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Año: 2021 Mes: MAYO-AGOSTO Número: 90
Sección: INVESTIGACIÓN Apartado: Sociales
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La ciudadanía light como problema sociológico, y el uso de las convenciones, como herramienta para la formación cívica y la vida en sociedad.
Javier Lazarín Guillén

Introducción:

Para la comunidad científica contemporánea, la era actual, o hipermodernidad líquida [1], que es un mundo donde la solidez de las estructuras, las formas de socialización, y los vínculos humanos son frágiles, utilitaristas y con poca memoria histórica, han traído como consecuencia un mundo donde la violencia, la inseguridad, la intolerancia, el riesgo, el miedo constante y la incertidumbre, se han convertido en el “pan de cada día”, y esto, provoca que las personas, sobretodo los más jóvenes, vivan en un tiempo donde las posibilidades de progreso, calidad de vida y lo cotidiano, sea visto como una realidad inalcanzable que según tu origen, clase social, y entorno marcan como pauta referencial del tiempo y la realidad que te toca, o tendrás que vivir por el resto de tus días. Bauman señaló en Vidas Desperdiciadas que “hoy más que nunca los jóvenes tenían muchas razones y fundamentos para sentirse tristes, deprimidos, y apáticos con su entorno, realidad social y tiempo histórico. Ahora, ser joven te hace solo por el hecho de serlo, vulnerable, acostumbrado a la incertidumbre, a la pobreza, a la inseguridad y a la precariedad laboral, humana y socio afectiva” [2].

Estudiosos como el profesor Robert Muchembled, señalan que en los últimos años, la violencia se ha acrecentado en los contextos sociales determinados donde los jóvenes son mayoría [3]. La falta de oportunidades, la poca educación o la ineficacia de la misma, y las necesidades creadas por las empresas y empresarios, ha introyectado en las personas una gran desconfianza hacia el Otro, a las instituciones, y a los gobernantes, apatía política, liquidez social, y sobretodo un perfil determinado o “light”, que para el caso concreto que ahora nos convoca, se convierte en todo un problema sociológico que debe ser tomado en cuenta y atendido para que la vida en sociedad y en un contexto tan complejo como el actual, sea de alguna manera subsanado y llevado a una dimensión en la que la convivencia, y el reconocimiento a los Otros [4], permita crear comunidad, convivencia, y sobretodo maneras de vivir que permitan un estar en el mundo pacífico, maduro y con plenitud social y con calidad de vida, que nos permita dejar atrás la “ciudadanía light”, y la falta de convenciones que dificulta y hace muy gravosa nuestra vida en sociedad, con civismo , autoridad y representaciones acordes a un tiempo histórico y social tan complejo como el actual.

La ciudadanía light.

La hipermodernidad líquida ha trastocado todo, a un nivel tal que el organismo político que le da forma y sustancia a las sociedades modernas y a la vida pública, llamado: democracia ha caído en una dimensión social donde la política se ha convertido en un espectáculo que usa la psicología, lo emocional, e incluso lo terrorífico y cruel para sustanciar su presencia y su impacto sociocultural en el gobernado que a través de los medios masivos de comunicación, las imágenes, e incluso el sonido, fortalece los intereses de parte de la clase política que busca mantener su presencia y menguar la desconfianza de los votantes, sustanciado una “realidad horror” donde hasta la muerte se ha convertido en parte de un “show” oscuro y mediático [5].   

También, esta política espectáculo, a través de la publicidad, la comunicación visual y el “Star System” lanza al estrellato o resitúa en el plano político y realidad social a los dirigentes y representantes de los partidos y el poder político frente a una ciudadanía que desconfía de sus actos y representaciones sociales, empero que a través de los medios o coyunturas específicas como desastres naturales, conflictos sociales, y problemas de sociedad, puede idolatrar a un personaje, redimensionarlo y empoderarlo a un nivel tal, que el personaje político pasa a ser una especie de “héroe” o salvador del mundo, de los habitantes de un país o incluso del mundo mundial.

