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Año: 2012 Mes: OCTUBRE-DICIEMBRE Número: 66
Sección: INVESTIGACIÓN Apartado: Historia de la Educación
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MAESTROS A LA ANTIGUA
Vicente Paz Ruiz

CAPÍTULO III

ES UN HONOR SERVIR A LA PATRIA

En la segunda entrega Carmen y Luís, de ideas contrarias reciben además de una preparación para su trabajo como maestros, una inducción para ser correligionario del SNTE, en esta parte se relata ya la vida profesional de ellos al egresar de la ENM y su mal hadado sino como pareja.

 

Ya llegaron los gorrones

Conchis y Andrecito arrojan cubetadas de agua al irregular patio de la vecindad, los vecinos les ayudan barriendo y tallando con agua y jabón la mugre acumulada en el año, sólo en días de fiesta los vecinos se une para limpiar el patio y asear lo más posible, las plantas de cada casa como guardianes verdes que vigilan las entradas, son acicaladas. Concha quita con ayuda Andrés los tendederos, las largas garrochas que sostienen los lazo donde se cuelga la ropa recién lavada, dejan limpio el patio que parece más grande de lo que es. Su compadre el Polar, trae varios cartones de cerveza y dos botellones de pulque, uno blanco y otro curadito, pura sangre de conejo -mezcla de tunas rojas y azúcar con pulque- dice al degustarlo, y lanzar su ponzoñoso alacrán al piso del patio recién lavado.

Ay, viejo, me dan ganas de chillar, siento mucha emoción, m´hija se recibe de maestra, ya vez te dije que era buena, Carmen se desvelaba diario, pero ve, ya sale hoy y le hacemos su fiestecita, en eso llega su compadre Moritas con su morrongo, quien instala un cazo donde han de cocinar un puerco en su grasa, ya ve compadre, se mocharon las patas los amigos del mercado, ya tiene un cuhi para la fiesta, con eso alcanza, además doña Mary le manda esto, baja de su camioneta manojos de rábanos, cilantro, cebolla y chiles para preparar las salsas, todos los vecinos se disponen a festejar a su nueva maestra.

A las ocho de la noche se oye “Ya llegaron los gorrones”,  quién grita es Porfirio, el polar quien con tres nautles atravesados baila en el centro del patio, alumbrado por focos, que cada vecino saca de su casa con extensiones hechizas de cable, al compás de los acordes de la marimba, la misma que acostumbra tocar en el mercado de puesto en puesto, pero hoy luce diferente, han traído aparte de la marimba y su tarola, un trompetista, afeitados y relamidos los músicos tocan su repertorio, cuando interrumpen la música; Carmen, Luis, Laura, Roberto, Isabel, Rubelio y algunos compañeros más de la Normal, quienes llegan y ríen sin parar, Carmen es la anfitriona y ha invitado a sus compañeros a la fiesta quien le han preparado sus vecinos y sus papás.

Sin discurso de por medio, empieza la comilona, sálvese el que pueda, todos se abalanzan sobre el cadáver confitado del cerdo preparado en carnitas, las salsa, el nautle, las cervezas abundan así como el arroz, que una vecina con una cazuela molera les ofrece, todos están felices escuchando “la flauta mágica” que interpreta la marimba; ¡¡gracias pá!!, llora emocionada Carmen ante tanta felicidad, sus desvelos le alcanzaron para tener buen promedio, pero ella escogió ir a su Veracruz querida cerquita de Poza Rica a trabajar dos años, Luis por el contrario tuvo bajo promedio y será enviado a Chihuahua, Rubelio e Isabel regresan a Guerrero, a la sierra que los vio nacer, Roberto y Laura han quedado en la capital, a pesar de su bajo rendimiento escolar, don Roberto padre así lo ha querido.

Nadie se preocupa ahora, todos se dedican a disfrutar, Isabel, Carmen y Laura muestran, que no por nada forman parte de una de las compañías de Baile de la normal, su gracia es recompensada con aplausos, Luís observa con embeleso a su novia, la mira con tristeza porque sabe que en pocos días él irá al norte y ella también al norte pero de Veracruz, caminos opuestos del destino, en tanto, se llena de ella, recordando el cuarto de hotel, donde se entregaron su amor y la promesa de no dejarse nunca, nunca de amar…, si sabe mi papá me mata, me quiere vestida de blanco y casada por la iglesia…  recuerda Luis las palabras de su amada, y la promesa hecha de que después de dos años se casarían, primero ayudarían a sus familias.

Pero no contaban con el compromiso social de Carmen y la terquedad de Luis de no pedir ayuda a Roberto, al Sindicato para que se quedarán aquí en la ciudad para ayudar a sus padres y no abandonarlos, su orgullo mal acomodado le obliga a ir a donde se le asignó, Tomochic, bueno un lugar cercano a ese poblado, pero ahora él baila con su amada, dos jóvenes de  19 años, menores de edad, -en este 1960 se era mayor de edad a los 21- que tendrán la responsabilidad de educar a quien más falta le hace.

