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Año: 2018 Mes: MAYO-AGOSTO Número: 81
Sección: PALABRAS PERIPATÉTICAS Apartado:
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NOTAS PARA LA COMPRENSIÓN DEL PERIPLO ECO-FEMINISTA
Jaime Raúl Castro Rico
Resumen
El presente documento tiene como propósito hacer un recorrido histórico por el movimiento eco-feminista, su intención última pretende realizar una serie de punteos y reflexiones sobre el papel que han jugado este tipo de movimientos sociales, filosóficos y activistas, así como sus diversos sesgos en y para la construcción de la una nueva relación humanidad/naturaleza. No aspira a recuperar puntualmente los planteamientos de cada autor, ni grupo de representantes en particular, solo se compromete a puntear los elementos básicos que sirvan de guía para la compresión socio-histórica-cultural de cada uno desde sus ejercicios en el momento histórico concreto, mismo que condicionó la cosmovisión y la praxis social de los mismos.
Palabras Clave: Feminismo; Ecofeminismo; Ambiente; Educación Ambiental
I
Partimos de la idea básica que los posicionamientos feministas y ecologistas están llamados a enriquecerse mutuamente. De hecho, las mujeres como sujetos cautivos e invisibilizadas se cuentan entre las primeras víctimas de la explotación y deterioro ambiental aunque también participan como sujetos protagónicos, en la defensa de la naturaleza. Los discursos feministas y ecofeministas como fenómenos sociales y políticos están orientados a la búsqueda de igualdad, empoderamiento y visibilización que articulan la polémica en torno a estas categorías.
El Ecofeminismo inició su andadura (Carcaño 2008; 183) como un movimiento organizado en los países industrializados, ante la polémica sobre igualdad y diferencia de los sexos; sus posicionamientos representan un nuevo discurso crítico que utiliza categorías universales de su filosofía política o al menos como producto de su juventud más ilustrada, cansada del espejismo hedonista contemporáneo que prometía la felicidad a través de la acumulación sinfín de objetos materiales.
Desde luego los feminismos son un movimiento con una historia mucho más extensa que el ecologismo. Sus orígenes se remontan a la filosofía del siglo XVII, a la idea de igualdad de todos los seres humanos que preparaban el ambiente cultural que desembocaría en la abolición del privilegio, el derecho al sufragio y el proceso de ciudanización social.
En este tenor, Mary Wollstonecraft (1792) en su obra Vindicación de los derechos de la mujer, establece un alegato contra la exclusión de las mujeres del campo de bienes y derechos que diseña la teoría política rousseauniana, en la búsqueda por superar la subordinación femenina y el acceso a la educación. Esta última, como una condición para el desarrollo de independencia económica y acceso a las actividades remuneradas.
Por su parte, Olimpia de Guges (1791) denuncia vía la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadanía, que la revolución francesa había olvidado a las mujeres en su proyecto igualitario y liberador.
Sus demandas se inscriben en el cumplimiento de los ideales de la Revolución Francesa: Liberad, Igualdad y Derechos Políticos, vaya en la formación de una nueva sociedad permeada por la modernidad y en la construcción de un hombre ideal como ciudadano que sabe y ejerce sus derechos.
Dichas exclusiones tomaron fuerza desde los posicionamientos teóricos de algunos filósofos, tales como Sören Kierkegaard, Federico Hegel y F. Nietzsche, pensadores que reconceptualizaron el sentido hegeliano del ‘destino de la mujer’, sujeto predestinado en y para la familia y, agregaron la idea del ‘sexo femenino’ como una continuación de la naturaleza, respondiendo a ciertas miradas filosóficas sobre el sentido y dirección de la existencia de la mujer, no sin abandonar viejas mitologías y ciertos prejuicios de índole religiosa.
Otro ámbito que habrá que recuperar en este periplo, tiene que ver con papel de la cuestión femenina (Puleo 2011), proceso reflexivo que exigió la intervención de los nuevos posicionamientos teóricos de los movimientos socialistas, ya sea es su calidad de socialismo utópico vía la literatura de la época o en su defecto del socialismo científico, mejor conocido como marxismo; ya que las feministas de la época, plantearon la importancia del libre acceso a los estudios de la mujer, de la importancia de la formación profesional, el acceso a la igualdad de derechos civiles y a compartir la potestad de los hijos, denunciando a los maridos como administradores de la fortuna familiar, pero no fueron más allá; su búsqueda se asoció con el trabajo productor de bienes e independencia económica, asunto que a su juicio les pondría en igualdad de circunstancias.
