, reveló la presencia de maíz domesticado en esa región del país hace más de siete mil años. Según los autores, si en verdad el maíz fue domesticado inicialmente en el valle del río Balsas, las evidencias indican que para el octavo milenio antes del presente la planta se había propagado al Tabasco tropical, de donde se dispersó a otras áreas de Centroamérica.

Los granos de almidón también son parte del arsenal de los expertos en la historia del maíz. El maíz y sus parientes próximos producen mucho almidón cuyos granos son muy específicos y también se conservan muy bien al paso del tiempo.

Los datos no sólo empujan hacia el pasado el proceso de domesticación del maíz. También sugieren la posibilidad de que el cultivo de la planta se haya iniciado en varias partes y por razones distintas. Por ejemplo, mientras en las zonas bajas del México costero se estaban cultivando formas primitivas de maíz, en los altiplanos del cercano Belice ya había agricultores plantando variedades más avanzadas.

La historia del maíz también se ha estudiado siguiendo la pista de miles de cambios responsables de otras tantas variedades nacidas para adaptarse a condiciones ambientales.

El gen clave para la domesticación del maíz se llama tga1, en inglés teosinte glume architecture 1, que es fundamental para definir la morfología de los fitolitos. El gen es responsable del evento crucial: en el teosinte, el grano de maíz está envuelto en una dura cubierta protectora; en el maíz esa cubierta ha desaparecido y por eso el grano es apropiado como fuente alimenticia para el hombre.

Pero hagamos un alto en este devenir histórico, cuestionemos  el papel  del maíz      y su sentido simbólico. Para ello,  apelemos  a  tres claves culturales evidentes en la cultura mesoamericana:

  • La primera, consiste en recoger las expresiones del inconsciente, el contenido que recupera la parte oculta de cada individuo y algo de común que compartimos, lo cual, nos demanda dar cuenta del inconciente particular y colectivo que influye en el todo social (Jung 1970).
  • El segundo,  refiere  las ideas del  campo esencial de la comunicación del mensaje religioso y el esfuerzo colectivo, aquello que sustenta las ideas    y/o cosmovisión que su colectividad cree, vive y aspira (Leroi-Gourhan 1971).
  • El tercero, en calidad de  Memoria indígena, aquello que se debía     recordar para darle cohesión a un grupo, a través de la tradición oral            o sustrato común de por qué las similitudes entre los ritos y la creación (Florescano 1999).

Desde esta racionalidad, el maíz es parte del sustrato común, es el hermano sustento a lo largo de Mesoamérica. El maíz es un símbolo, pues es el alimento básico para los mesoamericanos y su vida cotidiana se rige evidentemente por el calendario agrícola, que hoy por hoy sigue perdurando.

En este primer segmento del periplo, Quetzacóalt es el dios portador del maíz. Este dios es un ejemplo de cómo la tradición oral lo ha convertido en una deidad del altiplano y de la tierra Maya, en su impostura de Kukulkan, relacionado con los ciclos de la naturaleza, con el crecimiento de los seres y de la  agricultura. Lucero de la mañana y del atardecer, vigilante de las semillas y las cementeras, crador de la culrtura y benefactor de la humanidad.

El maiz por tanto, es la planta humanizadora de la colectividad, donde el      hombre-tlacuilo  cuya labor evoca la idea conceptual de la fertilidad en el ciclo vida-muerte (León Portilla 1986), en una  relación  que apunta al vínculo ontológico:

  • Maíz-superviencia.
  • Maíz-creación.
  • Maiz-ofrendas.
  • Maíz-tradición
  • Maíz- lenguaje.
  • Relación vegetal- hombre
  • El Relación vida-muerte
  • Cosmovisión

El maíz es una planta simbólica en la medida que se relaciona con el campo cosmogónico,  religioso en la medida que le reconoce como elemento básico de hace más de 7000 años, planta sagrada, materia del cuerpo y don de los dioses.

El maíz es una constante mesoaméricana, plasmada en la tradición oral y ritual. Elemento iconográfico en logogramas, en tal sentido, cofundador de la escirtura. Materia prima en la cocina, demiurgo fundador, carne y cuerpo sagrado, piedra de toque cultural, alimento del alma, cultura emergente, símbolo de resistencia de los pobres, rosto de los sin rostro, alimento básico y voz de la selva en rebeldía, discurso y curso vivencial y existencial de nuestro pueblo.

II

Quizá uno de los impactos más contundentes, que ponen en riesgo la  diversidad biológica y cultural de los pueblos originarios de Mesoamérica, tiene que ver con el uso del maíz transgénico, ya que éste, de suyo no es malo, en la medida que los procesos de hibridación son parte de la historia de todos los vegetales.  Sí en cambio, el maíz transgénico atenta indirectamente en la relación hombre-tierra que da sentido y dirección al saber ancestral de los pueblos que se han mantenido en la lógica de la resistencia.

La introducción del maíz transgénico en Mesoamérica, evidentemente responde a una lógica tecnológico-económica, que tiene que ver, sobre todas las cosas con elementos de productividad asociada a un proceso de globalización, que estandariza las culturas, arrancando los vestigios de diversidad cultural, en un proceso, que si bien supone la mundialización, no representa de ninguna forma la igualdad de condiciones para la sobrevivencia de los pobladores originarios de las tierras de lo que fue llamado el Nuevo Mundo, antes beneficia su exterminio. Proceso que dicho sea de paso, ha mundializado la miseria y la pobreza en el nombre del Liberalismo Salvaje.

Todo ello,  aunado a la reciente reforma del  Artículo 27 Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos (1993) que en términos sociológicos impacta el estatus de la tierra en dos vertientes:

  •  Bajo la desaparición del Ejido y
  • Conversión de la propiedad comunal en propiedad privada

Lo que desemboca en la posibilidad de enajenar a las comunidades originarias del país, arrancando la tierra que es un símbolo mítico y, en otro sentido, nos convierte en sujetos invisibles y prescindibles, ya que no somos  sujetos de interés económico (no consumimos), pero sí en cambio,  nos  aleja de nuestras  relaciones ancestrales, proceso de aculturación permanente  y que impacta  básicamente en la relaciones:

  • Hombre-pueblo
  • Pueblo-tierra
  • Tierra-Nación

De hecho, en el caso mexicano, el fenómeno socio-cultural más difundido y asociado a éste, es el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional[1] (EZLN 1994), que blande las banderas  de equidad y dignidad.  Equidad en virtud de ser reconocidos como sujetos de derecho y dignidad ante la vergüenza histórica de sobrevivir más de 500 años en resistencia.

En términos biológicos, la crítica más frecuente tiene que ver con  el riesgo de perder el genoma de las especies de maíz originarias de la región, debido a la contaminación de transgénicos.

Al respecto Elena Álvarez Buylla (2009), investigadora del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, afirmó que es imposible aislar los cultivos modificados de las variedades criollas, sobre todo en este país que es centro de origen de decenas de variedades.

"Los transgenes se acumularán en las razas nativas, y eso conlleva incertidumbres inaceptables. Por eso, la prohibición en otros países originarios"  (ÁLVAREZ/BUYLLA 2009).

Lo que visualiza la investigadora, es que la polémica rebasa los aspectos técnicos y trasciende las barreras de contención que los organismos de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, han impuesto en México y,  evidentemente,  esto repercute en el  impacto ambiental, al esparcirse el polen en otro tipo de cultivos.

El maíz es el grano con el segundo mayor nivel de producción en el mundo, después del arroz, y Estados Unidos es su principal productor y exportador. La mayor parte de la producción mundial de maíz se utiliza como alimento para animales o como materia prima industrial, y sólo aproximadamente 20% se destina al consumo humano.

 

Sin embargo, en México el patrón de consumo difiere del de Estados Unidos          u otros países industrializados, ya que 68% de todo el maíz se utiliza directamente para la alimentación humana.

En 1998, cuando por primera vez se sembraron cultivos comerciales de maíz genéticamente modificado en Estados Unidos, la superficie total plantada fue de ocho millones de hectáreas, para el 2002 ha aumentado a 10.3 millones de hectáreas, lo que representa 32% de toda la superficie cultivada con maíz en Estados Unidos. En todo el mundo, los cultivos de maíz transgénico representaron 7% de la superficie total cultivada con el grano en 2001,  esto nos indica una muestra del avance porcentual que día a día crece más y más.

El maíz es un cultivo de polinización abierta, y se sabe que el flujo genético ocurre con facilidad entre plantas que crecen en espacios cercanos. Durante siglos, los campesinos han aprovechado las ventajas de esta característica y han hibridado maíz cultivado con parientes silvestres o malezas, de esa manera han orientado la evolución de nuevas variedades de maíz adaptadas a sus necesidades, preferencias y entornos locales.

La presencia de grupos étnicos con prácticas agrícolas tradicionales ha permitido mantener tales procesos de selección de las plantas cultivadas, y ello ha representado una importante forma de conservación en sitio del germoplasma, semilla u otros materiales a partir de los cuales se propagan los cultivos del país.

