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Año: 2023 Mes: SEPTIEMBRE-DICIEMBRE Número: 97
Sección: INVESTIGACIÓN Apartado: Tecnologías Educativas
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EZLN ARQUEOLOGÍA DE AUTONOMÍA: UN GIRO DECOLONIAL
Mtro. Jaime Raúl Castro Rico
“Como indígenas creemos y sentimos que tenemos la capacidad para dirigir nuestro destino [...] Que cada pueblo indígena, que cada etnia, tenga su propio gobierno. Pero que gobierne con propia autonomía […] como indígenas necesitamos autonomía propia, necesitamos esa identidad, esa dignidad, pues. Dignidad de vivir y respetar” (EZLN 1994:7)
El levantamiento del EZLN en enero de 1994, trajo consigo una serie de precisiones epistémicas a la racionalidad de la Filosofía Política dominante, es en este tenor, que la autonomía como categoría política en este contexto, se presenta como un quehacer alterno, no implica separatismo, sino autogobierno, posibilidad de ser; ejercicio ontológico de una ética política otra y un nuevo pacto que acabe con el centralismo tanto político, económico y cultural.
Desde esta óptica, Henry Fairchild (1979) nos dice: “Autónomo señala, órgano político, de una institución social o de un grupo que posee el derecho y el poder de determinar su propia línea de conducta”
Salustiano Del Campo (1988) por su parte, apunta: Separatismo significa “Acción y efecto de promover la secesión, con carácter más o menos declaradamente nacionalista, de un país o una región natural o histórica, o histórica natural a la vez, respecto de una unidad política anteriormente constituida, incluso en forma nacional” o “separación del centro “
El proceso autonómico, tiene lugar durante un lapso relativamente prolongado, que varía de acuerdo con las tradiciones político-democráticas, las características de la población étnico-nacional a la que busca reconocer el derecho de autonomía, la diversidad de intereses nacionales a considerar y la complejidad de los problemas técnicos o prácticos que deban resolverse.
En México, este período de debate nacional, intensificado después del levantamiento de Chiapas en 1994, ha elevado la autonomía al rango de uno de los grandes temas nacionales. Todo indica que se va conformando una opinión favorable a la instauración de las autonomías en el país.
Tal vez ahora, se está en condición de dar un paso adelante: iniciar los esfuerzos para definir los proyectos específicos, con propuestas precisas sobre territorios, forma de gobierno, competencias posibles, elementos centrales para construir un país en donde quepamos todos.
Díaz Polanco (1992) lo acuña, como “el Necronomicón Indígena” donde la autonomía haría posible el florecimiento de las culturas indígenas. Pero esto no podrá alcanzarse mientras el paisaje de las etnias autóctonas de Latinoamérica sea el de una desoladora pobreza que invade como un cáncer a los pueblos y comunidades […] En lugar de enriquecer sus modos de vida, el trance que contrae el drama de la integración hunde cada vez más a los indígenas en la miseria. Son ya incontables los pueblos indios que han perecido bajo el yugo de los “intereses nacionales”. Terminar con este ciclo de empobrecimiento y condenas que no ha parado desde hace cinco siglos e iniciar una nueva era de oportunidades, es la otra meta de la autonomía en la época contemporánea. (Ob. Cit. Cap. IV: 73)
La cultura de la resistencia ha llegado a nuestros días –apunta Bonfil- y no desde la inmovilidad, sino adoptando los cambios necesarios para permanecer, porque junto a esa cultura del resistir, el indígena ha asumido la de innovar y la de apropiar aquellos elementos culturales del antagonista que no eran contraproducentes.
El neoliberalismo como expresión más acabada del capitalismo salvaje, con su deuda externa de carácter eterno; el crecimiento sin respeto ecológico; son evidencias de la necesidad de una nueva esperanza, un nuevo modelo de progreso que en México habrá de respetar las diferencias para encontrar un sentido de la unidad, de lo nacional. Que piense en el hombre concreto, en el sujeto existencial de esta nación.
