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Año: 2021 Mes: SEPTIEMBRE-DICIEMBRE Número: 91
Sección: PRÁCTICA DOCENTE Apartado: Investigación Educativa
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LA ACTITUD DOCENTE
Ruth Frank Luján

Lo vi caminando por el patio de la escuela con un niño a quien tomaba de la mano, no me preocupé porque ese año yo me estrenaba como maestra de primer grado y el niño que caminaba en el patio de la mano del Director se veía mucho más grande, como de tercero o cuarto.  Al inicio de cada ciclo escolar, después de las inscripciones, seguían llegando solicitudes de inscripción y nuestro Director con ese corazón enorme y bondadoso que siempre ha tenido, escuchaba a los papitos y les inscribía a sus hijos, a pesar de que nosotros teníamos entre 45 y 50 alumnos en cada grupo. Luego caminaba por el patio con el menor y lo ingresaba directamente al grado y grupo que él consideraba necesario, por eso cuando lo veíamos caminando por el patio con un niño, nos angustiábamos como docentes.

 

En la asignación de salones, el grupo de 1°A ya no alcanzó aula porque la escuela solo tenía 11 aulas, así que el Director me asignó el aula de usos múltiples, lo que indudablemente me permitió explorar mi creatividad como docente, ya que aparte del aula de clases, teníamos un espacio sumamente interesante con el rincón de lectura, los papitos me apoyaron colocando tapetes y cojines y nos favoreció al momento de la lectura. Al principio mis compañeros maestros me dijeron: pobre de ti, con primer grado y en ese salón enorme se te va a acabar la voz y tu grupo seguramente tendrá conductas disruptivas.  Pero fue, al contrario, todo fue magnífico.

 

Me sorprendió cuando el Director se paró frente a la puerta de mi grupo y me dijo: Mtra. Ruth, le presento a Martín, su nuevo alumno y sonriendo le dije, Director yo creo que se equivocó yo tengo el grupo de 1°A, el Director se sonrió y me dijo, no hay ninguna equivocación, Martín cursará con usted primer grado, me lo entregó y se retiró.

 

Martín le dije, siéntate por favor conmigo en el escritorio en lo que te ubico un lugar y él con cara de fastidio me dijo ….¿y ahora? Ni siquiera he hablado, ¿por qué me castiga? No es castigo Martín, anda acompáñame. Y de mala gana se fue a sentar junto a mí.

 

Su carita y manos estaban completamente resecas, traía puesta una camiseta y un suéter que le llegaba al ombligo, sus pantalones o se habían encogido o él había crecido, era llenito con ojos vivaces, sus útiles estaban muy descuidados y en ocasiones dejaba tirada su mochila y sus compañeros la pisaban, tenía ese aspecto de nostalgia, de rebeldía y de no me importa nada.

 

Conocía todas las letras del abecedario, sabía su nombre y su sonido, pero no podía unir sílabas. Me platicó que él era un “burro” que, si yo también lo iba a acusar con sus padres que no sabía hacer nada, que ya 2 maestras le habían enseñado a leer pero que él no podía y lo habían reprobado y que incluso su papá ya le había pegado muy fuerte y ni así aprendía a leer y que se sentía incómodo estar con niñitos chiquitos porque él ya era grande, pero “tonto”.

 

Le escribí en su cuaderno la palabra mamá y le pregunté, ¿sabes que dice aquí? Y me dijo sí, dice: “eme con a y eme con a” cuando le dije: “muy bien” él saltó de la silla repentinamente con cara de susto, le pregunté que qué le pasaba y me contestó: Pensé que me ibas a pegar, a jalarme del cabello o darme unos “cocos”, entonces le tomé su carita redonda con mis manos y le dije: escúchame bien, tú no eres ni “burro” ni “tonto” y nunca, nunca te pegaría. Pero si vamos a trabajar mucho Martín porque quiero que aprendas a leer y a escribir bien.

 

Los meses pasaban como agua entre las manos y yo empezaba a angustiarme, porque mi grupo avanzaba muy bien, ya tomaban dictado con oraciones, leían pequeños cuentos con entonación y dicción y su caligrafía era firme, clara y bien definida. Su ortografía se empezaba a consolidar. Tenía otros 3 casos con un pequeño rezago, pero a su tiempo iban a lograr consolidar la lecto-escritura. Sin embargo, con Martín, me sentía estancada, leía todo lo que podía sobre el proceso de la lecto-escritura, consultaba con mis maestros de la Universidad (En ese entonces cursaba la Licenciatura en Pedagogía en la UNAM), incluso revisé el silabario de San Miguel, el método onomatopéyico de Gregorio Torres Quintero, el método Minjares, el método global de análisis estructural, PALEM, etc.

 

Descubrí que Martín tenía una mezcla de métodos, mientras su primera maestra se había basado en un método fonético, la segunda se basó en un método alfabético o de deletreo, así que tendría que rescatar las ventajas de ambos métodos y avanzar con lo que Martín ya sabía y decidí basar mi trabajo en un método silábico.

Poco a poco Martín se fue ganando el cariño y respeto de sus compañeros, era todo un líder y eso le llenaba de orgullo, sonreía más y su trabajo empezaba a ser pulcro y ordenado y un día cuando consideré que era el tiempo justo volví a escribir en su cuaderno: ma le dije, Martín que dice aquí? Recuerda, en tu cabeza solo tu escucha el sonido de estas letras juntas y tu boca repite como suenan: Se quedó un rato en un maravilloso proceso cognitivo y yo era su fiel espectadora, hasta que susurró: ma.

 

Martín y si juntas estas dos sílabas ma ma  y haces la misma acción y solo tu boca repite el sonido de ellas ¿Qué dice? Y en ese justo momento, vi sus ojitos brillar, se amplió su sonrisa me miró y una lagrima se escurrió por su mejilla y me dijo: dice mamá………..dice mamá…………dice: MAMA gritando, sumamente emocionado y empezó a correr por todo el salón y sus compañeritos le aplaudían y le dijeron una porra.. Martín, Martín ra, ra,ra.  Regresó y me dijo ponme otras palabras y te las leo ¿sí? Claro Martín. Y cada palabra que leía lo hacía muy feliz. Martín era muy bueno para las matemáticas, sumaba y restaba bien y ubicaba perfecto su algoritmo, devoraba todos los libros del Rincón de lectura y llegó diciembre, nos fuimos de vacaciones de invierno y en enero todo el grupo escribió su carta a los Reyes Magos, en esa ocasión, a la que se le salieron las lágrimas fue a mí, fue un momento mágico, verlos tomar con sus manitas su lápiz y escribir oraciones completas. Martín me dijo que por primera vez le habían traído un libro de cuentos buenísimo y que ya lo estaba leyendo.

 

El 15 de mayo de 1988 recibí una caja de zapatos perfectamente forrada con periódico y un moño dibujado con crayola de las manos de Martín. Me dijo: gracias maestra por enseñarme a leer y a escribir y me dio la caja, me abrazó con todas sus fuerzas y luego me dijo bajito en mi oído, para que nadie escuchara:  cuando llegues a tu casa, rapidísimo destapas tu regalo y lo metes al refrigerador porque si no……se te va a mosquear. Cuando llegué justamente a casa, destapé mi regalo y dentro de esa caja de zapatos había un delicioso kilo de bistec de aguayón, que de inmediato metí al refrigerador para que no se me mosqueara.

 

Como maestros sabemos de la importancia de no claudicar a la primera, de buscar todos los caminos posibles para apoyar a nuestros alumnos, de tener una actitud proactiva, de investigación, de consulta, de reconocer las necesidades pedagógicas de nuestros estudiantes y buscar las alternativas de apoyo, mostrar una actitud de respeto, visualizar sus potencialidades, que ellos sepan que te interesas en sus conversaciones. Como maestros, debemos fomentar el diálogo y la integración grupal. Es sumamente importante tomar el juego como un aliado para hacer divertidas las sesiones, el movimiento para crear sinergias, hacer énfasis en la educación socioemocional para cuidar la autoestima y la integración grupal, fomentar el “aprender haciendo” para fortalecer los momentos cognitivos con base en algo real y que recordarán sin duda. El maestro debe propiciar también la organización del espacio de aprendizaje ya que es esencial para cualquier método pedagógico, tener un aula con diferentes escenarios favorece el hecho educativo.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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