Si los campesinos tienen acceso a variedades transgénicas a las que perciben como valiosas, procederán a entrecruzarlas con las variedades tradicionales, de la misma manera en que han entrecruzado diferentes maíces durante siglos. Ello propagaría entre sus milpas los transgenes con todo y sus características.

En caso de que así ocurriera, no sólo los maíces criollos sino sus parientes silvestres, y por tanto, el ecosistema en su conjunto, podrían verse afectados. Mientras se logra evaluar a cabalidad de estas cuestiones, en México se prohibió la siembra de maíz transgénico.

Por eso es que la publicación en Nature del artículo en el que Chapela y Quist  (2001) ofrecen evidencias de que ocurrió ya un entrecruzamiento de maíz transgénico con maíces criollos mexicanos ha provocado tanto revuelo. Posteriormente, la revista científica “concluyó que las evidencias no eran suficientes para justificar la publicación del artículo original”.

Sin embargo, aun cuando ciertos resultados y métodos se han cuestionado, investigaciones ulteriores confirmaron el hallazgo del flujo de transgenes a variedades tradicionales de maíz en México.

Por su parte, el International  Maize and Wheat Improvement Center (CIMMYT), centro internacional de investigación con sede en México (centro de origen del maíz) y, encargado de realizar investigaciones sociales y ambientalmente responsables sobre el maíz, está haciendo todo lo posible por dar una respuesta científicamente fundamentada al controvertido tema de los transgenes.

El  objetivo de esta institución es llegar a entender lo que significaría la presencia de transgenes en el maíz criollo mexicano, para:

1) La conservación de los recursos genéticos del maíz.

2) La diversidad genética.

3) La gente y sus comunidades y

4) El medio ambiente.

 

En ocasiones, la polémica se  ha  agudizado, en virtud de que se ha reportado que en el  banco de germoplasma de maíz, que forma parte del Centro de Recursos Fitogenéticos Wellhausen-Anderson, hay maíces criollos que contienen transgenes. Asimismo, se ha acusado al organismo de guardar silencio y mantenerse  al margen del tema de los transgenes y los maíces criollos.

Para poder elevar el debate a un nivel constructivo, es esencial confiar en conceptos y datos fundamentales, e identificar las áreas donde hacen falta más conocimientos.

De acuerdo con la CIMMYT, no existen pruebas de que ninguno de los derechos de propiedad (en términos técnicos denominado accesiones)  de maíz criollo mexicano almacenadas en el Centro de Recursos Fitogenéticos Wellhausen-Anderson (el banco de germoplasma del CIMMYT) porte el promotor más comúnmente asociado con las plantas transgénicas: el virus del mosaico de la coliflor 35S, mejor conocido como CaMV 35S.

Se han  escudriñado más de 150 razas criollas de maíz (100 de ellas son accesiones designadas del banco y 52 son maíces oaxaqueños recolectados para propósitos de la investigación sobre el flujo de genes, entre otros) y no se ha encontrado indicios de la presencia de CaMV 35S.

Los resultados de estos escrutinios, fueron publicados en el órgano editorial del CIMMYT (1993). Según lo permiten los recursos y el tiempo, se continúan haciendo estas pruebas en accesiones recolectadas después de 1996, año en que el primer maíz transgénico fue lanzado al mercado en Estados Unidos.

Un aspecto crítico de la conservación de materiales en el banco es la necesidad de regenerarlos periódicamente y aumentar la reserva de semilla de cada accesión. En el CIMMYT, estas actividades se llevan a cabo mediante la polinización manual con el objeto de mantener la estructura genética de la semilla original.

Además se establecen zonas de aislamiento alrededor de las parcelas de regeneración para que no les llegue polen extraño que pudiera contaminar los materiales. Para garantizar la integridad de la semilla regenerada ya almacenada en el banco, el CIMMYT sigue procedimientos rigurosos de identificación.

Las muestras de semilla deben corresponder a los llamados "datos de pasaporte" que definen las características propias de la accesión, como el tipo y el color de la semilla. Además, se mantienen en condiciones de seguridad y se manejan por medio de identificadores computarizados únicos. Cuando llegan las solicitudes de semilla, éstas son cumplidas con base en los datos de pasaporte de la accesión en cuestión.

Por su parte la Comisión para la Cooperación Ambiental de América del          Norte (CCA[2]) en su artículo “Efectos del maíz transgénico en México” señala        los posibles efectos del maíz transgénico en las variedades tradicionales —o criollas— de la planta en México han sido motivo de debate público desde hace ya varios años.

La principal preocupación se relaciona con el flujo de genes desde plantas genéticamente modificadas —o maíz transgénico— hacia el maíz mexicano y sus parientes silvestres o tradicionales.