Lipovesty y Marzano señalan que esta política espectáculo que seduce a los ciudadanos, ha infantilizado a los receptores de medios y votantes, convirtiéndolos en teleciudadanos que consumen vía medios lo que los dirigentes políticos quieren y buscan [6]. Esto a provocado de manera general, además de teledirección, un desencanto hacia lo político que ha creado un nuevo actor social o personaje histórico que los científicos han llamado: el ciudadano light. Que pertenece al mundo hipermoderno y líquido del que hemos hablado líneas atrás, y por lo tanto, es muy actual, y que tristemente ha dejado atrás los grandes relatos históricos y actuaciones políticas de cambio como lo fueron las revoluciones, el comunismo, la búsqueda del progreso, la lucha social, los principios, la desobediencia civil, la lucha por los derechos sociales, la política del reconocimiento, y la búsqueda de un bienestar, una calidad de vida y el logro de una comunidad donde el Otro, los Otros y yo mismo convivamos en paz, dialoguemos y nos reconozcamos como parte de un todo, una sociedad cambiante y llena de personas diferentes que de una u otra manera son iguales a mí, y que por lo tanto me enriquecen y me dan un lugar dentro del proyecto civilizatorio llamado: sociedad.

La supremacía de los valores ligeros (nos dice Lipovetsky) ha individualizado y absorbido casi todo. Las razones del vivir centrados en el hoy, no tener memoria histórica, centrarse en el Hoy feliz, han destruido las doctrinas faustianas de la historia. La vida privada venció a la vida cívica, y los derechos individuales a las obligaciones ciudadanas. Vivimos en democracias vaciadas de toda religión civil, sin deberes cívicos, y con una ciudadanía minimalista, sin deberes ni obligaciones, despolitizada, y llena de personas poco atraída por la vida política, la ciudadanía activa y participante, llena de abstencionismo, sin interés por decidir sobre las cosas y políticas que de una u otra forma impactan su calidad de vida, con poca conciencia de clase, identidades políticas líquidas, inseguras, acomodaticias, grises, y como bien nos decía la profesora Elizabeth Neumann: muy, muy silenciosas [7]. La incredulidad y la desconfianza son el nuevo Ethos, y es importante para la sobrevivencia de la sociedad y el presente y futuro de los más jóvenes romper con este problema sociológico, y es aquí donde el uso de las convenciones, como herramienta para la formación cívica y la vida en sociedad, se convierte en algo fundamental para el proyecto civilizatorio actual y las maneras de vivir en una sociedad tan compleja y anómica como la actual.

 

El uso de las convenciones como herramienta para la formación cívica y la vida en sociedad.

Las herramientas para la vida en sociedad contemporáneas, se construyeron en el mundo occidental, (como bien nos deja ver Toni Montesinos) a partir de la segunda mitad del siglo XIX [8]. Pensadores como Emerson, Walcott, y sobretodo David Thoreau son considerados precursores y artificieros de lo que hoy desde la modernidad, llamamos formación cívica. Thoreau y los filósofos trascendentalistas como los recién citados, propugnaban (entre otras cosas) por construir maneras de vivir donde la sabiduría, el interés por el conocimiento perpetuo, dotar de sentido el hecho social y biológico de estar vivo, el respeto, la empatía, y vivir de acuerdo a los dictados de la vida sencilla, la independencia política, el respeto a los demás, a las instituciones y sobretodo a los principios, que eran para los filósofos como David Thoreau y los trascendentalistas, la base de la vida en sociedad que a través de convenciones que podían aprenderse en la escuela, con los maestros, mentores, padres, familiares, y demás personas con las que se convivía  diariamente, que al usar estos constructos sociales podían formarse para la vida cívica y relacionarse armónicamente con la sociedad. Estas ideas y argumentos, se siguen tomando en cuenta para que hoy, las personas vivamos en comunidad, con civismo y autoridad. Ahora, las convenciones son fundamentales, (o deberían serlo), para que encontremos formas que nos permitan conducirnos con madurez en la vida y romper en la medida de lo posible con el problema sociológico de la ciudadanía light, usando herramientas útiles para la convivencia y la vida en sociedad.

