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Año: 2016 Mes: SEPTIEMBRE - NOVIEMBRE Número: 77 - 78
Sección: INCLUSIÓN Apartado:
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Interculturalidad como horizonte socializador y el derecho a la diferencia
Maricruz Guzmán Chiñas / Teresa de Jesús Pérez Gutiérrez

Interculturalidad como horizonte socializador y el derecho a la diferencia.

 Maricruz Guzmán Chiñas / Teresa de Jesús Pérez Gutiérrez*

 

Este trabajo presenta una serie de reflexiones en torno a la interculturalidad como método, fin y utopía que permitirá la construcción de una sociedad democrática y una cultura de la convivencia que respete la diferencia e incluya la diversidad. Lo   que hace pensar en ella como un acto político y educativo que plantea nuevamente el problema de la igualdad, en el otro diferente, es decir sobre el derecho de los sujetos a sus identificaciones étnico- nacionales, de género, de  clase, de edad, de preferencia sexual. De ahí que el concepto de interculturalidad es para todos los sujetos no se centra en las  condiciones subalternas de los grupos indígenas, sino en los diferentes repertorios culturales y   categorías sociales   que expresan múltiples formas de hacer y estar en el mundo, de hablar, de pensar y de vivir que presentan singularidades e identifican la alteridad cultural.

El  análisis  de la educación,  en  los  últimos  tiempos,  se  enmarca  en  los  cambios  en  la sociedad, en los paradigmas, en las profesiones, en las formas de concebirse el hombre y el mundo; en este contexto de cambio y de complejidad se argumentan las transformaciones en el acto educativo como premisa para responder a los imperativos sociales, económicos, políticos y culturales. La educación, se concibe como un factor indispensable y decisivo del desarrollo humano individual,  de inserción social,  por ende de la conformación de un país que reconoce y promueve el reconocimiento de la diversidad cultural, tal como se plantea en el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2012:

México debe su riqueza cultural y su carácter distintivo como pueblo único en el mundo a la herencia formidable de sus pueblos originarios. Su rico patrimonio en lenguas, arte y cultura convierten a México en una de las naciones latinoamericanas con mayor legado y población indígenas. El pro- fundo carácter mestizo de la nación mexicana sólo puede explicarse por el pasado milenario y el presente enriquecedor de sus pueblos y comunidades indígenas. (PND, 2007:199)

La educación,  al ser parte fundamental en el desarrollo personal, social y profesional de los individuos[1], se  convierte  no  sólo  en  un  proceso  donde  se  adquieren  los  conocimientos, valores y habilidades necesarias para una vida en plenitud, sino como una experiencia, que según Larrosa, se asociada a la vida, a la existencia,  es el modo de habitar el mundo de un ser que existe, de un ser que no tiene otro ser, otra esencia, que su propia existencia: corporal, infinita, encarnada, en el tiempo y en el espacio, con otros. (Larrosa, 2008).

En el   escenario educativo se han producido modificaciones curriculares y de prácticas docentes; y si bien el énfasis es la transmisión y asimilación de contenidos conceptuales, existe  una  preocupación  por  la promoción  de  valores  y    actitudes  con  el  propósito  de favorecer el respeto, la convivencia y la cooperación con el entorno social y cultural. Los cambios curriculares, se realizan con miras a mejorar la calidad y equidad de la educación, para  lo  que  reorienta  el  proceso  educativo  para  responder  a  los  diferentes  contextos escolares y sociales, de tal forma que los aprendizajes esperados estén situados, sean significativos, en la medida que guarden relación directa con la forma en que los niños comprenden y se relacionan con el mundo; al mismo tiempo se   busca favorecer la participación de todos los que inciden en el acto educativo- formativo de los niños, que sean escuchados para recuperar su visión e idiosincrasia en las procesos que se llevan a cabo en las escuelas y aulas.

La cultura influye en cada uno de los aspectos del desarrollo humano, que se ve reflejado en las prácticas de crianza, de creencias y de convivencia social. Al ingresar los niños a la escuela, los procesos de socialización primaria, en la que la cultura familiar juega un papel esencial, delinean las posibilidades de inserción y participación en este ámbito:

Todo individuo nace dentro de una estructura social en la cual encuentra a los otros significantes que están encargados de su socialización y que le son impuestos. […]. Los otros significantes, que mediatizan el mundo para él, […], seleccionan aspectos del mundo según la situación que ocupan dentro de la estructura social y también en virtud de sus idiosincrasias individuales, biográficamente arraigadas. (Berger y Luckman, 1986: 166).

Los aprendizajes escolares guardan una estrecha relación con la competencia1  emocional y social desarrollada en los primeros años de vida, misma que se asocia con la capacidad de relacionarse y comunicarse con los demás, premisas fundamentales en la construcción de la diferencia, que no puede ser presentada ni descrita en términos de mejor o peor, bien o mal, superior o inferior, positivo o negativo. La diferencia

[…] se abre  hacia aquello que ocurre “entre” los otros. Ese “entre” que no es presencial, que no es acción comunicativa, que no es diálogo concreto, que no es apenas presencia de uno y de otro en un contexto situacional regulado sino […], la existencia misma de una relación entre seres, entonces, existentes. (Skliar, 2008: 188).

La aspiración a la construcción de una sociedad de la convivencia, requiere ser trabajada desde la primera infancia, en la educación inicial[2]  (fundamentalmente en el preescolar), por su impacto en la formación y desarrollo de los niños y niñas menores de seis años a quienes atiende, y por la estrecha relación que sostiene con su éxito escolar. Los niños cuando se escolarizan, ya se incorporan a la escuela con ciertas experiencias de socialización y una determinada identidad cultural; a los cinco años, pueden presentar actitudes de rechazo hacia personas de otros grupos.

En los contextos de cambios y transformaciones constantes, la educación formal, tiene que asumir como una de sus prioridades el enfoque intercultural que favorezca   el crecimiento intelectual, social y emocional del  niño, que le permita encontrar sentidos, a valorarse a sí mismo y a los otros, a relacionarse con su entorno con  responsabilidad. Es así que, en la educación preescolar  se visualiza como

[…] espacio de socialización y aprendizaje [que]  juega un importante papel en la formación de actitudes positivas, de reconocimiento a las capacidades de niñas y niños, independientemente de su sexo. El principio de equidad en este sentido se concreta cuando las prácticas educativas promueven su participación equitativa en todo tipo de actividades. (PEP, 2004:39)

La implementación del enfoque intercultural implica, el reconocimiento de la diversidad cultural, lingüística, socioeconómica, de género etc., presente en cada uno de los espacios educativos. Vivir la diversidad demanda no sólo establecer el diálogo y el intercambio de saberes y pareceres, es imprescindible generar la posibilidad de reconocer y reflexionar en la cotidianeidad los diferentes tipos de relaciones que se establecen.

La interculturalidad se vincula

[…] con la capacidad de reconocer las diferencias, promoviendo una actitud de respeto [hacia la diversidad], remitida a un conjunto de principios: la aceptación de la alteridad, la conciencia de ser distintos, el respeto mutuo, el abandono del autoritarismo mediante la construcción de una relación dialógica entre los distintos actores, el fomento de la comunicación y la flexibilidad en las relaciones sociales […]. (Fernández, 2005: 9-10).

La interculturalidad implica terminar con la exclusión y negación de la diferencia, replantear los problemas desde una ética que asume la realidad del otro, su identidad, valores, modos de vida, representaciones simbólicas en la interacción y relación social. En consecuencia, generar espacios donde convivan las diferencias es un objetivo básico de la educación intercultural que desafíe la idea de la homogeneidad social y escolar. 

La educación intercultural es un espacio de formación y socialización de ciudadanos que reconozca el sentido social de la diversidad y la identidad en los espacios de convivencia, que les permita identificarse como parte de un grupo y de la sociedad internalizando la diferencia como parte de su socialización.

La alteridad del Otro se convierte en un principio estructurador  para comprender la diferencia y su reconocimiento como individuo y como cultura inscrito en un circuito de intercambios simbólico. La interculturalidad se plantea como una nueva forma de relación  e interacción que propicie la formación de la conciencia cívica y ciudadana para construir una sociedad democrática, tolerante, abierta, pluralista y justa.

La interculturalidad se define, a partir de los préstamos recíprocos, así como de los procesos de significación y resignificación; remite a la confrontación y el entrelazamiento, a lo que sucede cuando los individuos y  grupos entran en relaciones de intercambios. Su propósito es, estrechar las condiciones de equidad,   para superar la asimetría; permite que la coexistencia dialógica determine las relaciones dinámicas, de modo permanente, dando lugar  a una participación  real  de  los  distintos  sectores  que  conforman  la  sociedad.  La Educación (inicial y preescolar)  busca aportar los elementos  para la formación ciudadana con el propósito de que los alumnos vivan experiencias que les permita construir las competencias sociales y de convivencia, que se concreten en relaciones interculturales.

Durante los primeros años, los niños forman su cosmovisión, por lo que es fundamental, que desde la escuela, la socialización se centre en los procesos interculturales, para aceptar, conocer y respetar a cada ser humano como es y no cómo se espera que sea, pero además que abra el camino para la construcción de una responsabilidad ética, en la que se considere que “ser mujer, ser gay o lesbiana, ser síndrome de Down, ser negra, paralítico o ser sencillamente uno más entre todas y todos es, un valor” (López Melero, 2002: 27). En esta lógica, la interculturalidad, remite no sólo a los indígenas, sino a la población en su conjunto, en tanto que, alude a cuestiones de género, de resolución de conflictos, de educación para la paz, que promueven la construcción de una sociedad de convivencia.

La  intervención didáctica, desde la educación inicial y preescolar, resulta necesario para   la formación de actitudes interculturales de los alumnos, evitando, en la medida de lo posible, la aparición de valores contrarios a la convivencia, a la comunicación y a la interacción. En suma es necesario, reconceptualizar la educación para generar un espacio social de respeto la diferencia humana y social, y contribuir al desarrollo de las competencias interculturales, que tienen un componente cognitivo, de actitud y de destrezas e identifican “la habilidad de una persona de actuar de forma adecuada y flexible al enfrentarse con acciones y expectativas de personas de otras culturas”. (Oliveras, 2000:38)

Los aprendizajes esperados referidos al respeto a la diversidad, debe promoverse en   la educación para que se incorpore como una forma de vida de todos los niños y sus familias, a la largo de la vida escolar y comunitaria, para evitar la aparición de estereotipos que   se construyen sobre supuestos socialmente compartidos, que parten de presuponer sin conocer y generalizan para todo el grupo situaciones particulares reales;

Entre las diferencias personales, las que tienen su origen en las condiciones socioeconómicas y culturales en las cuales han crecido y viven las niñas y los niños, reclaman una atención especial de las escuelas y las educadoras. Tomar en cuenta esas dimensiones del desarrollo de la infancia y su influencia sobre los procesos cognitivos y lingüísticos, emocionales y de relación social, permite superar una visión de la niñez como un sector homogéneo y crear la conciencia de que las formas de existir de la infancia son plurales y socialmente construidas. (PEP, 2004:37)

La educación, se basa en una relación interactiva e integrada entre los padres de familia y sus hijos; por lo tanto, es una educación incluyente de la familia y la sociedad; el trabajo y la participación de los padres se convierten en elementos claves para desarrollar las medidas de intervención formativa de los niños, acordes con la interculturalidad.

Todas las momentos pedagógicos, didácticos y de interacción cotidiana son atravesadas por el enfoque intercultural, no se trata de un abordaje en momentos específicos para realizar actividades  relacionadas  con  la  diversidad  cultural,  sino  que  todo  el  currículo  está impregnado y abierto a esta diversidad para comprender la realidad desde diversas ópticas sociales y culturales, a través de la exploración de los conocimientos y experiencias previas de los alumnos, proponer actividades que pongan en crisis los esquemas conceptuales iniciales e incidir en su modificación en el proceso de interacción.

El abordaje transversal del enfoque intercultural, se propone para superar los conocimientos etnocentristas,   a   través   de   la   integración   de   temáticas,   actividades,   estrategias metodológicas que conduzcan al desarrollo de las competencias y los aprendizajes esperados; pero hay que tener cuidado que no sea una integración aditiva o descontextualizada, antes bien, sustentada desde la transformación y la de acción social, donde se incorporan diferentes perspectivas y acciones sociales pertinentes a los intereses culturales; es decir, proporcionar elementos contextuales de tal manera que se realice una mediación pedagógica que coadyuve a la transformación del propio currículum. Asumir esta postura en el enfoque intercultural no es tarea fácil, por lo que adquiere relevancia el cambio de actitud del docente y su proceso de profesionalización y actualización.

La actitud de los docentes hacia la interculturalidad, influye en la   puesta   en marcha   de estrategias y actividades que favorezcan las competencias interculturales en los alumnos, dado que los  profesores son los verdaderos guías de la clase, los encargados de organizar la  enseñanza y el aprendizajes de programar las estrategias, de moderar, de ayudar a la regulación de los conflictos y de gestionar ambiente de clase propicias para tal fin; se fundamenta  en  su  propio  conocimiento  práctico  y  personal,  así  como  en  su propia experiencia. Hay que alejarse de la tentación de entender la diversidad como

[…] esa figura del otro al que nuestras instituciones nos  tienen ya demasiado acostumbrados, y además, algo cansados. Se trata de ese otro relacionado con una imagen ya desteñida y desaliñada (por engañosa, torpe y reiterada) de la pobreza, la extranjería, la marginación, la exclusión, la inmigración clandestina, la desesperación, la violencia, el mal, la traición, el crimen, la  homosexualidad,  el  heroísmo  y/o  la victimización,  la  falta  de  educación,  la  locura,  el desamparo, la orfandad, el olvido y la desidia, la discapacidad, etc.; son imágenes, en fin, que provocan y producen una permanente sospecha acerca de la humanidad del otro… (SKliar, 2008:109-110)

Para  que el docente, sea  proactivo  hacia  la  interculturalidad,  requiere  a  su  vez  ciertas cualidades:

a) Autenticidad, coincidiendo lo que dice con lo que hace;  

b) Competencia para afrontar situaciones conflictivas en el aula;

c) aceptación incondicional de sus propios alumnos, considerándolos, como personas dignas de todo respeto y consideración;

d) Comprensión y confianza; e) estímulo recíproco entre alumnos–profesores, en las diferentes y numerosas experiencias didácticas;

f) trabajo cooperativo que favorezca las relaciones entre diferentes personas. (MEC, 1992).

Cuando se trabajan las actividades, asociadas a la interculturalidad, es primordial propiciar situaciones en las que el alumno pueda:

•    Plantearse y analizar problemas o acontecimientos que entrañen conflictos de valor.

•    Debatir libre y racionalmente acerca de ellos, manifestando las propias opiniones y respetando a las personas que tengan otras.

•    Confrontar los propios principios con los de los compañeros, los de nuestra cultura con los de otras, los de distintas épocas históricas, los de nuestra religión con otras religiones o con concepciones filosóficas y científicas diversas.

•    Saber defender la posición que se considere más justa aun cuando no resulte cómodo. (Reyzábal y Sanz 1995:31)

El enfoque intercultural, en la actualidad, representa retos importantes para los docentes, en virtud de que se deben promover prácticas no homogeneizantes,  formas de ser, pensar y sentir desde una racionalidad en la que se conciba que la función de la escuela no sólo es enseñar (acumular saber), para reproducir formas de vida, cultura e ideología de la sociedad dominante a través de los programas de estudios sobresaturados de contenidos, para responder de manera mecánica a los requerimientos sociales y culturales. Este auge del enfoque debe capitalizarse para ofrecer una formación intercultural, considerando el manejo de competencias emergentes y transversales.

A modo de cierre

La transformación de las prácticas pedagógicas dirigidas al cambio y a la mejora dependen, en última instancia, de la interacción que facilita el docente con y entre los alumnos para el proceso de aprendizaje y de convivencia en el espacio áulico y escolar; es en este terreno

donde triunfan o fracasan  los mejores planes, las mejores reformas y los mejores procesos formativos. Es en este contexto, conformado por los imperativos críticos de la profundización intercultural, donde los profesores y alumnos, educadores críticos que fomentan la reflexión por encima de sus actividades burocráticas que pueden volver a escribir y a debatir sobre la concreción de una sociedad intercultural.

Hay que intervenir en los procesos de socialización que van configurando la identidad personal y social de los miembros de  un grupo y una cultura para hacer de la diferencia un modo relacional. La escuela y  la familia como agentes de educción intercultural desde los cuales se deben generar cambios en las maneras de entendimiento y las formas de socialización que configurar formas de pensar, actuar, entender y vivir.

Las escuelas y docentes, tienen la tarea de asumir   el principio de la interculturalidad; centrar la organización de los procesos de enseñanza aprendizaje en la heterogeneidad del grupo y  transitar  hacia la valoración de la diversidad como un elemento que enriquece el desarrollo personal y social.

 

BIBLIOGRAFÍA

•     Berger, Peter L. y Thomas Luckmann (1986). Construcción social de la realidad. Buenos Aires, Amorrourtu.

•      Fernández Droguet, Francisca (2205). “El currículum en la educación intercultural bilingüe: Algunas reflexiones acerca de la diversidad cultural en la educación”. Cuadernos interculturales, enero/junio, año/volumen 3. Núm. 04. Universidad de Valparaíso. Viña del Mar,  Chile.

•      Larrosa, Jorge (2008). “La experiencia y sus lenguajes”. Material de consulta en el curso Convivencia, experiencia y alteridad. Temas para el pensar juntos. Universidad intercontinental.

•      López Melero, Miguel. (2002) “Ideología, diversidad y cultura: Una nueva escuela para una  nueva  civilización”  en  Equidad  y  calidad  para  atender  a  la  diversidad.  1º. Congreso Internacional de integración de niños con discapacidad a la escuela común. Argentina. Espacio editorial.

•     MEC (1992): Temas Transversales. Educación para la Paz. Madrid, MEC.

•      Oliveras, Ángeles (2000): Hacia la competencia intercultural en el aprendizaje de una lengua extranjera, Madrid, Edinumen S.A

•    Poder Ejecutivo (2007). Plan Nacional de Desarrollo. 2007-2012. México.

•    ReyzábaL,  M.V.  y  Sanz,  A.I.  (1995):  Los  Ejes  Transversales.  España.  Escuela

Española.

•    SEP. (2004). Programa de Preescolar. México

 Skliar, Carlos (2008).Conmover la educación. Ensayos para una pedagogía de las diferencias. Buenos Aires-México. Noveduc


* Profesoras de la Unidad UPN 094 CDMX  AREA TEMATICA INTERCULTURALIDAD Y EDUCACION.

1 El término competencia da cuenta de un saber, un saber hacer y de un saber estar,  que todo sujeto utiliza en una determinada situación, que solo es posible identificar en la acción misma. Se trata de un dominio y de un acumulado de experiencias de distinto tipo que le ayuda al sujeto a desenvolverse en la vida práctica y a construir el horizonte social, siempre en relación con el otro.

2 Para efectos de este escrito, consideramos que la  educación inicial, aunque no existe acuerdo, presta atención educativa y asistencial a niños y niñas entre los 45 días de nacidos hasta los 5 años 11 meses de edad, a través de tres modalidades: escolarizada, semiescolarizada y no escolarizada; es decir, es un espacio donde se considera, entre otras cosas, la educación temprana de los niños y las niñas.


Artículo publicado en la Revista Xictli de la Unidad UPN 094 Ciudad de México, Centro, México. Se permite el uso citando la fuente u094.upnvirtual.edu.mx

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