Tal flujo genético puede amenazar la diversidad de las variedades naturales, grano con una amplia base genética como resultado de miles de años de desarrollo y adaptación a tipos de suelo y microclimas particulares.

Ello resulta especialmente preocupante no sólo debido a la importancia sociocultural y económica de la agricultura tradicional del maíz, sino también porque México es el centro de origen de este importante cereal.

Desde abril de 2002, el Secretariado de la CCA ha recibido gran cantidad de cartas y peticiones en las que miembros de la sociedad civil en México y otros países del mundo le solicitan emprender un informe sobre el tema.

Para ello, se propone la realización de un informe de la CCA, mismos que  se propone examinar, desde diferentes perspectivas, asuntos relacionados con el flujo genético desde variedades transgénicas de maíz hacia variedades criollas y sus parientes silvestres, así como la conservación de la biodiversidad en este centro de origen, presentando un informe que contenga:

  • Los aspectos socioeconómicos y ecológicos de la agricultura tradicional del maíz;
  • Los planteamientos más recientes sobre los posibles riesgos y beneficios del maíz transgénico;
  • Los aspectos económicos del maíz transgénico, incluidos sus efectos en el cultivo tradicional en el México rural;
  • Los vínculos entre diversidad genética del maíz, biodiversidad y sustento de las comunidades rurales mexicanas, y
  • Los marcos jurídicos nacional e internacional.

El problema del maíz transgénico está asociado  con los pueblos indígenas de México (62 etnias con 38 lenguas vivas y 364 variantes lingüísticas), de tal manera que atentar contra el maíz, es atentar contra sus derechos culturales y de alimentación. De hecho el maíz es, como expresara Guillermo Bonfil Batalla (1982), fundamento de la cultura popular mexicana.

En torno al ciclo agrícola se gestan conocimientos, ceremonias, fiestas que congregan a las comunidades, propician la música y la danza, las artesanías, platillos especiales, y una organización comunitaria que fortalece el tejido social.

Pero hagamos un paso atrás y visualicemos que son los transgénicos para de ahí, comprender el posible daño de este tipo de  maíz  a la diversidad cultural de los pueblos indios de México:

  • Los transgénicos son organismos a los que se les inserta material genético de especies distintas a la que pertenece mediante técnicas de ingeniería genética. Con estas técnicas, se trascienden las barreras reproductivas que existen entre las diferentes especies, haciendo posible que, por ejemplo, se le inserte un gen de bacteria a una planta.
  • El maíz transgénico es el Maíz modificado genéticamente mediante técnicas de ingeniería genética, con las que le han agregado genes de organismos lejanos a él. Las dos características más comunes en los maíces transgénicos actuales son: la tolerancia a herbicidas y la resistencia a insectos.

Los posibles daños al campo, que han sido comprobados, es que al introducirse transgenes a variedades nativas de maíz, éstas sufran una descompensación genética y fisiológica. Estas secuencias pueden llegar fácilmente al campo mexicano ya que el maíz es una planta que se poliniza fácilmente y por ello los maíces nativos o criollos pueden contaminarse con polen de maíz transgénico.

Además, las prácticas campesinas implican el intercambio de semillas de sus parcelas. Se considera que parte de la contaminación que ya ha ocurrido en algunos estados de México se debe a que DICONSA[3] importa maíz de Estados Unidos, que al llegar aquí se mezcla con el local.

Científicos mexicanos opinan que si se llega a la siembra comercial, la contaminación con maíz transgénico nos llevaría a perder las razas y variedades de maíces nativos, desarrolladas a lo largo de miles de años de cultivo.

Por si fuera poco, las secuencias transgénicas están patentadas por lo que si un agricultor presenta estas secuencias en su maíz, las que pueden llegar por polinización (cruza entre un maíz transgénico con uno no transgénico), las compañías que detentan la patente pueden demandarlo.

De hecho, hay ya varias demandas de compañías como MONSANTO[4] contra agricultores locales, que pasan de víctimas de la contaminación, a acusados de plagio. Los juicios son costosos y muy lejanos a la lógica y los recursos de los campesinos mexicanos. Nuestra cultura tradicional es comunitaria; la otra es mercantil e individualista,

Según la investigadora del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, Elena Álvarez (2011), es imposible aislar los cultivos modificados de las variedades criollas, sobre todo en este país que es centro de origen de decenas de variedades.

Por su parte, las autoridades aseguran que se tomaron precauciones extra para proteger los cultivos criollos. En México el tema está presente desde 1996, cuando surgieron las primeras variedades comerciales del cereal.