Al día siguiente, Andrés y su esposa barren el patio, colocan de nuevo los tendederos y toman una cerveza de las pocas que quedaron, Porfirio los acompaña en su faena y trae unos tamalitos que preparó su mujer, comen en el patio mientras amanece, casi sin hablar, vamos compadre como quedamos, vamos a la villita a dar gracias por mi hija, claro compadre nada más que llegue Nacho nos vamos, el moritas, aludido, llega en su camioneta y empieza a subir el caso con la manteca solidificada, separa los restos del cerdo cocido y se sienta en las piedras del patio que sirven de freno a los tendederos con su amigo y compadre.

Carmen y Luís, quienes durmieron debajo de la mesa junto con Rubelio e Isabel, despiertan, se mojan la cara y cabeza en la pileta, buenos días Don Andrés, buenos días dice a los demás, vamos a ir a la villita, si gustan nos vamos a ir a pie, pa que valga, si no quieren ir se quedan en su pobre casa.

Carmen y Luis caminan tomados de la mano por la calzada de Guadalupe, siguen a los mayores y a la familia que los acompaña, el ambiente festivo de las peregrinaciones, los cohetones, la música, los anima. Cuándo te vas a tu escuela, me dan mis órdenes la próximas semana, ya firmé igual que tu, me voy a ir en tren y tu, también, oye, podemos estar juntos antes de irnos, tchhh cállate que puede oírte mi papá y te mata…. Perdón, dice Luis en voz baja y hablándole a Carmen casi al oído, le suplica su cercanía antes de irse lejos el uno de otro, se ponen de acuerdo cuando llegan a los portales de la plaza de las Américas, majestuoso conjunto arquitectónico que enmarca a la basílica, ahí ante la virgen con un cirio en la mano, Andrés da gracias porque la ciudad lea ha dado de comer, de vestir, y el orgullo de tener una profesionista en su casa, no puede evitar llorar de la emoción, recuerda su niñez llena de privaciones en un cerro mojado, lodoso con mucha hierba, su aprendizaje como cuidador de vacas y su espanto al ver cómo mataban a una vaca que él había adoptado, todo pasa veloz y da gracias, concha no puede articular palabra, sólo llora con su rebozo en la cabeza, camina empujada por los fieles que luchan por estar frente a la imagen de la virgen morena, Concha no se ha sentido bien, sus constantes mareos los achaca al mal de ojo de las vecinas, por eso reza con más fervor, ¡gracias virgencita, gracias por dejarme vivir!

Ahí frente a su fe, Carmen le jura a Luís que lo esperará, ya soy tuya y sólo tuya seré, él escaso de fe respeta el juramente de su amada y con los ojos vidriosos por la emoción que emana, le besa la mano y le jura que ha de volver a verla en Veracruz o aquí para casarse.

A Chihuahua cuanto frío

Es una noche fría de Enero, en la atestada sala de espera de Buenavista, Luís se despide de sus familiares y de Carmen, no me olvides, nos vemos en diciembre, cuídate, cuídate, implora Carmen a Luís quien aborda el tren que lo ha de llevar a Cuauhtémoc, en su paso a Tomochic, dos días de camino le aguardan, su padre, penosamente apoyado en su bastón lo despide, su piel curtida por el trabajo a la intemperie no denota emoción, su madre, doña Lupita, con sus trenzas ya canosas le da la despedida, no pasa nada, estaré bien les dice, cuídamelo virgencita reza Carmen quien abrazada por la mamá de Luis comparten su llanto al verlo partir a Chihuahua.

Dos días después Luis se encuentra en plena sierra Tarahumara, la dimensión de las montañas, de los cañones, de los taludes lo aturde, el contraste del azul puro del cielo con el verde de los pinares y el azul lejano de las montañas lo maravilla y le saluda en su inmensa grandeza, símil de lo que ha de enfrentar, así como ve de grande e inmenso el terreno, ve inmenso y grande su compromiso, nadie lo espera en la pequeña estación del tren, camina sólo hasta la comisaría ejidal, recuerda sus clases de historia y la lucha por la dignidad que se dio en este lugar, donde las tropas de Porfirio Díaz masacraron a sus habitantes.

Por una vereda, angosta que deja ver los inmensos desfiladeros, Luis camina trabajosamente, intentando alcanzar a su guía-ayudante, la maestra A´huí, quien con la primaria terminada es la responsable de la escuela, hasta ahora que llega Luis, éste camina casi pegado a la falda del cerro para evitar ver hacia abajo, A´huí lo espera, sus cabellos lacios y negros hacen un marco hermoso a los ojos grandes y rasgados de color ámbar, su piel moreno resalta lo perfecto de su cutis, sabe que los de ciudad son lentos en la montaña, con sus aká se siente cómoda, poco a poco se despeja el paisaje, Luis empieza a sentir un mareo y su nariz sangra un poco, la altura le afecta pero más el esfuerzo, atravesando la cumbre por fin llegan a un poblado, con jacalitos dispersos, corrales en medio separan uno de otro, lo saluda una serie de milpas secas, las casas, todas de madera están dispersan en semi círculo, hacia el oriente se ve un jacal más grande que los restantes, y hasta ahí llega su guía y compañera, esta es la escuela le dice, los niños no están, hasta el lunes empezamos a trabajar, es jueves y él se derrumba en el suelo fatigado, con su caja de material y su franelógrafo que cuida como tesoro, en el salón hay cobijas, un catre hecho de maderas crudas y una caja con sellos oficiales, es su despensa de supervivencia.

El salón es amplio pero sin servicios un pedazo de pizarrón y la cama - mesa con una silla de madera cruda es todo el mobiliario, arrojando su maleta en un rincón, pregunta, cómo se sientan los niños, la maestra le dice que en el suelo o bien traen su piedra para sentarse en ella, ríe. Luis se pone de acuerdo con su ayudante para limpiar el lugar y acondicionarlo lo mejor posible, es tarde y empieza a hacer frio, le extraña que A´huí no lo resienta, su vestimenta de falda amplia y color chillante, su pañoleta y su blusón parece protegerla, no sabe que ellas usan dos o tres faldas al mismo tiempo.

Luís espera con paciencia a que lleguen sus alumnos, según A´huí son 20 niños del rancho, pero a veces vienen de otros a aprender la lengua del  chabochi, dice que les gustaría aprender más en rarámuri, pero hay pocos libros, en eso llegan corriendo niños con calzones cortos, unos arriando cabras y dejándoselas a sus madres, otros jalados a fuerza por ellas, no les gusta estar encerrados dice A´huí, los niños van de los 5 años a más de 12, no hay mayores, uno de ellos con mucho cuidado le da un paño con kobisi, pinole, y se sienta en el suelo. No sé por dónde empezar, dice Luis a A´hui, y saluda al grupo, buenos días, “kuira bá rarámuri” traduce su compañera, así es como trabajarán los niños, son mono língües, ella será su traductora, suspirando el aprendiz de maestros sólo atina a mesarse los cabellos.

Dos meses después sus alumnos llevan al maestro a que conozca sus pertenencias, cada uno de sus 32 alumnos, los demás han llegado por la noticia del maestro yori, los niños tiene sus cabritas, regalo de sus padres o bien su pedazo de tierra en la barranca para sembrarla, descienden y Luis no puede creer la sensación, arriba donde está su casa – escuela es frío y hacia abajo en la misma barranca es muy caluroso, ve árboles de capulines, tejocotes, y más abajo cerca del río árboles de papayas y otras frutas tropicales, le dicen que no la pueden comer porque se las venden a los chabochi y ellos les dan para sus papás tela, alcohol, café, tabaco y en época sin cosecha (sequía) maíz, abajo descansan y toman agua, llenan sus recipientes y empiezan a subir, el maestro simplemente no puede escalar, y es arrastrado por A´hui y dos alumnos hasta el sendero de la montaña, ahí saca de su bolsa kobisi y se lo da a los niños, ellos no lo aceptan y corren a buscar su cabras arrojándose piedras.

A´hui le dice que el niño que le dé su pinole, los niños se han turnado para dárselo, se quedará sin comer ese día, es su ración de comida por la sequía, es el pago de la comunidad por que les enseñas, ellos no aceptan regalos, son muy trabajadores, Luis guarda el pinole y le da a A´hui latas de la despensa que el Estado le manda para su manutención (sardinas, chiles, jugo), las toma con gusto, sabe que es parte de su pago pero no lo había reclamado, nadie roba aquí dice, porque se convierten en ratones y ríen, algo más que interés profesional surge entre ellos.

La luna, disco plateado emite una brillante luz que se filtra por entre los pinos, la noche es fresca en la Sierra Tarahumara, cala los huesos del maestro Luís, el no fumaba, pero poco a poco ha adquirido este hábito, el frio, la soledad, la falta de alimento, le hacen refugiarse en el cigarro, que calienta su garganta ante el helado aliento de la montaña, A´huí está junto a él, caminan rumbo a una aldea baja, de donde viene la mayoría de los niños, viven de vender sus productos a los pasajeros del tren Kansa city, (Pacífico – Chihuahua), lo han invitado porque están de fiesta, los hombres han corrido todo el día tras una bola de madera, las mujeres sólo corrieron 40 km con sus aros, él la toma de la mano, sabe que eso es muy atrevido pero no le importa, sus cuerpos se han calentado en el frio de la noche, las sombras del piso, se agrandan cuando la luna se pierde en la espesura del bosque, y la luz se esfuma, como el recuerdo de Carmen, ¿qué será de ella, se pregunta?, por fin llegan a la comunidad, ahí, hay una tienda, un teléfono, que funciona pocas veces, más allá una oficina de telégrafos y la comisaría ejidal, donde recibe su despensa, un kilo de harina, una bolsa de sal, cinco sopas de pasta, un kilo de frijoles, un kilo de arroz, un kilo de azúcar, un cuarto de café de grano, aceite, cinco latas sardinas y otras cinco de chiles verdes, galletas saladas, una bolsa y un plato, todo ello le debe durar 40 días.

Su pago, le tardaron en pagar todo lo que va del año (junio), pero ahora no sabe qué hacer con su cheque, no los ha enviado a su casa, sabe que a su papá y mamá nos les falta nada con la pensión del señor, aquí no hay mucho que comprar, la comunidad es pobre pero cambia por latas o harina, fruta, verdura o cuando tiene suerte carne de venado.

El comisario ejidal le da un paquete, de mi mamá dice alegre, es comida que me hizo, huyyy es desde abril, lo abre y ve totalmente secos unos panes, galletas y dulces de cocada, todos mordisqueados por las ratas, corta el pedazo mordido de una cocada y come con verdadero apetito aquella exquisitez, le ofrece a A´hui quien come calladamente ese regalo dulce y raro, Luís le ha platicado de los cocos, que se dan en las palmeras, ella no conoce el mar, no ha subido al tren para abajo, siempre ha ido para arriba como dice. Tome, le alarga un sobre el comisario, también le llegó esto maestro, tiene sellos de la SEP y del Estado de Chihuahua, lo abre y lee con la poca luz del quinqué de la comisaría, “ … con base en sus méritos y en su empeño en lograr hacer de la educación un modo de vida y cambio de nuestra nación … se le ha nombrado maestro en la escuela “Mártir de Parral”, de la ciudad de Chihuahua… lo esperamos a la brevedad …”, te gustaría ir a Chihuahua conmigo A´hui, pregunta Luís,  ella sólo baja la vista, su vida es la montaña, no quiere ir a la tierra de los yoris, donde su gente es maltratada y humillada, no contesta, el maestro sabe que en Chihuahua se acabaron las privaciones.

Luís deja el grupo de la escuela a donde fue enviado en la montaña a medio año escolar, A´huii le dice que así siempre pasa, si no se van los maestros, los llaman para que trabajen abajo en las ciudades, por eso ella es la maestra de la montaña, de su pueblo, porque ella no se va,  ahora te necesito, vámonos a chihuahua, ahí estaremos mejor, dice Luis, mejor que en mi montaña no, hablas como chaboche, vete tú, si quieres aquí me encuentras cada que vengas y quieras mujer, no puedo ser de nadie más, mis familias ya no me quieren para sus hijos, te esperaré cuando vengas, mi gente ya no me tocará porque ya soy del chaboche, aquí estaré mejor, con mis hermanos, no quiero que la gente me escupa y me humille en la ciudad.

Él insiste, tu eres mi palabra aquí, haz sido mis ojos, haz cuidado de mi cuando me enfermé con las nevadas de febrero, deja que ahora yo te cuide y vea por ti, nadie te dirá nada porque irás conmigo, ¿no te humilla ser  hombre de A´hui?, no, nos casaremos en la ciudad, viviremos juntos y verás cómo la gente te respetará porque serás la esposa del maestro director de una escuela, ella lo abraza y besa. El ferrocarril hurga en las montañas, atraviesa desfiladeros y puentes, que se alzan a cientos de metros de altura, sube pesadamente hacia ciudad Cuauhtémoc, escala en su viaje a la capital, A´hui tímida se esconde tras Luís, quien no la deja un solo momento, la mirada burlona del camarista, cuando ocuparon su litera en el carro dormitorio le molestó al joven de 20 años, no es común que un tarahumara viaje en esa clase en el ferrocarril. La espesa neblina se va rompiendo cuando bajan a la ciudad, han dejado la sierra ahora están en la capital.

Buenos día maestro, vaya es más joven de lo que creí, andamos necesitando gente como usted joven y trabajadora, los niños nos rebasan, tenemos grupos de 50 y 60 en primero, ahí trabajará usted, le dice el supervisor a Luis, quien saluda a su nueva directora, la Profesora Miriam, ella es buena raza, buena gente, pero exigente con la gente baquetona, disculpará mi franqueza, pero el que no viene a trabajar aquí, la mejor escuela de Chihuahua, la corremos, por eso usted ha sido invitado, le dice como saludo. No lo espante maestra, es muy joven, no se preocupe maestra, trabajé en la montaña Tarahumara, de allá vengo, ahí trabajaba en el día, temprano y en la tarde también, nada puede ser más duro. La maestra Miriam lo mira fijamente, ¿usted dejó la montaña para venir aquí?, ¿y sus alumnos?, no se puede aventar un grupo así como así, usted perdonará maestra, responde Luís, pero esa decisión es mía, aquí estoy a sus órdenes para lo que guste, la maestra no puede ocultar su rechazo, sepa usted que aquí somos profesionales, pero sobre todo maestros de vocación, nunca dejamos grupos tirados, ni niños sin clase, no puedo trabajar con usted sabiendo lo que me dijo, haga el favor de salir, el maestro Ángel el supervisor, sólo asiente con la cabeza.

Luís, sale de la escuela antes de cumplir su primer día de trabajo, no sabe qué hacer, recuerda a Carmen, y su alegato de la vocación, él no la tiene, quiere estar en la escuela para tener un trabajo y ganar dinero, más ahora que ya tiene una pareja viviendo en un hotel y sin trabajo que ofrecer, camina por la calle sin dejar de pensar, qué haré, se dice, cuando lee en una oficina “se solicita maestro para vendedor de libros”, un anuncio de la Editorial Laria, entra decidido, un grupo de solicitantes lo acompaña, algunos son maestros, jóvenes, otros ya cansados que quieren dejar el grupo. Profesor Luis, mucho gusto, la venta de libros es noble, máxime para un profesor como usted, joven y lleno de ambiciones, el negocio es simple, nosotros hacemos libros para la primaria y usted los vende en las primarias, guías de estudio, exámenes, material didáctico y todo lo que no les da la SEP a los niños, nosotros se lo ponemos en sus manos, tenemos acuerdos con varias zonas de la ciudad, el sindicato nos da su ayuda, así que tendrá su público cautivo, además por cada ciento de libros de un título usted recibe el 15% del total de la venta, aunado a su sueldo base que es de dos salarios mínimos, más bonos de productividad que son vales de ropa para su presentación, bien venido. Luis no lo puede creer, ha sido escogido de entre todos los candidatos y sin decir una sola palabra, el que estudiara en la ENM y que sea de la capital le abre las puertas.

Es noviembre, Luis recuerda cómo se festeja la noche de muertos en la capital, su madre le pone ofrenda a su muertos, A´hui que a disgusto a dejado de usar su ropa, no se quita por nada sus cintas, prepara el altar, ellos, los Tarahumara también celebrar a los que ya se fueron, ellos viven en una casa por ahora rentada, las ventas han sido algo maravilloso para Luis, quien con sólo presentarse en las escuelas, recibe pedidos, él además  les enseña a los maestros cómo usar el material, eso le ha granjeado muchos clientes que lo recomiendan porque además es de la capital y sabe usar los materiales, cosa que ningún vendedor sabía.

Han pasado seis años de su llegada a la montaña y 5 y medio de vivir en Chihuahua, él ha sentado raíces en esa ciudad, su trabajo de maestro sólo duró seis meses, su afán de ganar dinero está siendo colmado con creces, ya es subgerente de ventas y él personalmente da cursos a los compradores de sus productos, la Editorial Laria con esa estrategia de vender y capacitar ha subido como la espuma, mucho por la innovación y determinación de Luis. Ya empezaron a distribuir a nivel regional, Coahuila, Sonora, Durango y Sinaloa son sus nuevos mercados. Su casa está cerca de donde rentaban, pero es mucho más grande y propia, en lugar de calentón, tiene chimenea, y un amplio jardín, se ha comprado un coche y en él pasea a A´hui quien no cabe de felicidad, ella es la esposa del subgerente y sólo quedan sus rasgos morenos y agraciados, sus intensos ojos color ámbar como resto de su origen, la cinta que tanto guarda se la pone debajo de su moderna ropa de acrilán que entalla su bella figura, es la secretaria de su esposo y se comporta como tal.

A´hui no puede tener familia, un accidente en las montañas, cuando niña le impide concebir, sin embargo Luis es muy feliz en su compañía, ella ha cambiado para estar acorde al nuevo ambiente de su esposo, ejecutivos, vendedores, desayunos, comidas, viajes, su vida es agitada pero llena de satisfacciones, ha podido regresar, junto con su yori, como le dice a Luis, a ver a su familia y ayudarles, les lleva ropa, comida, y mucho cariño, a veces sus hermanos vienen a vivir con ellos, cosa que a Luis le llena de orgullo, ya que no recurren a la ayuda de nadie pero ahora es ya uno de ellos. En contraste sus padres nunca han ido a Chihuahua la discapacidad de su padre le impide viajar, no fueron a su casamiento aún con los boletos del carísimo avión, él en despecho nunca ha regresado a la ciudad de México, ¿a qué?, aquí tiene todo lo que la vida puede dar.

Lo que no sabe Luis es que doña Lupe, su  madre se molestó mucho con él por no decirle a Carmen de su casamiento, Carmen, en Veracruz, regresa a la capital cada periodo vacacional y a fin de año para estar con su familia, ahora que vive en la capital visita a la mamá de Luis para preguntar por él, más por costumbre, que por otra cosa, algo le dice en su corazón que seis años sin carta no puede deberse a nada bueno, doña Lupe nada le puede decir, sólo que su hijo sigue en Chihuahua, pero que no sabe en qué ciudad, cuando lo sepa, m´hija, te lo digo y nos vamos a verlo,.. le dice con engaños, para no herir el cariño burlado de Carmen.

Cuanto calor hace en Veracruz

Corre el año de 1966, Carmen ya vive en la capital, a los tres años regresó de Veracruz, estudia en la ENSM, concursó y se quedó, como alumna de alto rendimiento en la especialidad de Lengua, ha sido de las elegidas. El rumbo de san Cosme lo camina, acostumbra caminar desde la escuela hasta su casa, todas las tardes, la humilde vecindad del Mercado de San Juan, la acompaña Arturo, un maestro de cerca de 30 años, también estudiante de la normal sólo que de Biología. Porqué no me haces caso Carmelita, soy soltero, no soy rico pero con la plaza de primaria y después con la de secundaria podemos vivir bien, hasta si quieres te saco de trabajar, dice de forma graciosa Arturo, Carmen ríe de la cara que hace su amigo, pero mantiene su distancia no le da esperanzas, le agrada su compañía, a sus 26 años se sabe joven pero comprometida con su novio, aquel que nunca ve y nunca le escribe pero al que sigue añorando y queriendo.

Hace seis años que salió rumbo a Veracruz, Coxquihui, es la región donde llegó, ahí creció y ahí estaban todavía algunos de sus familiares, sus tíos sus primos, ellos la recibieron en sus casas, gustosos de tener a la hija de Andrés con ellos, recuerda cómo llegó a su escuela… Maestra, es usted muy joven para andar por aquí le decía el supervisor, que controlaba al menos tres municipios y sus  contadas escuelas, la llevaba a pie y él a lomo de mula, no le molestaba a Carmen, a pesar que de niña siempre montaba la yegua de sus tíos, llegaron a la orilla de una laguna pequeña, una palapa hacía las veces de escuela, la lluvia pertinaz la mojaba de pies a cabeza, pero para ella no era desconocido, así creció toda su vida, salvo el tiempo que estuvo en la capital estudiando, su niñez corriendo alrededor de esta laguna, pescando las pocas carpas, montando la yegua de su tío, animal flaco y pandeado que a duras penas se movía, ella en su imaginación la convertía en su rocinante, porque siempre leyó a todas horas, en el día, en la noche, en misa, en la calle, todo el pueblo se burlaba de ella, que sentada en una banca cerca del atrio de la iglesia, se la pasaba leyendo mientras su amigos jugaban en el catecismo.

Aquí será su escuela, le dijo socarronamente el supervisor, cuyo dilatado vientre lo hacía ver como parte de la montura, gracias maestro, fue la única contestación de Carmen, quien empapada se sentía feliz de estar en Enero de 1960, viva en su tierra y lista para hacer algo por ella, su sueño se hacía realidad, iba a ser maestra en la escuela donde había estudiado, no hacía mucho pero era toda su vida. La maestra Catita, añosa mujer que atendía a todos los niños del pueblo, partera por demás, era la madre de todos y todos la respetaron siempre hasta su muerte, murió como ella habría querido seguramente, sentada en su mesa de la palapa - salón tranquila, como había sido su vida, el pueblo la acogió sin hijos, ni familia, el pueblo la veló, enterró y ahora la escuela “Cadete Virgilio Uribe”, la gente del pueblo le llamaba la escuela de Catita.

Hasta febrero empezarían las clases, un corte de caña extemporáneo y el trabajo de limpiado y quemado de parcelas alejaría a los niños de la escuela. Carmen puso manos a la obra, con sus tíos, amigos de su infancia y la gente en general del pueblo hizo las paredes de la gran aula con carrizo y adobe, la inscribió en un concurso para recibir apoyo del gobierno que estaba ofreciendo a los municipios, escuelas de a un tercio, un tercio el gobierno federal, un tercio el estado y un tercio el pueblo, éste último era de mano de obra y materiales de la región. De por mientras decía, vamos a ponerla bonita, la cerca, que parecía más de potrero que de escuela tenía su letrero, con su nombre oficial, pero dentro sólo el palo donde se colgaba la bandera y el gran salón reconstruido daban idea de que fuera una escuela.

Era el primer día de inscripciones, la maestra Carmen, como le decían estaba lista para inscribir a sus alumnos, con ella estaban dos compañeros más egresados de la escuela normal rural de Valles, gente bragada decían, jóvenes con mucha preparación sobre las cosas del campo, pero pocas para enseñar más allá de leer, juntos harían un buen equipo, ella a sus 19 años era la directora y se ocuparía de dirigir esta escuela multigrado y atendería, primero y segundo, Guadalupe, tercero y cuarto y Cesáreo quinto y sexto, Cesáreo era hombre de campo, con más de 30 años había estudiado ya grande y a mucha honra, como decía, nada le debo a naide, traía siempre su varita de naranjo y sus alumnos le temían a sus accesos de ira, le molestaba a Cesáreo que los alumnos se quedaran dormidos o huevonearan, como decía, eso no lo podía permitir, hujujuy, si yo hubiera tenido si quiera tantito de lo que ustedes desperdician, otro gallo me hubiera cantado, les decía al varearlos.

Guadalupe era un joven veinteañero, especializado en tecnologías agropecuarias como repetía cada rato, le gustaba tener sus colmenas con miel, les enseñaba a sus alumnos a criar abejas, a cortar cera, a vender dulces de miel pa´ que no pidan a otros lo que pueden hacer con sus manos, también les enseñó a conservar pescado salado y ahumándolo, con la humedad de la tierra la comida se echaba a perder rápido y Guadalupe sabía cómo esto no pasara.

Carmen además de maestra directora atendía a sus alumnos que iban desde cinco años hasta 14, todos ellos no sabían leer y su decurión, Guillermo un niño de 14 años, controlaba a sus compañeros, pues ya lo conocían por pegalón. Carmen disfrutaba de su trabajo, cada uno de sus niños era como propio, si no iba a la escuela lo buscaba en su casa o en el campo, si tenía que trabajar le atendía cuando regresaba para que se emparejara, los alumnos regulares habían aprendido por el método onomatopéyico a lees y escribir, en ese orden, Carmen era buena por la buena, por la mala era más que enérgica, nunca golpeaba a los niños, los regañaba y sobre todo iba a la casa de los padres del niño, flojo o mal portado y hacía que su padres lo corrigieran. Eso le valía el cariño de sus alumnos, el respeto de los padres y el apreció de la comunidad.

La maestra era de ahí, como que no, pos por eso es re buena, nos entiende decían. No era raro escuchar de las madres de familia, sus amigas de la infancia, que les decían a sus hijos, estudia para que seas como Carmelita, ella era igual que nosotras y ya ves ahora es maestra”, también escuchaba en el mercado cuando iba los domingos de compra, después de la misa dominical, “mira, re´ sencillita y es maestra, quien la viera, toda flaca como moco, sin zapatos cuando era chiquilla y mira es maestra”, “es la hija de Andrés el matancero y de Concha la gordita que vendía empanadas en la iglesia, pero no se le subió”, esos comentarios le llenaban de orgullo, y la impulsaban a querer hacer más por su comunidad.

Promovió junto con Guadalupe y Cesáreo que Pemex les donara tubos de los que usaban en perforaciones de Poza Rica, para apuntalar su escuela, ingenieros de la petrolera vinieron a reconstruir su escuela y armaron una estructura tubular que rellenaron con carrizo, de los ganaderos logró que les vendieran a los niños un vaso de leche a 10 centavos diario, los ganaderos se  sentían bien con su comunidad, los cinco pesos o más de la leche que les pagaban los niños, monedita a monedita, ellos lo compraban de pan y lo dejaban en la escuela, todo niño que iba a la escuela iba porque sabía que tomaría leche y comería pan.

Logró que el presidente municipal de Coxquihui, les donara a los niños un par de zapatito – de hule Carmencita, de hule – para que no se les metieran filarias por los pies, eso le valió el respeto de su gente. Los tubulares de los ingenieros de Pemex también habían servido para hacer una hasta bandera muy alta, que se veía desde cualquier punto del pueblo, las otras dos escuelas estaban celosas de que la escuela Catita fuera la preferida, una era kínder, con no más de 10 niños  y otra secundaria agropecuaria con un grupo de 15 alumnos en toda la escuela - parcela.

Se las arreglo Carmen para que Cesáreo organizara el trabajo de la parcela  escolar, un lote baldío de un cuarto de hectárea bueno para que las vacas y caballos del pueblo comieran y defecaran, Cesáreo y los padres de familia trabajando los fines de semana lograron hacer un sembradío de café, maíz, caña, frijol y palma de coyol, una rara mezcla que el calor de la zona y su agua favorecía, con esa cosecha Cesáreo organizó una vendimia los domingos, día de mercado, para ayudar a la escuela.

La incansable Carmen tuvo su premio, al año de su llegada, al cierre de cursos le informaron que les llegaría una escuela pagada por el gobierno, por el Estado y que la tenía que armar el pueblo, la noticia le conmovió y contagio a los padres de familia, Coxquihui por fin tendría una escuela digna. A las pocas semanas, ella sacrificó sus vacaciones para quedarse a esperar la escuela. Trabajosamente en el terreno blando de la huasteca veracruzana se abría paso un enorme trailer, con un camión de resguardo de la SEP, llevaban junto con un arquitecto que residiría ahí con ellos un mes, la escuela nueva, desarmada y lista para armarse en donde ella dijera.

Los lugareños hicieron fiesta ese día, alrededor del trailer y del camping del arquitecto mataron una vaca y comieron, a expensas del presidente municipal, todos en celebración, el aguardiente “que emborracha al gobernador y también al presidente..” abundó, no era para menos. La escuela poco a poco cobró forma, era una construcción de dos aguas, con tres aulas interconectadas, la casa del maestro y una letrina, la estructura fue cubierta con materiales como adobe, palma, carrizo, la dotación incluía ventanas con vidrio – plástico para el clima tropical, antena de radio, un radio, tocadiscos, un proyector de ocho milímetros, películas, una planta de luz, muebles para la casa del maestro, una litera y una cama individual, cocineta para leña, letrina con regadera y tinaco de asbesto, tubería, material didáctico, películas, libros de la SEP, discos de rondas infantiles, colores, hojas, gises, borradores y pizarrones, no tenía alumbrado interior, pero las amplias ventanas lo iluminaban además de que se podía adaptar un sistema de iluminación a la planta. Encerrada en una caja de vidrio, una bandera, con una carta del Sr. Presidente. “Es la suave patria la que vela por ustedes, sean dignos de ser sus hijos, maestro tu eres uno de los mejores hijos del pueblo, eres pueblo… no lo olvides”. El pueblo no tenía luz eléctrica, sólo las haciendas de los ganaderos.

El día de la inauguración, el señor el presidente municipal y el gordo supervisor hicieron acto de presencia, junto con los tres maestros, Carmen, Cesáreo  y Guadalupe, develaron la placa, de yeso, donde decía, “Escuela Primaria Cadete Virgilio Uribe”, pero debajo de ésta placa oficial estaba una que decía escuela Catalina González Quintanilla, “Catita”, la banda de guerra que vino desde Papantla hizo los honores a la bandera, que se irguió en la altísima hasta, Carmen sentía que estaba cumpliendo con su pueblo.

Ahora la escuela en las noches era un verdadero centro social, no le agradó mucho al Sacerdote de la capilla quien acabó conciliando con los tres maestros, La escuela abría sus puertas en la noche para que todo el que quisiera aprender a leer o leer un libro pudiera hacerlo, Carmen, siempre sonriente le guiaba la mano lo mismo a Doña Gerta, amiga de su abuela Matilde, que a Lucero, su amiga de la infancia quienes iban a aprender a leer para ser más, les decía ella, o bien los viernes en la tarde ya sabían los lugareños que verían una película en la escuela de Catita, se reunían y Guadalupe les proyectaba documentales de los que les mandaron o mejor aún, películas que cambiaba por documentales en sus viajes a Tempoal, “La marca del Zorrillo”, “Los tres chiflados”, “El látigo negro” de luís Aguilar y todo el desfile de luminarias incluidas Enrique Guzmán y Cesar Costa aparecían en las pantallas del cine de la escuelita, … que no cobraba, a diferencia del cine del padre.

En las reuniones de la tarde, que no eran obligatorias, sino al gusto, Guadalupe enseñó poco apoco a la gente a hacer colmenas, en cajas, como la miel de piloncillo era preferida a la de abeja, les enseño a cultivar las colmenas para ordeñar cera de los panales, para hacer velas y cremas, miel para conservas, las frutas silvestres eran conservadas e incluso vendidas en otros pueblos. Cesáreo por su parte poco a poco mejoró lo que sembraba y les enseñó a sembrar café y un poco de vainilla, que se daba poco pero se daba, las mezclaron y en el pueblo se empezó a sembrar café de llano, como le decían y vainilla chica (vainas muy pequeñas en comparación a las de Papantla) pero que molidas juntas las vendían tostadas, para preparar una bebida que hizo de Coxquihui foco de atracción, los negocios de café con vainilla y su chingadacito de ron, o para las abstemias leche de la buena avainillada, como decían los letreros de los puestos que empezaron a abundar.

En época de agua, que eran todos los meses menos abril, se pescaba carpa en los ríos cercanos y los maestros les enseñaron, sobre todo Guadalupe a ahumarlos y guardarlos para la época de carestía, o mejor para venderlos, el mercado de pescado seco con arroz creció en la región, no había casa donde no hubiera de comer, los pescados ahumados eran un recurso al parecer inagotable, sobre todo para una región tan chica. El café, la vainilla molida, la cera, las conservas, la venta de más leche y gente alimentada hizo de la región algo diferente a la que recibió a los maestros, los niños mejor comidos rendían más en la escuela y también en el campo, los ganaderos estaban felices pues su peonada no se enfermaba tanto y su leche se vendía más que antes, Carmen , Guadalupe y Cesáreo, en tres años lograron hacer de Coxquihui un lugar digno, donde no había hambre si se trabajaba y donde se podía estudiar con la panza llena, no era una comunidad rica, pero si un pueblo con medios para tener una vida mejor.

Los alumnos de segundo bailaban animados siguiendo a su maestra, Cesáreo manejaba el tocadiscos y Guadalupe estaba de guardia en los otros salones, no era necesario, el respeto que sentían los alumnos por sus maestros hacían que los niños trabajaran por convencimiento. Se preparaban para la ceremonia de fin de cursos, ahora tocó el turno a Guadalupe quien con sus alumnos de tercero presumía de su taconeo – pespunte muy huasteco, a todo orgullo decía, sus alumnos jugueteaban pero trabajaban duro para homenajear a los alumnos de sexto que ya se iban a ir de la escuela. Al terminar el bailable los niños salieron todos al patio a jugar un rato, los maestros fieles a sus costumbres, se sentaron en la sombra del árbol que limitaba la escuela a comer su lonche y ahí Carmen les dijo, Lupe, Cesáreo, yo nací aquí, de aquí es mi sangre, de aquí es mi gente, yo se que aquí voy a venir a morirme, antes de eso quiero volver a vivir con mis papás, mi má concha, dijo…, entrecortando las palabras, sin poder contener el llanto, se recargó en el hombro de Cesáreo, mi má, está muy mala y la voy a ir a cuidar, mi pá no puede con todo, es mi deber de hija estar con ellos, yo soy feliz aquí pero mi má me necesita, temblando compulsivamente lloró en silencio, mientras Cesáreo y Guadalupe la acompañaban en silencio.

No te preocupes Carmencita, aquí estamos para lo que se ofrezca, mira tengo unos ahorritos, dijo Cesáreo, son para comprar unos animalitos, pero si te sirven llévatelos más te han de servir a ti, yo no tengo padre ni madre ni perro que me ladre, en cambio tu… yo no tengo nada, dijo Guadalupe, casi todo se lo mando a mis padres, pero mira te doy mi cuchillo cortador de cera, es alemán es caro te va a servir de algo si lo vendes, además tengo dinerito, poco, estaba ahorrando para una centrífuga para la miel, pero a ti te va a servir, … Carmen no respondía sólo lloraba y abrazaba a su compañeros, rodeada de sus alumnos que la veían triste, sin entender que pasaba, gracias muchachos, no se ofendan, sé que me lo dan de corazón pero les va a hacer falta, yo me voy, ustedes se quedan, ya hablé con el supervisor, va a venir un maestro de Valles a acompañarlos, tú te quedas de director Cesar, vas a ganar un poquito más es poco pero.., gracias Carmen, vete tranquila no es mi tierra pero la quiero como tal, verdad Lupe, ya tenemos planes para vivir aquí, por eso quería mis animalitos, y por eso mi centrífuga para ya sentar aquí, a la mejor nos encontramos una mujer tan buena como tú.

En la estación del tren, le extrañó no ver a su papá, sólo estaba su padrino Ignacio, el moritas, quién la abrazó sin decir palabra y con la mirada le ordenó a su morrongo que cargara las cajas de Carmen, caminaron hasta el estacionamiento y ahí le dijo, apúrate m´hija, Concha está muy mal y te quiere ver, eso y el llanto de Carmen fue una sola cosa, el camino a casa se le hizo eterno (continuará) …

 


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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