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Año: 2014 Mes: JULIO-SEPTIEMBRE Número: 73
Sección: LENGUAJE Apartado: Literatura
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AÑORANZA DE MI TIERRA. DÍA DE MUERTOS, TRADICIÓN NO OLVIDADA.
Hermes Pablo Sandoval Hernández

Hermes Pablo Sandoval Hernández

Académico jubilado de la Unidad 094 D. F. Centro

Universidad Pedagógica Nacional

 

Vi la Luna mortecina

en una noche de octubre

donde un hueso se aproxima

y una calaca descubre.

Generalidades

El Día de Muertos ha sido y es considerado como la tradición más representativa de la cultura mexicana popular. La celebración se lleva a cabo en los días: 28, 29, 30 y 31 de octubre, y el 1 y 2 de noviembre, en un periodo que abarca los últimos días de un mes y los primeros del siguiente. La celebración está dedicada al alma de los niños, y el 2 de noviembre a la de los adultos, y sus antecedentes están relacionados con el mestizaje; comprende rasgos culturales indígenas y españoles que al mezclarse dieron lugar a ceremonias que se realizan alrededor de la festividad, con algarabía, color y sabor.

La creencia popular es que las almas de los seres queridos que se nos fueron regresan del más allá a este mundo nuestro en esos días especiales; por tal motivo, se les recibe con una ofrenda en donde se colocan comida, bebidas, frutas, pan, elotes, calabaza hervida o en dulce, velas, veladoras, dulces y juguetes, para el caso de los niños; sin faltar coloridas y olorosas flores de cempasúchil. Se cree que las almas de los niños regresan el día primero de noviembre, y las almas de los adultos el día 2.

 

Los origenes

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, pueden ser encontrados desde la época de los indígenas de Mesoamérica, tales como los aztecas, mayas, purépechas, nahuas, mixtecos, tzotziles, totonacas... solo por citar algunos grupos. Los rituales que se ofrecen a los ancestros se realizaron desde entonces por lo menos desde hace aproximadamente unos 3,000 años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales.

El festejo dedicado a los Muertos cayó en el noveno mes del calendario solar azteca, cerca del inicio de agosto, y era celebrado durante un mes completo y lo presidía la diosa Mictecíhuatl, conocida como la "Dama de la muerte". Cuando los conquistadores españoles llegaron a Mesoamérica en el siglo XVI, se aterraron al ver las prácticas idólatras sangrientas de los indígenas y, en un intento de convertir a los nativos americanos al catolicismo, movieron el festival hacia fechas del inicio de noviembre para que coincidiesen con las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas. El Día de Todos los Santos es un día después del Halloween, donde este último fue también un ritual pagano de Samhain, el día céltico del banquete de los muertos. Los españoles combinaron las costumbres del Halloween con el festival similar mesoamericano, creando de este modo el Día de Muertos.

Para los indígenas, la muerte no tenía la relación moral de la religión católica, en la que las ideas dominantes de infierno o paraíso significan castigo o premio; los antiguos mexicanos creían que el destino del alma del muerto estaba determinado por el tipo de muerte que había tenido y su comportamiento en vida; por ejemplo: las almas de los que morían en circunstancias relacionadas con el agua, se dirigían al Tlalocan o paraíso de Tláloc; los muertos en combate, los cautivos sacrificados y las mujeres muertas durante al parto, llegaban al Omeyocan, paraíso del Sol, presidido por Huitzilopochtli, el Dios de la guerra. El Mictlán estaba destinado a los que morían de muerte natural. Los niños que morían tenían un lugar especial llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que se alimentaran, al que se conocía también como “árbol nodriza”. Los entierros prehispánicos eran acompañados por dos tipos de objetos: los que en vida habían sido utilizados por el muerto, y los que podía necesitar en su tránsito al inframundo.

 

Época actual

Una parte importante de esta tradición implica visitar los cementerios. Ya sea durante el día o la noche, las familias acuden y colocan velas sobre las tumbas, como una forma de iluminar el camino de las almas en su regreso a casa; muchos hacen guardia y esperan a sus difuntos en los panteones que en esas fechas abren todo el día y toda la noche.

Las ánimas regresan según la muerte que tuvieron, a aquellos que murieron antes de la celebración no se les pone ofrenda, pues se considera que no tuvieron tiempo de pedir permiso para acudir a la celebración, por lo que aprovechan para adelantarse. El 28 de octubre se destina a los muertos que fueron matados de manera trágica; el 30 y 31 de octubre son días dedicados a los niños que murieron sin haber sido bautizados y a aquellos que sí lo fueron, respectivamente; el 1 de noviembre, o Día de Todos los Santos, es la celebración de todos aquellos que llevaron una vida honrada. El día 2, en cambio, es nombrado Día de Muertos y es la gran festividad de su tipo en nuestro país, ceremonia que comienza desde la madrugada con el doblar de las campanas (toque característico para cuando fallece alguien “doblar a muertos”) desde la torre de la iglesia, así como la práctica de ciertos cultos, como adornar las tumbas y hacer altares sobre las mismas, ir dejando pétalos de flor de cempasúchil por todo el camino y así sus difuntos encuentren rápido el camino y lleguen a casa porque la comida, la bebida, las frutas y demás, los esperan y tengan un rato de descanso antes de su regreso.

El sincretismo entre las costumbres españolas e indígenas originó que para la fiesta del Día de Muertos, al ser México un país pluricultural y pluriétnico, se vayan añadiendo diferentes significados y evocaciones, según el pueblo indígena o grupo social que la practique, construyendo así, más que una festividad cristiana, una celebración que es resultado de la mezcla de la cultura prehispánica con la de nuestro pueblo que ha logrado mantener vivas sus antiguas tradiciones.

Aunque la celebración anglosajona de Halloween se ha popularizado entre la población urbanizada, en la mayoría de los hogares mexicanos la tradición propia perdura y se colocan ofrendas con elementos muy particulares.

 

Cómo viven la tradición en el pueblo de Cosoltepec, Oaxaca

La muerte llega siempre para todos, para unos al anochecer, para otros al amanecer, para otros quizá comiendo, o tal vez al caer la tarde, pero eso sí, la calaca nos busca y nos encuentra, como dice el dicho: “cuando te toca, te toca, aunque te quites”.

Es extraño y complejo hablar de la muerte, porque el tema es demasiado amplio; aunque no dudo de que tenga sentido hablar de ella, puesto que para muchos mexicanos tiene una importancia real, tanto es así que se han destinado fechas exclusivas para rendir tributo a nuestros difuntos que año con año se supone nos visitan.

Como se podrá ver, la celebración del Día de Muertos corresponde a los últimos días del mes de octubre y a los dos primeros días del mes de noviembre, pero cabe resaltar que, para que se dé dicha celebración, muchos de nosotros hacemos ciertos ahorros con antelación para los gastos que son necesarios para dicha festividad. De las distintas celebraciones que se realizan en la población, dos son las más importantes: la festividad que se rinde a la Patrona del lugar, Santa Gertrudis Magna, del 7 al 18 de noviembre, y la de Todos los Santos, mejor conocida como Día de Muertos. En esta ocasión me referiré a la segunda tradición, dado que es el tema central.

Es interesante señalar que la festividad destinada a los difuntos cobra una gran importancia dentro de la localidad, por lo que muchos de los habitantes empiezan a ahorrar con bastante anticipación para dicha fiesta; pero esto no basta, puesto que los muertos no vienen a ver cuánto de dinero se tiene, sino a compartir los productos producidos por los vivos.

Para esos días en los hogares cosoltepecanos habrá una gastronomía diferente que va desde los frijoles negros con epazote en olla de barro, el tradicional mole negro con carne de gallina criolla o de guajolote, o quizá haya también mole con carne de chivo, una rica barbacoa, carnitas, los elotes hervidos, la calabaza hervida u horneada con miel, sólo por citar algunos ejemplos.

Es de capital importancia señalar que los vecinos de la comunidad de referencia empiezan a hacer los preparativos con varios meses de anticipación, y consisten, principalmente, en la elaboración de las velas, búsqueda de la goma del copal, que servirá de aromatizante, el cuidado de los animales que serán sacrificados para dicha fiesta, la siembra y cuidado de la flor de cempasúchitl, mejor conocida como flor de muertos; la siembra y cosecha de los elotes, la elaboración de las tortillas de maíz tierno, mejor conocidas como shatos, elaboración de los quesos, los cuales serán ofrecidos a los difuntos.

Cabe citar aquí que, para los nativos del pueblo, no es la única fecha en que se recuerda a los muertos. También lo hacen cada vez que cumplen años de fallecidos o el día en que cumplen años de que nacieron, celebrándose además una misa o simplemente rezos, o en el 10 de mayo, recordando a aquellas madres fallecidas, o en el día del niño.

 

Las ofrendas

La festividad del Día de Muertos se divide en dos partes. Una destinada a los niños o “angelitos” (octubre 31 y 1 de septiembre) y la otra, la de los adultos (noviembre 1, después de mediodía y 2, antes de mediodía). La colocación de las ofrendas se empieza a hacer dos días antes de las fechas indicadas, pues se tiene que preparar un altar adornado en forma de arco con ramas de sauce, ya sea sobre la mesa o en el suelo, simbolizando la puerta de entrada. El altar estará adornado con flores de cempasúchitl, flor de cacalosúchil y otras de diferentes colores y olores y la flor de muertos, esta última silvestre; aunado a esto se colocan las frutas, bebidas, dulces, comida y diversos platillos para los visitantes.

En el caso de los niños, quienes llegarán primero, la comida que se ofrendará será con o sin mucho picante, acompañada con agua, refresco, atole de masa o granillo, café o chocolate y leche y sin faltar el tradicional pan de muertos; además se pondrán: frutas, elotes hervidos o asados, dulces, por lo general éstos son hechos con figuras de animalitos o angelitos, veladora y/o velas encendidas, ¡ah! pero para darle el recibimiento, se tendrá que quemar la goma de copal, tres o cuatro veces al día en un candelabro (recipiente de barro exclusivo para este rito) por lo general nuevo, propiciando un ambiente agradable, relajante y así puedan descansar los visitantes, pues se tiene la concepción de que el recorrido debió ser agotador. Todo lo anterior será acompañado con el repiquetear (toque fúnebre doblar a muerto) de las campanas que se localizan en la torre de la iglesia católica del pueblo. Por lo que respecta a las ofrendas para los adultos, éstas no variarán mucho, pero los alimentos ahora contendrán picante y serán acompañados con bebidas alcohólicas: aguardiente, mezcal, cervezas, tequilas, brandy, refrescos, cigarros, etc.

Quiero dejar asentado que los preparativos y las ofrendas van de acuerdo con las condiciones económicas de las personas, ya que mucho de lo que se pone en la ofrenda hay que irlo a comprar a los mercados de Chazumba y/o Huajuapan, estado de Oaxaca, o a Petlalcingo y/o Tehuacán, estado de Puebla. Sin duda, este desplazamiento hace que se gaste un poco más de lo previsto.

Los muertos se van, ahora… ¿qué sigue? Pues, nos vemos en el panteón

Uno de los aspectos más llamativos de esta tradicional fiesta es la concentración de los vecinos del poblado en el panteón municipal para arreglar las tumbas de sus muertos, pues las almas de sus difuntos retornan a su lugar, al Mictlán.

En este bullicio encontramos que las sepulturas se encuentran cubiertas con flores de cempasúchtl, veladoras y velas encendidas, frutas, comida y bebidas. ¡Ah! pero también se da el trueque de los artículos o simplemente se comparten con las personas que se acercan a saludar. También es característico que la banda de música del pueblo se haga presente tocando en las tumbas a cambio de una pequeña remuneración económica; últimamente se ha visto llevar tríos y música norteña, quienes también cobran por pieza interpretada. Este vaivén alegre y festivo inicia desde las 6 de la mañana, hasta ya entrada la noche. En este día, para despedir a los muertos, las campanas de la iglesia estarán doblando a muerto todo el día, con algunos intervalos. Entre los alimentos que se consumen o intercambian en el cementerio están los elotes, las frutas, los shatos con miel, el mole o la barbacoa, las bebidas alcohólicas, entre otros.

No hay de otra, creo que los muertos cada que se hacen presentes nos dejan las billeteras sin billetes y aquí comienza nuevamente otra etapa de esta festividad para el próximo año, ya que la celebración no termina aquí, pero tampoco empieza allá; sino que,  a manera de círculo, estos conocimientos se vuelven a reafirmar de generación en generación, año con año, estemos en donde estemos, pues nuestra idiosincrasia no morirá al igual que la tradición.

 

Ahora bien, ¿cómo se da esta cosmovisión en la escuela, con los niños?

Respecto a este punto, no hay mucho que decir, dado que la escuela primaria de Cosoltepec, en periodos escolares pasados ha dejado que los niños participen de cerca en esta celebración, con su familia, permitiendo así la reafirmación y experimentación de estos acontecimientos en sus propios hogares, para después narrarlos entre sus compañeros buscando similitudes o diferencias de estas costumbres ancestrales. En la comunidad aún no se tiene, afortunadamente, ninguna experiencia del halloween.

De acuerdo con mi experiencia como docente en escuelas primarias de Baja California y del Distrito Federal, así como en la Universidad Pedagógica Nacional, puedo argumentar que los días destinados a esta celebración tienen una importancia significativa, tanto como para los docentes, como para comunidad escolar y población en general, pues en dichas instituciones educativas me permití elaborar, junto con los estudiantes, niños y docentes/alumnos, ofrendas representativas de diferentes estados de la República Mexicana y apreciar su diversidad cultural. La  finalidad era la misma: honrar o recordar a los muertos, fuera como fuera la ofrenda.

Es curioso citar lo siguiente, pero tiene algo que ver con los principios culturales de la población mixteca en Baja California, específicamente la radicada en Tijuana, Ensenada, Maneadero y San Quintín, pues a pesar de la distancia siguen conservando su arraigo cultural y lo han ido transmitiendo de generación en generación. Existen hogares en donde se celebra el halloween, como la celebración que corresponde al Día de Muertos; lo mismo ocurre en las colonias del Distrito Federal. La explicación de esa adopción de una tradición extraña es el comercialismo que promueve en los medios de comunicación masiva la compra de artículos alusivos como máscaras y disfraces, ante lo cual muchos niños son manipulados.

En suma, puedo argumentar que la solución de cómo revalorar las tradiciones culturales mexicanas, está en manos de los docentes, pues en la medida que se practique y tengan una firme convicción, se irá logrando que los estudiantes de cualquier nivel logren una mejor concienciación de nuestras tradiciones ancestrales.

Creo pertinente terminar aquí con esta alusión:

Dicen que la distancia es el olvido,

pero yo no concibo esta razón

porque los muertos siempre están vivos

en nuestro corazón.

 

Algunas calaveras literarias para la ocasión

Ayer cantó el tecolote

y a la fosa fue don Juan

cayó al segundo rebote,

lo llevaron al Mictlán.

También se fue Melitón

aquel que bebía mezcal

llegó contento al panteón

después de hacer tanto mal.

 

Un buen mole y calabaza

para el muerto es lo mejor,

al panteón se va la raza

con lo bueno y lo peor.

 

Es la antigua tradición

una buena calavera

pal que tiene corazón

y tranquila muerte espera.

 

Del Distrito Federal

hasta Baja California

va el docente al funeral

convertido en seca momia.

 

Unos tacos, un cigarro

y una sabrosa cerveza,

es lo que pide el macuarro

       a la señora que reza.

Es lo bueno de vivir

con la conciencia tranquila

porque si voy a morir

que sea bebiendo tequila.

 

Y aquel que ayer se murió

en el infierno es feliz,

de trabajar se salvó

y prefiere ser lombriz.

 

Este es mi último homenaje

en esta festividad

ya no quiero hacerme guaje

sin ninguna actividad.

 

Es mejor morir ahora

que estoy sobrio y descansado

en mi casa nadie llora

porque fui desheredado.

 

Raudo voy al inframundo

ya no quiero estar aquí

me cansó tanto iracundo

que por todas partes vi.

 

 

 

 


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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