Para 1998, ante la presión de grupos campesinos y de ambientalistas, el gobierno decretó una moratoria a la siembra de estas variedades. En este sentido la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México (SAGARPA 2009), aprobó 13 cultivos más, pese a la fuerte repulsa que impera contra la estrategia trasnacional (BARRICADA 2009).

Baste mencionar a este respecto que desde el 2009, organizaciones campesinas de Chihuahua advirtieron sobre la siembra de maíz transgénico, a fin de destruir las milpas y evitar que las especies nativas de la sierra Tarahumara se contaminen.

En este mismo sentido, el Frente Democrático Campesino teme el contagio con variedades de laboratorio introducidas por empresas trasnacionales que sólo pretenden monopolizar la producción de granos básicos por medio de patentes.

 La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, destacó que la decisión de aumentar los cultivos de maíz transgénico indigna a la comunidad científica. Grupos sociales y populares y asociaciones como Sin Maíz no hay País y la ecologista Greenpeace han desarrollado una fuerte campaña de oposición a que se siga promoviendo tales cultivos en México, donde la población básicamente depende de este alimento.

Técnicamente se están realizando indagatorias sobre el papel del maíz transgénico en el caso de México (CARPEMTIER 2001), para ello, se han emitido una serie de documentos que explicitan el impacto ambiental de los transgénicos y su uso en parcelas abiertas pero al mismo tiempo, se ha visualizado el impacto de este nuevo uso en el exterminio de las culturas ancestrales:

  • El primer documento, “Aspectos ecológicos, biológicos y de agrobiodiversidad de los impactos del maíz transgénico”, por la doctora Elena Álvarez Buylla (2009), analiza los riesgos de introducir materiales transgénicos en poblaciones silvestres y cultivadas, y las consecuencias biológicas.
  • El segundo documento, “Aspectos socioculturales de la diversidad del maíz nativo”, por el doctor Miguel Altieri, se refiere a los sistemas tradicionales de cultivo y su importancia ecológica y social en los entornos marginales, así como a los posibles efectos socioculturales de los cultivos transgénicos en tales agroecosistemas (incluidos la cosmovisión y el valor ritual del cultivo del maíz).
  • El tercer documento, “Valoración económica”, por el doctor Scott Vaughan, examina el papel de la valoración económica y los valores indirectos e intangibles —ajenos al mercado— asociados con el maíz y sus variedades criollas, como medio para comprender las consecuencias de las distintas opciones de política; asimismo, presenta algunos convenios en materia de comercio internacional o relacionados con el comercio relevantes para el tema del maíz transgénico.

III

Otro elemento a considerar en este periplo ambiental del maíz, se refiere al uso de la gramínea  como biocombustible y, desde luego, un elemento más del proceso de aculturación de los pueblos originales y, una parte más, del proceso del despojo contra  aquellos los sin rostro,  los prescindibles del modelo social actual, que en el nombre de la mundialización desmitifica la planta sagrada en un proceso permanente de cosificación.

Es en este sentido, que se gesta el nuevo destino del maíz, que ha pasado “de ser un grano sagrado a un ser hibrido industrial y, más recientemente, a ser considerado como hijo bastardo del capitalismo, cereal-objeto  para la producción de biocombustibles”, según expertos ambientalistas (FDS 2006).

Desde que el ser humano dejó la vida errante para volverse sedentario, inició  el proceso  de modificación  de su entorno. Y aunque este fenómeno no es nuevo, lo que sí es ‘nuevo’, es la búsqueda de ganancia en el uso de la tierra, usufructo económico como racionalidad de la humanidad. Si antes la tierra,  era usada para alimentarse, para satisfacer sus necesidades, ahora la lógica responde más a un criterio  comercial y mercantil, no importando los costos ambientales.

El maíz rebelde que simbolizó la resistencia de los pueblos indígenas en Latinoamérica, es visualizado  ahora, como el hijo bastardo para  la producción de etanol, y al mismo tiempo demanda,  para ese motivo, extenderse en las zonas de cultivo. Es decir,  la producción de etanol conlleva  más impactos de Dióxido de Carbono (CO2) sobre el  calentamiento del planeta.

Dicha transformación no ha reparado sobre el  cálculo ambiental y social de este nuevo uso. Si bien es posible calcular el costo ambiental del uso de suelo y su repercusión en términos de biodiversidad, no se ha logrado dimensionar el impacto en la diversidad cultural.

Si se observa el ciclo de vida, para calcular los impactos ambientales en la fase de obtención de materia prima en el caso de la producción del etanol vía caña de azúcar y/o maíz, hay que considerar la fases de la preparación del suelo, la siembra de la caña, la aplicación de agroquímicos y la cosecha. Hay que medir usos de productos no renovables, y no sólo los renovables, así como la energía necesaria en el proceso de cosecha, como factores determinantes.

En la fase de producción la efectividad y la cantidad de los insumos, como energía y agua, al igual que los residuos de producción y emisiones, son factores determinantes en el impacto ambiental y es en esta fase que se tiene la producción industrial del alcohol y el manejo de vinazas.  El medio de transporte, la distancia y su almacenamiento son determinantes del impacto ambiental durante su transporte y distribución.

La última fase del ciclo de vida es la disposición final que juega un papel importante respecto al impacto ambiental. De lo que se recopiló a nivel nacional e internacional de la producción del etanol, consideramos muy interesante el artículo  realizado por Farell y publicado en la revista SCIENCE de enero del 2006, donde concluye, entre otras cosas, que:

  • Los impactos ambientales en la producción del etanol son muy significativos y deben pesarse contra los beneficios.
  • La contaminación en la producción del etanol se da principalmente en la primera fase o sea en el cultivo del maíz y la caña de azúcar.
  • Es importante estar atentos al alcance tecnológico del etanol por el camino de la celulosa, ya que se tendrán en este sistema las reducciones más importantes de gases de efecto invernadero (Farell 2006)

En el caso de la producción del etanol, existen estudios de ciclos de vida muy interesantes y que deben ser base en la toma de decisiones por parte de las autoridades en el uso estos para producir biocombustibles.

 

Se sabe que la ampliación en el área de cultivo del maíz para la producción de etanol, sacrificará cultivos de granos o tierra para la crianza de animales y aves de corral, así como su impacto en el empobrecimiento de la tierra. Esto nos enfrenta a otro grave problema en ciernes: la seguridad alimentaria de la población del mundo, que de suyo es muy frágil. Los monocultivos como todos sabemos (como la caña de azúcar y el cultivo del maíz), dañan irreversiblemente la biodiversidad ambiental.

Por otro lado, la generación de  biocombustibles, no significa que se mejore en torno a la dependencia de comestibles fósiles, sino que justificará más su uso, de hecho, sabemos que  el uso del petróleo es la primera causa del calentamiento climático. Lo que se propone es simplemente un paliativo al primer desastre ambiental de carácter mundial.

Desde la óptica ganancia de capital, no es posible pensar que estamos frente a un cambio de conciencia materialista a una ambiental, sino frente a otra forma de depredar nuestros recursos, de seguir causando vulnerabilidades humanas y en la caída del desastre ambiental, tanto local como mundial.

Cabe señalar a este respecto, que “diversos centros de investigación y la mayor parte de los grupos ecológicos y de derechos humanos emiten diariamente declaraciones, afirmando que los biocombustibles no contribuyen a combatir los cambios climáticos, que provocan graves impactos ambientales en regiones de alto valor ecológico, alteran el precio de los alimentos y que consolidan un modelo agrícola de explotación laboral y alta dependencia de grandes multinacionales” (BIOCOMBUSTIBLES 2008).

Otro frente que ha generado mucha polémica vinculado con el  maíz,  tiene que ver con el dilema “alimentos vs biocombustibles”. Asunto que si bien,  ya camina en países como Brasil y Argentina, ha impactado en el encarecimiento del maíz a nivel mundial, ya que éste, en lugar de alimentar a los pobres del mundo, se destina a la generación de etanol, petróleo verde.

Según Jorge Romagnoli (2007), en los albores del siglo XXI surgirán competencias entre los alimentos y las energías alternativas derivadas de los vegetales, y será fundamental ser más eficientes en la producción, pero también visualizar la forma en cómo no impactar entre los pobres de la tierra.

En tal sentido, el dilema "Alimentos vs Energía" está vigente y, sin dudas, seguirá estándolo. Es un hecho que la demanda de bienes y servicios aumentan, el número de personas aumenta, la superficie de tierras agrícolas es limitada y lo que falta incorporar es relativamente poco; la urbanización va restando áreas productivas y dislocando la relación ancestral hombre-tierra-comunidad.

Si estos argumentos son ciertos, el sistema no será sustentable en el tiempo, aunque el futuro siempre cuenta con una cuota de incertidumbre. El desbalance en la relación uso de energía fósil/tiempo es enorme, pero es una realidad. La tendencia hacia la sustentabilidad se consolidará en la medida en que podamos aprovechar mejor las fuentes actuales de energía y abandonemos las acumuladas en tiempos pasados.

No cabe duda que el "petróleo verde" está en camino. Paradójicamente, el mercado actual parece indicar ese camino como respuesta al aumento de la demanda por el cultivo de tierras. Por su parte Juan Carlos Barrientos, miembro del Instituto Boliviano de Economía y Política Agraria (IBEPA.ORG), visualiza que el dilema  alimentos o combustible, ha impactado en una crisis alimentaria a nivel mundial.

