Se necesita un valor.

Puedes Buscar por: Año, Número, Autor, Artículo.

Menú Principal

Redes Sociales

Contador

Número de visitas: 97082 desde Febrero 2012

Sitios de Interés

Revista Xictli
Revista Xictli Nueva Época

Comentarios sobre el artículo

Comentarios (0)

Artículo

Estas viendo el artículo número: 228

Imprime el artículo

Año: 2022 Mes: SEPTIEMBRE-DICIEMBRE Número: 94
Sección: PALABRAS PERIPATÉTICAS Apartado:
Ver más artículos de esta sección

LA TIERRA
MARIA GUADALUPE HERNÁNDEZ PÉREZ

I

Para nadie es nuevo que desde la tradición occidental y, en particular desde la reflexión filosófica griego, se haya sembrado la idea en la humanidad de que la naturaleza está compuesta por cuatro raíces o elementos fundamentales, que con base a la asociación-corrupción, forman el todo. Nos referimos, efectivamente a los cuatro elementos básicos: tierra, agua, aire y fuego, aportación naturalista que Empédocles acuña como principio del arjé o principio de todas las cosas.

 

De hecho, este es un acercamiento a la multiplicidad de los seres y a la dinámica natural bajo la premisa de la razón, sin acudir a las narraciones cosmológicas.

 

Es en este sentido que Tales de Mileto, fue el primer filósofo que aportó en su reflexión, acuñando el primer principio de todas las cosas, en calidad del elemento agua, elemento básico que  desde su punto de vista, da sentido a la aparición de la vida, quizá en memoria, de las ideas egipcias donde se sostiene que acudió a estudiar.

 

Por su parte, Jenófanes apostó por la tierra, Anaxímenes propuso un aire diferente del que respiramos nosotros y, Heráclito de Éfeso apostó por el fuego y el lógos. Todos ellos, filósofos presocráticos avocados a dar sentido. Al principio fundamental de todas las cosas.

 

Es de esta forma que los cuatro elementos, han formado parte irrenunciable del desarrollo científico y especulativo de la cultura. Y por ello, nuestra pretensión es tomar uno a uno de éstos, para reflexionar en una serie de entregas que abran nuestra imaginación y, nos permitan situarlos en el saber cotidiano, a la luz de sus sentidos y las endichas sobre éstos.

 

II

 

Cuando decimos «tierra», no solo nos referimos al planeta, sino también al elemento fundamental en la creación de nuestro ser físico y de todo, en realidad. Nuestro ser físico es, esencialmente, una combinación de tierra, agua, aire, fuego.

 

La tierra es el más básico y estable de los elementos. Es la base sobre la que se construyen todos los demás elementos. Aunque el elemento tierra también forma parte de la materia física que nos rodea.

 

Afirma Sadhguru (2021), cada vez que comes, ingieres una parte de la tierra. Esencialmente, ingerimos una parte del planeta para mantener el cuerpo. Por consiguiente, la manera en que tratamos al planeta es la manera en que tratamos a nuestro propio cuerpo.

 

Es sumamente importante observar el papel que desempeña el elemento tierra en nuestro bienestar físico, mental, emocional y espiritual. Si el elemento tierra no coopera contigo, no llegarás a ninguna parte. Si el cuerpo no coopera, sean cuales sean las aspiraciones que tengas, no llegarás muy lejos. A menos que te desapegues completamente de lo físico, lo físico determinará casi todo en tu vida.

 

Pero hagamos un paso atrás. La tierra es uno de los elementos de la antigüedad en la ciencia y filosofía griega antigua. La tierra es considerada ser a la vez fría y seca, y de acuerdo a Platón está asociado con el cubo (Química. Es 2021).

 

Cuando nos referimos a la tierra, estamos usando una palabra polisémica. Ya que ésta refiere varias cosas a la vez, mismas que van desde el planeta en que habitamos, la región en la que nacimos, el material que usamos para plantar árboles o vegetales hasta la pertenencia del ser humano, donde la pregunta es, si ésta del hombre o el hombre de la tierra, apelando a las más viejas tradiciones mesoamericanas.

 

Ciertamente la tierra es el lugar donde convivimos, planeta único en el que hay vida comprobada, lugar donde compartimos la vida y la posibilidad de un futuro o porvenir. De hecho, el hombre es el único ser que posee conciencia, sabe de sí, se pregunta por el sentido de todas las cosas y le impone valor, ya sea estético, ético y porqué no económico.

 

La tierra nos habla de la patria, país donde nacimos, región que nos da sentido y lugar de pertenencia. Patria chica y/o identidad. Socialización, construcción de límites y valores.

 

Para la UNESCO (1993), Hay un imperativo absoluto: civilizar la Tierra, lo que no sólo significa confederar a la huma­nidad en el respeto de las culturas y las patrias, sino también democratizar y solidarizar. 

  • Democratizar: la democracia presupone y nutre la diversidad de intereses y grupos sociales y la diversidad de ideas. Ello significa que no debe limitarse a imponer la voluntad de la mayoría, sino reconocer también el derecho a existir y expresarse de las minorías y de los descontentos. Necesita consenso en cuanto al respeto de las instituciones y reglas democráticas, y requiere al mismo tiempo conflictos de ideas y opiniones que le pro­porcionen vitalidad y productividad. Pero la vitalidad y la productividad de los conflictos sólo pueden darse en el acatamiento de la regla democrática, que regula los antago­nismos sustituyendo las batallas físicas por batallas de ideas y, mediante debates y elec­ciones, determina quién es el vencedor tran­sitorio de las ideas en liza. 

 

  • Solidarizar: sólo si progresa en solidaridad puede una sociedad progresar en complejidad. La complejidad creciente conlleva en efecto un aumento de las libertades, de las posibili­dades de iniciativa, de las posibilidades de desorden, tanto fecundas como destructoras. El extremo desorden deja de ser fecundo y pasa a ser principalmente destructor, y la extrema complejidad se degrada en desintegra­ción, con la desmembración de los compo­nentes de un todo. La reinstauración de la coacción puede mantener, evidentemente, la cohesión del todo, pero en detrimento de la complejidad. La única solución integradora favorable a la complejidad es el desarrollo de la auténtica solidaridad, no impuesta, sino sentida y vivida interiormente como fraternidad. Esto, que es válido para una patria en particular, debe aplicarse ahora a la patria terrestre común.

 

Surge aquí el problema de la reforma del pensamiento y el del replanteamiento de la educación. No puede haber conciencia de todos estos problemas si no hay un pensa­miento capaz de ligar las nociones desunidas y los saberes compartimentados.

 

 La Tierra no es la suma de elementos dis­tintos (planeta físico + biosfera + humanidad), sino una compleja totalidad físico-biológico-­antropológica en que la vida es una emergencia de la historia del planeta y el hombre una emer­gencia de la historia de la vida.

El tipo de pensamiento fragmentario, que desmenuza todo lo que es global, ignora por su propia naturaleza el complejo antropológico y el contexto planetario. Ahora bien, no basta blandir el estandarte de la globalidad, hay que asociar sus elementos en una articulación orga­nizadora compleja, hay que contextualizar la propia globalidad. Se impone una reforma del pensamiento que engendre un pensamiento del contexto y de la complejidad.

 

  • El pensamiento del contexto: la política, la economía, la demografía, la ecología y la salvaguardia de la diversidad biológica y de la diversidad cultural deben concebirse en tér­minos planetarios. Pero inscribir en un marco planetario todas las cosas y todos los hechos no es suficiente; hay que buscar siempre la relación de inseparabilidad y de interretroac­ción entre todo fenómeno y su contexto, y de todo contexto con el contexto planetario. 

 

  • El pensamiento de la complejidad: hace falta un pensamiento que una lo que está desunido y compartimentado, que respete la diversidad y reconozca al mismo tiempo la unidad, que trate de descubrir las interdependencias. Un pensa­miento multidimensional y organizador que conciba la relación recíproca todo/partes y que, en vez de aislar el objeto estudiado, lo considere en y por su relación autoeco-organizadora con su entorno. Un pensamiento que reconozca su carácter incompleto y negocie con la incerti­dumbre, sobre todo en la acción, pues sólo hay acción en lo incierto. 

 

A raíz de la revolución industrial, la tierra como un todo nos ha mostrado como un ser vivo el daño que la humanidad le ha impuesto: contaminación de agua, aire, suelos, etc. Nunca como ahora la tierra ha reclamado a la humanidad por vía de fenómenos antes nunca vistos: calentamiento global, sequias, desertificación, derretimiento d ellos polos,  etc.

 

Si bien la tierra supone un mundo común, ésta supone un propósito común; la vida, la vida en todo tipo de expresiones; la vida y el respeto a la vida.

 

En el caso de Mesoamérica, la tierra se relaciona con dos aspectos: el mundo terrenal y la fertilidad, por lo que se la suele representar como madre, la Madre tierra representa aún hoy para lo pueblos indígenas un modelo a seguir, de hecho, en algunas culturas la palabra hombre es idéntica a la palabra tierra. Tarea difícil reconocer al hombre sin el vínculo tierra.

 

Tlaltecuhtli, “señor de la tierra” en náhuatl, se identifica como la diosa o el dios de la Tierra. Existen representaciones masculinas y femeninas y por lo general permanece oculta, es decir, labrada debajo de otra escultura o pegada a la tierra, quizá sea el sentido de la mascara en Mesoamérica, lo que está oculta y a la vez es tan evidente.

 

Entre los pueblos mesoamericanos han subsistido distintas formas de relacionarse con la Madre Tierra, en estas relaciones se percibe siempre el mundo de una manera interdependiente, complementaria y holística. La cultura maya exterioriza esto de manera sucinta al indicar lo que representa la Madre Tierra –Akna– para ellos:

Nosotros, el Pueblo Maya, con nuestra cosmogónica manera de percibir, de ser y de vivir, somos milenarias hermanas y milenarios hermanos de las flores, de los pinos, de las aves, de los reptiles, de las codornices y de toda la diminuta e inmensa flora y fauna que la Madre Tierra ha dado a luz en su millonaria existencia, como fruto, a su vez, de la incesante vibración de la totalidad del Cosmos (Cochoy, Yac, Yaxón Tzapinel, et al, 2006:17).

 

En tanto, el pueblo Aymara –cultura precolombina–, estudiado desde su relación con la civilización incaica, como comenta Valencia (1999:26), contenía una profunda dependencia con la Madre Tierra –Abya Yala– al señalar:

 

De ahí que su cosmovisión tenga sus fundamentos en la experiencia del universo como una totalidad orgánica, donde todos los componentes están en relación mutua y en armonía, donde nada es aislado. Allí el dar y el recibir –característica fundamental de la reciprocidad Aymara– se extiende más allá de las relaciones humanas, alcanzando todos los elementos del universo: el hombre, la tierra, los animales y toda la naturaleza. Por ello, mantener el equilibrio, dentro y entre los grandes y pequeños componentes de su universo, es fundamental.

 

Mientras la cultura Mapuche precisa que la Madre Tierra –Ñuque Mapu– les proporciona una identidad como pueblo, y este “principio cosmológico se organiza en la Ñuque Mapu en su dimensión espacial, temporal, cultural e histórica” (Gavilán, 2012:23); observándose así ellos como descendencia de la madre naturaleza, la cual les otorga un contexto social, espacial y temporal en la que se relacionan estrechamente con la Madre Tierra, y les confiere adicionalmente una civilidad, tradiciones y una conexión de carácter identitario que distingue a su comunidad.

 

Por lo que respecta a la cultura Quechua, su posición frente a la Madre Tierra –Pachamama– es altamente vinculante –como comenta Las Heras (2017, p. 64), al reconocerla como “la Santa Tierra, la madre de todos y de todo. Pachamama es siempre un ser femenino; es una deidad buena y benevolente; de ella ha nacido todo: hombres, animales y plantas; ella protege todo y especialmente a los hombres”; Di Salvia, 2013:107–; comenta, además, que esta configuración femenina se debía “a la visión que se tenía de este numen como entidad dispensadora de los productos alimenticios y, por tanto, sustentadora de todo ser viviente, de manera análoga a como lo haría toda madre con sus hijos”. Esto es, la admiración conferida a la Pachamama no sólo se manifestaba en actos ceremoniales otorgando dádivas, sino que en su compleja cosmovisión mostraba la adoración a todo el entorno natural.

 

En su vital vínculo con la Madre Tierra, los pueblos originarios ostentan explicaciones sumamente importantes –que expresan una sabiduría milenaria– sobre los acontecimientos y dinámicas que yacen en su entorno natural, que de acuerdo con Acuña et al. (2015:128), es emanado de que la Madre Tierra se les muestra como “un libro abierto, el cual encierra en sus páginas los secretos que son necesarios conocer para tener una convivencia armónica con ella”.

 

Con lo antes mencionado, al hacer una reflexión, podemos observar que en la actualidad nuestra sociedad moderna y postmoderna es el último eslabón de una cadena social que se ha desvinculado de la Madre Tierra, en este tenor, Ralph W. Emerson (1904:10), filósofo y escritor, en su obra denominada Naturaleza seguido de varios discursos, hace mención a lo siguiente:

 

La Naturaleza, cuando sirve al hombre, no es sólo el material, sino el proceso y el resultado. Todas las partes trabajan incesantemente, unas en unión de otras, para el provecho del hombre. El viento siembra la semilla; el sol evapora el mar; el viento arrastra el vapor al campo; el hielo, por un extremo del planeta, condensa la lluvia en el extremo opuesto; la lluvia nutre a la planta; la planta nutre al animal; y así las interminables circulaciones de la Divina Caridad alimentan al hombre.

 

 

En cambio, nosotros nos hemos alejado de la Madre Tierra, ya que no comprendemos su lenguaje y formas de expresión que surgen del trinar de las aves, del aullido de los lobos, del rugido de los leones, del sonido relajante de un río, de los sonidos silbantes del viento, del crujir de las hojas de un árbol cuando el viento sopla, del cambio de las estaciones del año, entre otras manifestaciones.

 

 

Al adentrarnos en los contextos identitarios en los que se centraban los pueblos originales de América, podemos entrever los códigos, el simbolismo y las pautas de orden cultural respecto a sus identidades y con ello podemos apreciar un antes y un después de la irrupción de la cultura occidental que conllevó el exterminio de las miradas historiográficas en derredor de la Madre Tierra.

 

 

Ya que con esta actuación la cultura occidental ha establecido una forma de relacionarse con la Madre Tierra, en la que la huella radica prácticamente en una reducción y desplazamiento de los saberes de los pueblos subyugados.

 

Esta incursión cultural de orden occidental, desestima las cosmovisiones de las distintas culturas mesoamericanas con respecto a la Madre Tierra, al punto que cuando hoy nos referimos a ellas desde un contexto cultural o social, las hemos desautorizado llamándolas ritos, supersticiones, cultos, costumbres, entre otros rubros nominales.

 

En cambio, todos los posicionamientos occidentales que emergen por las posturas culturales, han sido denominados por ellos mismos como filosofías de vida, las cuales han tratado de extender hegemónicamente ignorando los principios, valores e ideas que rigieron y aún reinan en los descendientes de los pueblos originales de Mesoamérica, y que supeditan una cosmología de vida y una expresión de ideas como actitudes simétricas frente a la Madre Tierra.

 

 

 

 

 

III

FRASES SOBRE LA TIERRA PARA REFLEXIONAR

 

La Tierra es nuestro hogar y es por eso que no debemos maltratarla. A continuación, en esta sección te traemos reflexiones, pensamientos y frases sobre la Tierra para reflexionar y que entremos en razón y aprendamos a cuidar mejor nuestro hogar.

 

  • Nos hemos olvidado de ser buenos huéspedes, de cómo caminar ligeramente sobre la Tierra como hacen sus otras criaturas.

 

  • No hay tierra tan brava que resista el arado, ni hombre tan manso que quiera ser mandado.

 

  • La mejor tierra, para legumbres y cereales, la mediana, para viña y olivares.

  

  • La Tierra es la madre y la tumba de la naturaleza; su antro sepulcral es su seno creador.

 

  • La felicidad anida más en la nobleza de un bosque que en el lujo sin verde.

 

  • Agua, barro y basura, crían buena verdura.

 

  • Sólo estando sensibilizados con nuestro planeta Tierra podremos tener futuro para las generaciones que vienen.

 

  • La Tierra ofrece lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada hombre.

 

  • No soy un ambientalista. Soy un guerrero de la Tierra.

 

  • Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha.

 

  • Gracias a Dios que el hombre no puede volar y envenenar el cielo como la Tierra.

 

  • La Tierra ama nuestras pisadas, y teme nuestras manos.

 

  • La Tierra es más pequeña, puesto que puede ser recorrida diez veces más rápido que hace cien años.

 

  • No hay pasajeros en la nave espacial Tierra: todos somos tripulantes.

 

  • El barbecho de enero, hace a su amo caballero.

 

  • Para caminar, primero hay que cuidar el suelo en el cual vamos a pisar.

 

  • Nunca la Tierra dice una cosa y la sabiduría otra.

 

  • No tendremos una sociedad si destruimos el medio ambiente.

 

  • En todas las cosas de la naturaleza hay algo maravilloso.

 

  • El uso adecuado de la ciencia no es conquistar la naturaleza, sino vivir en ella.

 

  • En cada paseo por la naturaleza uno recibe mucho más de lo que busca.

 

  • La naturaleza es un espectáculo que se desarrolla frente al hombre.

 

  • Envenena al río, y él te envenenará a ti.

 

  • El que planta árboles ama a los demás.

 

  • Los árboles son los esfuerzos de la tierra para hablar con el cielo que escucha.

 

  • La Tierra es lo que todos tenemos en común.

 

  • La Tierra es un barco demasiado grande, una mujer demasiado hermosa, una música que no sé tocar.

 

  • La Tierra tiene música para todos los que escuchan.

 

  • La naturaleza hace grandes obras sin esperar recompensa alguna.

 

  • La poesía de la Tierra nunca es la muerte.

 

  • El sudor de la tierra se limpia mejor que la sangre.

 

 

 

 

 

FUENTES DE CONSULTA

  • Acuña, I.T., Moncayo, F.H.O., Chávez, F.A.M., et al. (2015). De la conservación del suelo al cuidado de la tierra: una propuesta ético-afectiva del uso del suelo. Ambiente & Sociedade. 18(3):121-136.

 

  • Cochoy, M.F., Yac, P.C., Yaxón, I., et al. (2006). Raxalaj Mayab’ K’aslemalil. Cosmovisión maya, plenitud de la vida. Guatemala:PNUD Guatemala

 

  • Di Salvia, D. (2013). La Pachamama en la época incaica y posincaica: una visión andina a partir de las crónicas peruanas coloniales (siglos XVI y XVII). Revista Española de Antropología Americana. 43(1):89-110.

 

  • Emerson, R.W. (1904). La naturaleza. Seguido de varios ensayos. Madrid:La España Moderna.

 

  • Gavilán, V.M. (2012). El pensamiento en espiral. El paradigma de los pueblos indígenas. Santiago: Ñuke Mapuförlaget.

 

  • Las Heras, A. (2017). Descripción y análisis de los rituales actuales a la Pachamama realizadas por el pueblo quechua. Revista Borromeo. 8:62-70.

 

 

 

 

 

Valencia, N. (1999). La Pachamama: revelación del dios creador. Quito: Ediciones Abya-Yala.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

Imprime el artículo

Volver al Inicio