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Año: 2022 Mes: SEPTIEMBRE-DICIEMBRE Número: 94
Sección: PALABRAS PERIPATÉTICAS Apartado:
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RECUERDOS Y VACUNAS
Vicente Paz Ruiz

Ni duele

¿Ahí vienen!, escóndete, Juan mi hermano pequeño se metió abajo de la cama, junto con Jorge los dos temblorosos habían sido testigos del llanto a grito de tenor de sus amigos Carlos y el chundo, ya no cupe debajo de la cama y me metí atrás de la ropa del ropero, pero hasta ahí fue mi mamá, con chancla en mano para convencerme de que las señoritas enfermeras sólo nos iban a dar un piquetito, salí llorando entre pálido y color papel, la enfermera vestida toda de azul marino, me dijo arremángate, me limpió el brazo con un algodón que quedó color chocolate, al ver esto me volvió a limpiar ahora el algodón quedó limpio…a ver, a ver ya viste el avión.. ¡Moles y pipianes!, un piquetote, la enfermera parecía torera me encajaba el punzón con fuerza hasta que me sangró, dijo ya vez chaparrito ni dolió, ¡a ella! A mí todavía me duele cuando me acuerdo.

 

Al poco tiempo me dio calentura, un poco de granitos y del pedazo de piel donde me inocularon me empezó a supurar, me dolía y me ardía y decían que ya me había pegado bien, que ya no me enfermaría de viruela, ni de tuberculosis, mi mamá y las señoritas del INPI se preocuparon por mí y sí, nunca me he enfermado de esas dos cosas, apenas tenía siete años… ¿mis hermanos?, poco les valió esconderse, en la escuela los vacunaron y ahí no pudieran escapar, igual llegaron con el brazo hinchado y rojo, al día siguiente no fueron a la escuela, pero no porque hayan tenido calentura, ese día nevó, si enero del 1967 cayó nieve en la capital y no fuimos a la escuela.

Vámonos de pinta

En una ocasión en la Escuela nos iban a llevar al castillo de Chapultepec, era como un sueño, mi cuñado y yo felices junto con el “muñeca” y Nacho, estábamos formados, nuestra profesora era la maestra Aurelia, venerable ejemplo de longevidad y amor a la docencia, creo que tenía como 80 años, ese día la maestra amaneció de malas y por estar platicando emocionados a los cuatro nos dejó fuera de la excursión, pocas veces he sentido tanta desilusión, Raúl mi cuñado se puso a llorar, la “muñeca” no dijo nada y Nacho sólo se quedó callado.

Nos dejó en la escuela pero cuando se iban a ir todavía le rogamos a la maestra que nos llevara, todo inútil, nos dejó y para colmo nos cerraron la escuela, nos quedamos los cuatro afuera, “la muñeca” se regresó a su casa, veníamos todos pero al pasar por  la terminal de los camiones “General Anaya” les dije, si llego ahorita mi mamá me va a pegar, igual a mi dijeron los demás, y sin pensarlo nos subimos al camión que estaba por salir, un Roma – Piedad, íbamos a escondernos  cuando vimos que el chofer era “El torote”, el tío del Lico un amigo de la cuadra, un señor como de dos metros o más moreno tirando a prieto y robusto tirándole a gordo, nos sonrío y nos dijo “se van de pinta”, le contamos nuestra historia y nos dijo, vamos a dar la vuelta y cuando regrese
ya se van a sus casas.

 

Nos compró un refresco para los tres, la muñeca se quedó y con las tortas que teníamos para Chapultepec nos supo rico, el camino del camión fue una auténtica aventura, el “torote” nos dejó en la terminal de la Roma, decidimos regresarnos en tranvía, el chofer nos había dado un peso para los tres. Caminamos por una calle llamada Dr. Pasteur, ahí con el peso nos compramos, en los puestos que había, un tamal para los tres y un atole, ¡qué rico!, de a mordida nos tocó. Había mucha gente vestida de blanco, eran los trabajadores del hospital general Eduardo Liceaga eso decía el letrero.

Raúl era el guía lo seguía Nacho y yo, caminábamos y caminábamos hasta que llegamos a una calle ancha, decía Dr. Balmis, caminamos hasta la terminal de los trenes. Pero, nos habíamos gastado lo del pasaje, revisamos y sólo teníamos entre los tres 30 cts. Salió un tren que iba al Depósito, Nacho nos dijo ese es el que nos deja en Coyoacán, arrancó y cuando iba agarrando velocidad Raúl se subió rápido, Nacho ya estaba arriba y yo por más que corría no los alcanzaba, hasta que Nacho me agarró del suéter y me jaló para subirme ¡.. uff¡

Íbamos riendo de nada, estábamos felices de ir de mosca atrás del tranvía, prendidos de la ventanilla que un pasajero bajó para agarrarnos, fue un viaje muy emocionante, veíamos pasar las vías veloces, de repente Nacho dijo, va a dar vuelta, bájense, ¡vámonos! Y él se soltó y siguió corriendo subiéndose al camellón, Raúl le siguió y bajó como si nada y me gritaban ¡bájate porque ya dio vuelta¡  y yo tenía mucho miedo, veía muy alto el brinco y muy rápido el tren, ¡bájate! Me gritaron y voy para abajo, eché mi cuerpo hacia atrás, di dos pasos y rodé estéticamente quedando de pie, ¡Ja, Ja, Ja!, la risa de mis amigos decía que fue diferente, me fueron a levantar antes que pasaran los coches, Nacho no podía dejar de reírse, igual que Raúl, me dijeron que al soltarme estiré los brazos y el tren me arrastró hasta que me caí plano como regla, mis manos las tenía todas hinchadas y calientes igual que mi panza, mi suéter se había roto.

Ya llegué má, dije allegar a casa, ella me dijo ¿y ahora qué te pasó?, me caí le dije, no mentí, después como que se acordó que yo había ido de excursión a Chapultepec, y me preguntó, ¿qué viste?, a tres doctores má, al Dr. Pasteur, a Dr. Liceaga y al Dr. Balmis, no mentí, y mi mamá preguntó ¿quiénes eran esos doctores?

El castigo convertido en placer

Gloria, ¡presente!, Guerrero, ¡presente!, … ¡Paz!, presente, bueno ya terminé de pasar la lista, dijo el maestro de matemáticas, ahora vamos a dar la clase, ¡ahhhh! dijo todo el grupo y alguien dijo, Laaastima que terminooo, el festival de hoy … ¿quién dijo eso?, todos me señalaron a mí, ¡te me vas!, dijo el ingeniero, quien me agarró de la hombrera y me llevó con la prefecta. Este jovencito no vuelve a entrar a mi clase, dijo y me  dejó ahí con la maestra. Hay Paz, ahora que hiciste, nada maestra, el ingeniero es muy enojón, si ya se Paz, pero si no te castigo me castigan a mí, en eso pasó la bibliotecaria, la secundaria donde estudiaba mi primer año tenía una pequeña biblioteca.

 

Gladys cómo estás, dijo la prefecta a la bibliotecaria, mira te tengo un encargo, este niño ya reprobó matemáticas, el ingeniero no lo quiere volver a ver, ahí te lo encargo, le di las gracias a la prefecta y caminé rumbo a mi celda de castigo, una biblioteca, donde debería de estar sentado en lo que duraba la clase de matemáticas, una hora diaria. Así todas las tardes entre las 3 y las 4 llegaba a saludar a la maestra Gladys, quien me agarró afecto, era su único visitante. Me dijo, ¿qué te gustaría leer?, creo que leí más de 100 libros, desde poesía, hasta ciencia, lo que se consideró un castigo, se convirtió en mi hora preferida, además cuando faltaba un maestro siempre le pedía permiso a la maestra prefecta para ir a la biblioteca, ¡ándale Paz, vete de aquí! Me decía en un  fingido tono molesto, fue la única maestra que me estimó en la secundaria. Durante los tres años de secundaria, presenté matemáticas en extraordinario, el ingeniero nunca me dejó entrar a su grupo.

¡Cácaro!

Toma Paz, aquí hay historias y eso de los doctores que dices, al abrir el libro decía, “En memoria de los luchadores que con la paz y la ciencia conquistaron más mundos que Napoleón y Alejandro con sus guerras”.

Iniciaba, describiendo la historia de las pestes pre bíblico, que decían que las enfermedades que se presentaban en Egipto eran castigo de los dioses, pero una de ellas la viruela era la mano oscura de Anubis el chacal. Los chinos más prácticos raspaban las costras de aquellos que enfermaban pero sanaban y con ellas hechas polvo las soplaban en la nariz de las personas, las cuales no se enfermaban. Siglos después los otomanos ya habían copiado este remedio traído por la ruta de la seda a Venecia, En Europa un médico Italiano aplicaba pus de enfermos de viruela a personas para enfermarlos levemente por medio de cortes en el brazo, esto se llamó varolización.

La varolización cuando funcionaba inmunizaba a las personas, pero cuando la pus era de un  enfermo que se agravaba, las personas varolizadas morían. Un médico inglés se dio cuenta que la varolización era muy peligrosa, él la había vivido en carne propia y buscó cómo remplazarla. Se dio cuenta que en los anuncios de la “Lechera”, una marca de leche condensada aparecía una vaquera muy sana y sin marcas en la cara que dejaba la viruela en los que sobrevivían a ella. Buen no fue en la Lechera pero si fue con una lechera en quien se dio cuenta que, las personas que se contagiaban de viruela de las vacas no se enfermaban de Viruela de
humano.

Decidió poner a prueba esto, se consiguió una enferma de viruela de vaca, a un ninillo de indias y lo infectó en un brazo con pus de viruelas de vaca, el niño, salvo una pequeña calentura, no la pasó mal. Un mes después el ninillo de indias fue de nuevo inoculado pero ahora con pus de un enfermo de viruela, el niño no enfermó, el médico inglés Edward Jenner en 1796 había descubierto cómo inmunizar de forma segura a las personas, la vacuna de vacas.

Los huérfanos

En el siglo XVIII España era aún la potencia naval y económica de los siglos de oro, si bien su imperio estaba en decadencia por obra de ingleses, franceses, holandeses y demás eses, aún tenía el poder para influir en el mundo, en su imperio como decía Carlos V, no se ocultaba nunca el sol, toda América, -casi- era de ellos así como las Filipinas y una que otra colonia en el norte de áfrica. Un médico muy importante de esa época, que había sido médico de cabecera del virrey de la nueva España y posteriormente de Carlos IV rey de España, era viajero frecuente, visitante continuo de la Nueva España, la sentía como su segundo hogar, hizo expediciones botánicas, inventó una cura contra la sífilis basada en herbolaria –no funcionó pero la lucha le hizo-, y en uno de sus viajes desarrolló un plan para vacunar a los súbditos de la corona española en el nuevo mundo y las filipinas.

Para ello contó con el apoyo de Carlos IV (si el del caballito), fletó un barco, en Galicia se consiguió a 20 huérfanos con su niñera, infectó a dos con viruela, como hacía dos meses el viaje de España a la América, debería de incubar en un par de niños cada 10 días, así conservaba la viruela atenuada y los niños eran por así decirlo ampolletas vivas. Además el doctor Francisco Javier Balmis, así se llamaba, contó con la ayuda de cuatro protomédicos más. Balmis recorrió la nueva España de Veracruz a Acapulco, vacunando a los súbditos del rey, en tanto que sus compañeros fueron hacia Guatemala, las hiuberas hasta nueva granada, llegando al norte de la plata y Chile, es decir: Centro y sud América.


Balmis en su paso por México, dejó en adopción con familias pudientes a los 20 huérfanos, desafortunadamente la nana murió. Así que se consiguió otros 22 niños huérfanos, dos más que en su primer viaje, los varolizó para convertirlos en ampolletas vivientes y se embarcó en Acapulco rumbo a Filipinas, ahí vacunó a quien se dejó, fue a China y en posesiones portuguesas vacunó a diestra y siniestra, pero su barco se hundió, él se salvó, y tuvo que esperar a que una Nao portuguesa, lo remolcara a España. Es algo así como el inicio de la OMS, una campaña de vacunación a nivel mundial al inicio de los 1800.

Un rabioso aplauso

Edward Jenner murió en 1823 un año antes había nacido en Francia Louis Pasteur. Pasteur no fue doctor en medicina, pero si en química, estudió en la escuela normal de París donde dio clases de química, él descubrió la naturaleza de las moléculas levógiras y dextrógiras, pieza clave para entender el funcionamiento de las moléculas orgánicas. Por ejemplo nuestras manos son una dextro y otra levo, no son iguales pero si similares.

Pasteur entre otras cosas descubrió cómo funcionaban los fermentos de los vinos, cómo conservarlos, elevando y bajando la temperatura de un líquido, a eso le llamamos pasteurización. Pero estamos con vacunas, él y Roux su colega – ayudante, descubrieron cómo atenuar la patogenicidad de un virus, para ello usaron virus de un perro muerto de rabia, lo inyectaron a un conejo, al morir el conejo procedían a la deshidratación de su médula y cerebro, que con este procedimiento se atenuaba la patogenicidad, así ya no dependían de un biológico vivo en una persona, sino del agente viral. Descubrió la vacuna contra la rabia, un mal que azotó Europa por siglos, que los conquistadores con sus canes trajeron a América, bueno además de la viruela entre otras cosas.

Pasteur impuso un trabajo científico a problemas concretos de su país, su método, el método científico trasladó el conocimiento científico a aplicaciones prácticas, en industrias vitivinícolas, en cultivos de gusanos de seda, en cristalografía, en vacunas contra la rabia, el instituto Pasteur que fundó en vida aún hoy día es un referente en la investigación médica.

La cajita de laca

La maestra Aurelia, si mi octogenaria profesora de primaria, nos hacía escribir con manguillo y leer en coro, una de las lecturas que me gustó mucho fue la Cajita de laca, venía en el libro de lecturas de cuarto año, en los libros de la patria, ahí narran cómo el Dr. Eduardo Liceaga preocupado por las condiciones de insalubridad de los mexicanos a finales del siglo XIX, durante el porfiriato, emprende un viaje de trabajo muy arduo y árido, recorrer las capitales europeas para conocer sus hospitales y sistemas de salud, además de asistir a cenas principescas, bailes versallescos. En París conoce a Louis Pasteur quien le obsequia la médula de un conejo con virus de la rabia, para que en la travesía de Europa a México se conservara Roux se lo entrega en un
frasco con glicerina.

El Dr. Liceaga se embarcó y guardó cuidadosamente el recipiente, con el peligroso virus, el frasco viajó en primera clase con un camarote para él solito, a la llegada a Veracruz, y revisar el estuche donde venía el frasco, este se había roto dejando libre el líquido donde nadaba el virus de la rabia, al notar esto, con mucho cuidado el Dr recogió los restos del frasco, secó el contenido y lo trasvasó a otro recipiente. En su viaje del tren de Veracruz a la Ciudad de México, no podía ocultar su nerviosismo pues bastaría con haber tenido en pequeño rasguño para quedar infectado con rabia y él se había rasguñado con el frasco roto.

Esto cuenta su hija, quien todos los días anotaba los síntomas de su papá, quien temeroso se los relataba, el diario donde escribió esto lo tenía en una cajita de laca. La primera vacuna antirrábica se aplicó en México en 1888, y el Dr. A pesar de haberse rasguñado con el frasco lleno de glicerina con virus, no se infectó, bueno eso decía esa lectura que desde entonces en recuerdo me llega de vez en vez. El Dr. Liceaga hizo por la salubridad ´pública y por la modernización de la práctica médica una obra meritoria, entre otras cosas funda y construye un hospital a la altura de los mejores del mundo, con especialidades de todas las ramas médicas y los adelantos de la época, el Hospital general, que ahora recibe el nombre de su fundador y creador.

En lenguaje actual

La vacunación es en sí una inmunización provocada por un agente externo al cuerpo (antígeno), que promueve una respuesta del cuerpo (anticuerpo), cómo hacer este procedimiento, cómo provocar una reacción inmune tiene que ver con la especificidad del agente externo que lo produce. Esto se basa en conocer el ciclo de vida de un patógeno, para cortarlo en un punto, esto es lo que hace la vacunación, inocula agentes específicos que producen una respuesta del cuerpo que los inmuniza y corta así un ciclo de infección y en algunos casos el ciclo de vida del patógeno.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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