La crisis del petróleo ha motivado a varios países, sobre todo aquellos que dependen de otros para abastecerse de petróleo, a buscar fuentes alternativas. Esas fuentes de energía alternativas a los combustibles del petróleo son los biocombustibles: bioetanol, biodiesel, bioaceites y biogás.

El bioetanol, es un alcohol que se obtiene a partir de maíz, sorgo, caña de azúcar, remolacha, papa, yuca o de algunos cereales como trigo, cebada o arroz. Actualmente cerca el 90% del bioetanol se obtiene a partir de caña de azúcar y de maíz. De la producción total mundial, 55.000 millones de litros alcanzada en 2006, Estados Unidos fue el principal productor con 36%, seguido de Brasil con 33,3%, China con 7,5%, India con 3,7%, Francia con 1,9% y Alemania con 1,5%. El empleo del etanol es actualmente como mezcla con la gasolina, por ejemplo en Europa 5% de etanol y 95% de gasolina. La idea es que este porcentaje crezca con el tiempo. El año 2006 se consumió 1.350 millones de m³ de gasolina, más de la mitad lo hizo EEUU.

 

La producción de etanol ese año apenas alcanzó el 3% de la gasolina consumida. Los precios de bioetanol, por ejemplo, en Europa fue de 1€/litro en 2006 y el de gasolina 0,48€/litro. Hoy en día, la gasolina está más cara, respecto del biodiesel, éste se fabrica principalmente de colza, aceite de palma, cocotero, soya, girasol, higuerilla, canola y jatrofa. El principal productor de biodiesel a nivel mundial es Alemania con 63%, le sigue Francia con el 17%, Estados Unidos con el 10%, Italia con el 7% y Austria con el 3%. El año 2007 se produjeron aproximadamente 8 millones de toneladas de este combustible.

Se necesitan alimentos para vivir, pero también se necesitan combustibles para atender las necesidades de transporte, industria, vivienda, comercio, etc. La elección entre alimentos y biocombustibles no se puede plantear en términos absolutos, porque no podemos renunciar a ninguno. La demanda de alimentos y la demanda de combustibles van en aumento, tanto por el desarrollo económico, como por el crecimiento poblacional. Ambos mercados, el de alimentos y el de combustibles, existen y van a seguir existiendo; están y seguirán compitiendo por los productos agrarios que son materia prima para la fabricación de biocombustibles.

De entrada, se debe aceptar la realidad. El petróleo se va acabar pronto y la demanda por combustibles no decaerá; por el contrario, irá en aumento. De la misma manera, la demanda de alimentos irá en aumento. Necesitamos tanto combustibles como alimentos. Esta competencia nos exige volcar la vista al campo, a la agricultura.  Si se mantiene la superficie agrícola actual solamente para la producción de alimentos, entonces se necesitará incrementar las hectáreas arriba mencionadas.

En conclusión,  si los combustibles biológicos son la energía del futuro, tendrán que utilizarse de alguna otra manera que la que se utiliza ahora. "Cuando fabricamos un combustible biológico," dice el Profesor de Ecología de la Universidad de Minnesota, David Tilman (2006), utilizando maíz como ejemplo, "tenemos que gastar energía par a hacer crecer las cosechas, así que tenemos que fertilizar el maíz, tenemos que arar la tierra, tenemos que cosechar la, secarla, acarrear la par a su procesamiento en la fábrica.

Esto consume mucha energía y, luego tenemos que convertir el maíz en energía, que consume también mucha energía. "De hecho,  “casi se duplica la energía comparando con la energía total que involucra el crecimiento  y su procesamiento." El estudio encontró que el etanol de productos de maíz produce un 25 por ciento más de energía de la que fue utilizada par a crearlo (Tilman y Jason Hill  2006 ).

Es por ello, que es necesario hacer un comparativo sobre los mitos y realidades y efectos en la producción de biocombustibles a partir del Maíz, ya que el etanol, es un biocombustible sumamente caro (véase tabla siguiente).

Mitos y realidades

 

Mitos

Realidades

     

  • Combustibles limpios.
  • Reducción de la dependencia del petróleo.
  • Efectos positivos sobre el ambiente.
  • Bajo costo de producción.
  • Eficiencia energética.

 

 

 

 

  • Al hacer el balance amplio de emisiones el saldo de CO2 y  NOx es negativo.
  • Es altamente demandante de petróleo para la producción de maíz.
  • Impulsa los sistemas de agricultura intensivos, deforestación,         sobreexplotación de agua y reducción de biodiversidad.
  • El balance de energía es negativo 30%.
  • 1 lt de Etanol produce 64% de la energía producida por 1 lt de gasolina.

