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Año: 2023 Mes: MAYO-AGOSTO Número: 96
Sección: INVESTIGACIÓN Apartado: Tecnologías Educativas
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EL CONTROL DEL CUERPO COMO REQUISITO PARA APRENDER CIENCIAS
María de Jesús de la Riva Lara
Introducción
Históricamente la escuela secundaria se funda como una institución enfocada al control de las actitudes y la disciplina de los adolescentes (Sandoval, 2000) y esto se refleja tanto en su organización y reglamentos como en las “normas informales que funcionan” (Gimeno, 1997) sobre las prácticas de los sujetos y en muchos casos se mantienen por tradición. Las normas pueden considerarse tanto una vía como un obstáculo para la participación, también pueden ser promovidas por el alumno como una manera de acceder a cierto estatus. Dentro de los establecimientos educativos los reglamentos abarcan muchos aspectos: el trabajo, la forma y distribución del edificio escolar, los muebles y otros materiales y hasta el comportamiento de los empleados.
Este documento surge de un estudio de corte etnográfico (de la Riva y Candela, 2010) que se realizó en una escuela con suficiente antigüedad como para haber establecido un estilo de trabajo, con maestros que ya conocen los programas y a la población de estudiantes, pero que al mismo tiempo son lo suficientemente flexibles para seguir adaptándose a una población joven, creciente y cambiante. Ese interjuego entre lo establecido y lo que se puede cambiar ubicado dentro del salón de clases durante la interacción entre maestro y alumnos es la unidad de análisis, lo que interesa conocer en nuestro acercamiento. Se utilizó la videocámara para registrar imagen y sonido durante las clases y enriquecer las notas tomadas por escrito. Posteriormente se videograbaron las entrevistas semiabiertas aplicadas a 8 alumnos de nuevo ingreso en la secundaria. La guía de entrevista se desarrolló a partir de las categorías trabajadas para las observaciones.
Formalización de las reglas
En la escuela secundaria las reglas son más formales y se hacen públicas por medio del reglamento interior para los alumnos, el cual es firmado de aceptación por ellos y sus padres durante el proceso de inscripción. Este documento funciona como un contrato al que alumnos y sus padres se comprometen. En las reglas se incluye la presentación en cuanto uniforme, cabello, uñas y maquillaje. Se reglamenta qué objetos se deben llevar y cuáles están prohibidos. El alumno debe estar presente en el tiempo y lugar indicados y en caso contrario también se reglamenta la justificación. Su identidad y pertenencias son claramente públicas. En cuanto a la flexibilidad en la aplicación de estos reglamentos, durante las visitas a la secundaria observé que generalmente los alumnos y el personal de la escuela atendían a estas reglas. No observé alumnos fuera del salón en hora de clase, o con el uniforme mal portado, o llegando muy tarde, etc.
El enrolamiento utiliza estrategias que procuran definir y distribuir por diferentes medios los roles de género asignados -por ejemplo a través del uso de la vestimenta considerada adecuada-. Para Dussel (2003) los uniformes son tecnologías del poder que junto con otros procedimientos institucionales, han producido conformidad en las escuelas y en el conjunto de la sociedad. Es una forma flexible de control sobre el cuerpo, más efectiva que la coacción. Con la escolarización de masas muchos aspectos privados pasaron a ser de dominio público: la higiene, la limpieza, el material, el color y cuidado de la ropa. Aquí entra una <<pedagogía del detalle>> que demanda la precisión diaria en cuanto a la homogeneización del uniforme y del peinado (un ‘código de elegancia’ que valora la apariencia externa), del uso del escenario, del mobiliario. Implica la pérdida de la distinción entre personas del mismo rango y la exclusión pues quien no cumple con esa apariencia no entra o no permanece en la escuela.
Dónde, cuándo y cómo movilizar el cuerpo
Las decisiones sobre movilización y estabilización de los alumnos provienen de los adultos portavoces de la institución, principalmente del maestro, más que de los propios estudiantes. Las reglas de asistencia y puntualidad ubican los cuerpos de los alumnos en los desplazamientos espaciales y temporales previstos y los encierran en el salón, el laboratorio o el aula de red de acuerdo a un horario escolar. En consecuencia el cuerpo de los alumnos se estabiliza en un lugar y en una posición por más tiempo. Esto implica menos movilidad, menos habla, menos actividades distintas, menos desplazamientos, menos lugares recorridos por propia iniciativa.
En general las normas se cumplen en el salón y en el laboratorio de la secundaria, los alumnos no están afuera de los salones durante las horas de clase y usan las canchas sólo durante el descanso. Los maestros recuerdan las normas cada vez que es necesario y actúan con flexibilidad cuando algún alumno las infringe. Dependiendo del profesor se insiste en unas reglas más que en otras, en algunos casos esto se puede convertir en una tensión pues siempre hay algún alumno llegando tarde. Los profesores les llaman la atención, los alumnos justifican los retardos al decir que estaban realizando actividades de otras materias. Los profesores insisten mucho en la puntualidad. En ocasiones los alumnos de recién ingreso parecen no estar conscientes de que una conducta puede parecer desacato a un profesor. Este proceso de ‘interesamiento’ (Callon, 1986), es decir las acciones por las cuales se intenta imponer, estabilizar y aislar la identidad, van formando pruebas de fuerza y puntos de paso obligatorio que los muchachos deberán superar para poder convertirse en estudiantes.
La distribución de los individuos en el espacio de la institución escolar para Foucault (1976) implica que los cuerpos de los alumnos se encuentran en las aulas, que son lugares específicos y diferentes a todos los demás dentro y fuera de la escuela. Y que se caracterizan por su clausura pues al estar cerrados permiten localizar, aislar, vigilar, clasificar, seleccionar y excluir a los alumnos. El cuerpo de cada alumno ocupa un lugar individual, determinado dentro de un sistema articulado de relaciones, puesto que cada uno se define por el lugar que ocupa en una serie: por el grado escolar, por su estatura, por su conducta o sus calificaciones. Estos aspectos señalan la materialidad del poder sobre los cuerpos de los individuos. En palabras de Foucault (1991: 156) “las relaciones de poder pueden penetrar materialmente en el espesor mismo de los cuerpos” sin tener que ser, poder y cuerpo, sustituidos por representaciones.
Movimiento y funciones del cuerpo
En su investigación sobre los alumnos de segundo grado de secundaria (aproximadamente de entre 13 y 15 años de edad) Sandoval (2000) encuentra que los maestros piden a los alumnos que guarden silencio, se pongan de pie para saludar, justifiquen retardos para entrar al salón, pongan atención y reconozcan su autoridad, en general acostumbran ubicar a los alumnos por su comportamiento. Por su parte los alumnos aprovechan cada oportunidad para hacer cosas prohibidas.
Cuando nuestros entrevistados de primer grado contrastan la primaria con la secundaria, en la primera se refieren de inmediato a su gusto por la posibilidad de elegir los movimientos de su cuerpo. En la secundaria es muy diferente, los cambios de horario los mantiene más tiempo en el salón; la forma de saludar los obliga a hablar, pararse y sentarse a un mismo tiempo; el exceso de control sobre las entradas y salidas del salón, especialmente para ir al baño. Como cada maestro define sus reglas y a veces difieren de uno a otro grupo para los alumnos de primer ingreso se convierte en una situación complicada.
En la secundaria el cuerpo de los alumnos usa los espacios y tiempos de una manera más estricta, diferenciada, controlada y normada. A veces deben pararse, sentarse o hablar al mismo tiempo; o jugar, correr, platicar y comer exclusivamente en ciertas áreas y momentos, lo que resulta en una disciplina de la institución sobre el alumno que se muestra públicamente. Este tipo de prácticas no permiten que los alumnos actúen de acuerdo a los intereses de su edad por lo que constituyen “sanciones por ser niños, es decir, por hablar, reír, o jugar, acciones que son vistas como transgresión a la norma escolar” (Sandoval, 2000: 339). Romper las normas que controlan el cuerpo también se puede traducir en baja calificación. La evaluación escolar no hace explícito el gran peso que tiene en ella la valoración de la apariencia y del cumplimiento de las normas escolares. Lo que se observa es que la calificación no depende sólo de los ‘aprendizajes’ académicos, sino de la manera en que el cuerpo se hace parte de la dinámica establecida.
Encierro material y compresión social
La movilización corporal dentro del espacio y el tiempo material siempre implica la movilización social en cuanto a las posibilidades de conexión con las otras personas (enclosed y compress para Nespor, 1994). El cuerpo es algo social, pues es el medio material de nuestra acción (Frank y Jewitt, 2001; Popkewitz, 1998 y Vigarello, 1989, en Dussel, 2003).
Una de las prohibiciones más marcadas en la secundaria dentro del salón de clases, es la posibilidad que tienen los alumnos de trasladarse a los lugares de los otros muchachos y poder platicar con ellos. En la secundaria no se les permite pararse –aun cuando no estén trabajando y no haya maestro- o hablar sin permiso y al parecer esto los desconcierta y hasta les molesta. Particularmente, en la secundaria la posibilidad de platicar con otros compañeros se convierte en una necesidad, por eso para Quiroz (1992: 94) “al interior de la escuela el tiempo significa una negociación permanente para ganar minutos para la relación entre pares” y que coincide con Sandoval (2000: 292) que encuentra que los alumnos aprovechan los tiempos muertos y los dedican a las relaciones personales.
Controlar el cuerpo para aprender
Nespor afirma que conocer “es un proceso contextualizado en el espacio y el tiempo” (1994: 8) y considera que cuando el alumno ingresa a un escenario requiere participar y esto “significa hacerse espacial y temporalmente organizado de manera que se mueva dentro del espacio material del campo y hacerse competente en el uso de las organizaciones del espacio-tiempo representacional de la disciplina” (1994: 132). Para este autor las diferencias entre planteles, organización escolar y uso de los objetos materiales influyen en las oportunidades de aprendizaje porque se relacionan a los eventos sociales en los que una persona está posicionada para apropiarse una serie de prácticas sociales y culturales asociadas con el dominio académico, por ejemplo de las ciencias. Para Nespor (1994: 131) ‘aprender’ es ser capaz de moverse primero uno mismo y segundo otras cosas, a través de esas redes de espacio-tiempo.
En las escuelas los profesores son los directamente asignados para mediar las formas de control sobre los alumnos en cuanto al espacio y el tiempo, a la estabilización, los desplazamientos y movimientos de su cuerpo. Pero, también los profesores son controlados, así que en el transcurso de la vida escolar tanto docentes como estudiantes asumen las normas y restricciones, la pérdida de autonomía, pero también disienten y se resisten.
El problema de la organización de los cuerpos en el espacio del aula es usualmente examinado desde la perspectiva del maestro, como un problema de control de estudiantes y administración de actividades. Pero desde el punto de vista de los chicos, el aula es un terreno negociable. (Nespor, 1997: 131)
Cuando los alumnos entrevistados comparan al maestro de primaria con los maestros de secundaria, éstos se perciben como más serios, más lejanos, más impacientes y más duros –además de que el conocimiento mutuo difícilmente llega a nivel personal-, en general más lejanos, duros y rígidos.
En la primaria se tiene un portavoz principal a nivel personal, de las normas de la institución, que es el maestro de grupo, mientras que en la secundaria se llevan 11 materias y por tanto 11 portavoces. Hay más de una voz para hablar de los contenidos y hay una multitud de voces hablando, interpretando, traduciendo las reglas institucionales en acciones, controlando movilizando y estabilizando los cuerpos de los alumnos. El número de profesores, los reglamentos escritos y las diferencias en la aplicación de la normatividad generan una situación de diversidad de exigencias que parece abrumar a los alumnos cuando recién llegan a la escuela.
Discusión
Los maestros median y representan lo académico y lo normativo, los alumnos que ingresan a secundaria requieren de tiempo y experiencia para entender la nueva dinámica y poder participar discursiva y corporalmente en ella, cuando se les dificulta les afecta en la evaluación de su aprendizaje. Los alumnos sienten que pierden autonomía, que ya no son dueños de las decisiones sobre su apariencia, ubicación, movilidad corporal y en consecuencia de sus relaciones sociales.
Referencias
Callon, Michel (1986), “Some elements of a sociology of translation: domestication of the scallops and the fishermen of St Brieuc Bay”. En: J. Law (1986) Power, action and belief: a new sociology of knowledge? Londres: Routledge, 196-223.
De la Riva, María y Antonia Candela (2010), “El tiempo en clases de ciencias: Tránsito de primaria a secundaria”. CPU-e, Revista de Investigación Educativa, Num. 11, Jalapa: Universidad Veracruzana <http://www.uv.mx/cpue/num11/inves/riva-tiempo-clases.html>.
Dussel, Inés (2003), “Uniformes escolares y la disciplina de las apariencias. Hacia una historia de la regulación de los cuerpos en los sistemas educativos modernos”. En: Popkewitz, Thomas S.; Barry Franklin y Miguel A. Pereyra (2003) Historia cultural y educación. Barcelona-México: Pomares S.A., 208-246.
Foucault, Michel (1976), Vigilar y Castigar. México: Siglo XXI Editores.
Foucault, Michel (1991), Microfísica del poder. Madrid: Las Ediciones de La Piqueta.
Franks, Anton y Carey Jewitt (2001), “The Meaning of Action in Learning and Teaching”. British Educational Research Journal, 27 (2), 201-208.
Gimeno, José (1997), La transición a la educación secundaria. Discontinuidades en las culturas escolares. Madrid: Morata.
Nespor, Jan (1994), Knowledge in Motion. Londres: The Falmer Press.
Nespor, Jan (1997), Tangled up in school: Politics, Space, Bodies, and Sign. New Jersey: Lawrence Erlbaum Associates Publishers.
Quiroz, Rafael (1992), “El tiempo cotidiano en la escuela secundaria”. Nueva Antropología. Revista de Ciencias Sociales, Num. 42, México: UNAM-IIJ, 89-100.
Sandoval, Etelvina (2000), La trama de la escuela secundaria: institución, Relaciones y saberes. México: Plaza y Valdez
Nota: este trabajo forma parte de las memorias de la X reunión nacional de la UPN natura RED, realizada en la Unidad UPN 094 centro en el año 2010
Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx