Flor Alejandrina Hernández Carballido
Preparatoria 5 "José Vasconcelos" UNAM
Las escuelas deben abandonar la moralmente equivocada y políticamente peligrosa idea de pedirnos que elijamos entre ser, por encima de todo, ciudadanos de nuestra propia sociedad o, por encima de todo, ciudadanos del mundo. Al fin y al cabo, no somos ninguna de las dos cosas.*Amy Gutmann
La problemática que plantea comprender, evaluar y optar por una educación con fundamentos cosmopolitas o patriotas, para nuestro entorno y momento actual, forma parte de la temática que interesa a diversos estudiosos1, incluyendo a los filósofos de la educación contemporánea. Una de las propuestas filosóficas que considero de gran valor para reflexionar sobre esta cuestión es la de Amy Gutmann, no sólo porque precisa las características generales del cosmopolitismo y del patriotismo, así como los cuestionamientos que reciben, sino principalmente porque defiende la postura de que los propósitos de la educación actual (que incorpore las aportaciones de una o ambas posturas) deben fundamentarse en una teoría más amplia: la de una educación democrática.
Me propongo explicar en este artículo, principalmente, ciertos aspectos de la reflexión filosófica que presenta Gutmann referentes a una teoría educativa democrática, para concluir con algunas de las razones que permiten apoyar -preferentemente- el planteamiento educativo cosmopolita, aunque no por ello se rechaza del todo una educación patriota. Invito a los lectores a pensar y discutir esta temática desde la óptica de la filosofía de la educación, en particular desde la perspectiva política que presenta nuestra autora.
Las cuestiones a desarrollar son: 1.- Precisión de conceptos acerca del cosmopolitismo y el patriotismo, 2.- Algunas características de la teoría educativa de Gutmann, 3.- La teoría de una educación democrática ante los planteamientos de una educación cosmopolita y patriota.
En el Epílogo (1997) de La educación democrática2 Gutmann expresa que los conceptos cosmopolitismo y patriotismo se utilizan de maneras diferentes, por lo que es conveniente precisar su significado antes de relacionarlos con la educación y, en consecuencia, evaluarlos.
Tal como se definen en la mayoría de los diccionarios y como se emplean en general, los términos de cosmopolitismo y patriotismo hacen referencia a sentimientos relativos a la pertenencia e identidad del yo, es decir, por cosmopolitas se entiende a aquellos individuos que identifican su hogar con muchos lugares y no con uno solo, el mundo es su patria, en contraste, los patriotas reconocen a un solo lugar o ideal (nación o Estado) como propio, son aquellos que aman su patria. Gutmann considera que tales significados son imprecisos.
Para nuestra autora, cuando los filósofos se refieren a estos conceptos lo hacen desde un punto de vista moral. El significado de cosmopolita es invocado por sus defensores como sinónimo de universalismo moral y el de patriotismo como particularismo moral.
Cuando filósofos como Martha Nussbaun y Anthony Appiah3 recomiendan el cosmopolitismo se refieren a un tipo específico: el cosmopolitismo igualitario, éste se refiere a alguien que tienen apego a los seres humanos, donde sea que vivan, concede igual respeto a todo ser humano, sea cual sea su nacionalidad, etnia, religión, raza o sexo.
Gutmann considera que el patriotismo entendido generalmente como un sentimiento de amor hacia (y, por tanto, devoción a) una nación o Estado, implica un peligro, ya que generalmente el amor es una pasión notoriamente difícil de controlar, los amantes son incondicionales en su lealtad hacia los que aman y si pensamos en la lealtad de millones de personas hacia una nación o Estado el peligro aumenta, pues actualmente los estados poseen poderes masivos institucionalizados para matar, torturar, privar de comida, degradar a las personas, etc., de ahí que la postura de lealtad incondicional a un país "tenga o no razón" es extraordinariamente peligrosa.
Por el contrario, la mayoría de los filósofos que apoyan el patriotismo defienden otro tipo de patriotismo, uno más específico y menos peligroso, aquel que implica el amor a principios relacionados con el amor a la patria, como lo describe Maurizio Viroli, aman su país porque es una república que permite de forma única apoyar los principios de libertad y justicia.4
Gutmann elabora una teoría de la educación democrática, apoyándose, entre otros aspectos, en un análisis político sobre la educación. Para la autora, una teoría educativa bien sustentada ha de poner atención a los requerimientos de las políticas educativas que caracterizan las sociedades contemporáneas, pues —dicho en sus términos— “como se necesitan políticas más democráticas para promover la educación democrática, se necesita una educación más democrática para alcanzar políticas democráticas. Si valoramos las dos cosas, debemos procurar ambas.”5 En este sentido, su teoría se propone evidenciar ciertos nexos entre educación y política. Afirma:
No debemos considerar la educación como un espacio cuyo ideal sería estar separado del tumulto de la política democrática. Si tenemos en cuenta esta advertencia, tal vez desarrollemos una teoría de la educación democrática y de la democracia menos gloriosa, pero mejor fundamentada.6
Una primera característica de la teoría educativa de Gutmann consiste en vincular ciertos ideales educativos con la actividad política, concretamente, con políticas democráticas, siendo una de las tareas teóricas enfrentar las controversias y desacuerdos políticos en torno a los propósitos educativos y crear, en consecuencia, una "virtud democrática", a partir de considerar la diversidad de posturas; tal virtud consiste en la posibilidad de debatir y deliberar, en torno a las temáticas educativas, para buscar y proponer una acuerdo en torno a los principios que deben orientar el quehacer educativo. De esta manera, la teoría educativa permitirá incrementar nuestro conocimiento de la educación y de todos los componentes de la sociedad.
El análisis político que realiza Gutmann sobre la educación se propone responder a dos interrogantes: 1) ¿quiénes tienen el derecho de educar a los futuros ciudadanos? y, 2) ¿de qué manera han de ejercerlo? Las respuestas más claras y reconocidas que se han dado a lo largo de nuestra historia se deducen de las interpretaciones de las filosofías educativas de Platón, John Locke y Stuat Mill; nuestra autora "dialoga" con estas propuestas, denominándolas: teoría del Estado familia, del Estado de las familias y del Estado de los individuos. Su interés al analizar tales posturas está dirigido a evaluarlas, (en relación con los argumentos que se refieren a los propósitos educativos, la autoridad y distribución educativa) no por el mero hecho de la crítica, sino para desarrollar una mejor teoría que integre las fortalezas y evite las debilidades de los enfoques vigentes. La teoría alternativa que propone la denomina: teoría de un Estado democrático.
Uno de los objetivos de su teoría educativa, la de un Estado democrático, consiste en explicar la forma en que los individuos adquieren -o deberían adquirir- la potestad para influir en la educación que formará los valores políticos, actitudes y formas de comportamiento de los futuros ciudadanos, a esta facultad la llama "reproducción social consciente".
Para responder al cuestionamiento que se plantea -de qué manera se adquiere el poder para influir en la educación- Gutmann explica al mismo tiempo otro aspecto: quiénes son los individuos que adquieren tal potestad. Su teoría defiende la idea de que la autoridad educativa -aquellos que influyen en la formación de los futuros ciudadanos- y la forma en que se adquiere tal facultad debe ser el resultado de un poder compartido por: el Estado (como representante de los intereses de los ciudadanos), la familia (por la ideología de ese grupo y de la comunidad de la que forma parte) y los educadores (expertos en el tema educativo).
Gutmann llega a su propuesta de una autoridad educativa compartida analizando las teorías educativas más influyentes —la del Estado familia, del Estado de las familias y del Estado de los individuos— reflexionando acerca de la manera en que hacen valer la “reproducción social consciente”. Desde la perspectiva de la teoría de un Estado democrático, amplia e inclusiva, se acepta el valor de la educación paterna y su derecho a transmitir lo que consideran bueno para sus hijos; se reconoce el valor de la autoridad docente para permitir a los niños apreciar y evaluar formas diferentes de vida a las que les transmite su familia y se enfatiza el valor de la educación política —como responsabilidad del Estado— para predisponer a los futuros ciudadanos a entender aquellos estilos de vida que sean coherentes con la noción de compartir derechos y responsabilidades de la ciudadanía.7
Una segunda característica de la teoría educativa que propone Gutmann, consiste en subrayar el rasgo político-moral de la educación. De acuerdo con este distintivo, la educación debe permitir a los niños desarrollar la capacidad de entender y evaluar concepciones competitivas de buena vida y buena sociedad, y conducirlos a identificarse con una de ellas así como a participar —en concordancia con su elección— en su grupo familiar y social. De esta manera, la educación muestra a los estudiantes diversas concepciones de vida y sociedad, representa una apertura intelectual, los enfrenta al reto de comprenderlas y valorarlas, al mismo tiempo que les da la posibilidad de poseer una mejor perspectiva de la vida.
Gutmann no minimiza la apreciación de que la educación es valorada desde otras perspectivas, donde se reconoce su labor de conducir a los niños al conocimiento de otros aspectos del mundo que no son específicamente políticos-morales, como por ejemplo: la ciencia, la literatura, la historia, los deportes. La autora acepta que la comprensión de estos ámbitos forma parte de los fines legítimos que se propone la educación; sin embargo, desde la perspectiva de su teoría, los propósitos político morales de la educación: educar en el carácter y razonamiento moral, (que conduce a desarrollar el carácter deliberativo o democrático) constituyen el objetivo político central de una educación.
Para la autora, una función legítima e incluso inevitable de la educación es formar el carácter; lo que no implica que su propuesta pretenda desarrollar una teoría sobre este concepto. La referencia al carácter en la obra de Gutmann se relaciona con su preocupación por explicar quién tiene el derecho a decidir y de qué manera formar el carácter de los futuros ciudadanos. Para dar respuesta a tal problemática, su teoría se enfoca a estudiar el papel que tienen las escuelas, y no a los padres, porque tales instituciones están sujetas a un control político más directo, al mismo tiempo que las considera como el lugar preponderante, aunque no exclusivo, para que los ciudadanos eduquen a las personas en las virtudes democráticas.
En la teoría educativa de Gutmann, las escuelas tienen como función desarrollar el carácter moral y las virtudes democráticas (cívicas, deliberativas) de los futuros ciudadanos. Debido a que no podemos —en este artículo— ahondar más al respecto, sirva esta precisión de la autora para reafirmar la labor de las escuelas en la formación del carácter y razonamiento moral:
Las demandas pedagógicas de una educación democrática son muy grandes. Por ejemplo, las escuelas deben cultivar el carácter moral (las virtudes de veracidad, no violencia, la tolerancia, etc.) y la capacidad para el razonamiento moral (la lógica, la comprensión crítica, etc.) en los futuros ciudadanos...no podemos encontrar ciudadanos democráticos entre personas que poseen un fuerte carácter moral sin una capacidad desarrollada para razonar...Por consiguiente, la educación en el carácter y en el razonamiento moral, ambas son cualidades necesarias, aunque no suficientes para crear ciudadanos democráticos.8
Un último aspecto que deseo resaltar en la teoría educativa de Gutmann, y que fortalece las dos características descritas, se encuentra en su propuesta de que la labor educativa debe fundamentarse en dos principios: el de no represión y el de no exclusión o no discriminación.
El principio de no represión previene que el Estado, la familia, o cualquier otro grupo utilice la educación para restringir la deliberación racional entre concepciones competitivas de buena vida y buena sociedad. Este principio se propone hacer viable la libertad de deliberar racionalmente sobre diversas formas de vida (no por ello asegura la vía para elegir correctamente) al mismo tiempo posibilita que la educación inculque aquellos rasgos de carácter (como la honestidad, la tolerancia y el respeto mutuo) que sirven de fundamento a la deliberación racional entre diversos estilos de vida.
El principio de no exclusión o no discriminación, amplía lo propuesto por el principio de no represión, impide que el Estado y los grupos en su interior nieguen a al-guien, en términos irrelevantes, un bien educativo. Enfatiza el derecho de educar a todo niño y joven educable sin distinción de raza, religión, sexo o condición socio- económica.
Como lo explicamos en este ensayo, la teoría educativa que propone Gutmann reconoce la importancia de vincular la educación con las políticas educativas de una sociedad. No desconoce la existencia de diversos, e incluso contradictorios, puntos de vista en torno a lo que el Estado, la familia y las instituciones educativas consideran buena vida y buena sociedad. Una de sus tareas es buscar un acuerdo entre las diversas perspectivas.
Para una teoría educativa como la que propone Gutmann, reconocer la existencia de diversas culturas es un factor principal para educar a los futuros ciudadanos, aspecto que también han de considerar las políticas educativas y que influye en la manera de concebir la teoría y práctica educativas.
Para esta teoría no se ignora la importancia de que los estudiantes aprendan acerca del funcionamiento de su propia sociedad, (para actuar como ciudadanos bien informados), sin embargo, en un mundo cada vez más interdependiente, reconocer el derecho de todo individuo a vivir una buena vida —cualquiera que sea su ciudadanía— es igual de importante que reconocer el derecho de nuestros compatriotas a vivir de acuerdo con las vidas que han elegido de forma consciente, (siempre que no infrinjan los principios de no represión y no exclusión).
En consecuencia, la educación democrática avala la conveniencia de comprender diversos modos de vida no sólo dentro de una sociedad, sino extender tal ejercicio intelectual al conocimiento de otras sociedades. La comprensión puede o no conducir a la aceptación, pero una educación democrática da prioridad al conocimiento de formas de vida desconocidas o mal comprendidas y a las relaciones que se dan entre éstas con la política y la vida pública.
En este sentido, una educación democrática concibe un objetivo más amplio, pretende impulsar a los estudiantes a considerar los derechos y responsabilidades de una ciudadanía y humanidad compartida con todas las personas, independientemente de su origen, más allá de los límites de los Estados.
Una teoría educativa democrática apoya un cosmopolitismo igualitario al mismo tiempo que reconoce (no se opone a) los retos que enfrenta una educación patriota, pues como afirma Gutmann comprender y evaluar sociedades foráneas y sus modos de vida significa un desafío similar a la comprensión y evaluación de la diversidad cultural dentro de nuestra propia sociedad. 9
Por otra parte, como lo describimos líneas arriba, la educación democrática se propone contribuir a formar el carácter y razonamiento moral de los futuros ciudadanos, lo que conduce al ejercicio de virtudes cívicas (apropiadas para una democracia). En este sentido, la teoría educativa que propone Gutmann expresa un compromiso moral de respeto a la dignidad e igualdad cívica de todo individuo. Su propuesta considera que las virtudes cívicas necesarias para que una sociedad pueda ejercer “la reproducción social consciente”, no son propiedad de una nación o de un Estado, como tampoco de individuos o grupos especiales. El siguiente comentario lo confirma:
Las virtudes cívicas deben ser accesibles a todos los ciudadanos...no son peculiares de los santos, o de los integrantes de una congregación religiosa, o de seguidores de una filosofía particular. Las virtudes cívicas, junto con las habilidades cognoscitivas y el conocimiento, son necesarias para realizar la promesa de democracia constitucional, no son la salvación individual ni la utopía terrenal, pero expresan libertad y justicia para todos los individuos. 10
La educación democrática se propone enseñarles a los estudiantes el aprecio a la libertad y justicia desde múltiples perspectivas, así como muchas identidades que convergen en la idea de que los individuos de todo el mundo tienen derecho a las libertades y oportunidades necesarias para vivir una buena vida, de acuerdo con sus propias identidades y respetando los mismos derechos de los demás individuos.
En consecuencia, la educación democrática al promover la búsqueda de la libertad y la justicia para todos los individuos abarca un amplio rango de apegos e identidades, por lo que se identifica con el cosmopolitismo, al reconocer que las obligaciones morales de la ciudadanía no se detienen en los límites del Estado. En este orden de ideas, las escuelas tienen como labor fundamental extender los horizontes de los estudiantes, de sus concepciones acerca de una buena vida y de una mejor sociedad, al enseñarles concepciones del mundo diversas que de otra manera les serían inaccesible.
Es conveniente precisar, como lo hace Gutmann, que enseñar a los estudiantes sobre países y culturas extranjeras no es equivalente a homogeneizar el mundo; por el contrario, puede implicar que cada sociedad preste mayor atención a la historia, culturas y políticas de su propio país.
Por último, me dirijo a señalar la manera en que la teoría de un Estado democrático, al fundamentarse en los principios de no represión y no exclusión incorpora el planteamiento de una educación cosmopolita, sin que ello implique rechazar las razones por las que los ciudadanos pueden apoyar una educación patriota.
Una educación democrática es compatible con el igualitarismo cosmopolita porque da prioridad a la libertad de los individuos por encima de obligaciones comunitarias que tienden a ser represivas. La libertad que defiende una educación democrática se traduce en el derecho de todos los individuos (sin excepción o discriminación) a deliberar racionalmente sobre diversas formas de vida, a entender y apreciar la libertad y la justicia desde múltiples perspectivas. La defensa de la libertad individual no excluye el compromiso con las virtudes cívicas -como veracidad, autodisciplina, compasión, respeto, tolerancia- al mismo tiempo que tales virtudes se apoyan en la libertad individual.
Incluso, nuestra autora considera que todas las libertades básicas del individuo deben protegerse contra la represión, así como todas las oportunidades básicas -indispensables para las personas- deben evitar la discriminación. Estos principios deben hacerse valer en las escuelas, pues tales instituciones deberían estar obligadas a respetar los derechos a la no represión y a la no discriminación, en tanto forman parte de los derechos constitucionales de los estudiantes.
Entonces ¿se justifica la enseñanza del patriotismo? Gutmann acepta que la escolarización constituye un periodo demasiado breve como para enseñarlo “todo”, así como también entiende que los individuos tienden a identificarse más con los temas que hacen referencia a su país y de esa manera la enseñanza de la historia y política del propio país puede posibilitar que los individuos se involucren más fácilmente en la búsqueda de la justicia dentro de ciertos márgenes. Aún así, estas razones no debe ser excusa para que una educación patriota oprima o niegue los derechos iguales de otros individuos en otras sociedades, pues los valores fundamentales de una educación democrática y de una democracia se oponen a la opresión y exclusión.
A manera de conclusión, cerramos nuestro artículo invitando a nuestros lectores a reflexionar y deliberar en torno a las ventajas y desventajas de enfatizar exclusiva y unilateralmente una educación cosmopolita o una educación patriota. La alternativa que ofrece Gutmann es una mejor opción, ya que:
...algunas razones justifican el enseñar a los estudiantes más sobre política, la historia y la cultura de su propia sociedad que sobre cualquier otra, pero no justifican negarse a enseñar las políticas, historias y culturas de otras sociedades. ...una educación democrática debería enseñar a sus estudiantes la historia y la filosofía del patriotismo junto con la historia y filosofía del cosmopolitismo. 11
Bibliografía:
Gutmann, Amy, "The Civic End and Means of Education." In Passing the Test: The National Interest in Good Schools for All, Washington, D.C, Center for National Policy, March 2000, consultado en línea: http://www.enpone.org/Press%20Release/Reports/Cup/20%Pass%20Final.pdf
Gutmann Amy "Ciudadanía democrática" en Cohen, Joshua (Compilador) Los límites del patriotismo. España, Paidós,1999.
Gutmann, Amy, "Education and Democratic Education" in Studies in Philosophy and Education, volume 12, No 1, p. 8.
Gutmann, Amy. La educación democrática. España, Paidos, 2001,
Nussbaun, Martha; Rorty, Richard; Viroli Mauricio, Cosmopolitas o patriotas, Argentina, FCE, 1997.
Notas:
* Amy Gutmann, "Ciudadanía democrática" en Los límites del patriotismo. Joshua Cohen, (Compilador) España, Paidós,1999.
1. Un acercamiento filosófico a este tema lo encontramos en diversos autores: Maurizio Viroli en "La querrelle entre cosmopolitas y patriotas", Richard Rorty: "La academia antipatriótica", Martha Nussbaum: "Educar ciudadanos del mundo", Anthony Appiah: "De la aldea al Estado mundo", Amy Gutmann: "Primero la justicia", Charles Taylor: "La democracia necesita patriotismo", Michael Walter: "Hay también un cosmopolitismo peligroso" y Gian Enrico Rusconi: "Descender de la cosmópolis" en: Cosmopolitas o patriotas, Argentina, FCE, 1997.
2. Cf. Amy Gutmann, La educación democrática, España, Paidós, 2001.
3. Cf. Martha Nussbaum, "Patriotismo y cosmopolitismo" y Anthony Appiah, "Patriotas cosmopolitas" en Los límites del patriotismo.
4. CF. Maurizio Viroli, For Love of Country: An Essay on Patriotism and Nationalism, Oxford, Clarendon, Press, 1995.
5. Gutmann, Amy, La educación democrática, p. 35.
6. Ibid, p. 356.
7. Cf. Gutmann, Amy, La educación democrática, p. 63.
8. Gutmann, Amy, "Education and Democratic Education" in Studios in Philosophy and Education, volume 12, No 1, p. 8.
9. Gutmann, Amy, La educación democrática, p. 377.
10. Gutmann, Amy, "The Civic End and Means of Education." in Passing the Test: The National Interest in Good Schools for All, Washington, D.C, Center for National Policy, March 2000, p.19.
11. Gutmann, Amy, La educación democrática, pp.382, 384-385.