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Los nahuas después de la Conquista

(Reseña critica de la obra de James Lockhart)


Luis Meza Navarrete

Asesor de la Unidad UPN 094

Introducción

El presente artículo tiene el título de la obra de James Lockhart «Los Nahuas después de la conquista» y pretendo desarrollar una reseña crítica de la misma.

Una de las motivaciones principales que me movió a realizar el presente trabajo es el esfuerzo intelectual que implicó la empresa investigadora de Lockhart de mas de 200 años de historia Nahua en sus propias fuentes, que nos permite tener un conocimiento y una comprensión distintos en torno a organización social y cultural de los habitantes del Altiplano Central y sus implicaciones todas; conocimiento que escapa a la visión que un pedagogo como yo tenía antes de tan constructiva y enriquecedora lectura.

En el artículo que a continuación desarrollo, me centré fundamentalmente en la organización indígena territorial conocida como altépetl, sus principales características y el papel que jugó en el proceso de vinculación entre el mundo europeo y el náhuatl. Paralelamente, me interesó también la relación entre ambos grupos humanos a través del contacto establecido por medio de la lengua y su peso específico como indicador del nivel de adaptación entre las dos visiones distintas del mundo.

Me gustaría resaltar que la lectura del texto me llevó a reconsiderar sobre la visión restringida de la conquista de México, y analizarla como un proceso complejo que no necesariamente se limitó a una lucha armada y a la «imposición» de una cultura sobre otra, sino a visualizar la relación entre el mundo español y el nahua como una relación de mutua interdependencia y adaptación que siguió un camino dictado por las circunstancias y características de ambas culturas y por las particularidades del contacto establecido a través de los años.

Desarrollo

El mayor mérito que nos ocupa del libro está en el rescate que hace de la visión indígena en torno al contacto entre los pueblos nahuas y los europeos. Esta labor significó el lento proceso de recolección y análisis de información de las fuentes indígenas sobrevivientes (la mayoría escrita en náhuatl) particularmente del período comprendido entre la década de 1540-1550 hasta finales del siglo XVIII. Los ocho capítulos del libro abarcan una amplia gama de temas referidos al ámbito social y cultural, en su estructura son independientes entre sí, lo que permite de una u otra manera la lectura selectiva de algunos de ellos; si bien la escasez de textos completos orilló al autor a concebir la obra como una unidad, también fue posible debido a las coincidencias existentes entre los diversos grupos étnicos que ocupan el valle central de México, tanto en formas de organización social, política, parentesco, tenencia de la tierra y uso de verbos tomados del español en varios puntos geográficos alejados entre sí pero ubicados al azar en el mismo espacio temporal.

Resulta importante resaltar que los nahuas estaban unidos por una cultura contenida en su lengua común y divididos en un grupo de estados regionales separados con orígenes étnicos distintos, que permanecían frágilmente sostenidos por el ejercicio de una dominación imperial basada en la guerra. La historia de esta relación ha sido escrita desde la visión española, la cual asignaba los roles que debieron jugar cada una de las partes, esta perspectiva limitada de la evolución de dicha relación evitó visualizar de manera integral la complejidad que representó el rudo, contando la mutua interdependencia de ambas culturas.

La interpretación de la historia y de la relación entre españoles e indígenas se ha dado desde dos grandes enfoques; el primero sostiene que el choque militar evolucionó hacia la actitud de conflicto y resistencia; dicho de otra manera, se dio la imposición, por medio de las armas, de una nueva visión del mundo en su ámbito político, cultural y religioso. El segundo, se inserta en la ideas de desplazamiento y aculturación como las categorías de análisis que servirán de ejes para el estudio de dicho choque cultural. No obstante, la obra de Lockhart sostiene que la relación entre ambas culturas resultó en un largo y complejo proceso que duró cientos de años y que se verificó de manera discontinua en cada uno de los elementos sociales, tales como la organización social, política, cultural y religiosa. No podríamos hablar de una imposición o un desplazamiento, sino de una interdependencia gradual que modificó a ambos grupos.

Un factor fundamental significó, las características particulares del contacto traducidas en su nivel de intensidad, medido en las frecuencia de éste; Por ejemplo, en el ámbito cultural el proceso de relación entre ambas poblaciones duró siglos, en cuyo lapso se combinaban las características de ambos. No siempre de manera pacífica, sino a través delconflicto y cooperación a diferentes niveles. La relación nunca fue simétrica ya que se desplazaba al lado de los europeos, pero fundamentalmente marcó a ambas culturas por medio de la mutua incorporación de elementos culturales.

Otro elemento a considerar es la amplia interacción que se dio entre las diversas áreas centrales del altiplano, fundada particularmente entre la implantación más o menos rápida de las formas europeas de gobierno entre los pueblos indígenas, éstas sólo pudieron obtener tal éxito gracias a que de una manera imperfecta y limitada, en los primeros años, las estructuras españolas se adaptaron a las estructuras sociales indígenas existentes, con base a las coincidencias que las unían.

Punto importante a resaltar es el que ser refiere al uso de la lengua y sus implicaciones para rescatar la historia de los grupos indígenas, en particular la labor realizada por los primeros evangelizadores y algunos españoles al enseñar a los nahuas cómo escribir su lengua en el alfabeto latino, esto sin duda repercutió en la posibilidad de crear un registro que rescatara las particularidades de la vida social antes y durante el contacto con los europeos.

El Altépetl

Es la unidad territorial sobre la que se asentó la organización social y política de los grupos indígenas, se distinguía por tres rasgos. En primer lugar, disponía de un territorio propio; agrupaba en él una o más etnias que compartían un pasado y tradiciones comunes (básicamente la lengua) y estaba gobernado por un señor dinástico, el tlatoani.. En cada uno de los cuatro lados del altépetl se extendían los calpolli o barrios donde habitaba la población, orientados hacia los cuatro rumbos espaciales.

En la época prehispánica, el tlatoani acumulaba en su persona el gobierno vitalicio del altépetl, y a la vez tenía derecho al disfrute del servicio personal y los tributos de sus pobladores. A pesar de la existencia de un solo jefe de Estado, una divinidad común y un mercado, cada subentidad tenía su propio jefe separado, su propia nobleza y su propia versión de todas las estructuras que lo constituían; en realidad no existía ninguna corporación gubernamental excepto la suma total de los jefes, que representaban principalmente a sus propias comunidades. Las funciones más generales del altépetl eran realizadas por las subunidades por turno y, cuando se requería una acción común y simultánea, cada unidad estaba representada proporcionalmente.

Al instalarse el gobierno colonial, el tlatoani perdió progresivamente esos derechos, pero el altépetl conservó su estructura territorial y social. Bajo la encomienda, la autoridad real le confiere a los encomenderos españoles una parte de los tributos y de la fuerza de trabajo de los miembros del altépetl. En esta modalidad, la Corona española reconoce los derechos territoriales tanto de los señores naturales (caciques) como de los pobladores, pero retiene para sí el gobierno y la administración de la justicia, pues son sus funcionarios quienes conceden las encomiendas y nombran a los caciques o al «gobernador», que es también un oficial indígena designado por las autoridades españolas. Esta forma de gobierno se mantiene cuando se crean las parroquias o doctrinas indígenas, que son jurisdicciones religiosas sobrepuestas al antiguo territorio del altépetl.

Al poco tiempo, el modelo español fue modificado por el juego y la presión de los intereses indígenas. En Nueva España, el alcalde, la autoridad que impartía la justicia, tuvo un rango superior al de los regidores. En tanto que en España los funcionarios del cabildo representaban a grupos de interés, en el nuevo mundo a grupos étnicos o de parentesco, pero sobre todo a unidades geográficas y políticas dotadas de cierta autonomía, a barrios y parcialidades que hacían valer sus derechos en el seno del altépetl. Esta tendencia a la microetnicidad, y la tendencia a mantener una representación separada para cada unidad social, abrió el camino a una fragmentación progresiva del altépetl, un proceso que comenzó desde mediados del siglo XVI. Debido a esta característica, el número de alcaldes y regidores creció tantas veces como unidades autónomas había. De este modo, una antigua cualidad del altépetl, la de estar constituido por unidades sociales (calpolli) caracterizadas por un fuerte espíritu de autonomía, se reprodujo en el cabildo. Desde fines del siglo XVII, cuando empieza a crecer el número de los pobladores indígenas, se observa en muchas regiones un fenómeno de disgregación de los pueblos, pues otra vez los pueblos sujetos piden ser autónomos y luchan contra sus cabeceras para lograrlo. Se rompió así la antigua unidad política del altépetl, y en su lugar aparecieron múltiples comunidades asentadas en tierras comunales.

Modelo de Periodización de la historia nahua, según James Lockhart

Las etapas de la evolución general de los nahuas después de la conquista están clasificadas en tres grandes etapas:

1. (1519 a ca. 1545-1550)

2. (1545-1550 a ca. 1640-1650)

3. (1640-1650 a 1800 y después)

La propuesta de organización responde necesariamente a un criterio fundamental: un mayor grado de contacto personal con cada etapa sucesiva; ya que la integración de ambas culturas no puede explicarse sino a través de un largo proceso de acercamiento, que condujo necesariamente a la constitución de un canal de comunicación entre ambos grupos determinado por individuos que dominaron el uso de las dos lenguas, es por ello que en el ámbito lingüístico se observa con más claridad este proceso de evolución.

Como ya se ha considerado, el transcurrir entre cada una de las etapas se explicaba por la frecuencia de contactos entre españoles e indios, la variable numérica jugó un papel fundamental. Es natural que ambas partes debieron realizar ajustes importantes, pero dicho proceso estuvo lejos de ser equitativo, mas bien fue determinado por dos condiciones irrefutables; por un lado, el dominio general de los españoles como la parte victoriosa de la guerra de conquista y además, porque a través de los años llegaron a constituirse como un grupo viable en términos numéricos que poco a poco se alejó de la posibilidad de ser integrada a la mayor estructura social indígena.

La Primera etapa

Corresponde a los primeros años posteriores a la caída de Tenochtitlán, se caracteriza por su breve duración y fundamentalmente, por la ligera o nula influencia del dominio español en los ámbitos de la vida cultural de los americanos, entiéndase su lengua, forma de trabajo y de gobierno, entre otros.

En esta fase resulta importante destacar que el contacto entre el número limitado de españoles y el grueso de la población indígena no se dio cara a cara, sino a través de una especie de intermediarios entre ambas partes. Por citar un ejemplo, en la encomienda, la autoridad real le confiere a los españoles una parte de los tributos y de la fuerza de trabajo de un territorio determinado, para ello, se vieron forzados a relacionarse con un reducido número de indígenas, a saber las autoridades del altépec y los propios sirvientes. Por esta razón la adaptación lingüística fue casi nula, si bien durante esos pocos años los nahuas utilizaron los propios recursos de la lengua para explicarse los fenómenos y objetos que los propios españoles introdujeron, quizá no por las coincidencias que tuvieran con los acciones o utensilios utilizados por ellos, sino tal vez por el uso que les era asignado.1

El paso de la etapa 1 a la 2, fue tan gradual que quizá los propios nahuas no la identificaron, la escasa duración de la primera no bastó para que se pudieran diferenciar los cambios entre una y otra, ya que la utilización de conceptos y palabras españolas adquiridas por los indígenas en este breve lapso, son una muestra de ello:

«Cuando los escritores nahuas del libro 12 del Códice Florentino (que se refiere a la conquista) escriben como narradores, por lo general usan la palabra española caballo (cahuallo), pero cuando informan de lo que dijo Moteuccoma, lo muestran usando, como hacían los contemporáneos del tlatoani, «macatl» («venado» como ya lo hemos visto repetidas veces).2

La Segunda etapa

Aquí se produce un «boom» en la incorporación de «préstamos» de sustantivos del español, a diferencia de la etapa precedente se produjo un buen número de textos en náhualt, ya se estaba reaccionando ante la escucha de una serie de palabras del nuevo idioma, se da el paso de la mera observación a la acción concreta. Se incorporó cualquier préstamo del español, con la salvedad de que fueran únicamente sustantivos, quizá porque no había necesidad de una incorporación más compleja.

Factores como el aumento de la población española incrementó el nivel de relación entre ambos grupos. En 1549, una cédula real dispuso que esa forma de gobierno fuera adoptada por los pueblos indígenas: mandaba «se creasen y proveyesen alcaldes ordinarios para que hiciesen justicia en las cosas civiles y también regidores cadañeros [...elegidos por los mismos indios, con el cargo] de procurar el bien común»; también disponía el número de funcionarios para cada pueblo, que variaba según el tamaño de éste.

El cambio mayor adviene cuando en la estructura del altépetl se introducen las formas de gobierno del cabildo español en la década de 1550. Aquí, la mano de obra obligatoria rotativa del altépec siguió proporcionando trabajadores sólo que ya no a través de la figura del tlatoani, sino por medio del gobernador y el cabildo indígena. Reunidos en partidas mucho más pequeñas, los indígenas podían estar en contacto con un patrón español y su actividad girar en torno a las ciudades españolas.

Además, la influencia cultural hispana se puso de manifiesto desde el momento en que los indígenas incorporaron los préstamos de palabras con un mayor nivel de abstracción, debido quizá a la introducción constante de artefactos para diferentes usos en un proceso que se extendió por décadas.

La Tercera etapa

En un proceso más gradual, quizá por las características de la misma etapa y las desigualdades geográficas del amplio territorio del valle central de México, su conformación fue más lenta y gradual, pero sin duda representó la mayor incorporación de elementos del español a la lengua náhualt. Estos se reconocen por la introducción de verbos, preposiciones y conjunciones, entre otros, y por la utilización de sonidos españoles que no tenía la lengua de los hablantes indígenas. Esto sin duda fue un reflejo del estrechamiento de las relaciones personales entre ambos grupos, el altépec ya no participaba en el abastecimiento de la mano de obra, la relación laboral se establecía de manera individual; un solo indígena podía contratarse directamente con un patrón español o en su caso, con su representante, la paga monetaria era el único factor que motivaba al trabajador temporal a aceptar el puesto.

Una variable importante que hay que considerar es la marcada disminución de la población indígena debido a la desastrosa sucesión de epidemias del siglo XVI que de más de 25 millones de individuos en 1492, la redujo a un millón hacia 1630; mientras tanto, el resto de la población había aumentado de manera constante, el creciente número de hispanos determinó una mayor intensidad en la proporción de contactos entre ambos grupos. La inmunidad que más tarde generaron los indígenas contra las enfermedades europeas, y la disposición de tierras suficientes para producir sus alimentos, aseguraron su rápida recuperación de tal forma que hacia 1810 sumaban dos millones y medio de individuos.

Conclusiones

Las aportaciones identificadas del texto se orientan a la descalificación de la idea falsa de «aculturación planificada y dirigida» del mundo indígena a la concepción española del mundo, y del concepto de «resistencia activa» por parte de los pobladores nativos; no existen pruebas tangibles que comprueben dichos planteamientos. El aprovechamiento español de la estructura del altépec no disgustó a los nahuas, quienes se relacionaron pragmáticamente con el nuevo statu quo.

Una característica fundamental en la actitud de ambos grupos, radica en que fundamentalmente cada uno estaba centrado en su propia sociedad y cultura, sin interesarse en particular por las características y la estructura interna del otro.

Ahora bien, el proceso de interrelación entre ambos trajo como consecuencia el desarrollo o de influencias mutuas que no se dieron en un solo sentido, pero hay que destacar que los españoles utilizaron para su beneficio el esquema de asentamiento implementado por los nahuas, lo que proporcionó claros beneficios a los conquistadores ya que éstos no intervenían directamente, lo que demuestra que el altépetl era la célula constitutiva de los pueblos prehispánicos, y observa que sobre ella se asentaron las instituciones políticas, económicas y religiosas que introdujo el conquistador para organizar el territorio. A su vez, las organizaciones españolas se vieron influidas por mecanismos nahuas de mano de obra, se usaron con frecuencia los mercados esencialmente indígenas, se adoptaron alimentos y elementos culturales, así como la propia lengua incorporó elementos locales.

Si bien, se inició el proceso de evangelización a través de la sustitución de los dioses locales por una creencia monoteísta, se basó en la utilización de la infraestructura religiosa original. Por ejemplo, los nahuas se organizaban por unidades territoriales que contaban con una especie de dios protector y los conquistadores emplearon esta situación para la formación de capillas destinadas para un santo o «patrón» específico por barrio.

Por supuesto sería preciso mencionar que esta relación se dio de manera acumulativa y no determinada por algún grupo en particular ; asi mismo, no podría resultar simétrica debido fundamentalmente al carácter dominante de la cultura española por el simple hecho de resultar vencedora en el conflicto inicial que resultó del choque militar entre ambas; pero de esto a señalar que se trató de una imposición cultural violenta resulta por lo menos exagerado.

En particular, el elemento fundamental de vinculación resultó la lengua, una labor de acercamiento y mutua influencia que en el mejor de los casos pasó desapercibido para ambos grupos quienes incorporaron elementos, palabras y vocablos del otro, en un proceso que duró varios siglos y que evolucionó en la medida en que fueron interactuando de manera directa los individuos.

En el desarrollo de las tres etapas del proceso de vinculación entre ambas visiones del mundo, resulta evidente el debilitamiento gradual del original aislamiento cultural en que estaban insertos tanto españoles como indígenas, si bien los primeros aprovecharon la infraestructura social existente, a través del contacto cada vez más cercano basado en el intercambio lingüístico; en el gradual aumento de la población española, aunado a las ventajas técnicas y materiales, pero sobretodo al carácter hegemónico de su papel y del propio ejercicio de dominación, lo cierto es que la relación histórica entre conquistados y conquistadores resulto ser un lento pero seguro proceso de adaptación asimétrico que marcó la verdadera distancia entre ambas culturas.

Bibliografía

Lockhart, James. Los nahuas después de la Conquista. Historia social y cultural de la población indígena del México central, siglos XVI-XVIII. México. FCE. 1999. Págs. 717.

Notas:

1. Por ejemplo, la utilización del término Itzcuintli se aplicó a los perros europeos a pesar de las marcadas diferencias que tenían con los animales autóctonos.

2. Lockhart, James. Los Nahuas después de la Conquista. Historia social y cultural de la población indígena del México central, siglos XVI-XVIII. México. F.C.E. 1999. Pág. 410.

Articulo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 D.F. Centro, México. Se permite su uso citando la fuente. Dirección u094.upnvirtual.edu.mx