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Año: 2016 Mes: SEPTIEMBRE - NOVIEMBRE Número: 77 - 78
Sección: INCLUSIÓN Apartado:
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Perspectivas biopolíticas generales. Propuesta teórica básica para justificar la investigación narrativa en el estudio de la educación inclusiva.
Efrén Vicente Hernández Martínez

Perspectivas biopolíticas generales. Propuesta teórica básica para justificar la investigación narrativa en el estudio de la educación inclusiva. 

Por: Efrén Vicente Hernández Martínez[1]

 

Resumen. La biopolítica posee una relación muy estrecha con la educación, eso que Foucault denominó como gubernamentalidad educa a los miembros de la sociedad para que puedan llevar a cabo ciertas conductas, de las cuales depende su mantenimiento o su progreso. Lo anterior es lo que se ha llamado exhaustivamente como subjetividad y que indica que las acciones de los componentes sociales son susceptibles de ser creadas, dirigidas o corregidas, con el propósito de llevar a cabo un cierto proyecto de sociedad. Si bien la biopolítica nació con el modelo de sociedad liberal de los siglo XVII y XVIII principalmente en Europa, hoy es consustancial o ha encontrado, en mejores términos, correspondencia con el modelo de sociedad neoliberal. El sujeto ocupa hoy en día un papel central porque se configura desde y a través de las prácticas y los discursos: ¿cuáles son entonces ésas prácticas que nos interesa conocer? y ¿cuáles son los discursos en los que nos adscribimos como depositarios de las relaciones de poder? Estas dos preguntas son fundamentales para hacer investigación narrativa de las experiencias socio-pedagógicas de los docentes, además se convierte en una perspectiva vanguardista que se apoya del enfoque de la educación inclusiva.

 

Abstract. Biopolitics has a very close relationship with education, that Foucault called governmentality educates as members of society to enable them to carry out certain behaviors, which depends on its continuation or progress. This is what has been called subjectivity and thoroughly as indicating that the actions of the social components can be created, managed or corrected, for the purpose of carrying out a project of society. While biopolitics born with the model of liberal society of the seventeenth and eighteenth century mainly in Europe, today is inseparable or have found, on better terms, corresponding to the neoliberal model of society. The subject today occupies a central role because it is configured to and through practices and discourses: what are then those practices that we want to know? and what are the speeches in which we ascribe as depositories of power relations are? These two questions are fundamental to narrative research of socio-educational experiences of teachers also becomes an avant-garde perspective that supports the approach of inclusive education.

¿Qué es la biopolítica?

No resulta difícil establecer que el consenso general del debate político y filosófico gira hoy en día en la idea de que estamos inmersos en un sistema global de producción llamado capitalismo, cuya característica más esencial es la recurrencia cíclica de crisis de amplio efecto que ponen en peligro a la propia mundialización que proclama: crisis sanitarias, alimenticias, económicas, humanitarias, climáticas, ecológicas, etc., rasgos todos que, en conjunción, pueden ser considerados como fundamentales a dicho sistema[2].            Ante este contexto crítico, la premisa inicial en la que se coloca nuestra tesis es básicamente la siguiente: se puede resumir esta orientación o consenso interno sobre el capitalismo en torno a una idea muy puntual, y que tiene a la “vida”, ya sea en su conceptualidad más profunda, o bien en su manifestación más espontánea, como el punto esencial de reflexión.

El capitalismo contemporáneo estaría, de acuerdo a esta premisa, orientado sobre una relación específica entre vida y poder, el cual ha sido conceptualizado como biopolítica. El capitalismo sería, entonces, esencialmente biopolítico. Si bien, por primera vez en la historia de Occidente (o en la historia del capitalismo) se han asegurado de manera general los medios de existencia biológica de los seres humanos (lo que Marx llamó las condiciones materiales de existencia), por primera vez, y de manera contradictoria, la existencia biológica de los individuos entra a una zona de administración concreta del poder.

El centro de esta estructura es contradictoria desde el origen mismo de este tipo de sociedad, y le es consustancial en la medida en que la destrucción de las crisis es rápidamente incorporada al sistema, produciendo modelos o formas de vida novedosas. De este modo, la relación entre capitalismo y vida no es un hecho problemático sino productivo. Los hombres no simplemente viven, sino que se colocan dentro de una estructura general de reproducción que determinan las condiciones materiales de su existencia. A la lógica del sistema económico mundial le es propia esta orientación, donde defender la vida supone a sí mismo ponerla bajo resguardo, “inmunizarla”, “hacerle probar la muerte”, “resguardarla” para defenderla, asunto que nos coloca dentro de un nuevo paradigma por el que se guía la política global, y sobre la que se soportan los mecanismos de control-exclusión que caracteriza a este nuevo orden-mundial.

A la teoría biopolítica la podemos concebir como un intenso debate en torno a este síntoma general de la vida en el capitalismo, y que debe leerse a partir de que ya no están en juego la existencia o no de las condiciones materiales de vida de los individuos, sino las formas de administración a las que éstas son sometidas produciendo subjetividades acordes al poder. La extensión de la esperanza de vida nos coloca en un plano donde las condiciones objetivas o materiales de existencia se encontrarían medianamente aseguradas. Al mismo tiempo, de manera aporética, antinómica o contradictoria, esas relaciones o condiciones son cada vez más excluyentes y excepcionales. Como se puede apreciar hoy en día, es el mismo aumento en la esperanza de vida el que pone en cuestión al conjunto del sistema de seguridad social de los países desarrollados, sistema que ha sido el principal promotor de que hoy en día se viva más tiempo y mejor que antes.

En el centro occidental y en algunas economías emergentes, por ejemplo, los Estados invierten más en enfermedades ocasionadas por la mala alimentación (diabetes, hipertensión arterial, etc.), o para solventar los “estilos de vida” (la cultura de un cuerpo perfecto, las nuevas prácticas eugenésicas que anulan cualquier anomalía biológica en la reproducción humana, etc.), que en paliar las consecuencias de la carencia de alimentos en una población determinada. Podríamos decir, de manera global, que la gente ya no se muere de hambre sino porque come mal, es decir, nos encontramos en un mundo donde potencialmente están garantizadas las condiciones de supervivencia de la población humana, pero a su vez gran parte de la humanidad está excluida de la definición de estas condiciones por sí mismos.

Ampliar las expectativas/esperanza de vida con el fin de asegurar o mantener en cierto grado una escala poblacional afín con un modelo de vida productiva, o bien poner a la vida misma bajo un modo de producción específico. Las contradicciones históricas, basadas básicamente en la explotación y la exclusión social, sugieren que el capitalismo tomó el hecho biológico fundamental de que, como lo consideró Michel Foucault hace ya años atrás, el hombre constituye antes que nada una especie humana[3].

Pero, ¿cómo evaluar o comprender desde la filosofía y el pensamiento político esta tensión entre vida y poder bajo un programa crítico al interior del capitalismo?

Un lugar privilegiado para analizar esta dinámica contradictoria es el debate actual de la biopolitica, que proponemos revisar en torno a cinco pensadores fundamentales: Michel Foucault, Giorgio Agamben, Michael Hardt-Antonio Negri y Roberto Esposito, cuyas tesis explicaremos en su momento.

Parte importante del debate contemporáneo en filosofía política y en lo que podemos llamar las ciencias humanas ha girado en torno al concepto de biopolítica[4]. Las razones generales de esta emergencia conceptual pueden ser muy variadas y tal vez respondan a la necesidad de darle especificidad al conjunto de fenómenos políticos que en la actualidad aparecen con rasgos inéditos. Lo cierto es que resulta innegable, tanto el tratamiento innovador que parte importante de pensadores e intelectuales contemporáneos han hecho sobre la biopolítica, como el rendimiento conceptual que ha tenido para explicar y describir fenómenos que, no hace mucho, parecían depender de campos de conocimientos disímiles e incluso contradictorios.

La extensión semántica que ha adquirido la biopolítica viene indudablemente determinada por la articulación de los dos conceptos que componen su nombre, ámbitos de significación que han definido saberes y prácticas que, paradójicamente, se han caracterizado por mantener indefinido, o en permanente interpretación, el sentido mismo de lo que la vida y la política significan. Sobre todo hoy día, en que resulta nítido constatar que los límites de competencia o autorización, no sólo epistemológicos sino también al nivel de las prácticas sociales, resultan cada vez más difusos, debido a la intersección que ambos conceptos producen. Desde que la discusión de los temas axiológicos, o aquellos que incumben a las llamadas bioéticas, dependan de decisiones políticas en torno al aborto, a la eutanasia, a las políticas de seguridad, sanitarias, medioambientales, etc., del mismo modo cómo estas amplifican y extienden los discurso de acción política y a las propias subjetividades que las ponen en práctica, cada vez resulta más visible el encuentro entre vida y política.

La perspectivas teóricas actuales inmersas en la tensión entre vida y política, se configuran desde múltiples prácticas de investigación asociadas a la necesidad de mostrar las direcciones que ha adoptado el esquema del poder en los escenarios geopolíticos contemporáneos, donde la vida se convierte en objeto de dominio y control a través de su politización. A decir: cuando la vida ingresa (con toda su “ambigüedad” conceptual) al terreno de la administración política. Esta intervención y “gobierno” del poder sobre la vida, que precisamente Michel Foucault denominó biopolítica, se ha articulado históricamente a partir del desarrollo de los dispositivos disciplinarios, dirigidos en lo esencial al cuerpo individual, hasta los controles reguladores de las poblaciones humanas, que tiene por objeto el cuerpo social. El desarrollo a escala planetaria del control de las enfermedades, la preservación del orden sanitario global, como también la conservación de las fuerzas vitales de la sociedad en tanto fuerza productiva, dan cuenta de las profundas transformaciones que han tenido conceptos como Sujeto, Población, Territorio, Soberanía, y campos de saber vinculados estrechamente a ellos: la sociología, la economía, la política, los saberes bio-médicos, por nombrar aquellos con los que discutiremos a lo largo de esta investigación.

Sin embargo, en el centro de la discusión biopolítica contemporánea, parece existir una doble tendencia, por un lado aquella que expresa una superposición entre la política y el derecho sobre la vida; por otra, lo que incide en una derivación de la vida vinculada estrechamente con la muerte, de tal manera que la paradoja podría resumirse de la siguiente manera: ¿por qué la política contemporánea acerca de la vida parece significar una administración de la muerte?, o ¿por qué la administración política de la vida humana implica la sujeción a una estructura que regula la mortalidad que la constituye?

También pareciera que los fenómenos actuales de la biopolítica se orientan, por un lado, a una reflexión sobre el desarrollo de las "ciencias de la vida" y de las posibilidades crecientes de la manipulación de los fenómenos de la vida por las biotecnologías. Discusiones que se centran en el aborto y el aumento de la longevidad, como también en el diagnóstico genético de preimplantación y los experimentos con células madre, sugieren pensar la biopolítica más como una administración que regula la vida biológica de las poblaciones, particularmente acompañada de una reflexión moral y del establecimiento de un sistema de valores que se refleja en los debates sobre el derecho (biológico) a la vida y el imperativo omnipresente de vivir (más tiempo y con mejor salud) y que da lugar, en último término, a una confusión entre la biopolítica y la bioética. Por otra parte, parece existir una biopolítica imbricada en las manifestaciones del poder y de la construcción y ejercicio de una nueva soberanía que se sujeta en la explotación, control y disciplinamiento de la fuerza vital.

Fundamentos biopolíticos de la educación inclusiva para la investigación narrativa

Actualmente la política moderna ha logrado desvanecer lo que antaño representaba el campo de acción de la soberanía en territorialidades concretas, extendiéndose a escala global gracias a la cada vez más aflorada indistinción entre lo externo y lo interno, la paz y la guerra, la vida y la muerte. Debido a esto, la política y el derecho se inscriben hoy en una relación compleja, que excede sus lenguajes tradicionales, por ello una definición de biopolítica no sólo no es posible hasta hoy, sino que su gran vacío teórico-conceptual se manifiesta en cómo fue que la soberanía devino en biopolítica y cómo la biopolítica impacta en la educación, remitiéndonos a una aporía que requerirá de una extensa investigación teórica. Así, existe en el concepto biopolítica:

 “[...] una incertidumbre, una inquietud, que impide toda connotación estable. Es más, podría agregarse que está expuesta a una creciente presión hermenéutica que parece hacer de él no sólo el instrumento, sino también el objeto, de un áspero enfrentamiento filosófico y político respecto de la configuración y el destino de nuestro tiempo”.[5] Este excedente de los lenguajes tradicionales es fundamental para entender las relaciones de poder, porque representa el campo de inscripción de la investigación narrativa sobre los cambiantes fenómenos en el arte de gobernar y de las relaciones de poder colocadas al margen de la subjetividad docente, de los discursos políticos e institucionales y las de las prácticas pedagógicas.

¿Qué tenemos que narrar? Algo que es fundamentalmente característico y que representa uno de los problemas centrales de gran parte de las problematizaciones de la educación inclusiva es el modelo disciplinario. La sociedad disciplinaria[6] es aquella en la cual el poder se construye y se ejerce a través de una difusa red de dispositivos o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas, cuyo origen son las transformaciones del sistema jurídico europeo a partir del siglo XVIII, y que luego se extendieron hasta el siglo XIX en el mundo occidental. Dice Foucault en un conjunto de conferencias dictadas en la Universidad Católica de Río de Janeiro en 1973:

“La formación de la sociedad disciplinaria puede ser caracterizada por la aparición, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, de dos hechos contradictorios, o mejor dicho, de un hecho que tiene dos aspectos, dos lados que son aparentemente contradictorios: la reforma y reorganización del sistema judicial y penal en los diferentes países de Europa y el mundo.”[7]

Este tipo de sociedad se distingue porque asegura y mantiene la obediencia a sus reglas y a sus mecanismos de inclusión y/o exclusión, lograda por medio de instituciones disciplinarias (la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad, la escuela, etc.) configurando los espacios de lo social e instaurando lógicas adecuadas a la “razón” de la disciplina. El poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y límites del pensamiento y el control, sancionando y prescribiendo los comportamientos normales y/o desviados.

El establecimiento de la sociedad disciplinaria constituye un cambio dentro del paradigma de la soberanía, y resulta fundamental para entender su genealogía y cómo el sistema jurídico se reconfigura en torno a ella. Por ejemplo, la cambiante definición de criminalidad, que es siempre necesaria suprimir, conllevaría a una racionalidad basada en el acto de disciplinar y prever cierto tipo de conductas que pueden llevar al individuo a la condición de “enemigo social”, de enemigo interno, aquel que rompe con el pacto social[8]. Dicho razonamiento corresponde a las formas –también nuevas– en la que se constituye el saber: estudios sobre cómo prever el crimen, la aplicación de exámenes sobre la tendencia a las conductas antisociales, los estudios de la frenología y posteriormente la psiquiatría constituirán los saberes sobre los que se catalogarán las desviaciones y las anormalidades enmarcadas en la exclusión del individuo en curso de ser normalizado.

La más clara descripción de la sociedad disciplinaria es aquella que se encuentra en Seguridad, territorio, población[9], curso del Collège de France que Foucault dictó entre 1977-1978. Allí Foucault define por primera vez una nueva forma sobre cómo sancionar una ley y el establecimiento de castigos a quien la viole. Foucault lo llama código legal con partición binaria, es decir, aquello que opera entre lo permitido y lo vedado, y un acoplamiento como el objetivo del código, entre un tipo de acción prohibida y un tipo de castigo: mecanismo legal o jurídico. Mientras que un segundo momento partiría de la ley que es encuadrada por mecanismos de vigilancia y corrección.[10]

Todo aquello que es vedado en el establecimiento de la sociedad disciplinaria corresponde, en principio, a la composición de las técnicas junto a los procedimientos reguladores, es decir, a la composición de los saberes técnico-científicos que derivan en reglamentaciones y modifican progresivamente el ámbito jurídico. Es así que, en este tipo sociedad, existen dos tipos de disciplina:

“[…] en un extremo, la disciplina-bloqueo, la institución cerrada, establecida en los márgenes, y vuelta toda ella hacia funciones negativas: detener el mal, romper las comunicaciones, suspender el tiempo. Al otro extremo, con el panoptismo, tenemos la disciplina mecanismo: un dispositivo funcional que debe mejorar el ejercicio del poder volviéndolo más rápido, más ligero, más eficaz, un diseño de las coerciones sutiles para una sociedad futura. El movimiento que va de un proyecto al otro, de un esquema de la disciplina de excepción al de una vigilancia generalizada, reposa sobre una trasformación histórica: la extensión progresiva de los dispositivos de disciplina a lo largo de los siglos XVII y XVIII, su multiplicación a través de todo el cuerpo social, la formación de lo que podría llamarse en líneas generales la sociedad disciplinaria”[11].

En esta línea, el tratamiento analítico de la sociedad actual no puede entenderse sin la noción de espacio, aquello que se narra tiene no sólo la posibilidad de espacilizarse, sino que además el producto del análisis de la experiencia profesional-pedagógica puede construir nuevos escenarios posibles, es pues, el punto de inscripción de la utopía no como algo irrealizable sino como aquello que es potencialmente constitutivo de un proceso de reflexión crítica y propositiva como lo es la educación inclusiva.

Foucault considera que la compresión de la soberanía, la seguridad y la disciplina son indisociables de la noción espacial en tanto le corresponde a ese lugar indeterminado un propósito de normativización que se evidencia con más severidad en los discursos, y es aquí donde toda experiencia narrada debe hacer una vinculación clara sobre el discurso que lo contiene. Hacer visible, develar el discurso se vuelve una tarea fundamental para el investigador-narrador de si práctica docente:

“Se puede decir la verdad siempre que se diga en el espacio de una exterioridad salvaje; pero no se está en la verdad más que obedeciendo a las reglas de una «policía» discursiva que se debe reactivar en cada uno de sus discursos. La disciplina es un principio de control de la producción del discurso. Ella le fija sus límites por el juego de una identidad que tiene la forma de una reactualización permanente de las reglas.”[12]

Es claro que para Foucault la sociedad disciplinaria normaliza: “la disciplina, desde luego, analiza, descompone a los individuos, los lugares, los tiempos, los gestos, los actos, las operaciones. Los descompone en elementos que son suficientes para percibirlos, por un lado, y modificarlos, por otros”[13].

El verdadero reto epistémico entonces, consistiría en comprender aquellas relaciones dónde se libran las resistencias a lo disciplinario, dónde y sobre qué sujetos se ubican estas prácticas, donde prevalece la consigna de que el poder es –usando la vieja formulación de Carl von Clausewitz– “la continuación de la guerra por otros medios"[14]. La sociedad “debe defenderse” mostrando que el poder disciplinario se basa en la soberanía política, en principios tácticos, militares y de guerra. Es por ello que Foucault subraya que su análisis no se limita a mirar a las instituciones particulares de soberanía o las militares, porque el lado marcial del poder es omnipresente en la sociedad (visible); la verdadera función o la más importante es en cómo vislumbrar la “guerra silenciosa”[15] de las relaciones de fuerza que se insertan en las desigualdades económicas, lingüísticas, discursivas y, en general, en la corporalidad de los individuos, reescribiéndose en las instituciones de acuerdo a las adaptaciones que el mismo poder genera.


Bibliografía.

Esposito Roberto. (2006). Bíos. Biopolítica y filosofía, Buenos Aires, Amorrortu

Foucault Michel (1992). El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets.

 

______________ (1996). La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa

_______________(2002). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, S. XXI Editores.

______________ (2003). Hay que defender la sociedad, Madrid, Akal.

 

______________(2008). Seguridad, territorio, población, Madrid, Akal.



[1] Dr. En Cienciad Sociales y Humanidades por la UAM. Profesor Titular “C”, Tiempo Completo, Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 094 CDMX en donde es Coordinador de Posgrado.

[2] Sobre este consenso podemos referir, sin ser exhaustivos, los siguientes textos: Piketty Thomas (2014): Capital in the twenty-first century, USA, Harvard.; Hardt Michael y Negri Antonio (2000), Imperio Imperio, Santiago de Chile, edición digital de la Escuela de Filosofía de la Universidad ARCIS, trad. de Eduardo Sadier; Harvey David (2004), El Nuevo imperialismo, El nuevo imperialismo, Madrid, Akal; Wallerstein Immanuel (2006), Análisis de Sistemas–Mundo Una introducción, México, S. XXI Ed.; Žižek Slavoj (2010), Viviendo en el final de los tiempos, Madrid, Akal; Jameson Fredric (1991), El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Barcelona, Paidós.

[3] Cf. Foucault Michel (2008). Seguridad, territorio, población, Madrid, Akal, p. 73.

[4] Algunos nudos referenciales de la discusión contempla los siguiente autores y textos: Foucault Michel: Historia de la sexualidad. 1. La Voluntad de saber, Seguridad, Territorio y población, Nacimiento de la Biopolítica. Giorgio Agamben: Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Estado de excepción, Lo que queda de Auschwitz. Roberto Esposito: Bíos, Imminutas, Communitas; Antonio Negri: Imperio, Fábricas del sujeto. Ontologías de la subversión, Common Wealth. El proyecto de una revolución del común. Rancière: Dissensus; Alain Badiou: El siglo; Ernesto Laclau: “¿Puede la inmanencia explicar las luchas sociales?” (Crítica a Imperio de Hardt y Negri); Slavoj Žižek: En defensa de las causas perdidas; Lenin reactivado. Hacia una política de la verdad; Judith Butler: Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Algunas de estas obras están referenciadas en nuestra Introducción, las demás serán abordadas y adecuadamente citadas en el curso de la investigación.

[5] Esposito Roberto. (2006), Bíos. Biopolítica y filosofía, Buenos Aires, Amorrortu, p. 24

[6] La noción de "sociedad disciplinaria" aparece por primera vez en El poder psiquiátrico. Curso en el Collège de France (1973- 1974), Buenos Aires, FCE, 2005, continuando en Vigilar y castigar, op. cit., p. 217.

[7] Foucault Michel (1996). La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, p 81.

[8] El estudio de Foucault atraviesa y critica las teorías contractualistas de J. J. Rousseau, Jeremy Bentham, Cesare Beccaria y Jacques Pierre Brissot donde el crimen o la infracción penal se muestra como la ruptura con la ley, en particular la ley civil como fundamento de una sociedad (el lado legislativo del poder político). Lo anterior sugiere que […] “para que haya infracción es preciso que haya también un poder político, una ley, y que esa ley haya sido efectivamente formulada. Antes de la existencia de la ley no puede haber infracción”, Ibídem, p. 82.

[9] Cf. Foucault Michel (2008). Seguridad…, op. cit. p. 17.

[10] Cf. Foucault Michel (2003). Hay que defender…, op. cit., p. 70.

[11] Foucault Michel (2002), Vigilar…, op. cit., p. 193.

[12] Foucault Michel (1992). El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets, p. 22

[13] Foucault Michel (2008), Seguridad…, op. cit., p. 65.

[14] Cf. Foucault Michel (2003). Hay que defender la sociedad, Madrid, Akal., p. 27

[15] Ibídem, p. 25.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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