 Una herramienta y ejemplo útil, y casi un manual sobre las convenciones, lo encontramos en el libro del profesor Salvador Cardús: Bien educados. Una defensa de las convenciones, el civismo y la autoridad [9],que nos propone la necesidad histórica y social de no prescindir de los signos que nos generan conciencia y responsabilidad, y que incluso nos ayudan a comunicarnos de manera adecuada que a través de una herramienta clásica para la vida en sociedad como lo es el civismo que desde fines del siglo XIX y principios del XX fue utilizado para referirse a las nuevas formas de educación vinculadas al progreso y a la necesidad de acomodar a la población proveniente del campo y suburbana a las nuevas formas de vivir en sociedad, donde la urbanidad, la higiene, el reconocimiento del Otro, y sobretodo “las formas” fueran las herramientas esenciales para el buen entendimiento de la sociedad, la convivencia y el cambio social. Las “convenciones” que le dan sustento a la formación cívica y la vida en sociedad son hoy más que nunca necesarias porque permiten que la convivencia que viene del vocablo “convención” que significa ir de acuerdo, o dirigirse a un mismo lugar sin que vayámonos dando empujones, y así permitirnos una práctica de civilidad donde hacer una historia de vida sin estorbar, sin molestar, sin buscar llamar la atención de forma egocéntrica, ser comedido con los objetos, las ideas, las personas, en resumidas cuentas, ser respetuoso, educado y estar al servicio de las buenas relaciones formales que permitan una buena convivencia más allá de los modos de pensar y las diferencias, que pueden ser aprendidas de manera práctica y fácil estableciendo una serie de criterios útiles, o convenciones como lo pueden ser: acordar una hora concreta para comer o cenar juntos, defender el valor universal de la justicia, construir una historia de vida y en sociedad a partir de “rutinas”, de maneras de hacer las cosas, otorgándoles un valor y un sentido práctico. Creer que las cosas deben hacerse porque así lo marca la historia de vida, la tradición o el destino, no permite la convención y es por eso que mucho de nuestro actuar en el mundo y hacer la vida diaria se sustancia e interioriza como algo pesado que convierte a muchos en seres grises y acomodaticios que “se cansan de ser hombres” como decía un poeta universal. Ir a la escuela, mantenerse en ella el mayor tiempo posible, y dotar de sentido esta acción y rutina (nos dice Cardús) no garantiza un éxito económico, chofer en la puerta y una vida llena de lujos y comodidades, pero sí puede garantizarnos cierto bienestar, calidad de vida, una perspectiva hacia la vida, y sobretodo habilidades para la convivencia. Un trabajo, y trabajar, además de necesario para poder vivir, garantiza la movilidad social, historicidad, el raciocinio, la construcción de certezas y sí el trabajador lo busca, un aprendizaje perpetuo.