  

Relación Alimentos / Combustibles

 

 

-     Impacta sobre el comportamiento general de precios.

-     Impacta sobre la cadena de producción de alimentos.

-     Distorsiona de la distribución de alimentos.

-     Reduce de la capacidad de compra de los grupos sociales menos favorecidos.

-     Impulsa el comportamiento especulativo y  la concentración de riqueza.

-    Incrementa del Precio del Petróleo

       -    Incrementa del Precio del Etanol

       -    Incrementa del Precio del Maíz de EEUU

       -    Incrementa del Maíz Importado

       -    Incremento del Maíz Nacional

       -    Incremento en los costos de Industrialización del Maíz

       -    Incremento del precio de la Tortilla

  

FUENTES DE CONSULTA

 

  • Álvarez Buylla, Elena ( 2009) Polémica sobre el maíz transgénico [Disponible en la Red]  BBC Mundo - Ciencia y Tecnología - Polémica por maíz transgénico en México.mht
  • Barricada. com/ Incertidubre en México ante el desarrollo del maíz transgénico. 25 de octubre 2009
  • Biocombustíveis perdem o rótulo ecológico, 31/03/2008
  • ·         Carpentier, Lane et al. (2001)Maíz  y biodiversidad: efectos del maíz transgénico. Resumen temático. Comisión de Cooperación para América del Norte ( CCA) p.2
  • ·         Barrera Vasquez, A (1972) Libros del Chilam Balam. FCE México
  • ·         Bonfil Batalla, G (1982) El maíz: fundamentos de la cultura popular mexicana. CONACULTA México
    • ·         Chapela y Quist  (2001) Nature
    • ·         Farel (2006) en Revista  SCIENCE de enero d
    • ·         Florescano, E (1999) Memoria Indígena. Tauros, México
    • Fundación para el Desarrollo Sustentable  2006 / Etanol, seguridad alimentaria y cambio climático
    • Garduño Fandiño, Gabriela (2007) El origen del maíz [Disponible en la Red] http://www.uaemex.mx/Culinaria/primer_numero/maiz.html
    • IBEPA.org/index_files/V1%20N1%208-11_barrientos.pdf
    • Jones, Jonh G (1994) Pollen Evidence for Early and Agryculture. Palyantolgy.
    • Jung, Carl (1970) Arquetipos e inconsciente colectivo. Edit. Paidós Barcelona
    • León Portilla, M (1986) Libro de los coloquios. UNAM
    • Leroi-Gourhan, A (1971) Técnica y lenguaje. Edic. de la Biblioteca UCV
    • Poblanerias.com/especiales/25440-riesgos-del-maiz-transgenico-.html
    • Pope, Kevin et al (1989) Ancient Maya Wetland Agriuclture: Now Insigth for Ecological and Remote Sensing Reach. Journal of Field Archeology
      • Romagnoli, Jorge (2007) Agroparlamento. Presidente de AAPRESID [Disponible en la Red]  http://www.panoramaenergetico.com/combustibles_vs_alimentos.htm
  • Revista Antropológicas Origen del maíz [Disponible en la Red] http://antropologicas.wordpress.com/2008/06/30/el-origen-del-maiz/
  • Rodríguez Alcocer, V (2001) Origen del Maíz [Disponible en la Red] http://www.qfb.umich.mx/origmaiz.htm
  • Riva Palacio, V (2001)  México a través de los Siglos. Tomo I. Ed. Clio
  • Tilman y Jason Hill  (2006 ) Proceedings of the National Academy of Sciences por, también de la Universidad de Minnesota
  • Thompson J. Eric, “Historia y Religión de los Mayas”. Siglo XXI. México 1970


[1] Levantamiento que ocurre el 1º. de enero de 1994, misma fecha que México celebra la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC)

[2] Comisión para la Cooperación Ambiental de América del Norte\El maíz y la biodiversidad Efectos del maíz transgénico en México.mht

[3] DICONSA es una empresa de participación estatal mayoritaria que pertenece al Sector Desarrollo Social. Tiene el propósito de contribuir a la superación de la pobreza alimentaria, mediante el abasto de productos básicos y complementarios a localidades rurales de alta y muy alta marginación, con base en la organización y la participación comunitaria.

[4] La multinacional Monsanto se presenta como una compañía agrícola, que aplica innovación y tecnología a fin de que los productores de todo el mundo aumenten su producción, sin embargo, lo hace a través de los transgenes y a la fecha no se ha calculado el impacto ambiental y en el ámbito de la salud.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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