Los caminos de la desesperanza, de la negación, del sinsentido, hicieron que Jacinto Canek, príncipe maya reflexionara: “Los blancos hicieron que estas tierras fueran extranjeras para el indio, hicieron que el indio comprara con sangre el viento que respira. Por eso va el indio, por los caminos que no tienen fin, seguro que la meta, la única meta posible, la que libra y le permite encontrar la huella perdida, está donde está la muerte” (Le Blot 1999: 25 )
De las Manos de Marcos, brotan los espejos y en cada uno de ellos, un fragmento de la rotura de la utopía del paraíso neoliberal y el proyecto social- liberal que sólo sirve para mantener la cohabitación social de las sociedades más ricas y con más capacidad de acumulación. La Lacandonía se muestra como un espejo más, pero un espejo que grita, que blasfema, que lastima en su reflejo de miseria permanente diciéndonos ¡YA BASTA!
“… Nosotros no podemos voltear hacia atrás la historia, ni con la nostalgia, ni con el arrepentimiento. La derecha vuelve la vista hacia atrás con nostalgia: antes éramos más grandes, más poderosos, antes podíamos hacer todo esto. Y en el caso de la izquierda, con el arrepentimiento. Hicimos esto, no, no volvamos a hacerlo. Nosotros pensamos que hay que volver atrás para retomar lo que fuimos, sin golpes de pecho, pero tampoco sin entusiasmo. Ver realmente qué fuimos, y poder construir pues hacia delante. O sea sólo vamos a poder alcanzar el futuro que queramos…” (ibidem: 45)
En marzo de 1995, las fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión impulsaron la aprobación una Ley para el diálogo, la conciliación y la paz diga en Chiapas, en cuyo artículo primero se definió al EZLN “como una organización de ciudadanos mexicanos, mayoritariamente indígenas, que se inconformó por diversas causas y se involucró en el conflicto”.
De este modo, se eliminaba la connotación puramente policiaca que el gobierno había querido dar al conflicto, según la cual los zapatistas eran caracterizados como delincuentes comunes; pero al mismo tiempo, los alzados quedaban atados a una ley que los amparaba sólo mientras mantuvieran el diálogo y la negociación. (Díaz Polanco 1998:186)
Con esta plataforma legal y política, a mediados de 1995 se reiniciaron los contactos y en septiembre se acordó celebrar cuatro mesas sucesivas de diálogo:
Derechos y cultura indígena.
Democracia y justicia.
Bienestar y desarrollo.
Derechos de la mujer.
Los temas se desagregaban en grupos de trabajo y en subtemas, mismos que agotarían su temática en tres fases, con sede fue San Andrés el 17 octubre de 1995.
En el marco de la primera mesa Derechos y cultura indígena correspondieron los siguientes subtemas:
Comunidad y autonomía: derechos indígenas
Garantías de justicia indígenas
Participación y representación política de los indígenas
Situación, derechos y cultura de la mujer indígena
Acceso a los medios de comunicación y
Promoción y desarrollo de la cultura indígena
El primer colectivo discutió la autonomía con particular ahínco; las voces indias de autonomía estaban presentes y se demandaba un diagnóstico preciso sobre los problemas de las regiones y propuestas concretas de solución.
La crítica que hacía el zapatismo iba encaminada contra “el sistema político y social prevaleciente, en especial al sistema de partido de Estado, así como a la política económica neoliberal aplicada por el gobierno, que marginaba a grandes sectores de la población y ponía en peligro la existencia misma de los pueblos indios” (EZLN 1995: Grupo 1)
La autonomía se identificó como “un derecho” para la necesaria transición democrática a condición de que ella implique una profunda reforma del Estado [y se asegure] en la Constitución como un derecho pleno, para luego reglamentarlo, tomando en cuenta las distintas particularidades” (EZLN- Gobierno Federal 1995 Octubre 19)
En la Síntesis de la segunda sesión se plantea que “sin una reforma profunda y concensada en el marco constitucional y político en su conjunto, la autonomía carece de sustento” (Ibidem. Octubre: 20).