Por su parte el marxismo, abordó una explicación con respecto a la subordinación femenina, ya que ésta no responde a causas naturales, sino es producto de causas sociales y políticas; resabio feudal de una sociedad patriarcal. De hecho, desde esta óptica se propuso la emancipación de la mujer del hogar y con ello, la independencia económica.
Esta lectura distingue por primera vez la diferencia entre trabajo productivo y trabajo reproductivo. El trabajo productivo es concebido como productor de capital, asociado a una relación monetaria; en tanto, el trabajo reproductivo, es concebido como un quehacer cautivo, no productor de bienes, acaso como un acompañamiento necesario de carácter social, doméstico y de servicios.
Cabe señalar que desde la racionalidad marxista, este tipo de teorizaciones no eran acciones centrales, ni prioritarias en la sociedad concreta. Si bien dejan en el tintero una serie de categorías de análisis, estas no son ocupadas sino hasta el segundo tercio del siglo XX.
Ya en siglo XX se logra la movilización social, el sufragio universal con el voto femenino y el acceso de las mujeres a la educación superior. En la segunda mitad de este siglo, el feminismo volverá a lograr nuevas reivindicaciones, entre las que destacan: los derechos sexuales y reproductivos y, la conquista de igualdad efectiva, más allá de la acepción correspondiente a la jurisprudencia o letra muerta constitucional en los países capitalistas.
A este tenor la publicación de Simone de Beauvoir (1949) en su obra El segundo sexo, visualiza y analiza a las mujeres como ‘el otro’, una cara diferente de la evolución del mundo masculino y, aporta un análisis no biologicista al afirmar que “no se nace, se llega a serlo”. La libertad es sin lugar a dudas, la idea central de esta obra, se busca por primera vez la visibilización y empoderamiento de la mujer como un sujeto que se hace así mismo, tomada en cuenta en virtud de ser ontológico, que se hace. Derivado de ello, la idea de ‘igual y equidad’ en un proceso de ciudanización.
Betty Friedan, al interior de su libro La Mística de la feminidad, señala y construye la categoría de ‘sensación de vacío’, asunto que desde el estudio del ser, sienta las bases en la comprensión de las mujeres ante algo que no es, es decir, las mujeres saben que no son, acaso una reducción al absurdo.
En tal sentido, están atrapadas en una farsa de lo que no son (esposas, madres, amas de casa, etc.), la única salida posible consiste en construcción de la organización social y política, de ahí, que se deba buscar la participación al interior del ‘Activismo’ como única solución viables.
Por primera vez, se demanda la Organización Nacional de Mujeres (NOW), espacio que favorece el derecho de la mujer y centra sus esfuerzos en la creación de una vida profesional compatible con las funciones dentro de la familia.
Por su parte los posicionamientos ecofeministas surgen en la década de los 70; en la observancia del vínculo género-ambiente, como un reto teórico que lleva a la necesidad de examinar a detalle aspectos relacionados con la redistribución del desarrollo.
Estos posicionamientos están caracterizados por posicionarse como un feminismo liberal, que ubica a la mujer como una desigual –y no de opresión y explotación- al postular, la reforma del sistema hasta lograr la igualdad entre los sexos.
Las libertades comenzaron definiendo el problema de las mujeres, caracterizada como una exclusión de la esfera pública, propugnando de esta forma, en la necesidad de su inclusión en el mercado laboral, abrazando las tesis ‘lo personal es público’, lo cual, se traduce en la conquista del mercado laboral y la independencia de la mujer por vía de la autosuficiencia económica.
Fueron Kate Millet desde Política sexual (1970) y Sulamit Firestone a través de La dialéctica de la sexualidad (1973), quienes acuñaron las categorías de análisis feministas de la época, ya que dieron sentido y explicaron en qué consiste la dominación patriarcal. Donde las categorías: patriarcado, género y casta sexual, se construyen como indicadores de análisis en el segundo tercio del siglo XX y explican el porqué de la exclusión e invisibilización de la mujer.
Género refiere la construcción social de la feminidad. Casta sexual alude a la común experiencia de la opresión vivida por todas las mujeres; finalmente Patriarcado se define como el sistema básico de dominación sobre el que se levantan las relaciones de desigualdad hombre-mujer
II
Para Yayo Herrero (2017) el ecofeminismo es una corriente de pensamiento y una práctica política, así como un movimiento destacado por su activismo que nace en la década años 70 del siglo próximo pasado, busca la reivindicación de las mujeres, denuncia la explotación e invisibilización de la mujer.
El ecofeminismo es corriente social que se caracteriza por hacer una crítica radical al modelo de producción social y cultural actual, mismo que aprovecha las sinergias conceptuales y políticas de los ecologismos y feminismos, poniéndolos en diálogo; en la búsqueda de causas comunes para el sometimiento de las mujeres en los sistemas patriarcales en el sometimiento de la naturaleza en los modelos capitalistas, estableciendo prácticas políticas sinérgicas que aspiran de un cambio radical, equitativo y sustentable.
El ecofeminismo pone en relieve aspectos, prácticas y sujetos que han sido sistemáticamente devaluadas, explotadas e invisibilizadas. De ahí que aspira a entendernos mejor como especie y, permite comprendernos y comprender las relaciones con la naturaleza, las relaciones con nosotros y de nosotros mismos, a través del activismo, la reivindicación de la mujer como un ser total y no como un sujeto incompleto.
El ecofeminismo advierte Herrero (2017), supone una serie de sesgos conceptuales que si bien son diversos, son complementarios, ya que han sido producto de un periplo feminista en su lucha por visibilizarse en y con el mundo, así como empoderarse en un mundo desigual y patriarcal.
Si bien las dos corrientes dominantes del ecofeminismo son la esencialista y la radical; la primera, está ligada a la percepción de la mujer por su esencia en la reproducción y cuidado de la humanidad, de ahí el vínculo por extensión con la naturaleza y el cuidado de la misma.
El feminismo radical, visualiza a la mujer más cercana a las relaciones de producción-distribución del trabajo por su condición sexual en un contexto patriarcal, que coloca a la mujer en desigualdad al interior del trabajo doméstico, como un quehacer de asistencia social, quehacer privado y no público, alejado del vínculo monetarista o de producción de objetos en una lógica capitalista.
La piedad angular del asunto en las sociedades occidentales y sus sistemas económicos, es que al parecer, éstos han declarado la guerra a los cuerpos y los territorios.
De hecho en la relación humanidad-naturaleza, las bases materiales que sostienen la vida humana, nos sitúan como sujetos eco-dependientes, ya que somos seres en y con la naturaleza, ya sea en los procesos, en los recursos y de las dinámicas que se dan vía los procesos de la naturaleza.
Inútil sería visualizarnos más allá de la naturaleza, incluso con las herramientas tecno-científicas que hemos construido a lo largo del proceso civilizatorio.
La humanidad al mismo tiempo, supone una serie de relaciones que nos sitúan como seres inter-dependientes, ya que es imposible pensar la vida humana en soledad. Tal y como rezaba Aristóteles, el hombre es un Zon Politikón, hombre como ser político y hombre como se de agregación.
Desde la crianza hasta la muerte el ser humano vive en sociedad (en agregación); el niño es criado y producto de las atenciones que alguien le aporta al interior del hogar, las personas que están sosteniendo su vida realizan un trabajo importante para el núcleo social pero minusvalorado por el modelo social.
Sean seres discapacitados o víctimas de la enfermedad, a lo largo de toda la vida, dependemos del trabajo que otros nos aportan. Vivimos en cuerpos encarnados y finitos al modo platónico, en un dualismo cuerpo-alma, seres vulnerables por la presencia ausente de la muerte, por ello, seres que requieren que el otro, los otros nos ayuden, convivan u nos ayuden a sobrevivir
Es un hecho, afirma Herrero (2017) que en las sociedades patriarcales los trabajos de cuidado se han asignados a las mujeres por su sexo, como espacios privados y lejos de una retribución económica, por tanto, invisibilizado. Y es aquí, donde el ecofeminismo pone el acento, ya que la división del trabajo ha distinguido entre trabajo reproductivo y trabajo productivo, generando una serie de dicotomías que separan y dividen al mundo social, cultural y político.
