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Año: 2014 Mes: ENERO-MARZO Número: 71
Sección: INVESTIGACIÓN Apartado: Historia de la Educación
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UNA PEDAGOGÍA VISTA CON EL CORAZÓN DE GREGORIO TORRES QUINTERO.
Gloria Barrios Hernández

Si pensamos en la capacidad que tenemos para poder ver, sin duda alguna  la atribuiremos a los ojos  y en un sentido estricto es verdad ya que  ellos nos permiten  percibir imágenes, sin embargo, cuando somos participes de  una profesión humana y transformadora como la docencia debemos permitirnos, metafóricamente hablando, interpretar y significar lo que hacemos a través del corazón.

 Me refiero entonces a descubrir nuestras motivaciones, intereses, incertidumbres  y relaciones inter e intra personales por las cuales nos movemos por el mundo, pues ellas son determinantes en la forma en que actuamos y contribuimos a nuestra realidad educativa. 

Es importante reflexionar en el espacio y tiempo histórico en el que vivimos ya que es nuestro presente en donde se enmarcan nuestras posibilidades de acción, pero volver atrás nos permite comprender que desde siempre han existido circunstancias adversas para desarrollar  una práctica docente que trascienda a las acciones instrumentales atadas a un sistema escolarizado. 

Es por eso que en esta ocasión retomo el arte de enseñar de Gregorio Torres Quintero, un profesor  que impulsó una obra pedagógica digna de reconocimiento pues generó grandes cambios en el sistema educativo mexicano ya que no sólo trabajó al servicio del pueblo sino que también se supo conducir  con la plena conciencia de su realidad y de los medios que podía utilizar para transformarla.

El profesor Torres Quintero nació en el Estado de Colima en 1866, junto a su familia vivió  condiciones de pobreza en donde la escuela era un “servicio” inalcanzable,  fue hasta  los diez años de edad que se incorporó a una institución educativa sin saber leer y escribir, fue ahí donde su maestro lo motivó para que concluyera sus estudios básicos, ingreso al Liceo de Varones demostrando que el magisterio era su vocación y fue  Gildardo Gómez, gobernador de su Estado natal, quien le otorgó una beca para estudiar en la Normal Nacional de Profesores de la Ciudad de México en 1888.

Se caracterizó por mostrar una seria preocupación por las condiciones sociales y educativas del país, su liderazgo y responsabilidad lo llevaron a ocupar cargos  relevantes dentro del sistema educativo, fue jefe de la sección de Instrucción y Beneficencia Pública en Colima, posteriormente Joaquín Baranda lo invitó a ser Secretario General de Instrucción Primaria del Distrito Federal,  Justo Sierra lo nombró Jefe de sección de Educación Primaria y Normal y  José Vera Estañol, Secretario de Educación en el gobierno de Porfirio Díaz,  lo designó jefe de la sección  de la Instrucción Rudimentaria, cargo al que renunció cuando Victoriano Huerta usurpó la presidencia.

Estuvo a cargo de la Jefatura del Departamento de Educación Pública  en el Estado de Yucatán, al terminar esta gestión fue director de la Escuela Normal Mixta del Estado en Toluca además de que José Vasconcelos lo nombró consejero de la Secretaría de Educación Pública.

Él fue el creador del método onomatopéyico[1]  por el cual miles de mexicanos aprendimos a leer y escribir, además de ser  un gran escritor que  publicó libros y artículos en periódicos y revistas no sólo de carácter pedagógico sino también dedicados a la historia nacional, cuentos, leyendas y fábulas, fue orador y poeta, le cantó a las ciencias, a las artes y a la naturaleza.

En una faceta menos conocida, participó en la política electoral en 1911 cuando acepta la candidatura para gobernador del Estado de Colima con el afán de erradicar residuos del gobierno porfirista pero con los sucesos de la revolución no pudo llevar a cabo su gestión.

Aunque este es un panorama muy general de la  vida del profesor Torres Quintero, no pretendo  reescribir una biografía sino extraer sus motivaciones, preocupaciones y acciones transformadoras interpretadas desde su corazón y enmarcadas por su contexto socio-histórico.

Actualmente es indispensable que los docentes reconsideremos no sólo la forma de percibirnos sino también de revalorar nuestro quehacer docente ya que de eso dependerá la importancia que le damos a nuestras acciones u omisiones.

 

Un credo pedagógico

El pensamiento del profesor Gregorio Torres Quintero estaba dirigido a conceptos de libertad, progreso moral, lucha por el ejercicio del derecho y la democracia, consideró a la educación como un recurso para el desarrollo de un pueblo, la luz en la oscuridad de la ignorancia así como la reivindicadora de los derechos del hombre y el camino hacia la felicidad.

Sabía que era imposible transformar una realidad llena de injusticias y atropellos de manera aislada, por lo que “fue un formador de un nuevo tipo de maestros para desarrollar un México nuevo. Formó maestros que lucharan contra la miseria, la insalubridad y la ignorancia que agobiaban cruelmente al México rural, fueron heroicos maestros rurales llenos de mística educativa y compromiso social; eran  el alma de las comunidades…” (Ramírez, 1998:152), desafortunadamente no son sólo condiciones del pasado.

Hoy día México también  colapsa por múltiples factores como la pobreza de oportunidades o la corrupción de las instituciones,   ¿De qué manera los docentes asumimos una actitud responsable de la realidad?, ¿Qué decisiones podríamos tomar para colaborar con el bienestar  de este país? ¿Cuáles son nuestras principales motivaciones dentro de la tarea educativa?, resulta indispensable cuestionarnos si queremos ser gestores de cambios sociales.

No se trata de hacer actos heroicos, se trata de convertir nuestro trabajo en una forma de participación activa e intencionada que busque privilegiar y enseñar lo que en ningún otro lado se puede aprender, claro está que necesitaríamos  situarnos de manera diferente  para poder observar a la educación desde sus entrañas y no desde sus apariencias.

Con estas convicciones el profesor Torres Quintero reorientó a la educación a través de sus escritos en los que buscaba transformar las prácticas tradicionales de la enseñanza pues argumentaba que el conocimiento debería de ser real y a través de relaciones sociales pues el objetivo primordial era  favorecer un aprendizaje atractivo y ameno para los alumnos.

 En muchas ocasiones señaló que el profesor debería de ser promotor de experiencias de aprendizaje  y no dador de lecciones, además de demostrar un placer por la enseñanza y nunca  presentarse en el aula sin haber previamente meditado sobre los contenidos de trabajo y su importancia para la vida de los niños.

De otra manera sólo se improvisa con cualquier pretexto,  “¡No y mil veces no! ¡El  tesoro que nos han confiado es por excelencia caro, os han entregado una pléyade de niños, de personas humanas, para que hagáis de ellos lo más digno, es decir, hombres; es decir, ciudadanos de una democracia”! [2]Distingamos  por un lado el carácter nacionalista que impulsaba su pedagogía y por otra la trascendencia que le daba a  la enseñanza.

Este ilustre pedagogo construyó teoría docente, elaboró métodos de enseñanza,  escribió libros de carácter didáctico así como  de texto;  resultaría casi imposible agotar sus propuestas de cambio y su filosofía  impregnada de libertad, progreso y democracia; resulta sorprendente que su propuesta curricular  existió hace más de cien años  pareciendo éste  un discurso actual  en el que se replantea el papel de la escuela, el docente y el alumno. 

Ojala este pequeño y sencillo texto les permita tener un marco de referencia sobre la importancia de la práctica docente, no desde lo que otros esperan de nosotros sino reflexionando en las formas  de colaborar ante problemas que nos laceran a todos, ni el tiempo ni las circunstancias difíciles son pretexto para que no tengamos una filosofía y postura  personal con la que encaremos la vida pues no se trata de hacer cosas extraordinarias sino de intentar mejorar intencionadamente lo que hacemos.

Para pasar a la historia debemos de ocuparnos y cuestionarnos de lo que hacemos pues recuerden que educar es tocar una vida para siempre, depende de nosotros la manera en que queremos ser recordados quizá no en datos biográficos  pero si en la memoria de nuestros educandos y en la contribución de una realidad distinta.

Referencias

Larroyo, F. (1979) Nuevos desarrollos de la teoría pedagógica y sus repercusiones en la práctica docente, pp. 374-385   En Historia comparada de la Educación en México.  México Ed. PORRUA

Ramírez, A. (1998) Biografía de Gregorio Torres Quintero, pp.139-157. En Colección “Grandes Pedagogos”. Vol. II  Estado de México Ed. Escuela Normal para Profesores.



[1] Este método se caracteriza porque el sonido de las letras se obtiene imitando a la voz humana,  animales y cosas, de esta manera se formaban silabas, palabras y frases que a su vez se descomponían para identificar el sonido de las letras, incluía una etapa preparatoria de coordinación viso motriz, percepción auditiva y de maduración del aparato fono articulador.

[2] Gregorio Torres Quintero, La amenidad de la enseñanza. Articulo pedagógico, Octubre 1901. México.

 


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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