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Año: 2021 Mes: MAYO-AGOSTO Número: 90
Sección: INVESTIGACIÓN Apartado: Filosofía
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EL EQUILIBRIO ROTO: HACIA UNA UTOPÍA AMBIENTAL
Mtro. Jaime Raúl Castro Rico
Síntesis: El presente ensayo intenta de una manera sencilla hacer la revisión del recorrido histórico-social de aquello que se denomina como Educación Ambiental; origen y desarrollo de su quehacer pero sobre todo de la forma en cómo este hacer permite reconocer el ‘equilibrio roto’ de la naturaleza y porqué no decirlo, la construcción de una utopía posible en el vínculo hombre-naturaleza
Palabras Clave: Educación Ambiental; Equilibrio roto; Utopía Ambiental
I
Uno de los problemas fundamentales a los que nos enfrentamos al iniciar el camino de la Educación Ambiental, se refiere desde luego, a los criterios epistemológicos con que este objeto de estudio justifica su quehacer. Pareciera fútil mencionar que la Educación Ambiental surge de un desequilibrio al interior del paradigma biológico, una escisión que permite, al interior de un cuerpo sólido, como el de las Ciencias Naturales, generar un nuevo objeto-problema que incorpora cuestionamientos de carácter social, filosófico, político, económico, etc.
En tal sentido, la introducción de lo social en la explicación ecológica desequilibra la serie de haberes que el hombre ha ejercido a lo largo de su historia. El “equilibrio roto”, del cual nos permitiremos hablar a lo largo de los siguientes renglones, supone un acercamiento a lo que hemos denominado “realismo ecológico” e intenta explicar grosso modo, aquello que categorizamos como “utopía ambiental”.
Es evidente que el hombre ha jugado un papel de suma importancia, trascendencia que se observa en los diversos modos de producción, de acuerdo con la terminología marxista. Pero a su vez, podemos apuntar que la acción del hombre ha sido en la mayoría de los casos perjudicial a los ecosistemas. La razón, su razón, ha manipulado a la “fisis” pensando que ésta se encontraba en un “caos”, sólo él y nadie más que él, se ha concedido el derecho de modificar el mundo, según sus propias necesidades, “antropomorfismo”, “microcosmos” o como quiera que se le llame; y a partir de ello, esto, eso que denominamos racionalmente mundo.
II
La historia de la ecología nos muestra que una parcela de la biología se abocó al estudio de los seres vivos en relación con su medio, fuese este biótico o abiótico, de tal suerte que en la evolución de la misma, Ernst Haeckel acuña su denominación, y por ella se entiende “..el cuerpo de los conocimientos que trata de las relaciones entre los organismos y su ambiente inorgánico y orgánico, como la economía de la naturaleza…”1, así entonces, ha madurado como una disciplina científica de corte natural. Se ha regido, por supuesto con el paradigma de las Ciencias Naturales, su objeto de estudio en términos epistemológicos es exterior de tal suerte, que es manipulable, es decir, cuantificable. Sin embargo, al avanzar en su historia fue incorporando otro tipo de elementos que a juicio de Charles Elton tenían que dar cuenta de “…la historia natural científica (pero a su vez) preocupada por la sociología y economía de los animales”2. Como se puede observar, existe una gran zanja entre una y otra definición; en la primera el matiz es estrictamente biológico, en la segunda se incorpora una comparación con la organización social humana y de los animales, la lógica del humano prevalece, se vislumbra ya aquí una opción o alternativa explicativa, el mundo se puede explicar sólo a partir de del sujeto de la indagación, de aquel que organiza la realidad, y ésta se percibe estrictamente antropocéntrica.
Quizá sea Eugene P. Odum, el teórico que nos brinde una explicación más completa y, es que en la definición que nos obsequia, aparece por primera vez en forma explícita aquel que funcionó como sujeto de descentración: “el hombre”. La ecología reza Odum, es el estudio de la estructura y función de la naturaleza, entendiendo al hombre, como parte de la misma; posteriormente nos dirá que la ecología supone un tratamiento que permite la interpelación entre los organismos y sus ambientes; y su objeto central, es describir los principios que gobiernan estas interpelaciones. La ecología si bien se apoya en los descubrimientos disciplinarios de las ciencias de la naturaleza, supone la comprensión de diversas estructuras y procesos que se interconectan y determinan al interior del ecosistema, organismos, poblaciones, comunidades, etc.
Un dato curioso que nos aporta G. Gallopin, se refiere a que la ecología como disciplina científica se desarrolló en occidente y que ha tenido que hacer uso de enlaces disciplinarios.
A juicio de Jaime Hurtubia, la ecología rebasó el cerco biológico, esto le permitió avances teóricos significativos, ya que como apunta con Karl Friederichs concibiendo a ésta, como la síntesis más elevada…de todas las ciencias naturales constituyéndose en la ciencia de la naturaleza…, ofreciéndose por primera vez un estudio transdisciplinario en la búsqueda por incorporar factores que hasta el momento se hallaban ausentes.
Podría decirse que en términos khunianos, llegó el momento en que los problemas al interior del paradigma fueron generando conflictos explicativos, el cuerpo de la ciencia normal (natural) tuvo que ceder terreno a una serie de explicaciones que tenía que ver más con lo social que con lo natural; es en este momento cuando la “discusión” se presenta ya que la mano del hombre se veía más cotidianamente, su acción inconsciente abrió nuevas vetas en los caminos explicativos.
Se perfiló ciertamente un “realismo ecológico”, pero que poseía un matiz estrictamente mecánico. Realismo entendido como un materialismo ingenuo, pensándose que la única forma de organizar los externo era por vía de la simple asociación; un sujeto pensante y una realidad material u objeto a develar.
No se podía explicar de otra forma, la realidad era exterior y manipulable, los eventos ecológicos eras a su vez fenomenológicos; el hombre era sólo un testigo, el testigo que apostaba a su mundanidad pero que en su hacer existió siempre un color neutro.
El hombre, los hombres realizaban acciones neutras, por tanto, no debería existir una eticidad. La moral no aparecía, sin ética y sin moral, no había necesidad de explicar nuestra responsabilidad concreta o concretada. Es aquí, precisamente en donde aparece el cuestionamiento social, nuestro hacer no puede ser neutro, si bien en términos místicos perdimos el paraíso por nuestras acciones, en el mundo, según San Pablo tenemos la obligación de hacer un nuevo cielo, pero lo que ha ocurrido es todo lo contrario, hemos devastado el todo, el todo que nos circunda y en lugar de apostar a un mundo existencial (yo-en-el-mundo; ser-en-sí; ser-para-sí; etc.), se nos plantea la posibilidad de establecer en y para nosotros otra posibilidad, quizá más consciente aunque para ello apostemos a la crisis del modelo de sociedad en la que hemos sido formados.
No es posible continuar con visiones parciales, que antes de dar cuenta del mundo, tergiversan con mucho nuestras aproximaciones hacia este. La posibilidad auténtica es un cambio de perspectiva: Lo holístico.
III
Si la acción del hombre en el mundo es una acción aséptica, neutral, es una acción aséptica y/o neutral, sin dobleces, ¿por qué entonces en los diversos momentos históricos de la humanidad observamos que unos (los muchos) son los que trabajan y, otros los pocos, son los que gozan de los privilegios en todos los términos?.
La ecuación marxista del mundo dividió en poseedores y desposados da cuenta de esta acción cotidiana y la plantea como estrictamente ideológica. El quehacer humano nunca es neutral, supone en su hacer una forma de ver el mundo, de relacionarse con él, de tal suerte que al interior se encuentra toda una postura explicativa sobre el mismo.
La cosmovisión del sujeto se evidencia con la relación, la cual, a su vez constituye un elemento necesario de la vida social en toda formación. Así lo ideológico se entiende como “…un sistema de representaciones de masa y no de representaciones de individuo…”3.
Lo interesante del asunto es que toda concepción ideológica, sobre todo si subordina a una concepción científica invirtiéndola en su sentido, al ser gobernada por intereses que son externos a la única necesidad del conocimiento, es decir, cuando aceptamos la explicación de la naturaleza y su deterioro desde la perspectiva estrictamente biologista, estamos marginando a una parte de la realidad (lo social) y, esto supone un recorte, si no consciente, sí, en cambio ideológico, ya que suponemos que lo natural es por excelencia lo científico, en tanto, que lo social, puede ser reducido a la categoría de pseudociencia; siguiendo esta línea de explicación el tránsito ocurrido del “realismo ecológico” a la “fantasía ambiental” tiene que ver con esta conceptualización de la explicación.
Pensar en el discurso ambientalista, supone un quehacer fantástico, quizá ideológico, que se mueve en el terreno de la indefinición; la serie de categorías que se usan al interior de este problema-límite tienen que ver con la apuesta a la transformación de la realidad, praxis y no “ponos”, praxis y no práctica, praxeología y no utilitarismo.
El discurso ambiental supone el rompimiento del paradigma, una ruptura con lo natural, una escisión que supone la acción del hombre concreto, haciendo o deshaciendo desde un modo de producción específico.
El problema al que nos referimos tangencialmente tiene que ver con la dicotomía ciencia-ideología. La primera tiene como modelo el quehacer de la Ciencia Natural, la segunda evidencia por una acción carente de objetividad, de tal suerte que es almacenada en el cajón de los mitos, de las fantasías.
Si aceptamos que la ideología desde la perspectiva marxista se refiere a un proceso de conciencia falsa o falsa conciencia y apelamos a la definición genético-funcional mixta que dice “…que la ideología es un sistema de idea que, sobre la base de un sistema de valores adoptados, determina actitudes y modos de conducta humanos que se orientan hacia fines aceptables del desarrollo de la sociedad o de un grupo social…”4
Podremos afirmar entonces, que los modelos teóricos explicativos de la ecología a lo largo de su historia no eran suficientes, de tal suerte, que hubo la necesidad de ampliar estas explicaciones dando lugar a un tema-problema denominado ambientalismo y, que desde Hurtubia, se percibe como una serie de círculos concéntricos, en los cuales, el ambientalismo contiene al ecologismo, ya que su dimensión explicativa es más universal.
Sin embargo, con Pereyra5 podemos analizar el estatuto epistemológico de las ciencias y a partir de éste, determinar si la ciencia social es o no una disciplina que goza de los mismos privilegios que la ciencia natural.
El problema lo ubicamos en el acta de nacimiento o “pedigrí” de este tipo de acción. Parafraseando a Pereyra, ubicamos que toda acción científica cuenta con un objeto de estudio determinado (en el ambientalismo este objeto se encuentra en su construcción); toda acción científica apela al criterio de objetividad o completitud (sea esta ciencia natural o ciencia social).
Si bien es cierto que la historia de las ciencias es diferencial y que el objeto mismo de la ciencias naturales es extremo, por tanto, manipulable, por su parte las ciencias sociales, que involucran al hombre mismo, intentan una postura totalizadora, a lo que se denomina “objetividad”, que dé cuenta de uno a uno los factores o variables que han intervenido en el proceso o fenómeno a estudiar. Objetividad supone esta acción multidisciplinaria que opera en esa esfera de la realidad a develar. Kosik6 nos plantea que la realidad posee dos dimensiones, una que nos muestra lo aparente y otra que esta oculta; y nuestra misión es develarla, sólo así y nada más que así ocurre la concreción o recuperación del todo, vía dialéctica.
Hasta ahora hemos trabajado en dos niveles de discurso, por un lado, aceptamos que las ciencias sociales son en efecto ciencias, cuentan con un estatuto epistemológico que les concede licitud para operar sobre la realidad, por el otro, estamos afirmando que el ambientalismo padece un problema de origen: la fantasea o utopía, la cual, en otras palabras, se puede entender estrictamente como discurso ideológico. Pero concedamos algunas licencias, el concepto de ideología, del cual partimos, no es estrictamente marxista, suponemos la licencia de un concepto menos rígido y por tanto más funcional, de tal suerte, que cuando operemos en la realidad, sí, contemos con marcos teóricos explicativos que den cuenta de la realidad e intenten su transformación (praxis) y no simplemente reproduzcan el mundo, como lo señalo Marx en la tesis XIII a Feuerbach “los filósofos se han conformado con interpretar el mundo, cuando lo que hace falta es transformarlo”.7
IV
Si bien es cierto que el problema del estatus de la ciencia encierra algo más que un tipo de trabajo: definición, trascendencia, convencimiento, demarcación, etc.; lo que nos ocupa más aquí, tiene que ve con la incorporación del hombre en el discurso ecológico.
La ecología surgió como una disciplina que se ocupó de su ambiente, intentó explicar en forma paralela a la demografía, lo que ocurría con las especies animales y vegetales, en tanto, la demografía daba cuenta de los humanos, sin embargo, el proceso de acercamiento se fue haciendo más corto, hasta que la ecología tuvo que incorporar al hombre en su dimensión explicativa, pero éste, le sirvió de catalizador.
Al incorporarlo derivó en lo que Khun8 denominó anomalía, lo cual, abre un periodo en que se ajustan las categorías conceptuales, hasta que lo que era inicialmente anómalo se haya convertido en lo previsto; previsión que supone la injerencia de un discurso novedoso, a lo cual, le denominamos Utopía Ambiental.
El hombre como anomalía, al interior del paradigma, da cuenta de la inmensa limitación explicativa de los ecologistas y de su resistencia al cambio. El problema es la estructuración de las nuevas categorías, y es que esto, deja al investigador versado, desnudo ante la novedad discursiva, por ello se le acusa al modelo en construcción de fantasioso, fantástico la fantasía es utilizada desde el discurso positivista como algo inútil, contrario a lo útil, algo metafísico por contrario a lo concreto.
Lo que se enfrenta es una forma de percibir la realidad; la tradición científica ha creído que la única forma válida es la postura positivista-pragmática y la propuesta que se nos hace, tiene un criterio de corte crítico marxista, por tanto, su descalificación como mera ideología; la sociedad se ha resuelto en el modelo capitalista-civilizatorio y la propuesta que se esta formulando, supone un cambio de modelo que transforme las estructuras económicas, tecnológicas y sociales, sobre todo fundada en criterios éticos que respeten la relación con la naturaleza, en la búsqueda por un equilibrio.
El problema desde Kuhn es que “…la ciencia normal no tiende hacia las novedades fácticas o teóricas…(por ello se rige) bajo un conjunto de reglas…(lo que supone) que la investigación bajo un paradigma debe ser efectiva, como método, para producir cambios de dichos paradigmas…”9.
La crisis ecológica “como criterio social tiene que ver con la acción que el hombre le ha impuesto a la naturaleza y, emerge en un discurso ideológico, encubriendo las causas históricas y sociales del modelo de crecimiento. No nos referimos al quiebre del discurso disciplinario de la ecología, sino su parcela social, a aquello que los teóricos han denominado sobreexplotación, lo cual, tiene que ver con lo que Marx concibió como desigualdad social.
Ya E. Leff en su texto “Los problemas del conocimiento y la perspectiva ambiental del desarrollo” plantea como necesidad de “…diagnosticar y resolver los problemas generados por un modelo unidimensional de crecimiento económico, así como para construir nuevas alternativas ambientales de desarrollo…”10.
Nuestra búsqueda no supone el activismo ecológico simplón o conservacionista, fuera cual fuere su denominación (utilitaristas; desarrollistas; indiferentes apocalípticos; revolucionarios; estilistas; etc.) lo que nos interesa son las consideraciones del tratamiento del medio ambiente desde una perspectiva profesional y en la tesitura de una filosofía total: lo que entendemos como homológico, por ello, compartimos con Hurtubia la siguiente puntualización:
El término medio ambiente es mucho más amplio que el de ecología; incluye casi todas las disciplinas que tienen algo que ver con nuestro medio, tales como ingeniería sanitaria, la geografía, el urbanismo, la salud pública, etc. Por ello, la ecología es el campo de conocimiento humano que esta esencialmente preocupado con las interacciones entre el hombre y el medio ambiente (natural, modificado o creado por él).11
La “Utopía Ambientalista” supone una serie de acercamientos que intentan percibir a la realidad como un todo interconectado, sus propuestas de solución a la problemática ambiental han integrado ámbitos moralistas, radicales, políticos, económicos, sociales, tecnológicos, entremezclando valoraciones ético-políticas, sin embargo, no se han podido sacudir su matiz contestatario. Aportes críticos que cuestionan el modelo de sociedad y en particular el desarrollo tecnológico, con sus efectos de degradación y aprovechamiento irracional de los recursos.
Leff reconoce que el discurso ambiental se ha movido dentro del campo de contradicciones de las filosofías del conocimiento, en donde, el proyecto positivista ha operado con un carácter paradigmático. En este sentido “…la necesaria reconstrucción de un conocimiento unificado y totalizador, la conjunción de las partes de un conocimiento fraccionado en el proceso de división del trabajo, de parcelación de las tareas productivas y de dispersión disciplinaria…”12, para ello, se propone un proyecto interdisciplinario cuyo sustento se dé en principios epistemológicos que recuperen lo que Morello13 señala:
Dialéctico, que surge de las contradicciones que caracterizan el esfuerzo de interrelacionar saberes; Sintético, porque obliga a analizar dinámicamente (y estructuralmente) interpelaciones y complementariedades (así como exclusiones entre diferentes saberes); Selectivo, porque obliga a buscar para cada problema categorías críticas; Interactivo porque es un acercamiento por aproximaciones; No restrictivo (abierto) porque busca alternativas de enriquecimiento mutuo entre dos o más saberes.
V
Desde nuestra perspectiva, en términos teóricos lo que hace falta en el discurso ambientalista son una serie de cambios naturales que consideren constructos filosóficos y, que la historio-genética de su integración pueda provocar una serie de acciones vitales. En este sentido, la pertinencia de Miguel Bueno14, nos parece accesible, para ello nos permitimos presentar el siguiente cuadro:
a) Natural o Cosmológico
b) Racional o Epistemológico
c) Cultural o Antropológico
d) Vital o Axiológico
La secuencia integrativa de los universos es natural, supone que estos poseen conceptos básicos que se resuelven en la siguiente gráfica:
Ser + Conocer + Hacer + Vivir = Valer
Los mundos proyectados poseen postulados analógico y armónicos; principios aporéticos que pueden ser recuperados por la educación ambiental y que resultan de particular interés.
MUNDOS |
PRINCIPIOS |
UNIVERSOS |
Natural Racional Cultural Integral |
Ser Conocer Hacer Vivir |
Cosmológico Epistemológico Antropológico Axiológico |
La educación a nuestro juicio debe cumplir con estos estadios o formas de estar, su teorización queda como un pendiente a trabajar en próximas ocasiones pero que se hace necesaria desde una perspectiva totalizadora. En el entendido que la filosofía posee esta actitud.
REFERENCIAS:
1 GALLOPIN, Gilberto, Ecología y Medio Ambiente en Educación Ambiental, UPN. p.6.
2 Idem.
3 Cfr. Odum.
4 SCHAFF, Adam, Op. Cit., p. 100.
5 Idem.
6 PEREYRA, Carlos, Ideología y Ciencia, Cuadernos Políticos, No. 10, México, 1976.
7 Cfr. KOSIK, Karel, Dialéctica de los concreto.
8 Cfr. MARX, Karl, Ideología Alemana. Tesis sobre Feuerbach.
9 KUHN, T. S., La estructura de las revoluciones científicas. Breviarios, F.C.E., No. 213, México, 1982, p. 1-10.
10 KUHN, T. S., Op. Cit., p. 92.
11 LEEF, Enrique, Los problemas del conocimiento y la perspectiva ambiental de desarrollo en Educación Ambiental construcción de un objeto de estudio. p. 28.
12 HURTUBIA, Jaime, Perspectivas del pensamiento ecológico. p. 183
13 Idem.
14 Cfr. Leff, p. 39.
15 BUENO, Miguel, El universo axiológico en Dianoia, UNAM, 1982.
Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx