Maricruz Guzmán Chiñas
Asesora de la Unidad UPN 094
«La belleza del arco iris radica en sus diferentes colores» Proverbio africano.
El propósito de este escrito, es vincular los procesos de interculturalidad que se están gestando en diferentes ámbitos de la sociedad, con un aspecto que se trabaja en la licenciatura plan 94 a lo largo de los ocho semestres que contempla el mapa curricular, específicamente, con el eje metodológico y la elaboración del proyecto de innovación, pensando en que este puede ser un espacio para reflexionar y recuperar la interculturalidad de una manera crítica y propositiva, y transitar efectivamente hacia la innovación de nuestra práctica docente cotidiana.
Uno de los primeros elementos que tendríamos que señalar es que en el proyecto de innovación realizamos un proceso de investigación, el cual implica conocer una realidad concreta a través de aproximaciones sucesivas; según la investigación acción, investigar es conocer y aplicar. Es así que iniciamos este proceso describiendo, analizando, criticando y reflexionando nuestra práctica docente, pero ésta no se realiza en un espacio descontextualizado, sino en una institución escolar inscrita en un contexto; es por ello que tanto las instituciones escolares como la práctica docente, no es posible entenderlas de manera aislada, sin ponerlas en relación con muchas otras instituciones o prácticas que las rodean. Pensar y actuar en el sistema educativo precisa de un conocimiento profundo de la sociedad de la que forman parte y a cuyo servicio se planifican. Vivimos tan acostumbrados a contemplar superficialmente la realidad de las escuelas, que todo se hace rutinario, no ponemos atención en las diversas manifestaciones que se dan en ella; esta actitud puede llevamos a una cierta despreocupación ante ellas, o simplemente a negarlas o reprobarlas. Porque recordemos que la interculturalidad, no es sólo una diferencia étnica y lingüística sino también de género, sexo, clase social, idelogía, religiosa, etc, es decir, la identidad que se pone en juego y en cuestión no es sólo la de dos pueblos o naciones, sino también las que se construyen al interior de cada colectivo social. Nos referimos, entre otras, a las relaciones y roles de género, de preferencia sexual; a las que se establecen entre ancianos, adultos, jóvenes y niños, a las de autoridad y mando, a las de familia y parentesco, de fe y de creencias. Sin embargo, cualquier planteamiento debe partir de la convicción de que todo ser humano es igualmente digno a los demás, sin importar su origen, color de piel, sexo o convicciones. Nadie hizo nada para existir, todos somos fruto de la misma historia, pero cada uno ha construido la propia y aquí estamos: conviviendo en un tiempo y en un espacio comunes. Esta igualdad fundamental no quita un ápice a las inevitables diferencias de cada uno. Todas las diferencias entre los individuos -genéticas, ambientales, culturales, etc.- y todas las otras realidades: crecer, moverse, pensar, reír y llorar, amar, etc., se construyen sobre esta base más radical que es existir.
Por lo tanto, cuando en el primer punto del proyecto de innovación planteamos los aspectos del contexto, tendríamos que intentar no sólo delimitar geográficamente el área seleccionada, sino la sistematización de las múltiples dimensiones que conforman el marco de referencia, como son los aspectos físicos, ecológicos, demográficos, histórico, económicos, sociales políticos y culturales, este ejercicio tendría que superar lo meramente descriptivo, y evitar ser una copia de la monografía de la región o comunidad sin intentar en principio vincular la información con el objeto de estudio, y no por ello menos importante seria entender las particularidades que caracteriza a nuestra población de estudio: alumnos, padres de familia y maestros, poniendo especial atención en la vida cotidiana, donde cada uno de los sujetos se convierte en el actor principal de su obra. En este proceso los maestros-alumnos asumen el papel de investigadores y necesitan desarrollar una conciencia crítica que les permita analizar, valorar y participar en todo cuanto acontece y tiene que ver con su entorno sociocultural y político. Esta es una condición imprescindible si pretenden que sus alumnas y alumnos sean capaces de alcanzar ese mismo objetivo. Es preciso que caigan en la cuenta de las implicaciones políticas y éticas que atraviesan la mayoría de las tomas de decisiones a las que se ven comprometidos.
Por lo tanto, hablar de la realidad y cultura de los grupos sociales que inciden en el ámbito escolar, no equivale a reconocer que sus idiosincrasias se agotan en especialidades gastronómicas, ritos festivos, modalidades expresivas peculiares en música, pintura, escultura, arquitectura y danza. Tales grupos o colectivos además, viven situaciones particulares y específicas explicables cuando se toman como unidades de análisis dimensiones de clase social, raza, género, edad, religión y nacionalidad. La identidad derivada de estas dimensiones es la que en realidad explica condiciones de vida y peculiaridades de esos grupos sociales. Cuando se analizan comportamientos como bajo rendimiento escolar y problemas de disciplina en las aulas, o cuando se averigua por qué determinados colectivos humanos disponen de menos recursos económicos y, por consiguiente, peores condiciones de vida (viviendas infradotadas o carencia de ellas, servicios de salud escasos y mal dotados, un vacío de programas culturales, etc.), la respuesta acostumbra a ponernos delante de los ojos la posesión de un específico color en su piel, ciertos rasgos físicos diferentes a los del grupo dominante, su pertenencia a una determinada clase social, religión, su edad y/o género.
En este caso es fácil que las cuestiones que subyacen en esa no consideración de las realidades ajenas tal y como sus miembros las viven, acaben sin ser percibidas. Los grupos excluidos terminan por quedar reducidos a caricaturas o a todo un conjunto de anécdotas y situaciones de folklorismo. Así, por ejemplo, se admite la existencia de músicas y modalidades artísticas típicas, pero sólo valoradas como curiosidad o datos más o menos atractivos, pero sin llegar al estatus de las creaciones artísticas que se producen en los circuitos de la cultura hegemónica. Se reconoce que tienen una gastronomía peculiar, unos ritos más o menos pintorescos, que conservan costumbres muy tradicionales, etc., pero todo ello siempre acaba resultando de menor interés cuando se establecen comparaciones. La única cinta de medir es la que construyeron e imponen los pueblos y grupos sociales dominantes.
Existen diversas concepciones sobre la diversidad, más allá de lo cultural, en el aula; por un lado está la visión deficitaria que niega rotundamente la existencia de diferencias culturales, lo cual trae como efecto el no atenderlas, y sobre todo vivir en el deseo de que todos sus alumnos aprendan lo mismo y estén a un mismo nivel académico; lo anterior no puede lograrse porque cada individuo tiene su propio proceso de aprendizaje y desarrollo; y además está influido por la cultura en que está inmerso.
Otro punto de vista es el que ve las diferencias culturales como una Necesidad Educativa Especial, este es un medio un tanto sensibilizado y romántico; pues el identificar y etiquetar no implica un verdadero conocimiento del niño, y por tanto no ayuda en su desarrollo acorde con sus condiciones particulares, sino simplemente en forma incipiente y superficial, con una actitud paternalista.
Por otra parte existe la visión donde se toma en cuenta esa diversidad cultural, se profundiza en su reflexión y organiza el trabajo para alcanzar el adecuado desarrollo de cada niño, e interculturalizan en la diversidad del aula para el logro de mejor provecho. Cada docente muestra diferentes actitudes hacia el trabajo en el aula, dicha actitud también determinará la visión que tomará en cuenta para atender al grupo.
Esto es en cuanto al contexto se refiere, pero tenemos otro parte fundamental del proyecto que es la alternativa, que en específico son las soluciones que planteamos para resolver la problemática o problema señalado en el diagnóstico pedagógico. A este respecto quisiera hacer algunos señalamientos:
Diseñar y llevar a la práctica propuestas educativas contra la exclusión asumiendo la interculturalidad como una realidad, obliga a incorporar al trabajo curricular cuestiones como la vida cotidiana de los alumnos, sus familias y demás personas que inciden en la escuela y la comunidad ; a reflexionar sobre sus realidades diarias, por lo general infravaloradas, penalizadas, y con la sensación de estar aconteciendo al margen de la historia, sin una influencia real en el curso de los acontecimientos de esa sociedad en la que sobreviven. Una educación para trabajar la interculturalidad exige tomar en serio los puntos fuertes, experiencias, estrategias y valores de los alumnos. Implica también estimularlos a analizar, comprender y explicar su contexto, para aprender a elaborar estrategias y líneas de actuación que les permita enfrentar esa realidad contextual.
La conformación de un sistema educativo y de la escuela implicaron la creación de un centro institucionalizado en el que las nuevas generaciones aprenden a mejorar su habla, leer, escribir, aritmética, la historia de su comunidad, sus costumbres e hitos fundamentales y los límites de su territorio. También es en las instituciones escolares donde las nuevas generaciones construyen una visión de los demás países y gente; es por ello que una educación para una sociedad intercultural y comprometida precisa tomar en consideración aspectos fundamentales como son la cultura, lenguaje, costumbres, tradiciones y creencias de los grupos sociales de procedencia del alumnado.
En el trabajo escolar es imprescindible detenerse a analizar la cultura, los contenidos políticos, económicos, culturales, pedagógicos, psicológicos, etc., con los que se trabaja en las aulas, la selección cultural y de contenidos realizada por las autoridades educativas y, de manera especial, la promovida por las editoriales de libros de texto. Las informaciones visibles tratan de justificar el porqué del éxito de ciertos colectivos y personalidades; y además también cuentan con el subterfugio de numerosos implícitos que coadyuvan en la desvalorización de las culturas distintas y/o rivales .Para caer en la cuenta de la importancia de los contenidos culturales y de las perspectivas que se fomentan no tenemos nada más que realizar una simple tarea con cualquier grupo de estudiantes: proponerles un tema de estudio que aparezca en sus libros de texto y ofrecerles información sobre ese mismo tema a través de artículos de revistas, no muy conocidas, o de otros libros que no sean los que emplean como texto obligatorio y a ser posible de editoriales poco conocidas. Procuremos que las perspectivas de análisis y valoración de las fuentes informativas adicionales sean muy distintas, incluso opuestas a las que se promueven en el libro de texto. Una vez que el alumnado comience a leer estas nuevas fuentes, es fácil que algún chico o chica haga comentarios, los cuales rara vez se dejan oír cuando se enfrentan con sus libros de texto oficiales
Cuando una niña o niño acude a un centro escolar trae una identidad construida, sea o no consciente de ella. Sobre la base de esta identidad debe llevarse a cabo la planificación docente, seleccionando aquellos contenidos marcados por los programas educativos que respondan a las necesidades específicas de nuestros alumnos; esta planificación es el punto de partida para las decisiones acerca de tareas escolares, materiales curriculares, modos de organización del alumnado, funciones de la evaluación, rol del profesor o profesora, etc. Es sobre la base de admitir la particularidad de cada persona, como podemos establecer planes de trabajo para aprender a respetar, valorar, compartir y colaborar con quienes pertenecen a otras culturas, religiones o concepciones de vida diferentes.
Es mediante propuestas de trabajo que incorporen estas crudas realidades a través de las que el alumnado aprende a apropiarse críticamente del conocimiento existente fuera de su inmediata experiencia lo cual contribuye a ensanchar la comprensión de ellos mismos, el mundo y las posibilidades de transformar las asunciones dadas por sentado sobre nuestras formas de vida; llegados a este punto, es lógico pensar que la mayoría de las situaciones de fracaso escolar no sean otra cosa que una traducción de situaciones de injusticia a nivel laboral, económico, social, cultural y político que sirven de enmarque al ámbito familiar y vecinal de esos alumnos y alumnas.
La integración de los niños desde las primeras etapas educativas en la cultura de un grupo social, incluyendo la formación cívica en los valores y normas del mencionado grupo es primordial, pero también debemos fomentar en ellos el respeto y la convivencia entre los individuos o los grupos socialmente diferentes. Una actitud positiva y realista en el maestro provocará en el niño un buen desarrollo, porque al tomar en cuenta su contexto y sus conocimientos previos, el niño se sentirá aceptado y seguro en su aula, con deseos de aprender de las nuevas experiencias y valores que se dan en una escuela intercultural, recibiendo y compartiendo anécdotas, costumbres, creencias, propias y de los demás; claro está que una función del maestro es no discriminar unos valores de otros, unas culturas de otras, y sobre todo enseñar a los niños a aceptar y tolerar, siempre con el ejemplo. Educar en actitudes interculturales significa dar a los niños puntos de vista no racistas, favoreciendo la predisposición afectiva positiva hacia personas de diferentes culturas y proporcionándoles la posibilidad de que manifiesten conductas tolerantes, respetuosas y solidarias.
La educación intercultural promueve relaciones de igualdad, cooperación entre personas procedentes de culturas diferentes, mediante la enseñanza-aprendizaje de valores, habilidades, actitudes, conocimientos... Junto a esta expresión de educación intercultural, también se emplean otras como educación multicultural, multiétnica, multirracial... Al emplear los distintos términos siempre tenemos presente un enriquecimiento mutuo, gracias al reconocimiento y la valoración de las distintas culturas.
La construcción de un futuro más solidario está íntimamente vinculada al tipo de enseñanza que ofrezcamos a nuestros alumnos desde edades más tempranas. El desarrollo de los valores en las personas toma una importancia cada vez más relevante. Al trabajar la interculturalidad, encontramos valores universales que permiten el diálogo y la igualdad entre seres humanos. Con la educación intercultural podremos desarrollar capacidades cognitivas, afectivas y sociales que impulsen en los niños actitudes críticas positivas, para que al integrarse paulatinamente en la sociedad en la que se encuentran inmersos, la mejoren y transformen con nuevos valores éticos-morales propugnados entre estos tres ámbitos sociales que influyen en el niño. Un ejemplo de trabajo, que puede ser incorporado a la alternativa, es utilizar como recurso la música, no sólo para la apreciación artística, o desarrollo de la psicomotricidad sino también para desarrollar los aspectos arriba mencionados.
La escuela pública puede ser el ámbito igualitario propicio para aprender a ser diferentes. Al menos, en lo que respecta al llamado currículo y a la forma de relación de los sujetos con el conocimiento. Además, la escuela debe preparar para la educación intercultural, y para acceder a los espacios públicos y privados pertrechados de solidaridad y justicia. La escuela intercultural quizás casi nunca sea toda la escuela. la escuela puede ser el ámbito público para articular igualdad y diferencia. No lo es, aunque, hay experiencias que lo prefiguran.
También es necesario plantearse algunos cuestionamientos al momento de estructurar las estrategias que conformarán nuestra alternativa,:¿cuáles conocimientos son los validados y cuáles tolerados? ¿Hasta dónde es factible la conjunción, mezcla, adición de contenidos? ¿El reconocimiento, y con ello la diferencia dentro de la escuela, implica articulaciones interculturales o nuevas subordinaciones? ¿A qué apuntan las estrategias pedagógicas interculturales?¿Hasta dónde los caminos interculturales pueden ser compartidos y negociados? Está claro, que no siempre.
Buscamos formar una escuela intercultural que sea plural e incluyente y, que se adapte a esas diferencias de los niños, socializados en forma distinta y que además brinde oportunidades de aprendizaje y desarrollo en función de las diferencias y necesidades particulares de sus alumnos.