En el documento final se observan ciertas divergencias mientras el gobierno ponía el énfasis en el derecho a la asociación de comunidades y municipios, sólo para efectos de su desarrollo o para optimizar esfuerzos y recursos, el EZLN –procurando esos y otros fines- podían hacerlo para conformar entidades autónomas.
Asimismo, “mientras el gobierno pugnaba por instituir la figura de ‘municipios indígenas’, el EZLN proponía la creación de regiones y ‘municipios autónomos’” (ibidem: .22-33). En el documento intitulado “Pronunciamiento conjunto que el gobierno federal y el EZLN enviaran a las instancias de debate y decisión nacional”, del 16 de enero de 1996, se sintetizan las propuestas para fundar “una nueva relación de los pueblos indígenas y el Estado”. Se trata de establecer los principios de un nuevo pacto social” donde el Gobierno Federal asume varios compromisos:
Promover “el reconocimiento, como garantía constitucional del derecho a la libre determinación de los pueblos indígenas” definidos éstos según el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Impulsar las reformas legales y constitucionales para ampliar la participación y representación políticas local y nacional de los pueblos indígenas. Garantizar el acceso pleno de los pueblos a la jurisdicción del Estado, “con reconocimiento y respeto a las especificidades culturales y a sus sistemas internos”
El gobierno se obliga al combate a toda forma de discriminación y la conformación de un “orden jurídico nutrido de pluriculturalidad”.
El silogismo filosófico- jurídico
La articulación de las demandas indígenas en el escenario de la globalización, trajo consigo la necesidad de reconocimiento de éstos como sujetos históricos, mismos que buscan la regeneración de sus derechos basados en su esencia de colectividades culturales diferenciadas y, no simplemente como sujetos de derecho individual, perspectiva liberal del siglo XIX; así como en una nueva concepción de derechos humanos en interdependencia mutua.
Los derechos fundamentales en torno a los cuales giran las demandas del EZLN se pueden sintetizar en cinco conceptos o enunciado
Derecho al reconocimiento como pueblos o el derecho a la diferencia.
Derecho a la libre determinación mediante la autonomía.
Derecho a las tierras y territorios indígenas;
Derecho al reconocimiento de los sistemas jurídicos propios
Derecho al desarrollo desde su propia óptica.
Regino Montés (1998) apunta en este sentido, “si insistimos tanto en el hecho de que somos pueblo es porque, de la misma manera que cuando hablamos de Derechos Humanos Individuales hemos remontarnos a la noción de “individuo”, el reconocimiento de que somos pueblos es para nosotros fundamental, pues constituye el punto de partida para que se admita que tenemos derechos colectivos”
El ‘quid’ del asunto radica en el concepto de identidad en tanto miembros de una familia y una comunidad. “los derechos y obligaciones individuales de los pueblos indios, derivan de los derechos y obligaciones de una colectividad, misma que reúne tanto características objetivas (idioma, historia y cultura común distintiva), como subjetivas (identidad, voluntad de seguir unidos).
Autonomía por consiguiente, no debe confundirse con soberanía, pues esta última, tal como la define el Derecho, es la facultad que únicamente poseen los Estados “potestad suprema [ … ] de decidir en última instancia de todo lo que corresponde al bien público, con el monopolio de la coacción física” (Diccionario Jurídico 1991 ) de ello se deriva que la Autonomía es el campo de intersección entre el derecho a la libre determinación interna de los pueblos y el derecho constitucional soberano del Estado.
“La Autonomía es la forma de ejercicio colectivo de la libre determinación que los pueblos indígenas de México la estamos reivindicando desde hace años. No deseamos por tanto la separación respecto del Estado Mexicano, sino que únicamente estamos demandando mayores espacios de libertad para poseer, controlar y gestionar territorios, para normar nuestra vida política, económica, social y cultural, así como para intervenir en las decisiones nacionales que nos afectan [ … ] Autonomía es la capacidad de decidir no sólo sobre nuestro destino, sino también sobre cuestiones y acciones más inmediatas y diarias en las comunidades, con una identidad y conciencia propia, y con la suficiente capacidad de apertura para comunicarse con los demás ciudadanos del país y del mundo.” (Regino Montes 1998: 9)
El reclamo de autonomía planteado por los indígenas se enmarca en un contexto global que se da en nuestro país a condición de una demanda de descentralización política, pero que se asocia a los conceptos de territorio, nación, estado y soberanía. Para el caso de las comunidades y los grupos indígenas, la Ley no utiliza el concepto de territorio sino de tierras. Se reivindica la utilización de territorios pues éste implica la totalidad del hábitat de las regiones que ocupan el pueblo, recogiendo el Convenio 169 de la OIT.
El territorio también se refiere al espacio en donde se desarrolla la cultura y el lugar de donde se obtienen los alimentos; necesarios para la subsistencia. A reserva de que la Tierra - nos dice Regino Montes- está revestida de un fuerte significado espiritual. La Tierra es nuestra Madre, y por ello es sagrada y le debemos una actitud de profundo respeto. Sabemos que no somos los únicos hijos de esta Madre, sino que igualmente lo son los animales, las plantas y los demás seres de la creación, y por eso a ellos les debemos la misma consideración.
“Para los pueblos indígenas es básico seguir conservando íntegramente nuestros territorios y continuar manteniendo la tenencia comunal de nuestras tierras, pues sólo así es posible preservar nuestra cohesión social, conservar las formas de trabajo gratuito y colectivo en beneficio de toda la comunidad y asegurar el patrimonio y el futuro de las próximas generaciones [ … ] por ello urge el reconocimiento constitucional de este derecho indígena fundamental, retomando en lo esencial lo que estipula el Convenio 169 y que contradice el espíritu de las reformas del Art. 27 constitucional que se hicieron en nuestro país en 1992 […] condición para acceder a dicho desarrollo nacional, sin dejar nuestra cultura, nuestra cosmovisión ” ( Ibidem: 18 )
La propuesta se orienta en un profundo crecimiento de la cultura indígena que legitima conceptos de desarrollo, cultura y naturaleza, en un trinomio de la vida presente y futura. Otros rasgos fundamentales para este propósito son:
“El Derecho indígena, en tanto sistema normativo propio para la regulación de la convivencia interna. La lengua indígena, que sería uno de los elementos fundamentales que sustentan la identidad. La Educación indígena, entendida como formación integral propia para la recreación de la vida y la naturaleza. La religiosidad indígena, que podríamos definir como la forma autóctona de concebir, entender y relacionarse con el Creador y Dador de vida. La Cosmovisión indígena, que sería el conjunto de experiencias, conocimientos y creencias que le dan sustento explicativo y de justificación a todos los aspectos de la vida comunal. La identidad indígena, como elemento que hace sentir las diferencias y alimentadores de la diversidad humana mundial” (Rendón 1997)
De la Democracia a la Educación Ambiental
La agenda de la esperanza planteada por el EZLN en los Acuerdos de San Andrés contra el capitalismo salvaje, en su versión más acabada que se define así misma como globalización, atenta contra el hombre mismo; hombre reivindicado por Eduardo Galeano en Los invisibles; donde plantea que estamos todos en guerra contra el terrorismo internacional, pero... ¿ y qué hacemos con el terrorismo de mercado, que está castigando a la inmensa mayoría de la humanidad [...] ¿ O no son terroristas los métodos de los organismos internacionales que a escala planetaria dirigen las finanzas, el comercio y todo lo demás ? ¿Acaso no practican la extorsión y el crimen, aunque maten por asfixia y hambre y con bombas? ¿No están haciendo saltar en pedazos los derechos de los trabajadores y trabajadoras? (Galeano 2002: 8).
San Andrés se esboza como una propuesta alternativa que intenta desarrollar una filosofía humanista otra, que integra a los hombres y mujeres del mundo, en y con sus diferencias, a sus respectivas culturas, a sus respectivas naciones, a sus respectivos países; una propuesta que apostada en el derecho a la diferencia, desarrolla criterios de ciudanización , que responde a necesidades reales y no sólo a criterios de comercio internacional; porque antes de ser ‘mano de obra’ o ‘posibles votantes’ en la lógica democrática formal, somos hombres, hombres concretos.
En tal sentido, la necesidad de una educación que nos permita desarrollar estructuras productivas y sostenibles, donde la sociedad civil sea la auténtica protagonista. Donde la democracia esté íntima y directamente unida al ejercicio efectivo de la ciudadanía, ya que no puede haber democracia real sin la participación ciudadana activa de todos. La denuncia política del EZLN, es contra las democracias formales, donde la participación de los ciudadanos se reduce a un ejercicio de votantes, ya que el auténtico poder es el capital, y el poder político es totalmente insuficiente, porque el poder económico supera la capacidad del poder político, de ahí que los ciudadanos sean sujetos imaginarios.
Las libertades individuales se construyen sobre la participación responsables de los individuos, de los pueblos y de las naciones; la democracia planteada por el EZLN es entonces, radicalmente diferente de aquélla, ya que no se reduce a la emisión del voto, sino a la ciudanización del sujeto, a la toma de conciencia, al empoderamiento de hombres y mujeres, de individuos y pueblos, de naciones y países.
En el modelo globalizador, “mientras vamos ‘aumentando nuestras libertades’, vamos perdiendo prestaciones sociales y derechos colectivos [ ... ] disfrazado en una libertad de mercado que nos permitirá poder escoger este u otro servicio médico, este u otro colegio; pasamos de tener sanidad pública, una educación pública, unos servicios sociales públicos de calidad, a tener los mismos servicios, pero ahora privados [ ... ] Es necesario darle la vuelta a la tortilla, y esto tiene un nombre que es democracia, pero democracia real, la de los pueblos y personas” (Pons i Llabrés 2002: 13 ) . Desde la perspectiva emergente, la democracia nos impone dos tareas:
Fortalecer la democracia actual, la democracia de los pueblos y las personas.
Trabajar por la participación de la gente e proyectos de diferentes sociedades.
“Hay un elemento calve en esta posibilidad de cambio y es la educación. La relación de la educación con los procesos de globalización apuesta a las fuerzas productivas de privatización [...] lo que hace que cada vez sea mayor la posibilidad de no escolarización con lo que el derecho fundamental a la educación se queda de nuevo en una simple declaración de intenciones; (pero hay otra vertiente ) lo que la educación debe aportar, educación y cultura son dos argumentos de peso porque con la educación debemos lograr que la sociedad se involucre en el proceso de lucha contra las desigualdades sociales, por una mejor distribución de la riqueza, por un acceso universal a los servicios básicos, por la justicia y la paz, por la utilización racional de los recursos naturales” ( ibidem.:15 )
La base para ello, es la comunidad, desde una concepción humana, dentro de una realidad más ancha de armonía con el entorno, con el medio que nos rodea. Pero hagamos un paso atrás, Portella Coll (2002) nos dice, que el problema de la globalización es algo más que la simple imposición de una lógica manufacturera, tiene que ver con valores culturales (ideológicos) en una parte del mundo en relación con todo el planeta; la apuesta se conecta con un asunto paradigmático de índole económica pero que involucra a su vez al aparato educativo, que desde la lógica de la escuela reproduce el mundo:
“La escuela, no sólo ha de explicar y convencer sobre los valores del mundo que construimos, sino que también los tiene que soportar. La escuela, tiene que hacer entender al mundo, a los nuevos habitantes del mundo, que es la víctima principal de las políticas neoliberales en educación pública y de la reducción de la responsabilidad del Estado como garantía del derecho a la educación integral y crítica. En el marco de estas políticas reaccionarias, la escuela pública tiene que ser juzgada (parece) según parámetros económicos de rendimiento y de resultados” (Portella 2002: 23)
El ¡Ya Basta! surge de un problema social que a juicio de Hugo Zemelman (2002) se refiere al proceso de homogeneización al cual estamos sometidos, tanto en las estrategias políticas como económicas. De hecho asistimos al desmantelamiento de las economías, con el argumento de las llamadas privatizaciones, que es simplemente la pérdida de capacidad de control de la propia economía de los gobiernos; esto ha puesto en crisis la noción de país; ha hecho crisis la noción de proyecto, ya que no se habla de proyecto de país, se habla de lógica de mercado. Esta lógica de mercado está cumpliendo una función muy clara, desde el punto de vista técnico, que es generar condiciones de reproducción de masas gigantescas de capital que requieren mercados gigantescos.
En este sentido, tenemos dos grandes rasgos fundamentales apunta Zemelman (2002):
“1.- Un cuadro económico, el de la centralización, el de la globalización económica que está claramente beneficiando un 20% de la población. La pregunta es ¿Son sostenibles esos gobiernos con 20% de la población?
2.- La otra cara del análisis es preguntarnos. ¿qué pasa con la democracia? Si hay un esquema económico antidemocrático es el actual. Porque es absolutamente ilógico pensar que un esquema económico que trabaja para el 20% de la población puede ser un sistema económico que robustezca la democracia, si por democracia entendemos un sistema de participación” (Zemelman 2002:28)
Una democracia que justifica la pobreza y la marginación, no es democracia, es simplemente una democracia que conforma los juegos electorales; pero no apuesta por los proyectos de país, menos aún apuesta por utopías diferentes. No concibe de hecho, la posibilidad de romper con el discurso dominante de la globalización, en su calidad de futuro único y del costo de desigualdades económicas, sociales y culturales que se deben pagar.
Las premisas planteadas nos llevan a una conclusión silogística de carácter desintegrativo de la sociedad, así como a la minimización del ser humano a mano de obra. El zapatismo en este sentido vendría a ser “una suerte de particularidad histórica [donde México] es un país donde todavía hay juego de ideas, donde todavía hay juego de proyectos, todavía hay actores políticos capaces de comprometerse con utopías diferentes” (Zemelman 2002: 39). Si la democracia no lleva irremisiblemente al planteamiento de utopías posibles o en términos de Zemelman utopías diferentes; aparece en escena un tercer problema ¿qué pasa con la educación?
“Quizá una de las consecuencias más perversas de la globalización, y que es una tarea insoslayable de la educación, es que está deshaciendo al ser humano, lo está transformando en cosa, lo está minimizando, lo está reduciendo a su mínima expresión. Y esto tiene muchos indicadores, que hay que asumir. El principal de todos es que está tratando que la gente no piense. Pensar es peligroso [ ... ] la educación tiene que formar capital humano, un capital que permita a ese país competir en un mercado que no existe, pero tiene la otra cara, un proceso formativo a través de la educación capaz de hacer gente eficiente, responsable de sus oficios, capaz de hacer cosas , pero incapaz de imaginarse nada, por lo tanto un sujeto que no tenga pensamiento, un sujeto que no tenga deseos, un sujeto que no tenga sueños, un sujeto
que carezca de voluntad , se transforma en ciudadano ideal. El ciudadano que se conforma simplemente con votar, aunque sepan que el voto no es respetado, un ciudadano que se limita a opinar, sin importar si su opinión es escuchada, un ciudadano que cree que participa en lo público, porque se queda en la sala de su casa escuchando los noticiarios que son todos iguales” (Zemelman 2002:41 )
La concienciación evidentemente surge de un procesos de reacción, que en México los ha dado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, bajo las demandas de democracia y dignidad; una democracia que puede ser punto de partida y que tenga consecuencias importantes en el sistema político de América Latina; de los marginados, de los prescindibles de la globalización; de los sin voz, de los sin rostro; una democracia que utilice a la educación como piedra de toque para incorporar y movilizar a esos sectores de la población que han sido aislados, inmovilizados, aculturizados, echados al olvido y que en el nombre de la sociedad civil busca construir una realidad alterna, una utopía posible.
“El zapatismo no es una ideología política, o un refrito de viejas ideologías. Sólo sirve como sirven los puentes, para cruzar de un lado a otro. Por tanto, en el zapatismo caben todos, todos los que quieran cruzar de un lado a otro lado. Cada quien tiene su uno y otro lado. No hay recetas, líneas, estrategias, leyes, reglamentos o consignas universales. Sólo hay un anhelo: construir un mundo mejor, es decir, nuevo” (EZLN 1994)
El zapatismo señala la necesidad de avanzar en la transición hacia la democracia como única vía para avanzar en la solución de 11 demandas básicas: techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, libertad, justicia, democracia y paz. Valores que aparecen en repetidas ocasiones en un quehacer doctrinario democracia, justicia y dignidad han encontrado terreno fecundo de vinculación de pasiones, sueños y deseos de transformación presentes en una amplia corriente de acción política civilista urbana, en el México profundo de las comunidades rurales e indígenas.
La sociedad civil es la portadora del cambio social; la apuesta del zapatismo por la sociedad como fuerza de la transformación social proviene de la idea de que la lucha ciudadana, implica la convicción de ser iguales a los demás y tener los mismos derechos y obligaciones. Es pues, de manera simultánea, una lucha por la dignidad y contra el racismo. Se trata de un proceso de construcción de iguales, de rechazo a la exclusión, en el que la exigencia a demandas concretas rebasa el tradicional tono clientelar. La firma de los Acuerdos de San Andrés plantea los contornos de la identidad nacional, las políticas de combate a la pobreza, la democratización del país, la naturaleza de un nuevo régimen, las relaciones entre moral y política que han adquirido nuevos contenidos.
San Andrés representa la fractura del ciclo de dominación y el rostro de la sociedad civil así como la guerra contra la globalización ya que destruye naciones y crea simultáneamente megalópolis bajo la lógica de destrucción/despoblación y reconstrucción/reordenamiento de regiones y naciones para abrir nuevos mercados y modernizar los existentes. Su lógica es la de destruir las bases materiales de la soberanía de los Estados Nacionales ( incluida su historia y su cultura ) y provocar el desplomamiento cualitativo de sus territorios, entendido como prescindir de todos aquellos que son inútiles para la nueva economía, pero simultáneamente presupone la reconstrucción de un mundo según la lógica del mercado mundial.
Con el EZLN los prescindibles se han rebelado, sabiéndose iguales y diferentes, los excluidos de la modernidad tejen resistencias al neoliberalismo. Ello implica el desarrollo de un nuevo humanismo. Si la humanidad parte del reconocimiento de uno mismo en el otro, el sometimiento, la humillación y el aniquilamiento del otro son la negación de la humanidad, son elementos sustantivos del neoliberalismo.
Lo nacional, el territorio, la soberanía, la diversidad cultural, la educación, son instrumentos de resistencia contra el neoliberalismo y anticipo de la democracia real que el neozapatismo plantea en la refundación de una ética política que rechaza lo injusto y que cuaja en lo que hemos aterrizado como filosofía ambiental.
Fuentes de consulta
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Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx