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Año: 2021 Mes: MAYO-AGOSTO Número: 90
Sección: PRÁCTICA DOCENTE Apartado: Historia de la Educación
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Apoala: caminar entre nubes.
Marco Esteban Mendoza Rodríguez
Antecedentes
Para el 2021 se tienen contabilizadas más de 40,000 escuelas multigrados de educación primaria. A pesar de integrar un número tan amplio, en términos generales las necesidades, funcionamiento y presencia en las decisiones en el sistema educativo de las escuelas multigrado tienen poca importancia. Sigue presente una perspectiva urbana y de escuelas de organización completa para las políticas que se generan en educación básica.
Ante este panorama, se hace urgente visibilizar la realidad de miles de escuelas, estudiantes, comunidades rurales y de docentes que día a día enfrentan los retos señalados en el artículo tercero constitucional.
Apoala es una de las tantas comunidades rurales referidas. Ubicada en la región mixteca, a una hora en auto de Nochixtlán, ahí laboran en la primaria dos docentes: Rosa González y Yazmín Mendoza. Sin aspavientos han logrado integrar un proyecto educativo de gran relevancia para esta comunidad.
Un río en la escuela
¿Alguna vez has visto una escuela que es atravesada por un afluente de un manantial? Este solo hecho convierte a la escuela primaria multigrado Morelos en Santiago Apoala de Oaxaca en un sitio singular, pero ello no es lo único que la caracteriza. Hace muy poco arribaron a laborar dos docentes que han conjugado las virtudes de una valiosa trayectoria pedagógica. Así es como Yazmín Mendoza y Rosa González han logrado impactar con su trabajo en una comunidad de la región mixteca.
Es el 29 y 30 de abril del 2019 y me tocó presenciar una muestra de la práctica que realizan. Todo comenzó con una serie de intercambios por las redes sociales. Resulta que ambas planearon una fogata literaria con los infantes de la escuela. Así, a manera de cómplice, me invitaron a compartir algunos cuentos para esta actividad.
El domingo ya en la tarde me embarqué en esta aventura después de un recorrido desde la Ciudad de México. Eran las 22:30 pm cuando llegué a la terminal de autobuses de Nochixtlán. Rosa me recibió y de ahí a su casa a San Pedro Añañe, muy cerca de Yanuhitlán. Después de una rica plática compartiendo un té de limón, dormimos como a las 00:45 hrs.
Muy temprano, a las seis y media de la mañana Rosa y yo ya estábamos listos para salir en el auto. Siete y cuarto e íbamos entrando a Nochixtlán para recoger a Yazmín. Me sorprendió que en ese lugar se sumaran a nosotros Yara y Ana Patricia, dos colegas profesoras de la telesecundaria de Apoala y que se acompañan cada lunes para llegar al pueblo.
Un camino de terracería nos lleva por Amatlán. Al arribar a una comunidad resuena el comentario de probar una barbacoa. Así hacemos una breve parada en la casa de una familia quien tiene un horno al pie del piso; probamos la delicia de la “masita” con “sangre” y un buen taco de barbacoa. Pienso que es broma cuando me dicen que tardaremos en comer, después comprobé que sus tiempos dependen de concluir las múltiples tareas que tienen en la escuela. Seguimos el camino que de pronto se convierte en una carretera y en su tramo final vuelve a ser terracería.
Por la ventana veo como el paisaje va cambiando. De un suelo árido poco a poco aparecen paisajes con árboles propios de un bosque: en especial encinos, sabinos y hasta una que otra jacaranda. El entorno de la mixteca se transforma y al llegar a la comunidad me sorprendo al observar montañas y peñascos. Vamos bajando hasta llegar al pueblo y en la calle principal descienden Yara y Patricia para dirigirse a la telesecundaria. Son casi las nueve, aunque en el horario de la resistencia indica las ocho. Un puente y después el edificio municipal. Al frente la iglesia, a los costados el albergue y la escuela primaria.
El caudal atraviesa el edificio. Frente a los cuatro salones, el líquido prístino corre y se acompaña del trinar de aves. De manera rítmica Doña Emilia, Don Wenceslao y Don Ismael barren las hojas acumuladas de dos semanas. Son el comité de la asociación de padres de familia. Están al pendiente de nuestro arribo y pronto se organizan con Yazmín, quien es docente de 4º a 6º y directora.
En menos de una hora se organizan los pendientes. La ceremonia escolar me permite ver como algunos pobladores se involucran en la dinámica de la escuela.
Después viene el reto: la biblioteca itinerante “El chapulín ilustrado” se instala en el árbol de la lectura. Claro que hay salones, sin embargo Rosa, quien tiene el grupo de 1º a 3º, ya había inaugurado una nueva forma de leer los textos literarios con sus infantes. Por ello me reuní con todos los estudiantes de la escuela: treinta niñas y niños expectantes ante una maleta, que a manera de sombrero mágico, brotan cuarenta libros álbum de imágenes. Las manos ávidas de otros textos diferentes a los de biblioteca de aula y escolar; expurgan las hojas y entonces surgen voces entre protesta y sorpresa: ¡no tienen letras! Una breve aclaración satisface sus inquietudes: “también los libros de imágenes cuentan historias”. Así se despliegan las páginas entre las manos y en diferentes posiciones: acostados, sobre el árbol, en equipo, bajo el tronco e incluso parados. Después de un tiempo nos abocamos a revisar algunos textos en colectivo y descubren que ver imágenes es otra opción para construir historias.
Encarrilados pasamos revista a la colección de la minibiblioteca con cincuenta y dos libritos. Rápido los toman y leen los cuentos de manera ávida. Algunos lo hacen con rapidez y otros al ritmo que pueden. Me sorprende la capacidad que tienen para organizarlos y reordenarlos en sus cajas cuando termina el tiempo de este segundo momento.
Después recorremos el margen del río hasta llegar al ojo agua, aunque en honor a la verdad ellas y ellos son los que me llevan a mí conscientes de la belleza de su entorno. Ahí trabajamos con libros informativos de estampas y Los primerísimos. Durante el camino varios me comentan que son guías de turistas y salen a relucir sus conocimientos de su propio pueblo.
El origen de una cultura
Es Apoala considerada la cuna de la civilización mixteca. Aquí cuenta la leyenda nacieron la primera mujer y el primer hombre. Además de las pinturas rupestres, las cuevas con estalactitas, la marca fósil de un animal prehistórico en una pequeña gruta, la inmensidad de los peñascos, el brote de manantiales y las cascadas.
Los chicos fascinados me platican de su trabajo, al menos hay cuatro que son guías y uno más, de siete años, que quiere hacerlo pero que su mami le insiste que es muy pequeño todavía.
Hay varios niños que hablan el mixteco, por lo tanto son bilingües. Una niña vivió en los Estados Unidos, habla el español y el inglés con soltura. Escuchó sus preguntas y la información que me ofrecen. Hábiles, inteligentes, ansiosos por aprender y enseñar.
De regreso vamos por la calle. Caminamos y me explican de quién es cada casa, incluyendo la suya.
Nos despedimos pasada la una de la tarde y quedamos en vernos a las cinco. A esa hora iniciará las actividades de la fogata literaria.
En la tarde, Yazmín los organiza y bailan al ritmo de música moderna y después treinta tres jugamos al lobo; su vitalidad está a flor de piel y pienso en la importancia de estar en consonancia con esta energía que derrochan. Una tercera actividad es la búsqueda de ocho piezas en toda la zona externa a la escuela para completar un rompecabezas que les da la pista de su tesoro.
Por fin, ya casi a las ocho, iniciamos la fogata literaria. La demanda es concreta, cuentos de terror. No vengo preparado del todo con ese tema, retomo tres historias y voy con tres cuentos más.
Entre bombones escuchan alrededor de la fogata. Madres, padres, la regidora de educación y los tres docentes de la telesecundaria ríen con los cuentos junto a los infantes. El escenario no puede ser mejor. Una noche con un clima agradable y el cielo estrellado es el espacio para escucharnos. Poco más de cuarenta personas, la tercera parte del pueblo ya que se contabilizan ciento veinte habitantes en total.
A las diez de la noche terminamos. Nos despedimos y ya anhelan que el otro día comience.
El día de la niña y del niño: 30 de abril.
El treinta, día de la niña y el niño. En miles de escuelas se festeja de diferentes maneras. Ahí se refleja la visión que tenemos tanto los docentes y las comunidades de cómo celebrar con los infantes.
En Apoala se inicia temprano. Un café con un pan dulce se comparte en colectivo junto con música. Aprovechamos y van dos cuentos que por cierto ya conocen. Después en el campo de enfrente se juega al toro, al tiro al blanco y el pecho tierra. Apostando a la creatividad, la asociación de padres de familia y las maestras preparan los juegos y me toca presenciar la felicidad infantil que implica cada reto.
El tiempo transcurre con rapidez. Después de que llega una señora con dulces que ofrece a los infantes, me despido con cierta añoranza de Yazmín, Rosita, los pobladores de Apoala, las niñas y los niños. A iniciativa de sus maestras, los infantes me obsequian cartas. En la mayoría me agradecen la actividad y me piden que vuelva en otra ocasión: ¿Será posible? Por el momento agradezco el esfuerzo de las docentes y la comunidad, es para mí una gran experiencia estar en una escuela multigrado y vivir estos dos días de fiesta en esta comunidad mixteca.
Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx