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Año: 2021 Mes: ENERO-ABRIL Número: 89
Sección: INVESTIGACIÓN Apartado: Investigación Educativa
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Defensa del derecho a la educación de la mujer en el siglo XIX: una aproximación histórico-literaria
Néfer García Patiño
INTRODUCCIÓN
En los últimos años hemos escuchado sobre nuevas estrategias y programas enfocados en la participación, reconocimiento y atención a las mujeres. En conjunto, dichos procesos son el resultado de grandes movimientos y luchas llevadas a cabo por mujeres a lo largo de la historia. Hoy en día, el feminismo se ha convertido en un movimiento de gran importancia para las juventudes actuales. Los medios de comunicación, el arte, y la cultura de muchas regiones del mundo se están enfocando en temas como el acoso, la violencia, la sexualidad y la equidad. Esto muestra que cada vez más organizaciones y gobiernos están buscando atender las diferentes problemáticas a las que las mujeres están expuestas. A partir de ello, la participación y el desarrollo de la mujer en diferentes ámbitos ha aumentado. La cultura, la ciencia, las humanidades, la política y otras áreas de gran valor en la sociedad se han visto beneficiadas por el desarrollo profesional de las mujeres. Derivado de lo anterior, podemos encontrar la implementación de algunas políticas de género innovadoras y el arribo de mujeres en puestos públicos. Evidentemente, algunas cosas han mejorado para las mujeres contemporáneas.
Sin embargo, la mujer sigue siendo para muchas culturas un ser inferior al hombre; aún se conservan muchas de las ideologías misóginas y machistas de las generaciones pasadas. Es por eso que, hoy más que nunca es importante reconocer que no se ha logrado construir entornos equitativos para hombres y mujeres. Esto implica que la mujer aún es vista como un objeto, como "el complemento del hombre", como un ser incapaz, frágil o estúpido. Día tras día, las mujeres están expuestas a diferentes situaciones de riesgo, injusticias y dificultades únicamente por su sexo. Y si hablamos de México específicamente, podemos ver que las mujeres son víctimas de la violencia, de la injusticia y la pobreza más de lo que lo son los hombres. Nuestro país aún cultiva la cultura del machismo y la misoginia. Es una plaga presente en la familia, en la calle, en las escuelas, en el trabajo, o incluso dentro de las mismas instituciones públicas y de gobierno. La gran mayoría de las mexicanas sufre cada día el deterioro de sus cuerpos y sus mentes. Ser mujer en México significa aguantar los golpes de una sociedad que te inmoviliza y te mata todos los días.
El presente artículo busca trazar la situación de la mujer mexicana en términos de su educación, siendo ésta un aspecto clave para el entendimiento del machismo generalizado en nuestro país y sus consecuencias. Dicho trabajo se hará a partir de análisis con datos, tanto históricos y literarios, como estadísticos. Primero se buscará delinear algunos elementos de la educación de las mujeres en el siglo XIX, pues son base para el reconocimiento de los prejuicios y estereotipos sobre la mujer mexicana. Luego se tratará la historia de la escritura impresa hecha por mujeres y la obra de algunas escritoras de dicha época en un intento por demostrar que aún hoy no se han logrado muchos de los ideales feministas de aquel entonces. Más tarde se hará una revisión de los datos estadísticos sobre la educación de las mujeres mexicanas en las primeras dos décadas del siglo XXI. Este último análisis nos permitirá hacer un recuento de las deficiencias en la educación de las mujeres en el México actual. A partir de dicha información seremos capaces de hacer una comparación entre la situación de la mujer mexicana del siglo XIX, con la actual. Entonces se demostrará que aún no se ha logrado garantizar el derecho de las mujeres mexicanas a una educación de calidad en un entorno de igualdad y libre de violencia.
EDUCACIÓN DE LA MUJER EN EL SIGLO XIX
Antes de hablar de la educación de la mujer en el siglo XIX, es necesario mostrar algunos de sus antecedentes para explicar de dónde viene la dificultad para brindar una educación en condiciones de igualdad para el hombre y la mujer en el México del siglo XIX. La historia de la educación de las mujeres en México es anterior a la llegada de los españoles. Josefina Zoraida Vásquez (1981), historiadora e investigadora mexicana, afirma que "[l]a cultura mexicana se construyó por la confluencia de dos raíces: la cultura mesoamericana y la española" (p.10). A partir de ello hace un recuento de la educación de la mujer antes de la conquista. La instrucción femenina era dada por la madre dentro de las culturas indígenas mesoamericanas. Más adelante se da un cambio con la religión católica, traída por los españoles. Según la misma autora, "con los españoles llegó el contradictorio concepto medieval hispánico sobre la mujer, en el cual se mezclaban la concepción griega de la inferioridad, la romana de igualdad civil de los sexos y la ambivalente visión judeocristiana, sin dejar de tener uno que otro tinte musulmán" (Vásquez, 1981, p. 11). Entonces podemos ver de dónde viene esta visión impuesta de inferioridad sobre las mujeres. Siendo la mujer un ser subordinado al hombre, no necesitaría de una educación integral, pues "hasta bien entrado el XVIII, aprenderían sus labores en el hogar y la doctrina en la parroquia" (Vásquez, 1981, p. 11).
Con el siglo XVIII vinieron grandes cambios. Las revoluciones burguesas en Europa terminaron por ser el ejemplo de otras en América, lográndose así la independencia de la Nueva España. La influencia cultural de la ilustración trajo consigo nuevas ideas de desarrollo en la que "la educación era considerada como el agente más eficaz y poderoso para acelerar la ilustración del país" (González y Lobo, 2007, p. 54). El pensamiento empezaba a modificarse hasta llegar al punto de cuestionarse qué medidas debían tomarse para amplificar el desarrollo del país. Entonces se denunció que la educación "había estado ausente en las mujeres, las cuales representaban más de la mitad de la población, (como actualmente)[1] y esto porque se las creía incapaces de instruirse o no era conveniente que la obtuviera" (González y Lobo, 2007, p. 54). Como vimos anteriormente, a la mujer se la veía como un ser incompetente e inferior al hombre, pero con las nuevas ideas, esto terminó por ponerse en duda. En este contexto, el objetivo era abogar por la transformación social y económica, por lo que "la mujer [ya] no podía quedar fuera de un pensamiento reformista tan amplio" (Vásquez, 1981, p. 13). Es así que, los diversos cambios en la historia social de México y el mundo también significaron las bases para el desarrollo de nuevas preguntas sobre el papel de la mujer en las sociedades. La educación, siendo parte de ellas, fue renovada de manera significativa en los años siguientes.
La inquietud por la educación de la mujer de manera formal empezó entonces en el siglo XIX. Pensar en qué tipo de educación debería tener la mujer mexicana se convirtió en una pregunta importante para el sistema educativo mexicano. Ésta comenzó a verse en diferentes tratados de educación con un fin específico en relación con su sexo. Es el caso de la publicación en 1818 de La Quijotina y su prima de José Joaquín Fernández de Lizardi, "reconocida como el primer Manual de Educación para la mujer [...] donde se podían encontrar los principios esenciales que la pedagogía moderna prescribía" (González y Lobo, 2007, p. 53). Cabe destacar que este tipo de literatura sobre educación femenina se dirigía únicamente a las clases sociales de mayores recursos económicos, lo que hace visible que, sólo una pequeña parte de la población se beneficiaba de ella. El ideal de instrucción de este libro consistía: En primer lugar, la lactancia y la maternidad; En segundo lugar, una educación distinta a niños y niñas, siendo la educación de las niñas la "lectura, escritura, algo de gramática, economía doméstica, costura, bordado, dibujo, música, así como los quehaceres domésticos" (González y Lobo, 2007, p. 54); En tercer lugar, la educación moral, donde la niña sabría las normas de familia, sus deberes como esposa y madre (González y Lobo, 2007).
Asimismo, este tipo de procesos también se dieron en otros países de Latinoamérica, lo que permite ver el cambio en el pensamiento occidental a raíz de las ideas ilustradas del siglo XVIII. Marcela M. A. Nari, historiadora, docente e investigadora argentina, habla sobre este tema en su artículo La educación de la mujer (o acerca de cómo cocinar y cambiar los pañales a su bebé de manera científica). Según ella, el ingreso masivo de niñas al sistema educativo en Argentina "se dio en medio de un ambiente cientificista que, al mismo tiempo que negaba -por motivos biológicos o culturales- capacidad intelectual a las mujeres, creaba nuevas ciencias basadas en saberes femeninos tradicionales ligados a la reproducción de la vida" (Nari, 1995, p. 31). El desarrollo de la ciencia trajo nuevas ideas sobre la educación y la necesidad de proporcionarla tanto a hombres como a mujeres. No obstante, la educación de la mujer no estaba enfocada en su desarrollo personal, sino en el de sus deberes tradicionales como mujer. A pesar de que dichas declaraciones están hechas en base a la situación Argentina, este proceso se dio de la misma forma en México. Ambos países decidieron proporcionar educación a los dos sexos, siempre tomando en cuenta que los roles de género tradicionales debían influir en los contenidos de dicha educación.
En concreto, la educación de las mujeres en el México del siglo XIX se brindó con el fin de garantizar el cumplimiento de sus deberes “como mujeres”, más que como personas. Mientras que al niño se le educaba para la vida pública, a la niña se la enseñaba a ser ama de casa, cumplir como futura esposa y madre de familia. Para la sociedad de esa época, "la mujer debe ser útil para su familia y para el país...desde su casa" (González y Lobo, 2007, p. 55). Debido a su condición de mujer, encargarse de dichas actividades era su única función, y como esa era su única función, no era necesario que tuviera la misma educación que se le daba a los hombres. Como se cree que el nivel intelectual de la mujer es inferior al del hombre, las instituciones crean para su sexo una educación basada en estereotipos y prejuicios. Es decir, como señala González y Lobo, "el sistema educativo generó la desigualdad de género, pues la sociedad decimonónica seguía sin reconocer la igualdad intelectual para ambos sexos" (2007, p. 56). Dicho brevemente, el siglo XIX significó una gran contradicción para el desarrollo de las mujeres. Por una parte, la educación formal para las niñas se implementó como una medida para el progreso del país ante los nuevos cambios sociales. Por el otro lado, dicha educación continuó con la tradición al encerrar aún más a las mujeres dentro de la esfera privada. A la mujer únicamente se le permitió ser una profesional del hogar, pues "el hombre fue ante todo, cerebro, mientras que la mujer era una sensibilidad y un sexo" (Nari, 1995, p. 33).
INICIOS DE LA PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LA ESCRITURA IMPRESA DEL SIGLO XIX
Como mencionamos en la introducción, uno de los objetivos de este artículo es mostrar las opiniones que escritoras feministas del siglo XIX tenían respecto a la educación de la mujer. Para ilustrar la importancia de su obra en este tema, es necesario hablar de cómo se concretó la escritura femenina en el siglo XIX. Lucrecia Infante Vargas, escritora, investigadora y maestra de la Universidad Nacional Autónoma de México habla de tres momentos principales en la afirmación de la escritura impresa femenina en el siglo XIX. Dichos momentos son la entrada de las mujeres a la cultura del país, proceso que además significó el comienzo de una tradición literaria específicamente femenina haciendo cuenta de la propia identidad y desarrollo de estas. El primero se da entre 1805 y 1838, momento en el que se desarrolló una escritura informal de mujeres, y que además las posicionó como público lector. Más adelante, entre 1839 y 1870 surgieron las primeras publicaciones de mujeres, siendo éstas principalmente de poesía. Y, por último, entre 1870 y 1907 surgieron las primeras revistas escritas y dirigidas por mujeres en México (Infante Vargas, 2008, pp. 71-72).
El primer periodo, aquel que va de 1805 a 1838, parece indicar los inicios en la presentación pública de una literatura femenina. Infante Vargas identifica como punto de inicio la publicación de la primera carta escrita por una mujer en el Diario de México (1815). La escritura de cartas era una actividad propiamente femenina, pero no se la había considerado hasta entonces como producto literario de gran importancia. Dicho esto, la publicación de esa carta significó un gran cambio en la mentalidad sobre lo que era la "literatura de mujeres". A partir de ese momento se empezó a pensar en literatura específicamente dirigida a un público femenino, pues aparece el Calendario de las Señoritas Mexicanas (Infante Vargas, 2008, pp.72-73). Si bien este texto no significó la completa libertad intelectual para las mujeres, publicó por primera vez pequeños escritos hechos por ellas (saludos, felicitaciones, adivinanzas, entre otros) y mostró la necesidad de dirigirse también a un público de lectoras. En cuanto al origen de los conocimientos que pudieran permitirle a la mujer escribir, no se sabía mucho. Quizás, una especie de entrenamiento se dio con las tertulias familiares, pequeños espacios de expresión y desarrollo para las mujeres (Infante Vargas, 2008, p. 78). Como ya se ha visto, no había grandes posibilidades para educarse en esa época.
El segundo período, de 1839 a 1970 viene muy unido a la primera etapa. Aquí se menciona el inicio de la llamada "edad de oro de las poetisas mexicanas", siendo Esther Tapia de Castellanos la primera mexicana en publicar (en 1871) un libro de poesía (Infante Vargas, 2008, p. 81). De igual forma, Infante Vargas explica que en esta época la participación de las mujeres toma un papel muy importante a través de la traducción. A falta de autores hispanos que escribieran para el público femenino, muchas de las lecturas para este público venían de lugares como Alemania, Francia o Inglaterra (Infante Vargas, 2008, p. 82). Así pues, muchas mujeres terminaron por hacer traducciones, provocando que más adelante las revistas mexicanas tuvieran un incremento en textos escritos por escritoras extranjeras. Esto a su vez trajo nuevas formas de pensamiento:
La permanencia de las autoras extranjeras y el aumento de las mexicanas que las traducen indica que [...] al menos un grupo selecto de mujeres encuentra en dicha labor el camino para conocer, y aprender a los autores foráneos que influyen en las temáticas y el estilo de la naciente literatura nacional. (Infante Vargas, 2008, p. 83).
Por lo que podemos ver, la interacción entre las mujeres extranjeras con las mexicanas a partir de la traducción trajo nuevos entendimientos de la realidad. Traducir en sí mismo ya representa un ejercicio de aprendizaje y apropiación de conocimientos. Es así que, se dio un enriquecimiento del pensamiento de la mujer mexicana, cuestión que al mismo tiempo le permitió instruirse a sí misma para la escritura y para la revelación contra el canon literario de su época.
Otro punto que trata Infante Vargas durante este período es el de la influencia del romanticismo en la escritura hecha por mujeres. La llegada de este movimiento a México trajo consigo la posibilidad de crear "un nuevo modelo y vivencia de la subjetividad, en especial uno presuntamente propio de lo femenino" (Infante Vargas, 2008, p. 86). Como vimos anteriormente, las ideas de la ilustración, siendo las que ponían al hombre y su razón en el centro del universo trajeron consigo la idea de que la educación era el medio esencial para el progreso, lo que propició de alguna forma los inicios de la educación de la mujer. Sin embargo, la llegada del romanticismo significó un nuevo camino para el desarrollo intelectual y artístico de las mujeres. Aquella parte sensible considerada inferior en las mujeres pasó a ser con el romanticismo el medio artístico principal, pues este movimiento buscaba el desarrollo de la naturaleza humana desde una reconciliación entre la razón y el sentimiento. Los temas antes dominantes en la literatura dejaron de ser los únicos y empezaron a analizarse las ideas y tradiciones ya establecidas, dando comienzo a una creación más libre y natural. Entonces vinieron nuevos procesos literarios como el del Álbum, donde la mujer decimonónica daba rienda suelta a la expresión emotiva a partir de poemas o confidencias, o como la escritura llamada Amistad epistolar, donde había un intercambio de cartas y poemas entre escritoras (Infante Vargas, 2008, p. 87-88).
El tercer momento del que habla Infante Vargas es de 1870 a 1907, periodo en el que empezaron de manera formal las publicaciones hechas para mujeres y, sobre todo, escritas por mujeres. Como vimos anteriormente, la escritura femenina era principalmente en torno a publicaciones de textos poéticos o de traducción. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, esto toma otro ritmo, pues surgen publicaciones que incursionan en géneros de corte más social y político, es decir, con mayor relación a la vida de la sociedad mexicana. La mujer se vuelve ahora "un sujeto cultural capaz de generar expresión escrita" (Infante Vargas, 2008, p. 92). El ensayo de opinión y la crónica cultural, por ejemplo, entran en estos años como parte de la creación femenina. Es así que, empiezan a surgir revistas dirigidas y escritas por mujeres. Un ejemplo es el de octubre de 1873, cuando apareció el primer número de una publicación semanal, producto de un grupo de estudiantes de la Escuela de Artes y Oficios para Mujeres. Aquel grupo se encargó de redactar e imprimir la publicación de un diario con la confianza de que hacerlo no sería mal visto en una sociedad ahora moderna (Infante Vargas, 2008, p.91). Y unos años antes La siempreviva, revista dirigida por Cristina Farfán, Rita Cetina y Gertrudis Tenorio Zavala había aparecido en Mérida, Yucatán, lo que muestra el lugar que iban ganando las mujeres con la escritura en el México del siglo XIX.
Es preciso recalcar que para la sociedad de esta época la educación de la mujer era un medio para dar cumplimiento a su deber doméstico. Las pocas mujeres que lograron ir más allá de este sistema fueron aquellas que contaban con una estabilidad económica características de la clase media o alta. Y, aun así, cada una de ellas se enfrentó con grandes dificultades en su camino, pues los intelectuales varones iban siempre contra la escritura femenina, argumentando una "incapacidad intelectual" en ellas (Infante Vargas, 2008, p. 89). Con todo, la obra de estas escritoras es un referente para entender el ideal feminista de la época, y en lo concerniente al presente artículo, para conocer las ideas de estas mismas mujeres sobre el derecho a la educación, no solo de ellas, sino de todas las mujeres mexicanas. De alguna forma, la búsqueda por el progreso, los cambios en el pensamiento y en el terreno educativo en el siglo XIX trajeron consigo nuevas oportunidades para que algunas mujeres se convirtieran en escritoras. Las mujeres pasaron de ser lectoras a redactoras, y lograron transitar de una escritura privada a una pública, antes considerada de dominio masculino (Infante Vargas, 2008, pp. 71-72). En concreto, el cambio en la participación del género femenino en la vida social del país se manifestó con el desarrollo de la escritura impresa.
DEFENSA DEL DERECHO A LA EDUCACIÓN FEMENINA EN LA LITERATURA FEMINISTA DEL SIGLO XIX
Es momento ahora de pasar a las opiniones que tenían estas mujeres respecto a la educación femenina en el México del siglo XIX. Como ya hemos visto, en la segunda mitad del siglo las mujeres empezaron a hacer sus propias publicaciones y a expresar su forma de ver el mundo en ellas. Fueron las escritoras de esta época quienes en su obra pretendieron hacer una defensa del derecho a la educación de las mujeres. De esta forma, la escritura se convirtió en un medio para la representación de la experiencia femenina y la defensa de sus derechos. Como dice Buenahora Molina (2016) en Escribir para no ser silenciadas: mujeres, literatura y epistemología feminista, las mujeres decimonónicas "están escribiendo su tiempo, escribiéndose a sí mismas y generando un proceso de resistencia activa desde la escritura" (Buenahora Molina, 2016, p. 201). A continuación, veremos un poco de la obra de algunas escritoras mexicanas y feministas, puesto que es en este siglo que la palabra feminismo llega al México del siglo XIX. En primer lugar, hablaremos un poco de quiénes fueron y cuál fue el impacto que tuvieron en la sociedad de aquella época. En segundo lugar, analizaremos algunos de los textos en los que trataron el tema de la educación de la mujer puesto que en sus obras se refutan las ideas que sus contemporáneos tienen sobre las mujeres, además de que revelan de manera significativa la importancia de que se les brinde educación.
La primera escritora de la que hablaremos es Cristina Farfán, poeta renombrada de origen yucateco. Es reconocida por haber creado en 1870 junto a Rita Cetina Gutiérrez y Gertrudis Tenorio Zavala La Siempreviva, la primera revista escrita y dirigida por mujeres en México (Salgado Velázquez, 2017). Según Salgado Velásquez, en esta revista se incluyeron "poemas, cartas, versos, fábulas, cuentos, reseñas, artículos didácticos y artículos de opinión con respecto a la situación que vivía la sociedad de finales del siglo XIX en el sur del territorio mexicano, y en el país en general" (Salgado Velázquez, 2017, p. 42). La revista fue un parteaguas para el desarrollo de publicaciones escritas hechas por mujeres y sus géneros cambiaron. Ya no fueron únicamente poemas los que se publicaron, sino también artículos de opinión. Las mujeres pasaron a ser escritoras y directoras, ya no únicamente lectoras. Y fue Cristina Farfán, junto con sus compañeras, quien logró este gran avance.
Si vemos una de sus obras podemos inferir que su lucha social estaba por encima de las dificultades y desafíos impuestos a su sexo. Además de ser reconocida por la publicación de la revista antes mencionada, fue una escritora y poeta que abogó por el derecho de las mujeres a la educación. Su poema "La educación de la mujer" es una prueba de ello:
Mucho nos place ver a nuestra península de Yucatán levantarse en alas de la ilustración, y entrever de este modo el risueño porvenir de la juventud naciente, que será algún día la honra de la sociedad entera.
¡Cuán provechosa y necesaria es la educación de la mujer para el bien de la patria!
Porque la niña que hoy aprende más tarde será la madre de familia que, en medio de la tranquilidad del hogar doméstico, instruirá a sus hijos, los educará y les hará comprender sus deberes para con Dios, para con la sociedad en general y para con los hombres, enseñándoles el camino de la virtud y haciendo de este modo la felicidad de nuestra patria. (Farfán de García, 1871, p. 2).
Este fragmento nos muestra dos principales herramientas de convencimiento. En primer lugar, el patriotismo, por medio del cual muestra la importancia de que se eduque a la mujer. La idea es en sí, levantar al país a partir de la ilustración femenina. En segundo lugar, Farfán ocupa el argumento de la familia. De acuerdo con la voz poética, educar a la mujer implica ser mejor madre y ama de casa. En tercer lugar, utiliza la religión como fin último de la educación de la mujer. Siendo educada de manera integral, ésta podrá mantener la fe en su familia. Aunque estos ideales no se conservan ni son ya aceptados en muchos lugares de México, significan un gran cambio en el pensamiento de aquella época. El hogar y a religión eran las cuestiones por las que se debatía si la mujer debía estudiar o no. Es entonces a través de estos textos que se hace una defensa por su derecho.
La siguiente escritora de la que hablaremos es Laureana Wright González. Fue una poeta, periodista, ensayista y feminista mexicana nacida en Julio de 1846 en Taxco, Guerrero. Sus padres fueron Eulalia González y Santiago Wright, este último erade origen estadounidense y propietario de minas en Guerrero (García Salinas, 2007, p. 3). Es reconocida por la fundación en 1887 de su periódico Violetas del Anáhuac, donde demostró su lucha por el reconocimiento de la mujer. Como dice Diana Lizeth García Salinas en su artículo Laureana Wright González (1846-1896): una feminista notable, "a través de sus estudios [Wright] busca[ba] mejorar la condición social de las mujeres" (García Salinas, 2007, p. 1-5). Una de sus obras más importantes es "La emancipación de la mujer por medio del estudio", ensayo publicado en 1891 por el periódico Imprenta Nueva. Aquí, el tema de la educación femenina se desarrolla ampliamente. Sus declaraciones son exactas y claras, pues muestra desde el principio un extenso conocimiento sobre la historia de la opresión que el hombre ejercía hacia la mujer. Para ilustrar esto veamos el inicio del texto:
Desde los primeros días del mundo pesó sobre la mujer la más dolorosa, la más terrible de las maldiciones: la opresión. Y era preciso que así sucediera, pues el hombre que se ha dado el pomposo título de "Señor de todo lo creado", no podía conformarse con subyugar a todas las demás especies vivientes; era preciso que subyugase también a la suya, que redujese un cincuenta por ciento de su raza a cero, y este cincuenta, por la razón de la fuerza, debía ser la mujer. Luego que el hombre halló arbitrios para legar su pensamiento a la posteridad, en todas las tradiciones de los pueblos atribuye a la mujer un origen inferior o procedente del suyo. Allí tenemos sin ir más lejos dos de las más conocidas: la mitología, que dominó la civilización antigua, y la Biblia, que ha dominado la civilización moderna. (Wright González, 1891, p. 282).
El ensayo tiene como título La emancipación de la mujer por medio del estudio, entonces, ¿por qué Wright habla de la opresión y la religión en los primeros párrafos? Desde las primeras oraciones, Wright busca hacer una crítica al androcentrismo y la violencia manifestada por los hombres, puesto que producen consecuencias negativas en la vida de las mujeres. La cultura y la religión, en otras palabras, son cuestiones que analiza como medios de egocentrismo y abuso masculino. Sin estos antecedentes, el lector o la lectora no podría comprender por qué la mujer tiene que emanciparse o de qué tiene que hacerlo. Y la educación, por lo menos, no podría verse como la herramienta para hacerlo.
Otro punto que Wright trata en su ensayo es lo referido a la inteligencia femenina. En aquella época, como hemos visto con anterioridad, la mujer era considerada un ser de poca inteligencia debido al concepto de inferioridad impuesto sobre ella desde siglos atrás. Considerando el tema como una de las causas de que a la mujer se le prive de una educación integral. Wright considera que no hay diferencia entre la inteligencia masculina y femenina. Esto lo hace a partir de una relación entre naturaleza y ser humano:
Ningún naturalista ha encontrado jamás que el masculino posea un grado más de inteligencia que el femenino. Ésta siempre se revela a la misma altura en ambos géneros; y aún siguiendo la escala descendente de la naturaleza hasta los seres de más notoria inferioridad, llegando hasta los productos del reino vegetal, el botánico podrá señalar las diferencias que distinguen a la flor hembra de la flor macho. Pero nunca podrá manifestar que el perfume, que es la emanación del vegetal, como la inteligencia es la emanación del animal, es superior o inferior en una de ellas. (Wright González, 1888, pp. 289-290).
La metáfora que utiliza aquí es clara y concisa, tanto el perfume de las flores como la inteligencia humana no son cuestiones determinadas por el género. Se pregunta entonces por qué se le impide instruirse a la mujer, si, teniendo las mismas capacidades que el hombre, podría hacer cosas tan grandes como él. Dado que no hay pruebas de que el cerebro masculino sea mejor al cerebro femenino, cuál es la razón de participar en la reproducción de esta idea tan dañina. Desafortunadamente, la misma mujer termina por imponerse a sí misma el menosprecio intelectual: “lo que antes se la imponía por fuerza, ahora lo ejecuta ella por rutina” (Wright González, 1888, p. 298). Al final esto se convierte en un círculo vicioso en el que la mujer no estudia porque no se lo permiten, y porque ella misma no se lo permite al tener interiorizada su propia subestimación.
Por otro lado, en el año de 1888, Wright publica un artículo acerca de la vida y obra de Dolores Correa Zapata en su periódico Violetas del Anáhuac. Dicho personaje fue (lo mismo que Wright) de gran importancia para el feminismo mexicano de aquella época y es reconocida en su labor como escritora, poeta y maestra tabasqueña. Según Infante Vargas, "[Correa Zapata] fue reseñada en la sección de biografías que la revista presentaba como testimonio de la capacidad intelectual femenina, y del importante papel que las mujeres jugaban en la vida social" (2009, p. 194). Escrito dentro del género biográfico, el texto de Wright puede verse al mismo tiempo como la narración de la vida de aquella mujer y el elogio de sus virtudes o cualidades intelectuales. Al hablar del talento natural de Correa Zapata, Wright declara: "cortas fueron las enseñanzas que recibió y pocos los maestros que cultivaron su naciente capacidad, siendo más bien su dedicación y buen sentido los que desarrollaron sus precoces disposiciones, debían hacer de ella una correcta y elegante escritora" (Wright González, 1888, p. 282). En primer lugar, este fragmento puede verse como un elogio, elemento de gran importancia dentro de la escritura hecha por mujeres en esta época. Como dice Buenahora Molina, las escritoras decimonónicas:
Se dedicaron a la tarea de darse a conocer, de presentar a sus contemporáneas y antecesoras (y a ellas mismas), con la intención de situarlas en el campo letrado cultural de la época, pues tenían conciencia de la opresión y discriminación de la que eran objeto; sabían que las mujeres eran minimizadas por discursos cientificistas y una educación doméstica que las excluía de la política, de lo público y las infantilizaba negándoles el acceso a la palabra. (Buenahora Molina, 2016, p. 201).
La decisión de hacer textos acerca de otras mujeres se convierte así en una herramienta para darle valor a las mujeres; Representa en sí mismo un acto de solidaridad y fuerza por medio de la palabra escrita. Siendo contemporánea suya, Wright resuelve hablar sobre Correa Zapata enalteciendo su vida y obra.
En segundo lugar, este fragmento demuestra la poca educación que las mujeres recibían en aquella época. La mayor de las veces quienes llegaban a sobresalir, lo hacían por su propio talento y dedicación. Además, muchas veces, eran éstas mismas mujeres quienes terminaban luchando por la educación de otras mujeres, tal como llegó a hacerlo Dolores Correa Zapata:
¿Quién ha dicho que al hombre solo es dado
Cruzar la senda de la ciencia vasta.
Para regar después en su camino
La luz fulgente que la ciencia mana?
¿Por qué no tiene la mujer derecho
De abarcar con la luz de su mirada
Los misterios que al sabio se revelan
Y al ignorante la creación le guarda? (Correa Zapata, 1886, p. 5).
¿Por qué razón sólo se le permite al hombre la ilustración de su mente? ¿Por qué se le niega ese derecho a la mujer? Estas son las preguntas que Correa Zapata hace en el canto I de La mujer científica, su obra poética más famosa. Este fragmento representa claramente la inquietud del feminismo de la época. Pocas eran las que podían estudiar, a las que se les permitía hacerlo. El hombre era considerado el sexo fuerte, el intelectual y capaz, mientras que a la mujer se le negaban sus cualidades y talentos pensándola incompetente y estúpida. Tanto Wright como Correa Zapata demuestran lo contrario con la inteligencia y belleza características de sus obras.
Por último, hablaremos un poco de Ercilia García, poeta originaria de Monterrey, Nuevo León. Es reconocida por haber fundado, en su pueblo natal en 1889, La violeta, periódico hecho exclusivamente por mujeres. Desafortunadamente, pese a la importancia de su obra y el impacto que su periódico tuvo en el ámbito social neoleonés, no hay mucha información sobre esta escritora. No obstante, hablaremos un poco de su obra con el objetivo de mostrar su aportación al feminismo de la época, y específicamente, a la defensa del derecho de la mujer a la educación. Ahora hablemos de otro de los debates del siglo XIX: la relación entre la educación de la mujer y sus deberes en el hogar. Los intelectuales varones argumentaban que la mujer no debía instruirse porque eso significaría el abandono de las tareas domésticas, las cuales eran consideradas su obligación natural. Ercilia García en su texto "La mujer y los enemigos de su ilustración", refuta esta idea señalando que “mientras más ilustrada es la mujer, es más virtuosa, y sólo así puede reputarse como la maestra de la humanidad, porque instruida y educada intelectualmente podrá con mayor facilidad instruirse y educarse é instruir á sus hijos” (García, 1888, p. 268). Su defensa radica en la mejora de la educación de la mujer como un beneficio para la estructura familiar. Para ella, luchar por el derecho a la educación representaría algo positivo tanto para la mujer como individuo, como para su familia y la sociedad.
En cuanto a la educación como herramienta para el progreso, idea de la que ya hemos hablado con anterioridad, García se posiciona de manera clara en defensa de la mujer. Ella sostiene que los pueblos que no cultivan la inteligencia femenina están destinados al atraso, puesto que "en la época de los grandes descubrimientos, y en un país como el nuestro, que marcha al pináculo de su grandeza al frente de la civilización, tales ideas [sobre que la mujer no debe educarse] son un absurdo" (García, 1888, p. 267). Imponer obligaciones absurdas a las mujeres e impedirles el acceso a una educación integral es a su vez obstaculizar el avance de la sociedad mexicana en una época de crecimiento social y económico a nivel mundial. Por el contrario, aquellos pueblos que permitan a las mujeres desarrollarse en su plenitud habrán de hallarse “a la altura de la civilización moderna (García, 1888, p. 270). Con esto, García busca convencer al lector o la lectora la necesidad de proporcionar a la mujer una educación igual a la del hombre. Al igual que Cristina Farfán, García utiliza el patriotismo como instrumento para argumentar sobre los derechos de las mujeres. Es decir, el texto expresa de manera clara, los beneficios que traería el desarrollo intelectual de las mujeres a México, puesto que la vida social del país tendría un avance considerable en relación con otras regiones del mundo que ya se encuentran en el camino hacia el progreso.
Las escritoras de las que hablaron son reconocidas, entre muchas otras cosas, por haber luchado por la emancipación de las mujeres y defendido su derecho a la educación a través de la dirección de periódicos y revistas. Desafortunadamente, los grandes esfuerzos demostrados en las obras de estas grandes mujeres aún no han tenido éxito en la actualidad. Aunque muchos piensen que México es vanguardia en cuestiones de género, todavía no logramos superar cierta mentalidad retrógrada. Estas ideas que ponen a la mujer como a un ser incompetente intelectualmente, sin el derecho a buscar en la educación otros fines, más allá de los domésticos o de que en vez de estudiar debe dedicarse únicamente al hogar y a la maternidad, aún siguen presentes. Es entonces que una gran cantidad de mujeres mexicanas siguen enfrentando dificultades para ejercer su derecho a la educación.
ESTADÍSTICAS SOBRE LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES EN EL MÉXICO DEL SIGLO XXI
Una manera de conocer el estado del país en términos de la educación que brinda a las mujeres son las estadísticas oficiales. Es por eso que decidimos mostrar algunos datos de diferentes instancias como el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Lo siguiente es un intento por evidenciar las deficiencias que hoy pueden verse respecto a la educación de la mujer mexicana.
Según el INEGI (2015), en México la escolaridad media de las mujeres entre 54 y 64 años en el 2012 fue de 6.4 años, mientras que en los hombres fue de 7.6 años. Esto muestra una brecha de 1.2 puntos entre ambos. En el 2016, estas cifras cambian a 6.9 años de escolaridad en las mujeres y 8.0 años en los hombres. Por tanto, podemos ver que, aunque se ha incrementado la escolaridad media en ambos sexos, la brecha es similar a la de hace cuatro años. Ahora bien, según el mismo estudio, las mujeres de entre 25 a 34 años en el 2012 tenían una escolaridad media de 10.2 años mientras que la de los hombres era de 10.3 años. En el 2016, la de las mujeres era de 10.8 y la de los hombres de 10.7. Estos últimos datos muestran una brecha de 0.1 años (INEE 2018). Podemos ver entonces que la diferencia entre generaciones también afecta la escolaridad media de las poblaciones. Es decir, los datos mostrados dan cuenta de que las mujeres más jóvenes tienen mayor escolaridad que aquellas que se encuentran cercanas o dentro de la tercera edad.
En congruencia con estos datos, el CONEVAL, en una nota informativa de 2018 señala que "De 2010 a 2016, la brecha en el rezago educativo entre jefes y jefas del hogar ha disminuido; no obstante, las mujeres presentan niveles de rezago más altos que los hombres, sobre todo si están en condición de pobreza, aunque entre los más jóvenes las brechas se reducen" (CONEVAL, 2018). Podemos ver entonces que estadísticamente, las nuevas generaciones de mujeres están teniendo mejores niveles educativos. Sin embargo, existen otros factores que no están siendo tomados en cuenta. En primer lugar, el rezago educativo depende también de las diferencias socio-políticas y económicas entre los estados. Según el INEGI, el grado promedio de escolaridad en la ciudad de México para las mujeres es de 10.8 años y el de los hombres de 11.4 años, lo que muestra una diferencia de 0.6 años entre ambos. Mientras tanto, el grado promedio de escolaridad en Chiapas es de 6.9 años en las mujeres y de 7.7 años en los hombres, lo que muestra una diferencia de 0.8 años de escolaridad (INEGI, 2015). La comparación entre estos datos muestra entonces que algunos lugares como la Ciudad de México (que representa una de las grandes urbes) tienen mayor escolaridad que otros estados marginados de la República.
Otro factor es el del empleo. Según el CONEVAL "en cuanto a los ingresos laborales, las mujeres perciben remuneraciones más bajas que los hombres... en 2016 los datos muestran que las mujeres ganan una quinta parte menos que sus pares, aun cuando posean el mismo nivel educativo" (2018). A pesar de que en las estadísticas hay una mejora en la escolaridad promedio de las mujeres en los últimos años, el contexto social, económico y político sigue afectando el derecho de las mujeres a la educación. Además, una vez fuera de la escuela, las mujeres tienen menores ingresos que los hombres.
CONCLUSIONES
En el presente artículo hemos visto la situación de la mujer respecto a su educación. Aún siguen sin poder estudiar una gran cantidad de mujeres en México. Y para las que logramos estudiar, los obstáculos más significativos vienen al momento de sobrevivir en un país que nos está matando todos los días de muchas formas. Los problemas por nuestra condición como mujeres giran a nuestro alrededor. Las piedras caen constantemente sobre nuestra cabeza, nos quitan posibilidades. La pobreza y la discriminación en la familia, en las escuelas y en el trabajo nos lo recuerdan cada día. O nos terminan matando en un país en el que la mujer aún es vista como un objeto o un adorno para el hogar. Vale la pena seguir reflexionando: ¿Cómo le hacemos para estudiar con tanto que lidiar en el día a día?, ¿cómo le hacemos para evitar la violencia doméstica?, ¿cómo nos libramos del acoso en las calles y en las escuelas?, ¿cómo nos quitamos ese miedo a que nos secuestren, violen, o maten, aquel miedo que muchas veces nos inmoviliza?
Los feminicidios en México aumentan cada día, y si no nos toca hoy a nosotras, lo más probable es que le pase a alguien de nuestras familias, a nuestras compañeras, amigas o conocidas. Y todos los días escuchamos el reggaetón sonando en las calles, en la ventana del vecino, con la tonadita y la voz diciendo “Al lao’ mío tengo una rubia que tiene grandes las teta’ quiere que yo se lo meta”. Los medios y la cultura reproducen diariamente el patrón de la misoginia y el machismo. La música, la religión, las redes sociales, todo está plagado de agresiones hacia nuestro cuerpo o mente. Proporcionar educación a las mujeres no es solamente un derecho que nos corresponde como seres humanos, es algo necesario. Sin esa educación nunca seremos capaces de ver, de comprender lo que ocurre a nuestro alrededor. Sin esa educación no podremos identificar la violencia y la injusticia. Y sin esa educación, no podremos desarrollar todo nuestro potencial como sujetos sociales, políticos y, sobre todo, como seres humanos.
Escogimos hablar del siglo XIX porque es la época en la que la mujer empezó a tomar fuerza en el terreno intelectual mexicano, porque queríamos mostrar el ideal feminista que había servido como antecedente para llegar a donde ahora estamos. Sin aquellas mujeres, y muchas otras más que desgraciadamente no pudimos mencionar en este artículo, las mujeres de hoy, probablemente tendríamos todavía más dificultades. Desafortunadamente, los ideales y la lucha plasmados en su obra no se han logrado por completo en la sociedad actual. Pero las que vivimos en este mundo hoy, seguiremos luchando por mejorar y exigir nuestros derechos. Nosotras sabemos que aún en el siglo XXI, la desigualdad y discriminación por motivos de género sigue siendo un problema importante en las sociedades actuales. Nosotras sabemos que, aunque en esta época se habla mucho más del derecho a la educación de las mujeres en Latinoamérica, éstas siguen teniendo dificultades para estudiar por el machismo y la pobreza. Específicamente, México es un país que continúa dando más oportunidades al hombre que a la mujer. Y pregunto de nuevo, ¿Qué significa entonces ser una mujer en México?
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Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx