Vida y muerte, reflejos de un mismo destino

Elvia Lucina Pacheco Mora

Laura Pablo Hernández

Dedicamos este artículo a Guadalupe Hernández y a Elías Pacheco Caballero, porque aunque ellos no habitan este mundo físico, viven eternamente en nuestros corazones. De manera particular cada una de nosotras les decimos: "Cómo puedo yo decirte que lo siento, que tu ausencia es mi dolor y que yo sin tu amor me muero" (Canción: Morir de amor interpretada por Miguel Bosé).

El presente artículo surge a partir del interés que despertó en nosotras la visita que realizamos el "Día de Muertos" a Ciudad Universitaria, donde cada año se organiza una gran ofrenda en la cual participa no sólo la comunidad universitaria sino también el público en general. Nos llamó la atención una frase que dice así: "Yo nunca he visto enterrar a un muerto quizás los muertos no se sepultan, se guardan en la memoria". A partir de ese momento empezamos a reflexionar acerca del sentido que le damos a la muerte.

La muerte está presente en nuestra vida cotidiana, lo aceptemos o lo neguemos. La vida y la muerte son elementos que constituyen al ser humano. El sentido que le damos a la misma forma parte de nuestra cultura tanto en sus raíces prehispánicas como en las españolas. No debemos olvidar que una sociedad nunca permanece aislada y en ella, se reflejan las características culturales de otras sociedades que se las han impuesto principalmente por la vía de la dominación o del comercio.

La muerte forma parte de las fiestas que celebramos anualmente, y que despiertan nuestra imaginación y sensibilidad. A pesar de ser un suceso formal le damos a la muerte un carácter festivo pues ella es un reflejo de la vida. A esta festividad de "Día de Muertos".

El "Día de Muertos" es una celebración de raíces prehispánicas y moralidad cristiana que se lleva a cabo los días 31 de octubre, 1º y 2 de noviembre para conmemorar a los fieles difuntos.

Nuestro "Día de Muertos" según Teresa Rhode es: "una celebración de tipo terráqueo, lunar y solar; son épocas sagradas de cosecha en que se requiere que el hombre practique determinados ritos para activar mágicamente las fuerzas sexuales y reproductivas de la naturaleza"(1).

Dicha celebración es de tipo terráqueo porque según las creencias antiguas se le consideraba a la Tierra como una Madre que otorgaba a sus hijos(los hombres), los alimentos para vivir y al morir volvían a su vientre. El ejemplo más representativo del "Culto a la Madre Tierra" lo constituyen las figurillas femeninas realizadas en marfil, piedra o hueso conocidas con el nombre de: Venus paleolíticas, en las que se resaltan exageradamente los atributos sexuales tales como: senos, caderas, gluteos y el vientre abultado como símbolo de maternidad. No hay que dejar de lado que en Mesoamérica existen ejemplos de estas figurillas lo cual nos indica que el "Culto a la Madre Tierra" se generalizó, tal es el caso de la "Venus de Tlatilco"(Preclásico). Los muertos al enterrarse entran en la dimensión terráquea relacionada con la fertilidad y con el misterio del renacimiento. La muerte se asemeja al entierro de la semilla que renace y da origen a otra cosa. Por ejemplo: el trigo se entierra, nace y muere para renacer glorioso y centuplicado en la espiga.

También se le considera una celebración lunar y solar porque según nuestros mitos aztecas: la diosa de la Tierra(Coatlicue) al estar barriendo en el templo se encuentra con una bola de plumas que coloca en su vientre e inmediatamente queda embarazada.

Su hija la Luna llamada Coyolxauhqui y las estrellas llamadas Centzohuitznahuac amenazan a su madre con matar a su hijo. El hijo que guarda en su vientre consuela a su madre diciéndole que no tema por nada pues él la protegerá. Este hijo recibe el nombre de Huitzilopochtli y representa al Sol. Al nacer decapita a la Coyolxauhqui con la serpiente de fuego(el rayo solar) y hace que huyan las Centzohuitznahuac. Se entabla un combate diariamente en el cual el Sol triunfa cuando sale al amanecer y muere cuando se oculta al atardecer. Vida y muerte son elementos que complementan la existencia del hombre. Huitzilopochtli muere todas las tardes para alumbrar con su luz apagada el mundo de los muertos.

"El Sol sale en la mañana, va subiendo al firmamento, y en la tarde desciende al mundo de los muertos. Muere cuando ya ha recorrido su trayectoria, cuando ya su brillo y calor han dado nueva vida a la tierra entumecida"(2).

Ahora bien, la "Celebración de Día de Muertos" impuesta por los europeos, se formalizó en el año 610 d.C. cuando el Papa Bonifacio IV ordenó que el día de muertos pagano debía cristianizarse, bajo el aspecto de una fecha dedicada a los "mártires" (3) surgiendo así el "Día de Todos los Santos"; que se celebraba el 13 de mayo. En el año 384 d.C. el Papa Gregorio III cambió la fecha al 1º de noviembre. En el año 993 d.C. se agregó a la fiesta de los santos mayores que ahora se celebra el 2 de noviembre.

Con la conquista española se fusionan las creencias prehispánicas y las españolas. Para el hombre mesoamericano la muerte representa un suceso tranquilo y lleno de paz. Finalmente es un servicio para los dioses. Los aztecas creían que había 13 cielos y 9 infiernos y que la vida en el más allá dependía no de los buenos actos sino de la forma en que hubieran muerto. Si alguien moría por lepra, fulminado por un rayo o ahogado en un río iría al Tlalolcan o Paraíso de Tláloc descrito como un lugar donde crecen los árboles frutales y abunda el maíz, el frijol, la chía y otros alimentos. En Teotihuacan se representa plásticamente el Tlalocan en murales de gran belleza y colorido.

Los guerreros muertos en combate iban al Paraíso de Huitzilopochtli, llamado Tonatiuchchan en donde acompañaban al Sol en jardines llenos de flores y cuando el astro aparece por el oriente lo saludan con grandes gritos golpeando sus escudos. Cuando bajan a la Tierra después de cuatro años se transformarían en colibríes y las mujeres muertas en el parto (cihueteteo) iban también a dicho paraíso. Estas mujeres se asemejaban al guerrero pues luchaban contra la muerte y tratan de arrebatarle al niño que es el recién nacido. Sus cuerpos eran vigilados pues sufrían mutilaciones sobre todo de su brazo derecho, ya que los hombres consideraban que al mutilarlas serían invencibles en el campo de batalla.

Todos estos paraísos eran excluyentes pues no todos los hombres ingresaban a ellos. Todos aquellos hombres que no habían muerto de manera trágica tenían que atravesar los nueve infiernos antes de llegar al Mictlan (mundo de los muertos). Por dicho motivo se incluía en la tumba: maíz para que no sufriera hambre, un jarro de agua para que no sufriera sed, se le incorporaba un perro leonado(negro) que ayudará al difunto a cruzar el río Chignahuapan, también se le agregaba un jade en la boca que simbolizaba el corazón del hombre pues en el séptimo infierno existen fieras que se comen los corazones humanos, se quemaba su ropa pues existía un lugar donde soplaba el viento helado que cortaba como si llevara navajas de obsidiana.

El sentido que le dan a la muerte en Mesoamérica se expresa en el siguiente poema:

"¿A dondé iremos donde la muerte no exista? Más ¿por esto viviré llorando? Que tu corazón se enderece: aquí nadie vivirá para siempre. Aunque los príncipes a morir vinieron, hay incineramiento de gente. Que tu corazón se enderece, aquí nadie vivirá para siempre"(4).

A partir de tal referencia entendemos el sentir de nuestros pueblos que hasta incluyen música y vino en los velorios y entierros.

A diferencia del mesoamericano para el europeo la muerte representa una pesadilla que le recuerda la caducidad de la vida. En Europa la calavera es el momento mori que advierte al hombre acerca de la vanidad de las cosas terrenales mientras que en América representa a Mictlantecutli, dios del inframundo o mundo de los muertos. A partir de la imagen de la calavera se realizaba la danza macabra. Inclusive se dispone de un ceremonial acompañado para la hora de morir en donde el moribundo espera la muerte acompañado de parientes, vecinos, amigos y niños.Pide perdón por sus pecados y recibe la absolución. A lo largo del siglo XII con el auge del arte románico aparece en el arte escultórico la imagen de Cristo como Juez impartiendo Justicia (Pantocrator) y se enfatiza la idea del Juicio Final y la Resurrección.

Tal aspecto se ve reflejado en el siguiente párrafo de la Biblia:

"La venida del reino de Dios no es algo que todo mundo pueda ver. No se va a decir "Aquí está" o "Allí está"; porque el Reino de Dios ya está entre ustedes. Llegará el tiempo en que ustedes querrán ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo verán. Algunos dirán "Aquí está" o "Allí está"; pero no vayan ni los siglos. Porque así como el relámpago, al brillar ilumina el Cielo de uno y otro lado, así será el Hijo del Hombre en el día de su regreso"(5)

Pero también para el europeo la muerte es un momento trágico pues representa la lucha entre el Bien y el Mal, entre el Cielo y el Infierno, entre seres celestiales(la Virgen y los Santos) y el Demonio para conseguir el alma del difunto. Tal idea es propia de la Contrarreforma que buscaba afianzar el cristianismo a través de imágenes y escritos.

Reflexiones finales:

La muerte la podemos ver desde la visión indígena o española pero no la podemos negar. Forma parte de nuestra vida y de nuestra cultura. Nadie se escapa de ella. Como dice el refrán popular: "Te escapas del rayo pero no de la raya".

"Grandes y chicos, ricos y pobres, viejos y jóvenes: a todos está deparado un mismo destino, de todos quedará un cráneo sin ojos y un puñado de huesos"(6).

La aceptamos de alguna manera porque implica resurrección que implica una vida en el más allá, más placentera que la que se vive en la Tierra y en la cual podemos ver a Dios. Por eso en el "Día de Muertos" le rendimos culto a la muerte mostrándole nuestro respeto y temor aunque nos burlemos de ella y le llamemos irónicamente: la segadora, la jijurria, la igualadora, la impía, la tía de las muchachas, la triste, la dientona, la pálida, la huesuda, la flaca, la descarnada y la pelona entre otros calificativos.

El "Día de Muertos" se convierte en un espacio donde conviven vivos y muertos. Se visitan los cementerios y en ellos se consumen los alimentos borrándose las diferencias que existen entre ambos. Se les ofrecen a los difuntitos, los alimentos; de los cuales sólo saborean la esencia y los vivos consumimos el sabor de los mismos.

Finalmente para el mexicano la muerte es la contrincante del hombre en un juego en que ambos juegan limpio. No hay trampas entre ambos. Se convierte incluso en el compadre o comadre de los hombres.

Cuando alguien cercano a nosotros muere lloramos por la ausencia, por los recuerdos, por el cariño que le tenemos a esa persona, pero también lloramos por nosotros mismos. Con nuestros muertos se muere una parte de nosotros mismos. Pero nos queda el consuelo de que algún día volveremos a ver a esa persona y que ella si cree en Dios vivirá eternamente. Esta idea la podemos percibir a través de la música. A continuación señalaremos un vals que refleja este aspecto:

"Muere el sol en los montes con la luz que agoniza pues la vida en su prisa nos conduce a morir. Pero no me importa saber que voy a tener el mismo final porque me queda el consuelo que Dios nunca morirá"(7).

Por último sólo queremos señalar que nuestros muertos continúan viviendo en la medida en que los recordemos pues el olvido es una forma extrema de la muerte. Por lo tanto debemos aprender a aceptar que así como nacemos tenemos que morir para continuar viviendo en una dimensión distinta en la cual cumpliremos un destino y aunque nos duela dejar a nuestros seres queridos, Dios nos otorgará otras formas de comunicarnos con ellos. Con la muerte se desintegra el cuerpo físico pero continúa viviendo el espíritu. Recordemos que la muerte no necesariamente implica un fin, ni el término de la vida. Quizá sea el comienzo de una vida mejor espiritualmente hablando. Desde otra perspectiva la muerte nos puede hacer reír basta con escuchar los graciosos versos conocidos como calaveritas en los cuales nos burlamos de artistas, políticos, familiares y de nosotros mismos. Al observar las calaveras de Posadas que son una crítica mordaz de la sociedad porfirista podemos comprender nuestro pasado desde otro punto de vista: el de crítica social de un testigo que cuestionaba la sociedad de su época.O bien no podemos dejar de admirar las calaveras realizadas en lámina y barro que se realizan en Oaxaca como muestra representativa del arte popular y del sentir y actuar de nuestras culturas.

Y como lo dice Jaime Sabines: "Que maldita costumbre de enterrar a los muertos, de aniquilarlos, de acabar con ellos. Tal parece que un día se levantarán de sus tumbas y nos preguntarán ¿por qué lloras?"(6).

Notas:

(1) Teresa Rhode, Tiempo sagrado, México, Planeta, 1990, 197p, p-191.

(2) Paul Westheim, La calavera, Traducción de Mariana Frenk, México, Fondo de Cultura Económica- Secretaría de Educación Pública, 1985, 87p,(Lecturas Mexicanas 91), p-26.

(3) "Mártir" significa en griego "testigo" y muchos de los primeros conversos al cristianismo se vieron obligados a dar testimonio de su fe sacrificando sus vidas.

(4) "Poema de Nezahualcóyotl de Tezcoco" retomado del texto de Eric Wolff, Pueblos y culturas de Mesoamérica, Traducción de Felipe Sarabia, 10ma edición, México, ERA, 1986, 251p, ils, maps, (Colección: ERA- Ensayo), p-11.

(5) La Biblia de Estudio. Dios nos habla hoy. Colombia, Consejo Episcopal Latinoamericano, 1994, 1964 p, gráfs, mapas, San Lucas 17, p-1587.

(6) Paul Westheim, Op.cit, p-70.

(7) Macedonio Alcalá: "Dios nunca muere" (vals). Letra de Vicente Garrido retomado del texto de Carlos Monsivais, Días de guardar, México, ERA, 1970, 380 p, ils, (Colección: ERA Ensayo), p-91.

(8) Poema"Que costumbre tan salvaje" de Jaime Sabines. Forma parte del recital poético titulado: "Entre voces" realizado en Bellas Artes. Este material se sacó a la venta en un cassete editado por el Fondo de Cultura Económica y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.