Se necesita un valor.

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Año: 2019 Mes: ENERO-ABRIL Número: 83
Sección: PRÁCTICAS DE CLASE Apartado:
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Cómo los valores inciden en el ámbito educativo.
Yessica Selene Castillo Fernández

Para dar respuesta a la pregunta ¿cómo los valores inciden en el aula?, sería importante desmenuzarla desde los diferentes puntos desde los que se puede abordar. Por un lado, considerando que cada sociedad, en un momento determinado de su historia, selecciona del sistema general de valores aquellos que considera más adecuados para satisfacer las necesidades sociales, siendo la escuela la institución encargada de su transmisión y desarrollo, por medio de la actividad educativa que se desarrolla en su seno.

 

La educación es, por tanto, aquella actividad cultural que se lleva a cabo en un contexto intencionalmente organizado para la transmisión de los conocimientos, las habilidades y los valores que son demandados por el grupo social. Así, pues, todo proceso educativo está relacionado con los valores. Por medio de la educación, todo grupo humano tiende a perpetuarse, siendo los valores el medio que da cohesión al grupo al proporcionarles unos determinados estándares de vida.

 

Así, cada sociedad, en un momento determinado de su historia, selecciona del sistema general de valores aquellos que considera más adecuados para satisfacer las necesidades sociales. Por tanto, la construcción del currículum está, sujeta a la elección de determinados valores, a su jerarquización, y a su sistematización y estructuración de los mismos, (Llopis y Ballester, 2001).

 

En este sentido cabria hacer un recorrido a través de documentos producidos en infinidad de acciones realizadas en los últimos años, en el mundo entero, como hace el Dr. Jesús García, citado en “La Práctica de los Valores en el Aula”, para mostrar cómo uno de los ejes que articulan las Reformas Educativas y las mismas prioridades políticas de instituciones internacionales de apoyo, es precisamente el tema de los valores, como elemento fundamental en la formación de los futuros ciudadanos. (Parra Ortiz, 2003)

En la Conferencia Mundial “La Educación para Todos», que se realiza en marzo de 1990 en Jontiem (Tailandia), la UNESCO, UNICEF y el Banco Mundial, en el artículo 26 de la “Declaración Mundial sobre Educación para Todos”, señala como responsabilidad de la educación, contribuir “al pleno desarrollo de la persona humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales, resaltando algunos de los grandes valores que la humanidad ha cultivado a lo largo de su historia. (Parra Ortiz, 2003)

En dicha Conferencia de Jontiem, se identifican las necesidades básicas de aprendizaje de los seres humanos, entre cuyos contenidos coloca claramente los valores: “cada persona –niño, joven o adulto– deberá estar en condiciones de aprovechar las oportunidades educativas ofrecidas para satisfacer sus necesidades básicas de aprendizaje”, colocando en el mismo nivel tanto a las herramientas esenciales para el aprendizaje, los contenidos básicos del aprendizaje y los valores y las actitudes,  (Artículo 1, inciso 1).

La Conferencia de Jomtien, al definir las necesidades básicas de aprendizaje, a las que toda persona tiene derecho, avanzó considerablemente la discusión sobre las destrezas y aptitudes que la escuela debe desarrollar. Dicha declaración mundial reconoce que: «la satisfacción de estas necesidades confiere a los miembros de la sociedad la posibilidad y, a la vez, la responsabilidad de respetar y enriquecer su herencia cultural, lingüística y espiritual común, de promover la educación de los demás, de defender la causa de la justicia social, de proteger el medio ambiente y de ser tolerante con los sistemas sociales, políticos y religiosos que difieren de los propios, velando por el respeto de los valores humanistas y los derechos humanos comúnmente aceptados, así como de trabajar por la paz y la solidaridad internacional en un mundo interdependiente». (Parra Ortiz, 2003)

Por su parte, una de las conclusiones que puede derivarse del Informe Delors, es que la educación debe tener en cuenta un complejo conjunto de factores dependientes entre sí y en constante cambio, tales como los valores individuales o sociales, la estructura de la familia, el papel de las mujeres, el lugar reservado a las minorías o los problemas de la urbanización y del medio ambiente.  La educación misma, debe constituirse en un medio para la difusión y el desarrollo de los valores de apertura a los demás y de entendimiento mutuo, es decir, los valores de la paz.

Uno de los pilares sobre los cuales, según Delors, se asienta la educación para el siglo XXI, es el de aprender a ser. Entre los elementos que las personas deben desarrollar para lograr este ideal, podemos mencionar los siguientes:

  • La responsabilidad y la capacidad para tener juicio propio y ser capaz de participar en y de las metas colectivas de la comunidad;
  • Valoración de las capacidades propias de los seres humanos, que incluya la dimensión estética... y la dimensión espiritual... es decir, la totalidad de la persona: cuerpo y espíritu.
  • Valoración real de la dignidad de las personas, comprendiendo claramente que tener no es lo mismo que ser;
  • Sensibilidad, sentido ético y responsabilidad personal.

 

Con este recorrido se hace evidente por un lado que, mundialmente se reconoce necesaria y urgente una educación en valores que permitan garantizar convivencia democrática al servicio de la paz y de la compresión mutua entre los seres humanos. Por el otro nos conduce a una de las principales preguntas en palabras de José María Parra: ¿Cuáles son los valores fundamentales a los que deben someterse los ciudadanos para no desorientarse ante el rápido y fuerte cambio de valores que afecta a la sociedad actual? La respuesta dependerá de la postura ideológica que se adopte. En este momento, nos referimos a otra perspectiva desde la que se intenta explicar cómo los valores inciden en el ámbito educativo, la corriente filosófica. (Parra Ortiz, 2003)

 

Para los tradicionalistas, de orientación objetivista en relación con los valores, la formación de la personalidad humana ha de fundamentarse sobre la base de los "valores absolutos", universalmente aceptados: los valores éticos, estéticos y religiosos, tales como, la verdad, el valor, la justicia, la equidad, la libertad, la belleza, la bondad o la compasión por el prójimo. Son valores predicados desde todos los contextos sociales y fomentados desde todas las instancias educativas: la familia, la escuela, la iglesia o el estado, aunque no siempre practicados.

 

La llamada educación del "hombre eterno" ignora el contenido de las categorías del "aquí" y del "ahora" que delimitan el terreno de la vida y de la responsabilidad humanas.

 

Para los modernistas, defensores de la objetivación histórica de los valores, lo esencial de la educación moderna estriba en formar a unos hombres capaces de enfrentar los problemas que les plantea la civilización moderna, capaces de aprovechar las oportunidades de desarrollo cultural y humano que les ofrece el mundo actual y de saber hacia que meta aspira y cómo alcanzarla.

 

Los modernistas pensaban que el hombre moderno ha de liberarse de los viejos valores tradicionales de orientación marcadamente religiosa, al igual que del espíritu de la cultura tradicional, que el hombre debe medirse totalmente con arreglo a las categorías objetivas de la acción eficiente, basada en la conquista de los éxitos materiales.

 

Se trata de un enfoque racionalista, empírico y pragmático donde predominan los valores racionales y tecnológicos de la eficacia y del rendimiento, estrechamente conectados con la productividad y las demandas del mercado de trabajo. La" preparación para la vida "que subyace entre los partidarios de esta segunda tendencia, requiere de una definición histórica de los valores que habrá de adaptarse en cada momento a las demandas del contexto social y productivo.

 

 

Para los subjetivistas, los valores se derivan de las experiencias de cada persona; no hay, por tanto, valores objetivos y universales. Si no hay valores objetivos el proceso de valoración es propio de cada persona.

 

Frente a las exigencias objetivas y los requerimientos heterónomos de tradicionalistas y modernistas se defiende el respeto a los sentimientos, creencias, convicciones, preocupaciones, aspiraciones, intereses y propósitos inherentes al mundo subjetivo de cada persona. El correlato didáctico que se deriva de esta tercera postura es que el educando ha de ser puesto en situación de experimentar sus propios valores y la exclusión de cualquier forma, de imposición en la enseñanza.

 

La revisión de estas tres posturas ideológicas, demuestran que cada una por sí misma, no responde a las necesidades de formar seres humanos encaminados a construir una sociedad a la medida de la espiritualidad humana y, a la vez, un hombre armoniosamente integrado en su sociedad y profundamente comprometido con los problemas de su tiempo.

 

Por tanto, una guía en materia de la selección de los valores tendría que considerar que cada persona adquiera con su esfuerzo su propio esquema de valores, de los que la sociedad le ofrece en cada momento histórico, teniendo siempre como referente los valores espirituales.

 

Los valores que realmente influyen en la vida, de una manera consistente y duradera son aquellos que cada persona es capaz de construir por sí mismo, mediante un proceso de interacción y de confrontación crítica con las fuerzas dinamizadoras del mundo y de la cultura.

 

Por tanto, en cuanto a los marcos de referencia utilizados para la selección de un patrón de valores con intencionalidad formativa pueden ser muy diversos, dependiendo de la cosmovisión, es decir, de la concepción del mundo, de la vida y del destino personal del hombre asumidos por el contexto sociocultural en su conjunto y por cada comunidad educativa en particular.  Es decir, no se debiera excluir las aportaciones de los objetivistas, historicistas o subjetivistas sino, considerar las propuestas integradoras que, desde la Pedagogía axiológica hacen varios autores como Max Scheler (1941), M.Quintana Cabanas y R. Marín Ibáñez (1992).

 

En otras palabras, será misión de la escuela trasmitir los valores democráticos que son exigidos por cada comunidad en respuesta a las necesidades propias de cada momento histórico, y promueva y desarrolle los valores diferenciales propios de cada educando que nacen de sus intereses y preferencias específicas.

 

Como hemos argumentado, las diferentes reuniones mundiales en materia de educación, han puesto su mirada en el tema de los valores, como un eje trasversal que debe estar inmerso en todo el proceso de enseñanza-aprendizaje y de la intervención educativa, así mismo la educación en valores desde la fundamentación en una serie de presupuestos filosóficos, psicológicos o sociales, tiene la posibilidad de seleccionar, desde lo que cada sociedad, decide como el tipo de ciudadano que quiere formar, los valores sobre los que construirá su currículo.

 

Sin embargo, la “crisis” en materia de valores que se vive en el caso particular del sistema educativo en México, pareciera ajeno a todo este sustento. Sin ánimo de desvalorizar los avances y logros que se han tenido en este campo, pareciera que el currículo que orienta a la formación del SEN, no estuviera forjado desde una propuesta de educación en valores. Con esto no quiero que se entienda que se está responsabilizando a las escuelas por la crisis social por la que atraviesa el país. Como la génesis de muchos problemas sociales, el origen es multifactorial.

 

Me parece que, en lo que corresponde al SEN, en materia de educación en valores, existe un aspecto al que es necesario observar, la práctica docente, nuevamente reitero que no quisiera que se entienda que considero a la escuela como la causante de la tan menciona prescripción de los valores, sin embargo, sí creo que en este campo formativo nos está haciendo falta, a los que estamos inmersos en la formación, reconocer que no hemos sabido educar en valores.

 

Saavedra (2006) afirma que la meta de la educación es la humanización “no es cuestión de ser mejor o peor, sino de ser auténticamente hombre”, es decir, sin la educación el ser humano no adquiriría el lenguaje, los hábitos, las ideas y sentimientos que pertenecen a la vida cultural; en tanto las instituciones educativas debieran ser espacios abiertos a nuevas posibilidades de producción de conocimiento, de identidad social y valores, y los educadores debieran ser sujetos que involucrados con el contexto y conscientes del mismo y de las posibilidades de sus prácticas como una práctica de la libertad “interpretar la realidad para intervenir”. (DI Caudo, 2007)

 

En este sentido, la educación en valores debiera ser una posibilidad para la libertad, libertad de elegir, libertad de ser críticos. Para lograr esta libertad talvez se requiera que la educación en valores sea a partir de otras prácticas, menos de repetir y memorizar, y más orientada a “estimular la capacidad para cuestionar las propias teorías, confrontar supuestos, conectarse con el conocimiento desde otro lugar y desarrollar la autonomía de pensamiento y de acción (DAVINNI, 1995:127). (DI Caudo, 2007)

 

Para ello se requiere, en palabras de Libedinsky (2001), de maestros convencidos de que el orden habitual y rutinario de la enseñanza debe ser alterado por nuevas formas de comunicación didáctica, por nuevas formas de entender y ejercer la enseñanza, conscientes de sus prácticas, en una relación dialógica entre ellos y el contexto (escuela, alumnos, comunidad). Es decir, la misión del docente es llevar al alumno a una reconstrucción razonable de sus teorías personales, en este caso, de reconstruir su formación valorar. Para ello es necesario que las instituciones educativas sean comunidades de aprendizaje, se conviertan en espacios dialógicos de reflexión, en los que la participación sea en condiciones de igualdad y equidad. Esto implica saber aprender y tener la disposición de aprender lo que sea necesario, en cualquier escenario y cualquier edad. (DI Caudo, 2007)

 

A este propósito Carmen Elboj señala que una Comunidad de Aprendizaje, es un proyecto que se basa en la acción coordinada de todos los agentes educativos de un entorno determinado, cada uno con su cultura, con sus saberes, con su visión del mundo que aporta y comparte con todos los demás, en el ánimo de que cada quién y el otro se transforme (aprendizaje). Es un proyecto de transformación social y cultural. La transformación de comunidades se basa en no aceptar la imposibilidad de cambio, tanto de las personas concretas como de las estructuras educativas internas de un centro o externas de un sistema educativo. Es también un proyecto de centro educativo. Toda la concepción de participación, del aprendizaje dialógico, de la relación con la sociedad es de aplicación general. Comunidades de aprendizaje es un proyecto del entorno. La transformación que se propone no afecta sólo al interior del aula o del centro educativo. Se refiere a toda la comunidad, en su relación con el centro y en su relación consigo misma en cuanto agente educativo. (Carmen Elboj Saso, 2002)

 

Transformar una escuela quiere decir transformar su estructura interna, sus relaciones y su entorno al mismo tiempo y hacerlo de abajo arriba, como una propuesta colectiva, nunca impuesta. Las escuelas no son islas, por tanto, el cambio es un cambio que influye”. El aprendizaje del encuentro requiere de libertad y la libertad es lo que construye sujetos autónomos y éticos. (Carmen Elboj Saso, 2002)

 

De acuerdo con Elboj (2002), el Aprendizaje dialógico es la base que sostiene a las Comunidades de Aprendizaje y se entiende como la herramienta clave para el aprendizaje, producto de las interacciones humanas, la comunicación y el dialogo (Carmen Elboj Saso I. P., 2002)”. Aubert propone que una Comunidad de Aprendizaje, se produce en diálogos que son igualitarios, en interacciones en las que se reconoce la inteligencia cultural en todas las personas y que están orientadas a la transformación de los niveles previos de conocimiento y del contexto sociocultural para avanzar hacia el éxito de todas y todos. El aprendizaje dialógico se produce en interacciones que aumentan el aprendizaje instrumental, favorecen la creación de sentido personal y social, están guiadas por principios solidarios y en las que la igualdad y la diferencia son valores compatibles y mutuamente enriquecedores (SEP, 2013).

 

Finalmente, es importan resaltar, que los valores no pueden quedar ajenos a la tarea del educador y de la escuela. Más allá de toda moda y de insertar en el currículo de manera transversal la educación en valores, no puede faltar que el educando perciba los valores como respuesta a sus aspiraciones profundas, a sus ansias de vida, de verdad, de bien y de belleza, como camino para su inquietud de llegar a ser. Con este propósito, las escuelas requieren ser espacios de encuentro y de diálogo con uno mismo, con los otros y con el mundo. (DI Caudo, 2007).

 

Toda transformación debe partir del cambio individual, desde la disposición personal que permitan dar ese primer paso a prácticas basadas en el aprendizaje dialógico, en el reconocimiento de que el aprendizaje es horizontal y la labor docente es mediar entre la experiencia de los alumnos y el conocimiento, en este caso, los valores.

 

 

 

 

 

 

Referencias

Carmen Elboj Saso, I. P. (2002). Comunidades de aprendizaje. Transformar la educación. Barcelona: Editorial Grao, de IRIF, S I .

DI Caudo, M. V. (2007). La construcción de los sujetos de la educación. Sophia, colección de filosofía de la educación, 91-131.

Parra Ortiz, J. M. (2003). La Educación en valores y su práctica en el aula. Tendencias Pedagógicas , 69-88.

SEP. (2013). Modulo 2: Aprendizaje dialógico en la sociedad de la información. México: CREA.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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