Dar los buenos días a alguien, saludarnos, anuncian una consideración y una señal de respeto que construye solidas conveniencias prácticas que nos ayudan a las convenciones sociales, a la organización. Reconocer la existencia del Otro y su espacio es una evidencia de civilidad, es una herramienta útil para vivir en sociedad. No es necesario hacerse amigo de todos, pero reconocerlos, ayuda a la interacción social. Un mundo como el actual (lo hemos trabajado líneas arriba) dificulta estas formas de sociabilidad, empero, una educación cívica basada en rutinas, virtudes, sentimientos, afectos, arraigo a la comunidad, empatía, y sobretodo  una ciudadanía activa, puede romper con problemas sociológicos como la ciudadanía light, y lograr una vida en sociedad donde la comunidad, el reconocimiento, y la participación activa sea algo sustancial y práctico en todo momento y lugar, que evidencie una competencia para la vida, una actitud y maneras de vivir, acordes con la necesidad social de crear lazos afectivos que construyan un sentido de pertenencia perpetuo no instantáneo, no por moda, o debido a un hecho histórico, coyuntural o un acontecimiento determinado (sin soslayar el hecho histórico y la gravedad del mismo, pensemos por ejemplo en el temblor sucedido recientemente en la ciudad de México, y otras regiones del país. Los mexicanos se volcaron a ayudar, a cooperar, a palear escombros, a acompañar a los que sufren, pero, después de dos días o tres, se hizo evidente que la participación ciudadana terminaba cuando los días de alerta máxima pasaron, los compromisos laborales continuaban, las familias se reencontraban, y los jóvenes y niños volvían a clases. Pareciera, tal y como nos dice el filósofo Luciano Concheiro que los movimientos sociales y actos colectivos y de participación sucedidos tras el temblor,  son tristemente un ejemplo más de lo que la ciencia política moderna denomina shitstorms, que son movimientos sociales que duran solo un momento, generan polémica o evidencias una situación social, empero, duran solo un momento, y luego, así como aparecieron, se van. [10])

Cambiar esto, es necesario, es algo clave y toda una necesidad social. Es por eso, que las convenciones pueden si queremos verlo así, generar nuevas formas de convivencia, de estar en el mundo y de encontrarnos con el Otro, en un momento histórico tan complejo como el actual, que hoy más que nunca requiere de la participación de todos, de una nueva ciudadanía, y sobretodo de personas acordes con lo humano, la vida, y la búsqueda de la felicidad, no a través de una vida líquida e hipermoderna, sino humana, empática y de convención social.

Javier Lazarín Guillén es profesor en el Instituto de Comunicación y Filosofía (COMFIL), Profesor de la licenciatura en Sociología de la Facultad de Estudios Superiores Aragón (UNAM), y profesor en la Universidad Pedagógica Nacional (Unidad 098-Oriente). Estudió Historia en la Universidad Autónoma Metropolitana, Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora, y la línea en Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.



[1] . Estos conceptos y teorías del cambio sobre el mundo actual, fueron acuñados por dos teóricos de la Sociología contemporánea: Zigmunt Bauman y Gilles Lipovestky. Véanse sus trabajos: Modernidad Liquida, México, FCE, 2003; y El mundo hipermoderno, Madrid, Anagrama, 2013.

[2] . Véase: La modernidad y sus parias. Vidas desperdiciadas, Madrid, Paidós, 2010.

[3] . Véase: Robert Muchembled, Una historia de la violencia. Del final de la edad media a la actualidad, Madrid, Paidós, 2010.

[4] . Cuando nos referimos al Otro y a los Otros, nos adherimos a la perspectiva científica que pensadores modernos como Riszard Kapuscinki señalaron como un constructo esencial y toda una perspectiva filosófica que permitiera el dialogo, la conversación, el reconocimiento de las diferencias, la creación de empatía, solidaridad y convivencia que nos hiciera más humanos, profesionales, y sobretodo seres históricos que a través de la memoria, principios, y convenciones sociales, vivan en un mundo diferente, con calidad de vida y posibilidades de crecimiento y futuro. Véase: Encuentro con el Otro, México, Anagrama, 2016.

[5] . Como ejemplo de esto, pensemos brevemente en el uso político que el gobierno mexicano le dio a los hechos sucedidos (hace poco muy poco tiempo. Cinco años atrás aprox) el 19  Septiembre en el que México, nuestro país se enfrentó a los avatares del temblor que impactó y colapsó a una parte de la ciudad de México, la zona conurbada y a Morelos (pero no al nivel de tragedia como sí sucedió en el año de 1985). La política espectáculo uso a tal nivel los medios de comunicación que muchísima gente pasó horas mirando el rescate y recuperación de personas en los distintos edificios colapsados, o que muchos mexicanos estuvieron al pendiente de la niña “Frida Sofía”, que según los medios estaba atrapada entre los escombros de su escuela y desde ahí mandaba mensajes a través de su celular,  palabras de apoyo a las víctimas, de amor a sus padres y amigos, y de esperanza a los mexicanos que estaban viviendo los estertores del temblor. La niña “Frida Sofía”, al final, o dos días después de lo sucedido en México, fue declarada como una persona inexistente, pero antes de que el Gobierno y las autoridades declararan esto, “el caso de la niña atrapada entre los escombros de su escuela”, mantuvo con el alma en un hilo y orando a muchas personas que se mantuvieron mirando noticieros, escuchando programas y conectados a las redes sociales que expresaban angustia, dolor, y empatía por los niños del Colegio Rebsamen y personas atrapadas en los edificios y departamentos caídos en la Cuahtémoc, la Roma, y la colonia Condesa. O también muchos polemizaron y socializaron vía redes, cuánto podía vivir una niña atrapada entre escombros, el daño que esto podría causarle o “invitaban” a las personas a mandarle crédito al celular de la niña para que no se quedará sin saldo y ya no pudiera comunicarse con el exterior. Otros ejemplos, son la gripe porcina porcina y otros motivos de pánico (como llamó Zigmunt Bauman a un famoso artículo) donde los intereses políticos, comerciales, y los méritos personales. Le dieron un uso social y político a un Virus que surgió en México, y que durante tres semanas ocupo el espacio de muchas realidades mundiales que se dieron cuenta de lo importante y útil que podía ser una “enfermedad” que en ese momento (2009) no se convirtió en una pandemia que paralizará todo o casi todo (como recién sucedió en el año 2020 y una buena parte del 2021). Pero que si fue útil para hacer ver a la población civil lo que podría suceder si una enfermedad se convertía en pandemia. Y sirviera como reacomodo social, nuevas maneras de fomentar el consumo, y de controlar a través del miedo, el confinamiento, y el biocontrol, cualquier tipo de movilización social que afectara al establishment, a las clases privilegiadas, y a los planificadores y detentores de la modernidad actual. Destacando sobre todo a las y los empresarios. Para más referencia véanse: 44 cartas desde el mundo líquido de Zigmunt Bauman. Editado por Paidós, en España en el año del 2017. Véanse las páginas: 92-95.

El tema de la “realidad horror” y su lugar en la sociedad actual y la política como espectáculo, puede ser revisado y trabajado en el libro de la filósofa argentina Michela Marzano: La muerte como espectáculo. La difusión de la violencia en Internet y sus implicaciones éticas, México, Tusquets Editores, 2013.

[6] . Véase: Gilles Lipovetsky, De la ligereza. Hacia una civilización de lo ligero, México, Anagrama, 2016., Véase también: Michela Marzano, Op. Cit.

[7] . Elizabeth Neumann revolucionó las ciencias sociales de la época moderna con su propuesta teórica en torno al tema de la espiral del silencio, que termino siendo una de las teorías contemporáneas de la comunicación más útiles para comprender el perfil del receptor de medios y el habitante contemporáneo de un mundo donde estos son baluartes e instrumentos que la política y los políticos utilizan para consolidar sus proyectos e influir en las personas, entornos y sociedades de la contemporaneidad.

[8]  Véase: Toni Montesinos: El triunfo de los principios. Cómo vivir con Thoreau, España, Editorial Ariel, 2017.

[9] . Véase: Bien educados. Una defensa útil de las convenciones, el civismo y la autoridad, España, Paidós, 2010.

[10] . Véase: Luciano Concheiro: Contra el tiempo. Filosofía práctica del instante, México, Anagrama, 2016.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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