Fabiola Guadalupe Ramos Torres
Egresada de la LE’94 en la Unidad 094
Correo electrónico: atljicaru@hotmail.com
No, no fue la pasión lo que vieron mis ojos
por vez primera al cruzar esa puerta,
no fueron los acordes de las letras que conformaron una frase,
una oración agradable hacia esa niña
como tú la llamaste, lo que escucharon estos oídos.
No, no fue el deseo de la relación que consuma en el diván,
la pareja que alcanza el punto perfecto de la estancia terrenal
lo que sintió la mano al verte pasar.
Lo que la naturaleza percibió en el espacio
y tiempo en que me encuentro,
fue la develación de una figura masculina,
pulida con el cuidado que requiere ser
el hijo predilecto de la vida.
Los trece niveles, los cuatro rumbos se conjugaron
y las dualidades trabajaron para crear tu ser
de lodo, de maíz y finalmente de corazón.
De corazón, del alimento de tonatiuh
para los guerreros de Tenochtitlan,
de corazón, de ese órgano donde se dice
se siente el amor.
De amor, así te concibieron,
así te dibujaron, te soñaron y añoraron,
así tan sonoro como el susurro del ave
de bello plumaje, tan libre como sus alas,
tan sólo y único como el misterio de nacer.
Así de grande, así de pequeño,
así de firme como tu puntuación
así, así de noble como todo tú.
Ayer hablé contigo,
pensaba, hacia un recuento desde el momento en que te vi.
Me acerqué, te miré y te dije algo cerquita,
muy junto a ti, ¿me escuchaste?
Pegué mis labios en la punta de tu oreja
como yo lo hice en ese instante con la lengua
hundida en el vaso con tequila.
Pronuncié algo sin palabras,
en el silencio, cual fiel compañero.
Y de pronto, absorta me introduje por el conducto
de tu sentido auditivo,
recorrí sonidos dulces, violentos,
agradables y esos que no lo son tanto
a decir de tu criterio.
Absorta me dejé seducir
por lo que escuchas cotidianamente
de los hombres y mujeres con los que te vinculas.
Absorta me conduje por el ritmo de la música
y de los versos contenidos en aquella canción
que llega hasta tus entrañas.
Te abracé, viaje en los acordes
que desprenden los trazos de tus sonoros dibujos
y de los lápices de color que eliges,
para darles un rostro particular
a las siluetas empapadas
de tus deseos vividos y reprimidos.
¿Son tuyos o tan sólo es el reflejo mío?