La aspiración legítima del ecofeminismo plantea la necesaria urgencia de que se devuelva su ser genérico a la mujer, como un ser completo y no como una distorsión de la naturaleza, un equívoco divino, un ser extraño, lo otro, lo incompleto.
III
Si bien es cierto que esta percepción de la vida, es producto de la racionalidad moderna justificada por la idea de ‘progreso’, la modernidad al mismo tiempo, ha sometido a la naturaleza a un proceso de apropiación perverso, donde el centro es la acción humana.
La consecuencia natural de ello, deriva en la desvalorización del trabajo de reproducción social versus trabajo productivo, muy lejano al proceso de producción de bienes que se realiza en la esfera pública, estableciendo una relación asimétrica del quehacer humano en nuestra relación hombre-naturaleza.
Es en este sentido, que el tratamiento de la cultura occidental y el capitalismo da la espalda a la naturaleza, convirtiéndole en ‘cosa’, en objeto a nuestro alcance, recurso susceptible de apropiación; se le cosifica, esta puesta y dispuesta como un recurso inagotable, susceptible de ser transformado a nuestro antojo, todo ello, producto de una lectura antropocéntrica, vinculada a un modelo de producción de bienes antes que de valores.
Este pensamiento de carácter dicotómico, estructura una serie de dualismos, pares opuestos que separan y dividen la realidad. Según esta forma de pensamiento, el hombre es superior a la mujer, la cultura supera a la naturaleza, la mente es superior al cuerpo.
Siguiendo esta racionalidad dicotómica, se invisibiliza la existencia de ‘lo otro’, que deja de constituir una parte sustancial de la realidad, en todo caso, una excepción o una carencia, un error de la naturaleza y de la sociedad.
Ello inaugura, de acuerdo a Celia Amorós (2003) una serie de encabalgamientos, asociaciones que visualizan dos regiones: a un lado el hombre próximo a la cultura, la libertad, la razón, la autonomía, el espacio público. Por el otro, la naturaleza, el cuerpo, la emoción, la dependencia, el espacio privado son asociados a las mujeres. Racionalidad que construye nociones jerárquicas, donde se subordinan mujer y naturaleza ante el hombre y la cultura
Cabe señalar que la relación hombre/naturaleza, antes de la revolución industrial se caracterizó por ser un proceso de sobrevivencia proporcionado por la propia naturaleza, asociación que aseguraba la sostenibilidad de la diversidad que existía. Los ritmos de vida eran marcados por los ciclos de la naturaleza y éstos básicamente dinamizados por la energía del sol (Naredo 2006).
Para Naredo (2006), el alejamiento humano del funcionamiento de la biosfera, se inició al comenzar a utilizar la energía de origen fósil, con el fin de acelerar las extracciones y procesos de producción, todo ello condicionado por el crecimiento masivo e ilimitado de la producción a gran escala. El deterioro del patrimonio natural, tanto por la extracción de recursos no renovables, como por la generación de residuos, resultando en el extremo globalmente inviable. Privilegiando la cultura capitalista que otorga más valor a los objetos y a su traducción monetaria que al valor mismo naturaleza.
Todo ello, ha funcionado como un proceso de cosificación no solo de la naturaleza, sino del mismo hombre, doble explotación. Si bien es cierto que el hombre se ha visualizado como poseedor y propietario de la naturaleza en su calidad de recursos. Ha ido mucho más allá, ya que ha cosificado al propio hombre en este hacer de privatización y de consumismo sin límites, llegando incluso a negar la existencia de la mujer, ya que solo es un ser-ahí, sino un ser-para-otro y no un ser-en-sí y un ser-para-sí desde el categorial sartreano.
El hombre le ha arrancado al mismo hombre su ser genérico, y qué decir del caso de la mujer, como sujeto incauto, cautiva de sus apetencias. Es en este sentido, que se ha invisibilizado a la mujer y a la serie de acciones que históricamente hacen. Porque si seguimos el viejo adagio de que ‘somos lo que hacemos’, el hacer de la mujer, lejos de una retribución económica o social, las ha colocado lejos del concepto de lo humano, de un igual, acaso de un ser ahí, sin conciencia y sin calidad existencial.
Ciertamente la mitad de la humanidad son mujeres, sujetos que realizan históricamente un sinfín de labores asociadas a la reproducción y los cuidados de los seres humanos, pero la percepción de nuestro sistema económico reduce el valor al precio; el valor de los cuidados y de la reproducción y de la alimentación, esto no produce valor, luego entonces, no son mercado remunerado, ya que las tareas domésticas no reciben remuneración.
La mirada patriarcal de la sociedad moderna, no reconoce el valor del quehacer femenino, el trabajo doméstico se concibe como una atadura de la que hay que huir lo más rápidamente posible. De hecho, históricamente el trabajo doméstico es una tarea carente de valor, tareas que han sometido y explotado a las mujeres y a la Naturaleza, aprovechándose de sus trabajos y de sus saberes, a la vez que las invisibiliza.
Podríamos afirmar desde una mirada de género, que existe una deuda ambiental y ciudadana con respecto al quehacer femenino.
Si bien es cierto, que la mujer padece una desigualdad en sus derechos, esto también ocurre en la elección del quehacer y el tiempo que ocupan las mujeres para la atención de trabajo familiar y doméstico, ya que este no se visualiza como un quehacer productor de valor, sino como un quehacer esclavo, una actividad alienante o trabajo enajenante.
De acuerdo a Piccio (1992), podría decirse que existe una irreconciliable contradicción entre el proceso de reproducción natural y social y el proceso de acumulación de capital.
La crisis civilizatoria actual, responde desde luego a un proceso de deterioro social y ambiental, basado en la idea de crecimiento constante o idea de progreso, consideración asentada en el mercado y el consumo indiscriminado en el mantenimiento de condiciones de vida ‘digna’ en una sociedad desbaratada donde el ‘ser’ cede su lugar al ‘haber’, posesiones de bienes materiales que dan sentido y estatus al hombre, en una lógica de consumismo perpetuo.
De acuerdo a Borderías y Carrasco (1994), la mano de obra femenina, se ocupa en forma básica en los trabajos domésticos socialmente necesarios, aunque minusvalorados y despreciados. Colocando a esta actividad como eso, un trabajo doméstico que no produce bienes y, por tanto, un ciclo vital capital-trabajo gratis, donde la lógica patriarcal de acumulación es totalmente androcéntrica.
El ecofeminismo supone un posicionamiento filosófico alterno, que lucha contra la prioridad anti-patriarcal y anti-capitalista, pues estas, suponen una visión de subordinación y explotación. Donde que los valores subyacentes son de subordinación y de desprecio a la vida, donde la cultura del cuidado, tendría que ser rescatada y servir de inspiración central a una sociedad social y ecológicamente sostenible.
Derivado de ello, que la intención última de esta indagatoria dé cuenta del punteo de los sesgos ecofeministas, sesos y posicionamientos que hemos enlistado en los siguientes términos (Carcaño 2008. 187), mirada sencilla que no va más allá de un listado de posicionamientos que fenoménicamente se han registrado:
Feminismo Beuaverista.
- Feminismo que destaca la naturalización de la Mujer, es decir, percibe la cercanía natural de la mujer-naturaleza.
- Excluye a la mujer del mundo público a través de la conceptualización de la Mujer como Alteridad, como Naturaleza, como Vida Cíclica casi inconsciente.
- Una representante importante de este posicionamiento es Simone de Beauvoir (1908-1986) que a finales de la década de los setenta reconsidera la cercanía de la mujer con la Naturaleza en oposición a la Cultura y a la Razón.
- La Mujer como ser invisible, acaso como un sujeto vacío, incauto y por supuesto sin conciencia.
- La máxima filosófica de este movimiento es “no se nace mujer; se llaga a serlo” siendo coherente con la idea de romper la ideología patriarcal y la búsqueda del empoderamiento de la mitad de la humanidad.
Feminismo Clásico, esencialista o de la diferencia.
- Se le denomina también como ecofeminismo esencialista por su pretensión espiritualista donde la Tierra es visualizada como Diosa y un carácter místico-popular.
- Puede decirse que la preocupación fundamental se ubica la búsqueda por la salud y, por recuperar el control del propio cuerpo.
- Se le denomina como el ecofeminismo de la diferencia que afirma que hombres y mujeres expresan esencias opuestas.
- Epistemológicamente es un posicionamiento ingenuo ya que se postula un cambio ético naturalista sin más, visión utópica que no analiza las relaciones de poder entre el modelo social y la posible acción de la mujer.
Ecofeminismo Postcolonial
- Surge en la década de los ochenta en la India, con la publicación del libro Abrazar la vida donde su autora Vandana Shiva, rechaza la dominación masculina, ya que el varón no es el enemigo, sino el capitalismo patriarcal.
- Se critica al desarrollo técnico occidental que ha colonizado al mundo entero y funciona con una lógica de despojo y depredación.
- La desigualdad y la violencia contra la naturaleza son producto de un ‘mal desarrollo’ que violenta la biodiversidad y la diversidad cultural estrechamente ligadas a la modernización.
- La propuesta se centra en la búsqueda de una “revolución verde” que se realice de un modo sustentable.
- Es ante todo un posicionamiento ontologizante, ya que acerca a la mujer con la Naturaleza a través del “principio femenino”.
- Finalmente, afirma que el sentido social es un culto a la muerte y no un posicionamiento a favor de la vida.
Ecofeminismo Espiritualista
- Surge como consecuencia de la teoría emancipadora de la Teología de la Liberación en América Latina (1973), que promulga a un Cristo activista y revolucionario, un cristianismo de los pobres y para los pobres.
- La idea básica de este posicionamiento, parte del principio que justicia social, implica eco-justicia.
- Se interesa por las mujeres pobres en defensa de los y las indígenas y las víctimas de la destrucción de la Naturaleza.
- Critica la discriminación de la mujer, al interior de la estructura de autoridad religiosa, ya que las mujeres no pueden acceder al pulpito y mucho menos oficiar misa, lo cual, las coloca en una relación de exclusión con respecto al cuerpo clerical.
- Se presenta como un ecofeminismo político en contra de la dominación, lucha marxista, antirracista, anti-elitista y de una comprensión holística de la Naturaleza.
- Teólogas como Ivone Gebara (1973-75) se filian a posicionamientos teóricos constructivistas, ya que la vida reclama la construcción cotidiana de los espacios de participación social y política.
- Recupera las cosmogonías de los pueblos originarios de América Latina y la Madre Tierra (Abya Yala) vida buena frente al productivismo extractivista.
Ecofeminismo Crítico
- Este movimiento inicia en la década de los 90, en el ámbito de la reflexión filosófica con Val Plumwood (1939-2008)
- Sostiene que los análisis dicotómicos Naturaleza/Cultura; Mujer/hombre; Cuerpo/Mente; Afectividad/Racionalidad; Materia/Espíritu exigen un análisis deconstructivo y representan una visión irreal.
- Llaman a un cambio de actitud desde la percepción arrogante hacia la percepción afectiva del mundo no humano.
- Asumen una percepción constructivista o ecofeminismo crítico, en referencia a la necesidad de reconocer y afirmar, pero también revisar críticamente, el legado ilustrado de crítica del prejuicio y de igualdad y autonomía de las mujeres.
Ecofeminismo Ético y Político
- Este movimiento ofrece una alternativa a la crisis de valores de la sociedad consumista e individualista actual.
- Enfrenta el sexismo patriarcal y descubre un subtexto androcéntrico de dominación de la Naturaleza ligada al paradigma del conquistado.
- Exige una praxis ecofeministas como activismo creador de redes defensoras de animales, distribución y consumo ecológico, lucha de territorios, reciclado, educación ambiental, autoconciencia.
IV
A modo de conclusión podríamos hacer los siguientes apuntes:
- Siguiendo a Erika Carcaño (2008) es necesario hacer una revisión de los retos teóricos que representa la relación de ecofeminismo – desarrollo, ello representa un marco más amplio para la comprensión del papel histórico de estos movimientos filosóficos y activismo político.
- El ecofeminismo representa una referencia obligada para analizar propuestas que tiene que ver con la relación ambiente – género.
- Se requiere profundizar con respecto a los posicionamientos filosóficos y políticos de este periplo, con el fin de asistir a la generación de una ética-ambiental completa e inclusiva, donde se privilegie la equidad y la igualdad del sujeto no por su sexo, sino por su hacer a favor de la vida, a favor del ambiente.
- El periplo ecofeminista representa una diversidad de posicionamientos a lo largo de su historia, supone una serie de posturas que convergen en la Economía Ecológica (EE) al desarrollar nuevos paradigmas que integran procesos económicos, ecológicos y culturales.
FUENTES DE CONSULTA
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Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx